¿Juicio político o políticos sin juicio?
La comisión del senado decidió iniciar el trámite de juicio político a Carolina Cosse que habían impulsado los ediles de la oposición capitalina. ¿Se justifica? ¿No se malgastar tiempo y recursos en un proceso que no va a tener andamiento por las mayorías especiales que se requieren? ¿Se le da pie para que la intendente capitalina se victimice? ¿No se busca darle popularidad a una potencial candidata que para algunos resultaría más fácil de vencer que Orsi? ¿Es un ataque a la institucionalidad? ¿Se trata de una nueva cortina de humo para tapar los escándalos a que asistimos? ¿No debieran pasar antes por el banquillo varios intendentes nacionalistas que han protagonizado episodios muy cuestionables? ¿Asistimos al uso indiscriminado de las herramientas democráticas en busca de réditos políticos?
Doble filo por Esteban Pérez
La espada de doble filo fue en la antigüedad un arma temible siendo la preferida por las legiones romanas, conquistadores de casi todo el mundo conocido en aquel entonces. Esta arma hiere por ambos lados, lo que la hace muy lesiva y es sumamente eficaz en ataques rápidos y mortales.
El juicio político a Cosse parece tener un doble objetivo por parte de algunos integrantes de la coalición de gobierno: herir a la Intendenta en su creciente prestigio dado que ella es la más temida de las candidaturas del FA pues la consideran la más capaz gestionando, de mano firme y con un peligroso perfil “hacia la izquierda”; prefieren, en el caso de perder el gobierno, que lo obtengan otros que aparentan estar mimetizados con la derecha, garantizando así (salvo algunos matices) la continuidad del proceso actual.
El otro objetivo es un ensayo general para un “golpe institucional”, procedimiento al que se han vuelto adictas las derechas latinoamericanas cuando les molesta una piedra en el zapato.
No han amainado aún aquellos vientos que derrocaron a Lugo, Evo, Dilma y Castillo, sino que siguen alentando a los políticos y militares más retrógrados de nuestro continente. Los “defensores” a ultranza de la democracia y la constitución, no vacilan en lesionar a las instituciones si éstas (como abanderados que son del capitalismo) no les son funcionales.
Las espadas de doble filo, si bien han demostrado sus ventajas, también evidenciaron tener su punto débil: en combates de larga duración al utilizarse tanto para cortar como para detener los golpes del contrincante ambos filos se mellan perdiendo así su eficacia y, muchas veces, el hecho de tener sus dos lados cortantes hace que el nervio de la hoja sea más angosto y por lo tanto termina partiéndose.
El uso y abuso de los golpes blandos termina desprestigiándolos, perdiendo la posibilidad de ganarse la opinión pública. Hemos visto como los golpes llevados a cabo en Bolivia y Perú generaron una respuesta combativa de las masas que no se comieron la pastilla y se sintieron estafados por los “defensores” de las instituciones y la democracia.
En estos acontecimientos una vez más quedó clara la importancia del movimiento popular organizado, así como también se percibió la ausencia o el poco desarrollo de las organizaciones revolucionarias en su seno.
El fascismo se puede detener con pueblo movilizado. Los procesos de cambios profundos son posibles con participación de las masas, sumado a las organizaciones de auténtica intención revolucionaria, fogoneando en su seno, sembrando conciencia…
Legítima pero desastrosa estrategia por Roberto Elissalde
Los legisladores que voté y los que no votaría nunca coinciden en algo: “estos no son tiempos políticos sino de gobernar y construir”. Todos mienten, pensando que “la gente” no quiere ver movidas políticas mucho antes de las elecciones.
En lo que dicen, se equivocan todos, del primero al último. No es que no piensen como yo, sino que dicen que piensan diferente.
Ellos, mis votados y los otros, asumieron un discurso de los enemigos de la democracia: la política es algo sucio, un mal necesario que hay que restringir a lo menos posible. Esa visión es la de quienes se quejan cuando alguien “está haciendo política” con algún tema.
Desde un punto de vista más tradicional de izquierda, la política es una actividad permanente, diaria, que busca el respaldo de la gente para producir ciertos cambios o para impedirlos. Revolucionarios (y reformistas, sí…) y conservadores se levantan cada día pensando en cómo difundir sus puntos de vista y cómo evitar que los otros conquisten más voluntades.
La política persigue sus fines a través de la “concientización” pero también a través de la emoción. Por lo tanto no sólo sirven los discursos racionales sino los simbólicos, los que demuestran las razones a través de una caracterización.
Algunos ediles montevideanos de la oposición creen que iniciando el procedimiento de un juicio político que no hay chances de que suceda, lograrán manchar la imagen de la intendenta Carolina Cosse. Creen que tal vez eso los beneficie en esa lucha diaria contra quienes gobiernan mal la ciudad y el departamento, quizás les dé la oportunidad de convencer suficiente gente como para que una coalición multicolor pueda ganar las próximas elecciones departamentales. O que al menos algún cacique nacional les agradezca el gesto y los incluya en una lista a diputados por la capital (con posibilidad de salir).
Pero visto desde intereses tan chiquitos, se pierden algunas otras lógicas del trabajo político. Esta iniciativa sólo va a lograr que el Frente Amplio se abroquele atrás de su intendenta, más allá de las diferencias internas que hoy puedan existir. No hay chance de que los frenteamplistas seguidores de Yamandú Orsi, Mario Bergara o Andrés Lima –todos ellos competidores por la candidatura opositora para el año próximo– piensen que es una oportunidad para marcar sus diferencias, por lo que el único resultado posible es la unidad.
Después de 35 años de gobiernos frenteamplistas, la lógica opositora debería ser la de dividir al Frente, conquistar alguna de sus fracciones y neutralizar otras para así tener alguna chance de ganar. El camino elegido sólo apunta a solidificar a la actual fuerza de gobierno monetevideano, que tiene en Carolina Cosse su mayor exponente.
La oposición hizo algo que le pareció lógico: como cada acto es político y su objetivo es suplantar al FA en el gobierno del departamento, atacó a su máxima representante ejecutiva.
Es legítimo y está dentro de las reglas de la democracia y de la política. Sólo que parece una pésima estrategia para derrocar a Carolina Cosse y una pésima estrategia para acercarse al esquivo poder a nivel departamental. Varios dirigentes tradicionales ven el error y no es seguro que quieran asociar sus nombres a este fracaso inconducente.
La teoría de los dos países endemoniados por Leo Pintos
Al ritmo de las redes sociales y sus algoritmos, entre acusaciones de todo tipo e insultos entre políticos oficialistas y opositores, asistimos pasivos al deterioro de la convivencia democrática, sin que nadie del sistema político parezca estar dispuesto a ir por otro lado. Es verdad que esa sensación de pobreza intelectual y ética que muchos advertimos en nuestros representantes suele repetirse en cada legislatura y va cambiando de vereda según cuál sea la mayoría dominante, pero cierto es también que como nunca antes hoy tenemos una caterva de impresentables dedicados full time a radicalizar posiciones. Y El juicio político a la Intendente Carolina Cosse es apenas un ejemplo más de la deriva circense de este Parlamento. Dejando de lado las teorías que se tejen entorno a este juicio, desde una operación de la derecha para fortalecer la precandidatura de Cosse con miras a la competencia en 2024, hasta un desesperado intento de distracción de la corrupción subyacente en el caso Astesiano, lo cierto es que queda claro que existen dos países. Uno conformado por un solo gobierno departamental, en el que la falta de respuesta en tiempo y forma de la intendente a pedidos de informes de la oposición amerita su destitución. Y otro país, de 18 gobiernos departamentales en el que la inmensa mayoría de estos pueden hacer del gobierno local el todo vale; nepotismo, clientelismo, abuso de poder, tráfico de influencias, etc. Más allá de estilos de conducción, con los que se puede coincidir o no, es un hecho también que la institucionalidad en el acto de gobernar incluye también cumplir con ciertos deberes inherentes al cargo, por ejemplo asistir a la Junta Departamental a rendir cuentas, a explicar y a debatir. Más allá de que pueda considerarse una pérdida de tiempo. Y desde un punto de vista estrictamente político es también una estrategia para no darle pasto a las fieras, que sabido es tienen también en los grandes medios su aliado en su modus operandi. Quedan dos larguísimos años de campaña electoral y conforme pase el tiempo tendremos que acostumbrarnos a estos actos de demagogia y soberbia, que parece ser el menú predilecto de las dos posiciones en pugna. Ya vendrá el tiempo de preocuparse de los grandes temas a resolver luego de que pasen las elecciones. Y ahí sí, serán seis meses de arduo trabajo para quien las gane, en lo nacional y lo departamental para luego empezar otra vez. Y ojalá algún día disfrutemos de esos mejores seis meses de nuestras vidas.
Espectáculo lamentable por Juan Pablo Grandal
Pareciera ser que últimamente debo constantemente apelar a referirme a varios aspectos de la política partidaria en nuestro país como un “circo”. No lo hago por considerar el ejercicio de la política y la gestión gubernamental como un “circo” por definición, más bien todo lo contrario, es de las labores más importantes que un individuo puede ejercer en una sociedad civilizada. Es por esto mismo que lamento constantemente ver que la discusión política termina llevándose a competencias de “a ver quién está en un pedestal moral superior”, o en este caso, circos. Que la verdad debo lamentar esta constante apelación negativa al término “circo”, siendo un espectáculo que provee entretenimiento para toda la familia, mientras esto no entretiene a nadie.
Y sí, es perfectamente correcto calificar duramente este tipo de cuestiones. Lo digo siendo alguien que no tiene una opinión particularmente favorable de la Intendenta Carolina Cosse ni de su gestión, cuyas falencias puede ver con facilidad cualquier montevideano.
¿Cuál sería la supuesta razón para el juicio político? Cito un artículo de El Observador del pasado 21 de marzo: “que Cosse no concurriera a un llamado a sala para responder consultas sobre las respuestas a los pedidos de informes, para lo que envió a su director de Desarrollo Ambiental, Guillermo Moncecchi, y al prosecretario general Daniel González”.
Para que se entienda: ni siquiera se le hace un juicio político por no responder a pedidos de informe, que sí podría ser algo problemático. Tampoco, se le hace un juicio político por no responder las consultas sobre respuestas ya dadas a los pedidos de informe, ya que envió funcionarios de su gestión a que la representaran. Se le hace un juicio político por no haber ido ella personalmente a dar las explicaciones que perfectamente pudieran dar Moncecchi y González. La verdad me deja sin palabras la poca seriedad del asunto, que mal utiliza una herramienta de contralor tan importante como el juicio político para…esto.
Dado que no estoy dispuesto a creer que desde la coalición gobernante a nivel nacional y oposición en Montevideo se sienta una ofensa sincera ante la no concurrencia a sala de Cosse, pensar en otros motivos para este juicio político debería ser la primera orden del día. Pero sinceramente, no se me ocurre nada que mejore la calificación de este episodio. Claramente el juicio político no va a prosperar, por lo que remover a Cosse de su posición como Intendenta de Montevideo no es el objetivo. ¿Favorecerla en la interna frenteamplista? Ciertamente permitir a Cosse presentarse como una víctima de “los ataques de la derecha” la favorecen en una elección interna en la que tienden a participar mayormente los votantes más partidarios. No corresponde a esta columna hacer un análisis de las potenciales fortalezas y debilidades de Yamandú Orsi y Carolina Cosse como candidatos (valga aclarar que la candidatura de Cosse no está aún confirmada), pero si de verdad se cocinó este juicio político para promover una candidatura que el Partido Nacional o la Coalición Multicolor piensa que es más fácil de derrotar en octubre o noviembre del año próximo, me parece francamente lamentable. Mi recomendación sería gestionar el Estado de forma adecuada por el resto del mandato de Lacalle Pou como Presidente, y presentar candidatos carismáticos con programas de gobierno sensatos y populares, además de generar una buena estrategia de marketing de campaña, si se quiere triunfar en los comicios del año que viene. No realizar estas jugadas.
Si uso lenguaje más fuerte que el que comúnmente uso para describir un episodio que al final de cuentas es banal y al que una proporción ínfima de la población prestará atención, es porque me entristece. Esto no debe ser la política. Entiendo que el mundo de la política es uno en el que para promover el bien público a veces también se deben hacer cosas poco agradables tras bambalinas o incluso en público. No tengo una visión utópica de la política. Pero este tipo de cosas…todos deberíamos esperar más. Ni siquiera es inmoral. Es triste. En una comedia daría risa, pero en la realidad da pena.
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