Las elecciones en 15 Estados federales conjuntaron la escogencia de autoridades de todos los niveles de gobierno con la elección de los 500 representantes de las 32 entidades del país al parlamento nacional y cada uno de los legislativos estatales. Para algunos analistas (“oráculos” de medios de comunicación, no de Delfos) los comicios cumplían con un valor adicional: dar pistas para hacer cálculos sobre las presidenciales de 2024. En total, contando las elecciones de autoridades de todo tipo hubo más de 21 mil candidatos.
Por supuesto, entre los opositores a la administración que decían estar ante un “gobierno autoritario” que se encaminaba hacia una “dictadura”; que limitaba los espacios de la libertad de expresión; que alentaba la estatización de las principales fuentes de inversión extranjera (energías) -que especula hacerlo con el litio-; que convocaría a una Asamblea Legislativa para posibilitar la extensión del tiempo presidencial o la reelección, unos comicios tempranos resultaban (tras el machaqueo publicitario diario contra el presidente) por demás atractivo: antiobradoristas contra obradoristas.
Para ello, se coaligaron en una mezcla (Va por México) impensable hasta hace un par de años: PAN -de derecha-, PRI -de centroderecha- (ambos contrincantes, dominantes de la escena política durante los anteriores 70 años, conocidos en este siglo como los “rosaditos” y “el Prian”) y el PRD -formalmente de centroizquierda (en el discurso con algo de progresismo, pero sin atisbos socialistas a pesar de sus autoapodos). La meta era quitarle a los obradoristas (Morena y sus aliados) la mayoría Legislativa federal y derrotarlos en los Estados donde se escogieran gobernadores. Contaban, asimismo, con el apoyo extrapartidario de un grupo de presión -subsidiado, en parte, con fondos federales de EEUU- denominado México contra la Corrupción, de algunos empresarios locales. Sin duda, la corrupción a casi todos los niveles es de los graves problemas de esta nación, pero la adopción de ese título no significa que en dicho grupo alguno de sus afiliados haga algo (o tenga antecedentes) de luchar por la integridad de procedimientos o la honradez.
Por su parte, al obradorismo, integrado por Morena -el partido de Andrés Manuel López Obrador- y al Partido del Trabajo (PT) -izquierda antineoliberal- se les sumó el zigzagueante Partido Verde Ecologista (que podría desaparecer por las sanciones que le impondrá la autoridad electoral), contaron con su lema Juntos Hacemos Historia. El tercer asistente, Movimiento Ciudadano -que se declara socialdemócrata- procura una vía alterna, cerca de la mezcla más que del obradorismo, visto desde la óptica de algunos analistas hacia el futuro comicial de 2024. La alianza PRI-PAN y PRD fracasó en su meta de arrebatar a Morena y aliados la mayoría en Diputados.
Morena y aliados quedaron en buena situación de negociar con parte de la oposición la mayoría calificada que le permitiría cambiar la legislación, esencial para continuar con las transformaciones que propone. Es de hacer notar que estos nunca tuvieron -ni alcanzaron ahora- el número de legisladores para tener una mayoría calificada, que -obvio- no perdieron al no obtenerla antes ni ahora. El PAN, que contaba con cuatro gobiernos, perdió dos y refrendó dos: Chihuahua (dentro de la alianza) y Querétaro como partido solo. Mientras tanto, el oficialismo ganó nueve gubernaturas que no tenía, para un total de 11 sobre 15 en porfía. El PRI perdió ocho de las gubernaturas con que contaba y únicamente triunfó al lograr doblar el número de alcaldías en el Estado de México. Por su lado, el PRD perdió el único Estado que gobernaba y mantuvo su registro comicial al integrar la alianza.
Las victorias de Morena en la costa del Pacífico vuelven la situación de gobierno difícil, al administrar los territorios donde el narcotráfico es numeroso, está más extendido y arraigado. Otro tanto podría ocurrir para Morena y sus aliados en el norte del país, donde ganó un buen número de municipios fronterizos con EEUU. Los descalabros de Morena ocurrieron en la capital del país al perder más de la mitad de las alcaldías de la Ciudad de México (entre los factores, el efecto del desastre de la L12 del Metro); en el Estado de México, donde cayó en la mitad de las que gobernaba -triunfando en dos municipios importantes: Chimalhuacán e Ixtapaluca- y en el Legislativo, donde su bancada se redujo, perdiendo 50 curules.
El Movimiento Ciudadano ganó la gubernatura de Nuevo León, lo que significó un triunfo al ya contar con la de Jalisco, aunque en Diputados tenga menos representantes. El Partido del Trabajo en alianza con el Verde Ecologista ganó el gobierno de San Luis Potosí. Tres pequeños partidos perdieron su registro: Redes Sociales Progresistas, Partido Encuentro Solidario y Fuerza por México
Los partidos, en general, no fueron capaces de expresar propuestas y la votación fue de poco más de 52% de los empadronados. Las noticias falsas y las campañas mediáticas (en redes sociales) sí fueron intensas y finalmente algo influyeron en algunas personas deficientemente informadas. Lo que siento es que polarización política continuará por quienes probablemente se sientan agraviados o afectados en sus intereses. Por su lado, los mercados no manifestaron inquietudes por los resultados electorales; el peso se ha mantenido estable en las últimas jornadas. Hablar hoy de que se prepara una dictadura, parece no solo catastrofista sino un argumento pueril. En resumen, todos los partidos perdieron algo y algunos ganaron algo. Lo demás son puntos de vista.
Y permítaseme apuntar dos cosas: mi convicción que la figura prominente en el escenario político es el presidente de la República, López Obrador -sin ser revolucionario o de izquierda- que va dándole una patada democrática al neoliberalismo y la corrupción que gobernó al país… Por algún hay que empezar. En segundo lugar, importante en lo personal, agradecerle a Roberto Fuentes Vivar su invalorable ayuda a este trabajo.
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