Home Reflexion Semanal ¿Historia o relato?
0

¿Historia o relato?

¿Historia o relato?
0

En los últimos días trascendió que en el marco de la denominada “transformación educativa”, en la bibliografía de historia reciente, se incorporó un libro de Julio María Sanguinetti, y se sacaron entre otros, textos del historiador Carlos Demasi. ¿Tiene sentido incluir un libro que escribió un protagonista directo de los hechos? ¿Y en especial de alguien que negó, hasta que la evidencia lo sepultó, la desaparición de niños en nuestro país? ¿Se intenta buscar equilibrios? ¿Retorna la teoría de los dos demonios? ¿En ese caso no deberían sumarse otros libros, por ejemplo, de Fernández Huidobro? ¿O los dos tomos de Las Fuerzas Armadas al Pueblo Oriental? ¿Tienen la misma importancia la investigación histórica que la opinión? ¿Se busca enseñar o adoctrinar? ¿Estaba flechada hacia la izquierda la formación de los futuros docentes de Historia, como acusan algunas autoridades de la educación, o son ellas quienes están flechadas en el otro sentido?

Me parece un acierto por Hebert Gatto
¿Tiene sentido incluir un libro que escribió un protagonista, como Julio María Sanguineti?
Tiene pleno sentido. No existían en la bibliografía al uso, libros emanados de los actores de los hechos. Su testimonio., aún condicionado por la ideología y por la natural inclinación a la justificación de quien lo produce-sigue siendo importante. ¿Quien se detenga en la guerra de las Galias, o en la segunda guerra mundial, no citará a Julio César o a Winston Churchill? Incluir alguna de estas obras -especialmente las bien documentados, como es aquí el caso- me parece un acierto. Es obvio que la bibliografía debe ser amplia e incluir visiones variadas, incluso, repito, las que documentaron sus protagonistas. Por mi parte no quitaría ninguna de las distintas obras sobre el tema por el contrario, evitando repeticiones, incluiría la mayoría de ellas. Que los estudiantes elijan, de últimas no son tantas.
1) ¿Retorna la teoría de los 2 demonios?
La teoría de los 2 demonios, un invento argentino para criticar el prólogo de Sábato en el informe de la CONADEP, tiene dos lecturas. La primera sostiene que la misma equipara el terrorismo de estado con la subversión guerrillera. Es obvio que esa nivelación es falsa, puesto que no son lo mismo, (el terrorismo de Estado supone llevar el horror represivo a su grado más alto.) Pero también es falso y de mal gusto achacársela al excelente prólogo del escritor argentino. Quien se limita no a equiparar, pero sí a criticar ambos fenómenos. La segunda lectura es sostener, como creo que es el del caso, que sin subversión no se hubieran dado los golpes militares. Ello es especialmente claro en el Uruguay y algo más discutible en la otra orilla.
2) ¿Tiene la misma importancia la investigación histórica que la opinión?
En principio no, investigar en historia supone aplicar un método científico. La opinión, aún la bien fundada carece del mismo. Aun así, existen opiniones de observadores calificados que suelen ser valiosas. En todo caso se trata de un insumo que debe ser cuidadosamente manejado.
3) ¿Estaba flechada por la izquierda la enseñanza de los futuros docentes?
Claramente sí.

Bibliografías por Isabel Viana
Las bibliografías cambian en el tiempo. Ciertamente es porque se publican nuevos libros que son, a la vez, nuevas interpretaciones de fenómenos conocidos, a los que se ve con una óptica distinta. Suman también publicaciones con interpretaciones nuevas y muy personales de la historia reciente.
La contemporaneidad nos trae un doble fenómeno referido a las fuentes bibliográficas. En primer término, se investiga y se publica mucho más y en segundo lugar porque tenemos acceso fácil y rápido a los textos publicados en todo el mundo sobre el tema requerido. Esto responde a la apertura y disponibilidad de fuentes de investigación (que generalmente fueron inaccesibles y a que los medios digitales brindan acceso inmediato a lo publicado sobre el tema en otros lugares y en otros idiomas, lo que se facilita por la disponibilidad de la traducción automática.
Cualquier selección de bibliografía respecto a un tema responde al criterio de quienes la elaboran y esto sucede en un contexto definido de lugar, tiempo y cultura. En base a esas circunstancias se enfocan, se priorizan o se ignoran hechos que, presentes en las fuentes, son valorados como significativos o no, por quienes eligen.
El programa de Historia reciente propuesto se dictará en los últimos años del proceso de estudios pre-universitario. Aparece en el programa, al terminar la exposición de los temas, una Bibliografía básica (que refiere a textos de ANEP), separada de la llamada “Bibliografía para docentes (en nivel de construcción)” (sic).
En niveles inferiores educativos se usaron los libros de texto, guías de conocimiento acerca de temas complejos, destinados a niños con capacidades de lecto-comprensión en construcción. En los mejores de entre ellos, aparecían citas textuales de autores relevantes, debidamente identificados, así como los datos editoriales correspondientes. Esas citas validaban y completaban lo escrito por los autores del libro de texto y orientaban a los estudiantes que desearan ampliar sus conocimientos, a buscar información complementaria, en textos más complejos y reconocidos.
La publicación de trabajos de investigación, en los que se crea conocimiento, va necesariamente seguida de una Bibliografía que explicita las fuentes de información y el origen de las citas textuales incluidas en los mismos.
La capacitación acabada de los docentes, evaluados como aptos para la enseñanza, parece hacer innecesaria la formulación de recomendaciones bibliográficas. Los docentes deben estar capacitados para buscar en las múltiples bibliotecas, materiales y digitales, los datos que su libertad de cátedra les indique como necesarios para el dictado de sus cursos, según lo establecido en programas definidos.
Un docente tiene la obligación ética de continuar su formación tanto como le sea posible para poder enseñar. Debe, por tanto, aprender e informarse con continuidad. Esto no quiere decir que deba trasmitir a sus alumnos todo lo que ha leído acerca de un tema. Trasmitirá a sus alumnos su interpretación del período histórico que analice y, si es buen docente, los exhortará a continuar su formación mediante la consulta a otras fuentes antiguas, presentes y futuras.
La definición de bibliografías para uso de docentes es un hecho político y contradice la libertad de cátedra. Si el docente se extralimitara, sobrepasando las indicaciones de su programa, deberá serle indicada y corregida la falta. Pero la limitación de sus lecturas a algunas recomendadas y el enfoque político de las bibliografías propuestas a adultos formados, implica una puesta en peligro del derecho a pensar de docentes y, por tanto, de los mismos alumnos.

Ni una cosa ni la otra por José Manuel Quijano.

¿Tiene sentido incluir un libro que escribió un protagonista directo de los hechos?

Quien ha sido protagonista directo de los hechos no debería tener impedimento para que su texto se incluya entre las lecturas recomendadas en secundaria. En verdad un protagonista directo puede tener una aproximación muy valiosa que los demás desconocen. Churchill y De Gaulle nos proporcionan material valiosísimo sobre la segunda guerra mundial. Y qué decir de los griegos que pelearon en las batallas de su época y luego nos regalaron sus espléndidos relatos.

¿Se intenta buscar equilibrios?

A mi juicio es conveniente conocer varias aproximaciones. El lector debe ahondar en distintas versiones de los acontecimientos y formar su propia opinión. Pero, como se sabe, el relato con frecuencia otorga justificación histórica y poder político. Durante décadas y décadas en Uruguay predominó el relato del Partido Colorado. Eso es notorio, por ejemplo, en el caso del triste papel de Uruguay en la Guerra de la Triple Alianza. Tomamos el relato de Mitre. Y también en el papel casi irrelevante en nuestra historia del presidente constitucional Bernardo Berro, despojado del poder por un golpe de estado. Hubiera sido mejor, sin duda, un relato más ecuánime, es decir más imparcial, más apegado a la historia según las dos versiones: la versión colorada y la versión blanca.

En la bibliografía de historia reciente, se incorporó un libro de Julio María Sanguinetti, y se sacaron entre otros, textos del historiador Carlos Demasi.

Creo que Julio M Sanguinetti es un hombre con mucha experiencia política, con incursiones muy ricas en la historia (pienso en su interesante y agudo trabajo sobre Figari). Pero también me parece que el Dr. Sanguinetti, en el último libro que publicó (que presumo es el que está en discordia) escribe como un militante, como un hombre que reivindica la versión colorada de la historia, tanto en los hechos del siglo XIX como en los del siglo XX y soy de la creencia que los militantes rara vez son ecuánimes. Lamentablemente conozco menos los textos de Carlos Demasi, y asumo ese bache en mi formación. Creo, además, que no se sacaron todos los textos de ese autor. Pero mantendría el criterio que acabo de exponer.

¿Se busca enseñar o adoctrinar?

Lo deseable es enseñar, proporcionar más de una versión, abrir la cabeza del estudiante, que forme su opinión. Lo indeseable es adoctrinar, como ocurre en países gobernados por dictaduras de larga duración o en países que, por periodos largos, han vivido con un partido predominante que se inclina hacia un relato, el propio. Uruguay es un caso. México es otro. Ahora bien, para enseñar hay que tener docentes con vocación de enseñar y, por tanto, con claro rechazo al adoctrinamiento. Es decir, no depende solo de los textos que se proponen sino también de quienes tienen un papel preponderante en la formación del alumno. Un docente militante, que lleva su militancia al aula, es también un problema y creo que no le hace bien a nadie.

¿Estaba flechada hacia la izquierda la formación de los futuros docentes de Historia, como acusan algunas autoridades de la educación, o son ellas quienes están flechadas en el otro sentido?

No tengo fundamentos sólidos para contestar con propiedad esa pregunta. Sospecho que hay de todo en la formación de los docentes de Historia. Supongo que hay grupos de izquierda que creen que la revolución pasa por controlar el relato y, por tanto, sólo cuentan su lado de la historia, hasta omitiendo pasajes claramente condenables de la misma. Y, al mismo tiempo, me parece que hay grupos de derecha, apegados a la dictadura militar, que desearían que nadie hablara, en las aulas y fuera de ellas, de las violaciones gravísimas a los derechos humanos cometidas por cuadros policiales y militares a las órdenes de la oficialidad superior, es decir funcionarios públicos uruguayos. Ni una cosa ni la otra.
¿Y entonces?

Los institutos de enseñanza media y superior no funcionan a los ponchazos.
Quizás deberíamos escoger a tres historiadores serios, rigurosos, de variadas tendencias y solicitarles que nos ofrezcan, en un plazo acotado, una versión histórica consensuada de los últimos sesenta años. Si en algunos puntos no hay coincidencia pueden ofrecen dos, tres versiones.

La contrarreforma por Natalia Leiva

A principios de noviembre, el gobierno ha dado a conocer la malla curricular de la contrarreforma educativa que pretende imponer en 2023.
Ha suscitado especial debate, la publicación de los programas de Historia que corresponden a 7°, 8° y 9° (sustitución de 1°, 2° y 3° del Ciclo Básico actual).
En el caso de 9°grado, quedan supeditados a un abordaje tangencial los contenidos internacionales, planteándose una visión casi provincial de la historia de nuestro país.
A la par, reaparecen conceptos como «guerra civil», «amenazas a la democracia»; mientras que «terrorismo de Estado» o «autoritarismo» son lisa y llanamente, omitidos.
La inclusión del ensayo de Sanguinetti «La agonía de una democracia» como un texto historiográfico (decisión por demás discutible), no es lo más grave; sino que esta elección redunde en una restricción de los contenidos que deberían enseñarse a los adolescentes.
A este esquema responde la eliminación de importantes trabajos de historiadores como Carlos Demasi, Vania Markarián y Aldo Marchesi. Se trata del ocultamiento de una perspectiva que ha disputado en el ámbito académico (y público) el relato sobre el pasado reciente.
El gobierno de la educación intenta reinstalar en las aulas la «teoría de los dos demonios» ¿acaso no era esto esperable? Desde una perspectiva marxista, el Estado responde a la clase dominante, la burguesía, que busca imponer la visión de la fracción que ostente el poder.
La clase obrera, es el sujeto omitido en este relato. Las luchas del movimiento obrero de los ’60 en Uruguay, se explican por un contexto internacional de crisis, revoluciones y guerras. El autoritarismo del gobierno, breva de la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN), así como del desarrollo continental de corrientes conservadoras. Los gobiernos y el capital
enfrentaban la tendencia a la huelga general y el ascenso de esas luchas, que se expresaban en la búsqueda de alternativas políticas -de distinto alcance- a la democracia burguesa.
La «teoría de los dos demonios» con sus variantes, es una argumentación que se ha difundido desde la inmediata posdictadura, como forma de legitimar el papel de los partidos del régimen frente al terrorismo de Estado, tanto en su gestación como en la propia dictadura. Sin embargo, en 1972 el propio gobierno de Bordaberry (del cual Sanguinetti era parte) hace públicos informes donde aseguraba que la guerrilla había sido derrotada, lo que representaba un triunfo de la «institucionalidad».
Es la justificación del «punto final» -reafirmada en nuestro país por los partidos que apoyaron la impunidad y el «Pacto del Club Naval»- que garantizó que los genocidas civiles y militares no haya sido enjuiciados y encarcelados en masa tras las dictaduras cívico-militares que azotaron a América Latina en los ’60-’70. Cabe recordar que ni el FA ni los partidos de derecha promovieron el juicio y castigo, aún en un formato restringido como el juicio a las Juntas Militares en Argentina en 1985.
En la actualidad, detrás de esta formulación, se busca abandonar la enseñanza de la DSN, la complicidad del régimen frente a los crímenes contra militantes, trabajadores y estudiantes, y la represión que desde los ’60 se ejercía sobre la población: la última dictadura cívico-militar habría sido el resultado casi azaroso de la confrontación entre la violencia de la guerrilla y los «excesos» militares.
Sin embargo, la responsabilidad del golpe de Estado y la dictadura -formato institucional adoptado por el terrorismo de Estado-, no recae en la situación de inestabilidad generada por el accionar de grupos «subversivos», es un recurso político del gran capital.
El Estado burgués, adapta a sus circunstancias concretas los dispositivos de transmisión ideológica, manipulando incluso, la memoria histórica.
La lucha por la historia, implica una lucha por el poder para la clase obrera, ya que sólo en el socialismo será posible el desarrollo libre del conocimiento humano y la recuperación de su pasado.

El combate educativo por Gonzalo Pérez del Castillo

Todo fue combatido. La reforma de Rama, las pruebas PISA de Bonilla, la “¡Educación! ¡Educación! y ¡Educación!” de Mujica y el cambio de ADN de Vázquez.
Uruguay, que otrora se caracterizó por su alto nivel de educación, sube hoy día al podio de los tres países de América cuya población de veinteañeros tiene el menor número de años de escolaridad. Vamos bien encaminados a producir generaciones enteras de ignorantes en un mundo donde la mayor ventaja comparativa es el conocimiento. Hemos sido impasibles testigos de cómo minorías de alumnos, profesores, sindicalistas e inspectores promovieron paros y ocupaciones en reclamo de “ámbitos de negociación y consulta”. Todos ellos, convocados a lo largo de treinta años, fracasaron con total prescindencia del interlocutor gubernamental de turno. La defensa de los intereses corporativos resultó siempre vencedora en esta “lucha”. Con ello la educación en nuestro país conquistó su lugar en el podio de la mediocridad y la decadencia.
¿Cómo podemos pretender que la tal “lucha” no contamine la enseñanza? Es lamentable que los historiadores del país no logren ponerse de acuerdo sobre un texto común para enseñarles a los estudiantes los sucesos del pasado reciente, sin tergiversaciones y sin pasión político-ideológica. Es imprescindible que nuestros estudiantes conozcan muy bien lo que fue el deleznable Plan Cóndor. Es igualmente indispensable que entiendan cómo actuaron los soviéticos y los cubanos para fomentar la desestabilización, la subversión y la lucha armada en América Latina. Sin esta perspectiva no lograrán valorar lo que representó la Guerra Fría para los países del Tercer Mundo. Sin Guerra Fría no se puede entender Corea, ni Guatemala, ni Vietnam, ni Cuba, ni Angola, ni Chile, ni Somalia, ni El Salvador. Y tampoco Uruguay. El derrumbe económico, social y político de nuestro país en las décadas del 60 y 70 fue un problema mucho más complejo y mucho menos local. Y eso no significa desconocer que existían, en el Uruguay de aquella época, desigualdades sociales, abusos de poder, corrupción e ideologías contrastadas como siguen existiendo, aquí y en todo el mundo, hasta el día de hoy.

Si, como ciudadanos democráticos, no logramos aprender nada de los procesos que vivimos y sufrimos, quedamos indefensos para el futuro. En la actualidad nos quieren convencer que la lucha en curso por la supremacía mundial es, nuevamente, entre buenos y malos. ¿Nos vamos a tragar la píldora otra vez?
Si un profesor de historia en enseñanza secundaria no puede hacer abstracción de sus convicciones o sus conveniencias políticas, no debería jamás ocupar ese lugar. La historia es siempre una interpretación, pero dejemos eso para los profesionales y los académicos. A los estudiantes de secundaria hay que enseñarles los hechos que les permitan entender lo esencial de su pasado. Si los profesores no son capaces de ponerse de acuerdo sobre un programa de estudio que cumpla esta función, entonces la historia reciente es todavía opinable, no hay objetividad ni rigor académico y no corresponde “enseñarla”.
Que los muchachos la aprendan en sus casas, que escuchen a amigos que opinan distinto, que pregunten a los viejos, que lean (hay mucho escrito), que critiquen y discutan. Finalmente, que opten por la interpretación que mejor les parezca, sin tener que rendir ningún examen con un profesor que esté flechado para aquí o para allá.

Regresión educativa en proceso por Oscar Mañán
La pregunta no solo invita a comentar lo curioso, por decir lo menos, de los cambios bibliográficos sino a ir un poco más allá en lo que se antoja una “regresión” preocupante para la educación. Sin ser de la especialidad, no desconozco el debate entre historiadores sobre los problemas epistemo-metodológicos de estudiar la historia reciente, porque exige construir objetividad desde un lugar de actores sustanciales del proceso que pretenden estudiar. Empero, no solo es posible sino necesario la construcción de una memoria colectiva del pasado reciente. Pero justamente un relato de uno de los actores que negó durante mucho tiempo hechos confirmados del terrorismo de Estado, ya fuera por intereses propios o esa “ética de la responsabilidad” que Weber le endilgaba a los políticos. Esto seguro no desmerece válidas opiniones del dos veces Presidente uruguayo, pero no puede ser presentado como alternativo al trabajo de investigación no solo de Demasi sino de otros especialistas del tema.
La llamada “transformación educativa” busca imponerse a partir de campañas publicitarias costosas pero no logra tener una mínima legitimidad de los actores del proceso educativo. Sí tiene un éxito rotundo en suscitar el rechazo casi unánime de estudiantes, docentes, sus organizaciones gremiales, salas docentes, asambleas técnico-docentes locales y sus representaciones nacionales. Lo que aparece claro que tal “transformación” parte desafiando lo estatuido, desde la misma autonomía de la ANEP y las facultades constitucionales del MEC respecto a la educación, hasta ofertas educativas, nombres de materias, cargas horarias, sistema de evaluación (y en los últimos meses del año), entre muchas otras. Parte de que lo existente está todo mal, y los transformadores vienen a cambiar el mundo contra toda lógica, y contra todos los que osen oponerse. Hay una determinación de ir contra lo existente porque está sustentado «por los enemigos» (la izquierda, los sindicatos, «los que se oponen a todo cambio»). Pero además, se va contra las reformas anteriores impulsadas por el mismo partido colorado que hoy también tiene la presidencia de la ANEP.
En los 90 el partido colorado con el liderazgo de Germán Rama implementó una reforma muy diferente a la actual pero con alguna semejanza. Aquella partía de investigaciones y diagnósticos científicos que de por sí no la validan y tampoco le aseguran éxito, tuvo una inversión importante y un proceso de desentralización educativa de la formación docente. Claro, la desentralización educativa no asegura un proceso de desentralización real, los profesores siguieron proveniendo de la capital porque allí se seguían concentrando los bienes públicos, culturales y opciones de trabajo. Como semejanza, también fue antidemocrática y sin la legitimidad de los principales actores, se impuso con tozudez y presupuesto. Sin embargo, la actual, lejos de liderarse con inversión es parte de un proceso de ajuste y, como corolario, privatizadora de la oferta educativa. Por un lado, se realizan recortes de horas docentes, de grupos, de la oferta en la modalidad presencial de formación de los docentes, el Estado se ahorra becas, gastos, salarios etc.. Por otro, se autoriza la formación privada de docentes, se otorgan títulos sin demasiados controles, el MEC implementa becas tanto para estudiantes del sistema público como del privado, por lo que alienta la privatización.

¿Se enseña, se transmite o se utiliza? Por Rodrigo da Oliveira
Relato, discurso, doctrina, varios son los nombres que se le ha dado al uso sesgado de la enseñanza de la historia.
Antes bien, debería servir para dos objetivos principalísimos, desde una óptica país: la creación de una visión unificadora, patriótica o de nación y, nada menor, la de que los alumnos y curiosos aprendan a pensar por sí mismos.
Esto debería ser el principio y fin de toda la educación que se imparte, sin medias tintas.
Desde hace un tiempo asistimos (explicitado su origen por Rosencoff en alguna entrevista reciente) a la divulgación de una versión tupa del pasado reciente, con la firma de Fernández Huidobro. Tiempo antes de ello habíamos tenido disponibles los voluminosos tomos editados por las Fuerzas Armadas, mostrando su visión de los hechos. Claro está que ambos mostraban lo que querían «vender» al público eventual, ambos «salvadores» del mejor futuro posible para sus conciudadanos, mientras nos sometían a un régimen de secuestro de ese mismo futuro que aún hoy padecemos, planteado en blanco y negro, ellos y nosotros.
La aquiescencia de la Academia fue afín al discurso planteado por los recién liberados gracias a la Ley de Amnistía que les permitió salir de prisión. Los programas oficiales de la educación nacional fueron contestes a esa versión de lo sucedido desde los 60 y hasta la recuperación democrática, dejando que lentamente la versión salvapatria del MLN siguiera adelante. Claro está que sólo a algún trasnochado se le hubiera ocurrido hacer lo propio con la versión FFAA, aunque intentos hubo.
Los años pasaron, los héroes autoconvocados fueron gobierno y ahí terminaron de instalar curricularmente lo sostenido desde su origen, en aquellas Historias Tupamaras, de Calabozo, de Fugas y de Abusos.
De la Historia suele decirse que conviene no enseñarla por parte de quienes son sus protagonistas y esto es válido para todos, hayan sido Mujicas, Fuerzas Armadas, Sanguinettis o Demasis, porque puede fácilmente caerse en el dogmatismo o la parcialización propias de quienes han sido parte, por acción o interés político. En esta discusión estamos, pues pretender la asepsia ideológica de Demasi es como pretenderla de Sanguinetti.
Era tan parcial la postura histórica y su posterior planteo en los libros de texto disponibles en lo que había como en lo que se quiere instalar, de modo tal que sería deseable que ambos permanecieran fuera del ámbito curricular.
Sucede algo parecido en nuestra Universidad mayor con el tema marxismo y su desarrollo a lo largo de meses y meses, aunque ahí se plantea dentro de la independencia propias que una institución que debería detectar autonomía, dado que depende de los recursos de todos, aunque los todos quedemos por fuera de la rendición de cuentas, actividades y programas de estudio, para los cuales el ciudadano de a pie solo es protagonista para pagarle la fiesta, aunque cuidado con pedirle resultados o informes. La Autonomía Universitaria, tema para otra columna, aunque no alejada de esta.
La utilización del relato histórico por parte de unos y otros no es algo nuevo ni será ajeno a intentos futuros, bueno sería que los criterios a aplicar fueron algo más cercanos a la rica historiografía nacional, donde la mayor parte de quienes nos han formado han mantenido la distancia prudente de su objeto de estudio y las miras político partidarias. Por todos ellos, los maestros Nahum y Pivel, cuya idoneidad, credenciales y celo profesional valoramos unos y otros, más allá de preferencias u ideas.
Mantengamos esa línea y dejemos a quienes actualmente aportan desde su mirada protagónica o preferente por fuera de la grilla de textos a utilizar por parte del estudiantado.
Que una cosa es la Historia y otra su uso político bastardeado.

La Historia y la Verdad por Cristina De Armas

En nuestro país vivimos tiempos de constante cambio de paradigmas, en muchos, acompañamos al resto del mundo, otros, son solo nuestros. Así, hemos visto cambiar las familias desde aquel cuadro modelo de papá, mamá, los hijos y el perro a una cantidad variada de modelos aceptados no sin antes atacar al modelo convencional y dar luz sobre las verdades ocultas de la convivencia y la situación, en particular, de la mujer. No somos la sociedad que fuimos y todo lo cuestionamos, incluida nuestra historia y para ser breve diré que ahora sabemos que las fechas patrias ya no son exactas, se sabe que el día de la independencia en realidad logramos la independencia de uno para unirnos a otro. Sabemos que los Treinta y Tres, no eran todos orientales y sabemos que como nación, nacimos porque los ingleses querían terminar con las guerras entre quienes hoy son Brasil y Argentina por este pedacito de territorio; entonces entre unos y otros nos dieron un nombre, una tela como bandera, un escudo y un himno que es muy parecido al argentino de letra porque lo escribió el mismo y la música es en lo principal un plagio a una ópera italiana. Mucho para digerir a un pueblo al que se le ha grabado con sangre que tenemos un clima templado y un suelo suavemente ondulado. Un tornado, es traición.

Todo lo que sabemos de nuestra historia lo hemos leído de ilustres historiadores. ¿Podemos decir que nos han educado en la mentira a tantas generaciones? Los pueblos necesitan historia, una historia de la que estar orgullosos, con momentos épicos, tener sentido de pertenencia y que les una a todos, bajo la misma bandera y con un mismo héroe que no les pertenezca ni a unos ni a otros, sino a la patria. Cada época construye un relato que es la historia, para que la población pueda seguir adelante viviendo en paz, productiva, avance y el pasado no la detenga, sino que la impulse.
Mientras dinamitamos o nos sinceramos sobre la historia que nos dio vida discutimos sobre la historia reciente sin un relato en común sino con versiones que responden a posiciones políticas porque; es necio o ingenuo pensar que se puede separar el relato histórico de las visiones políticas.
Es en las aulas de nuestras escuelas y liceos donde nos ponen en contacto con la historia que nos quieren contar. Durante los quince años de gobierno de izquierda es indudable e innegable que la visión de la historia reciente se tiñó de izquierda; no de mentira, de la visión histórica de la izquierda. Hoy el gobierno ha cambiado, se ha animado nada menos que a una reforma educativa y es confrontada tanto en los aspectos técnicos como teóricos.
Hace un tiempo corre la noticia de que se incluiría en la bibliografía de 9° año (tercer año de liceo anterior) el libro del dos veces ex presidente de la república; el Dr. Julio Ma. Sanguinetti; “La agonía de una democracia”. La izquierda se opone al saber que llega a los alumnos una visión diferente, pero imponen como argumento que el ex presidente ha sido protagonista de la historia reciente que cuenta. Es importante recalcar eso, “protagonista”, no mero espectador y yo agregaría; actor principal. Es que, mi amable lector, la vida que hoy usted vive, sus hijos y nietos, es consecuencia directa de las decisiones que él tomó, él, no otro. No le dio la espalda a la responsabilidad sin importar lo difícil que fuera decidir y sin especular si acaso sería comprendido. Estamos acostumbrados a que las grandes personalidades que recordamos están muertas, son memoria, es difícil abarcar la grandeza de una persona que podemos ver en tv o en un acto, que podemos tener presente y parece simplemente un hombre y sin embargo, es la historia misma, fue parte creadora del pasado que decidió nuestro presente. Es por eso que es fácilmente comprensible para mi su diálogo con Mujica, aún en las antípodas ideológicas son los únicos que pueden comprenderse las responsabilidades que han tenido sobre sus hombros, el peso y la realidad del poder.
Alguna vez le dije que la historia le va a reconocer lo que ha hecho y me respondió: «Depende del momento de la historia».
En su libro antes del Capítulo 1 nos encontramos con el título “Con intención de verdad” y no es solo intención, es Verdad, es Su Verdad y es importante que los alumnos por una vez tengan acceso a información completa sobre la historia reciente de su país de la mano de alguien que no cuenta por otro y de acuerdo a su visión sino de alguien que les cuenta su verdad y en vida, al que pueden ir a buscar, escribir y preguntar. Lo he dicho, el libro es tan completo, abarca tanto tiempo y tantos hechos que quizás a los 14 años no se tenga la madurez suficiente para él, sin embargo, es bueno que lo tengan porque es un libro al que siempre podrán volver. Yo misma lo hago desde que le hice tantas preguntas, que me marcó las páginas de ese libro que debía leer para comprender lo que no entendía, y comprendí. Espero que se apruebe este libro en la bibliografía liceal y sea motivo de discusión entre padres e hijos como lo es en mi casa y lo son también los libros de Gerardo Caetano.
Jorge Batlle dijo una vez algo magistral: «Nadie aplaude lo que se evita».

La historia no es un cuento por Juan Pablo Grandal

Primero que nada, quiero invitar a todos los lectores que escuchen las intervenciones que ha tenido Carlos Demasi en varios medios de prensa, y en esta edición de Voces, defendiendo su postura en este debate, son muy completas y concisas en general, y se defiende mucho mejor que lo que yo podría esbozar aquí.
En primer lugar, quiero tocar una de las problemáticas que se afronta cuando se habla de la investigación histórica al público general. Muchas veces en los medios de comunicación no se comunica adecuadamente qué es efectivamente una obra historiográfica y qué no. Muy brevemente, la historiografía es una disciplina que incorpora el método científico, tanto como en las llamadas “ciencias duras”. Es fundamental para cualquier investigador llevar a cabo un riguroso proceso que incluye entre otras cosas la delimitación espacio-temporal del objeto de estudio, la recopilación y análisis de fuentes históricas, el estudio de material historiográfico producido anteriormente sobre la materia, etc. No se trata simplemente de “un libro que trata una temática histórica”. Esto puede incluir investigaciones periodísticas, relatos por parte de actores históricos, entre otras cosas. Que tienen su valor, sin duda. Pero no son obras historiográficas.
Ese es el problema base con poner la obra de Demasi en pie de igualdad con la del Presidente Sanguinetti. El Presidente Sanguinetti es un erudito en materia de historia y de ninguna manera con esto quiero quitarle mérito, pero su obra no es una investigación historiográfica. Es un relato realizado por un actor protagonista de un proceso histórico, además en este caso realizado varias décadas a posteriori del propio proceso en discusión. No tiene carácter científico. ¿Está mal que se lea y se estudie? No. Pero como fuente histórica, a contrastarse con otras, no como material pilar en la formación de docentes.
Y ciertamente, aunque parezca que no, estos debates se dan dentro de la propia academia. Cuán importante es la técnica y la metodología en la investigación histórica, la validez de los relatos vs los trabajos científicos, es un debate constante. Como lo es en el mundo de la ciencia en general. Y que quede claro, quienes se ponen en el bando de que la investigación científica en historia no es importante tienden a provenir de corrientes posmodernas y/o postestructuralistas. De la misma manera que ponen en cuestión la objetividad del método científico en otras disciplinas. Básicamente, y mis disculpas si la comparación parece injusta, afirmar que un relato histórico tiene el mismo valor que una investigación científica es igual de sensato que afirmar que el curanderismo tiene el mismo valor que la medicina. Viniendo de una pandemia, y las discusiones que se daban en torno a la vacunación, por ejemplo, y los actores que se paraban de un lado y del otro de la discusión y la obvia diferencia en legitimidad de sus argumentos, creo que la comparación es bastante ilustrativa.
Obviamente el Presidente Sanguinetti y quienes se encuentren ideológicamente alineados con él no defienden dichos postulados posmodernos, particularmente Sanguinetti ha sido un gran crítico de esta forma de afrontar el conocimiento, lo cual celebro y concuerdo con una mayoría absoluta de sus planteos en esta cuestión. Pero cuando se argumenta que hay que “igualar” artificialmente el contenido de los planes de estudio sustituyendo obras construidas científicamente por relatos, se parte de esta base. Y no parece peligroso cuando se habla de disciplinas como la historia, pero lo es.
En cuanto a si la cátedra de historia se encuentra “flechada” hacia la izquierda, por lo tanto, tengo que decir que no. Esto no quiere decir que las simpatías por la izquierda no sean mayoritarias en dicha cátedra, que lo son. Y que los académicos que simpatizan con dicho ideario no se pueden despojar completamente de él a la hora de realizar investigaciones, también. Pero eso no quita la validez de sus trabajos si son realizados correctamente desde un punto de vista metodológico.
También, no es cierto que en nuestro país debas sí o sí pertenecer a tal o cual ideología o partido político para desarrollar tu profesión, tenemos una larga tradición de historiadores cercanos a todas las corrientes políticas habidas y por haber. Y en todo caso, tampoco la cátedra de historia se limita a la UDELAR. También existe una cátedra de historia en la Universidad Católica, que también da lugar a otras visiones quizás más minoritarias en la UDELAR.
Y para finalizar, ese cuco de que en la formación en historia nos enseñan cosas como que “los tupamaros lucharon contra la dictadura” es eso, un cuco, no existe. Que en muchas aulas algunos docentes presenten esa visión, es otro tema. Pero, reducir la rigurosidad científica de los materiales de estudio en la formación docente solo va a empeorar estas tendencias, a darle mayor lugar a la opinión que al conocimiento.

POR MÁS PERIODISMO, APOYÁ VOCES

Nunca negamos nuestra línea editorial, pero tenemos un dogma: la absoluta amplitud para publicar a todos los que piensan diferente. Mantuvimos la independencia de partidos o gobiernos y nunca respondimos a intereses corporativos de ningún tipo de ideología. Hablemos claro, como siempre: necesitamos ayuda para sobrevivir.

Todas las semanas imprimimos 2500 ejemplares y vamos colgando en nuestra web todas las notas que son de libre acceso sin límite. Decenas de miles, nos leen en forma digital cada semana. No vamos a hacer suscripciones ni restringir nuestros contenidos.

Pensamos que el periodismo igual que la libertad, debe ser libre. Y es por eso que lanzamos una campaña de apoyo financiero y esperamos tu aporte solidario.
Si alguna vez te hicimos pensar con una nota, apoyá a VOCES.
Si muchas veces te enojaste con una opinión, apoyá a VOCES.
Si en alguna ocasión te encantó una entrevista, apoyá a VOCES.
Si encontraste algo novedoso en nuestras páginas, apoyá a VOCES
Si creés que la información confiable y el debate de ideas son fundamentales para tener una democracia plena, contá con VOCES.

Sin ti, no es posible el periodismo independiente; contamos contigo. Conozca aquí las opciones de apoyo.

//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js
Semanario Voces Simplemente Voces. Nos interesa el debate de ideas. Ser capaces de generar nuevas líneas de pensamiento para perfeccionar la democracia uruguaya. Somos intransigentes defensores de la libertad de expresión y opinión. No tememos la lucha ideológica, por el contrario nos motiva a aprender más, a estudiar más y a no considerarnos dueños de la verdad.