¿Familia: bastión de la sociedad o modelo caduco?
A raíz de un informe presentado por el sociólogo Gustavo Leal sobre la situación de la familia en nuestro país, El Observador publicó un editorial y el debate sobre el rol de la familia en la actualidad se desató. La disminución de la familia tradicional ha generado grandes cambios en los comportamientos sociales. Desde los años 60 y por la izquierda en particular se visualizó a la familia como un instrumento de reproducción del sistema capitalista y patriarcal. La emancipación de las mujeres y la revolución sexual movieron los cimientos familiares clásicos llegando a la situación actual. ¿Cómo cambió el rol de familia? ¿Hay un modelo único ideal de familia? ¿La pérdida de valores se debe a la crisis de la familia tradicional? ¿Cuánto pesa la familia en la educación de los niños y jóvenes actualmente? ¿Existe una interrelación entre delincuencia y destrucción de la familia? ¿Se debe apostar a fortalecer a la familia en Uruguay y cómo?
Familia(s) y agenda de derechos
Bernardo Ramazzi
Entre 1907-1911 Uruguay consagró el divorcio por “la sola voluntad de las partes” o como ya lo reivindicaban las feministas “por la sola voluntad de la mujer”. Sin embargo pasarían 50 largos años para que estos avances sociales fueran incorporados como práctica más o menos socialmente aceptada. Aún hoy se reproduce en todas las generaciones, el discurso normalizador acerca de la indisolubilidad del matrimonio. No fue sino hasta entrados los 1960 que la normativa legal fue irradiando sobre la sociedad y las familias en simultáneo con enormes convulsiones políticas y culturales a nivel mundial. En América Latina las movilizaciones obreras y populares eran ahora acompañadas de nuevos sectores de clases y capas medias que se incorporaban a través de movimientos guerrilleros. En Europa el Mayo Francés hacía explotar el malestar social con estudiantes y obreros y lo mismo sucedía en EEUU con multitudinarias manifestaciones de rechazo a la guerra de Vietnam y al colonialismo e invasiones de sus gobiernos en el marco de la revolución sexual y cultural que empezaba a tener a algunas mujeres como protagonistas. Angela Davies, Janis Joplin, las mujeres ya fuera de su rol tradicional subordinado comenzaban a liderar reivindicaciones de libertad e igualdad. Con o sin legislación, con más o menos represión social y política, la mujer se abría paso a pesar y en contra del régimen patriarcal. Es a partir de los 1960 que la familia tradicional, hetero-normativa y con el rol subordinado y relegado de la mujer, deja lugar a otros arreglos familiares, familias monoparentales o como debieran llamarse en honor a la realidad, familias monomarentales, familias de dos hombres o de dos mujeres, incluso ya no son infrecuentes las familias de tres integrantes de “la pareja”. Todos estos cambios, transformaciones, re-definiciones de instituciones sociales “consagradas” se produjeron unas veces a pesar de legislaciones restrictivas o directamente prohibitivas, pero también, otras veces se produjeron varias décadas después de las legislaciones habilitantes que adelantaban a los cambios reales. Es decir que no es la “agenda de derechos” la responsable ni única ni principal de las transformaciones en las culturas familiares. Las más de las veces las sociedades reciben mayoritariamente en forma “natural” el aumento de sus derechos, los mayores esfuerzos por vivir cada vez con más libertad, donde la diversidad de arreglos, culturas, coexisten con el mayor respeto y consideración recíproca. Las sociedades y sus diversas expresiones lo único que tienen que no tolerar es la violencia en cualquiera de sus formas, física, simbólica, económica. Muchas veces las élites intelectuales y políticas progresistas adelantan a sus sociedades. Otras veces son las élites conservadoras -a derecha e izquierda- las que intentan por distintos medios frenar o tan siquiera -si fuera posible “por dio” dónde hemos llegado que alguien ponga freno a esto- morigerar los márgenes de libertad y decisión de las personas y las sociedades. En un caso y el otro, la política, las relaciones entre política y cultura, son un elemento constante y el papel de los actores políticos y sociales sigue siendo el decisivo. Para avanzar, para frenar los avances, incluso para retroceder, como se está confirmando por estos días en el Brasil de Temer. Atacar la “agenda de derechos” -venga de donde venga- es profundamente conservador.
Lo anterior no será tampoco salvoconducto para atacar a los conservadores -de derecha e izquierda-. Respeto, tolerancia, empatía con el que piensa distinto, es parte de los deberes de la libertad y los derechos. No hay derechos -ni los actuales ni los por venir- sin deberes asociados. Las #3D, Democracia, Derechos, Deberes, son indisociables. La agenda de derechos, que hay que defender y profundizar, incluye el respeto al que no la comparte. La agenda de derechos será tanto más legítima y respetada y defendida, cuanto más incluya la consideración respetuosa de aquellas personas que no la compartan, incluso que la critiquen o ataquen legítimamente. Allí en el respeto radicará su fortaleza.
TODO ES FAMILIAR
Fernando Pioli
Imponerle al universo un orden que nos proporcione un sentido para nuestra existencia no es una tarea simple y se requiere un esfuerzo imaginativo e intelectual. Lo que conocemos como realidad no es más que la consecuencia de este esfuerzo.
Si seguimos a Cornelius Castoriadis y su noción de que cada sociedad se da a sí misma sus símbolos, su noción de sí misma como una especie de espejo en el que quiere reflejarse, la familia es entonces una parte central del cuadro al que me estoy refiriendo.
Existe una concepción de la familia en virtud de la cual el factor determinante de su constitución está dado por los lazos de sangre, siendo la consecuencia obvia de la misma, en tanto institución, la procreación. Entender la familia como el barniz simbólico que recubre la constitución de la continuidad biológica y genética que determinan la descendencia ha cumplido una labor práctica. Lo simbólico se corresponde con un mecanismo complejo de dominar la realidad a través de la biología, la superación de la muerte a través de la continuidad de la vida. ¿Acaso no es esto lo que finalmente toda institución social busca a través de un camino corto o largo, más evidente o más difícil de descifrar?
El punto es que esta concepción de familia ha perdido su fundamento en las sociedades actuales. La procreación no es una necesidad que forme parte del discurso dominante en la convivencia contemporánea, ya no hay mérito social en tener muchos hijos y apenas lo hay en tener alguno. El concepto creciente de familia apunta más a la creación de proyectos vitales comunes sin importar mayormente los detalles referidos a la procreación.
Este corrimiento de aquello que identificamos como familia, partiendo desde el esquema básico padre-madre-hijos hacia formas nuevas de institución familiar genera roces y dolores que son consecuencia de las distintas velocidades para adaptarse a los cambios. Existen personas e instituciones completas que no ven el proceso de cambio con claridad y tienden a caer en la frase vacía de la “pérdida de valores”. Los valores no se pierden, evolucionan.
Asistimos a una época en la que la familia tal como la conocíamos hasta el siglo XX está desapareciendo. Sin embargo no asistimos a la desaparición de la familia, asistimos a una nueva forma instituyente de la misma.
No obstante esto, si el término familia parece tener desde el punto de vista etimológico una vinculación con la alimentación, en tanto el significado primitivo hace referencia a los que se alimentan del mismo origen, quizá no nos hayamos distanciado tanto.
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