El 3 de junio pasado se cumplieron 100 años de la muerte de Franz Kafka, un escritor que desborda cualquier intento de “encausarlo” en alguna corriente literaria específica. Si bien su prestigio no ha dejado de crecer, al momento de su muerte era un escritor prácticamente ignorado. Fue su amigo Max Brod el responsable de que gran parte de la obra kafkiana se publicara después de la muerte del autor, entre ellas novelas como El proceso (publicada en 1925) y El castillo (en 1926). Pero en octubre de 1933 la obra de Kafka fue incluida en una lista de “literatura perjudicial e indeseable”. Hitler había tomado el poder en Alemania y los libros de Kafka fueron prohibidos. Brod, judío como Kafka, pudo escapar de Praga horas antes de que fuera invadida por los nazis y continuó trabajando en la publicación de la obra de su amigo, “traicionando” el pedido de Kafka de que la destruyera.
“Hasta leer a Kafka no sabía que se podía decir la verdad” afirmó alguna vez Mario Levrero, el escritor uruguayo más conscientemente influenciado por la obra de Kafka. Pero si pensamos en el teatro parece lógico el interés de Sandra Massera por la obra del autor de Informe para una academia. Massera ha estudiado en profundidad el período entreguerras europeo y algunas de las formas expresivas surgidas en esa época. En particular en los últimos años ha estudiado algunos aspectos de la sociedad que sufrió y resistió al nazismo.
En el 2020 Massera fue a ver La tierra baldía, un espectáculo de Iván Solarich con la compañía Ciclón Teatro que integraba la impronta estética de T.S. Eliot y dos historias de Terror y miserias del tercer Reich, de Bertolt Brecht. Al salir de la función Massera se acercó a Solarich y le dijo “Iván, acabo de escribir un texto sobre Kafka que reúne su vida y personajes, realidad y ficción. Me parece que sos la persona que lo tiene que dirigir”. Es el propio Solarich el que nos cuenta la anécdota, y agrega que Massera le pidió también que, si les gustaba el texto, participaran algunos de los integrantes del elenco de Tierra Baldía. “Yo leí el texto, que me pareció sencillo y profundo a la vez, cosa difícil de alcanzar, un texto muy hermoso, y se los propuse a los chicos en aquel momento”. Finalmente cinco de los siete integrantes del elenco de La tierra baldía forman parte de Camino a Kafka.
El espectáculo comienza con un preámbulo en el hall de la Biblioteca Nacional, transformado por la convención teatral en el Hospital de Kierling horas antes de la muerte de Kafka. Esta introducción es producto de un proceso de trabajo colectivo en el que se investigó sobre el contexto histórico, incluyendo lectura de cartas del escritor, noticias sobre la forma en que que se desarrolló el ascenso del nazismo y otros aspectos del marco histórico temporal en que se desarrolló la vida y la obra del narrador. Al comienzo también se proyecta un video que intenta resumir en algunas imágenes icónicas gran parte de la historia del siglo XX.
Luego el espectáculo se instalará en un salón de actos de la biblioteca y allí los personajes se “presentarán” al público. Entre esas presentaciones se destaca, como no podía ser de otra forma, la del propio Kafka. Pero aquí el espectáculo hace una apuesta audaz. Alejandro Sosa, el actor que interpreta a Kafka, no se propone “representar” al escritor. De hecho realiza un monólogo en que interactúa con el público y juega con las diferencias entre algunas características físicas de Kafka notoriamente diferentes a las de él. De forma inteligente y divertida, Sosa traduce algunas de las características de la obra kafkiana a sensaciones que atraviesan la vida cotidiana de cualquier persona contemporánea, anclando el universo kafkiano a nuestra experiencia. De esta forma el actor pone en contexto al autor, introduce parte de su biografía y señala, al colocarse en una cama del hospital, la cercanía de la muerte.
Entre las múltiples virtudes del espectáculo es clave la naturalidad con que conviven los personajes “históricos” como el mencionado Brod, las prometidas del escritor o la familia, junto a personajes literarios como Josef K (de El proceso) o Peter el Rojo (de Informe para una academia). Esa dinámica permite entretejer las características de los personajes con la realidad histórica en que surgen. Así transitaremos por el universo burocrático que aplasta a algunos personajes con la realidad laboral del autor. O podremos vincular su contexto histórico social con las dificultades que encuentra el mono de Informe para una academia por “humanizarse” y abandonar su estado “salvaje”. No hay tesis explicitadas, pero seguramente cada espectador saque sus conclusiones a partir de ese entretejido entre la vida y la obra de Kafka. En ese cruce de realidad y ficción también asomará la silueta del insecto en que devino el Gregorio Samsa de La metamorfosis. Pero aquí será en el propio cuerpo de Sosa en el que convivirán Samsa y Kafka.
El espectador transita, tras los personajes, por varios de los espacios de la Biblioteca Nacional, lo que parece ideal para “representar” algunos de los ámbitos por donde deambuló el propio Kafka y que determinan a parte de sus personajes. El recorrido circular por los espacios también parece colaborar con esa sensación de agobio sin salida que transmiten algunos relatos. Pero el espectáculo también tiene momentos lúdicos, entre los que se destacan los cuestionamientos de los “personajes” al “autor” y los diversos pasajes musicales.
Otro aspecto del espectáculo que va a contramano de las lecturas más tradicionales y herméticas de la obra de Kafka es la reflexión sobre la realidad socio-política en que vivió. Pero si el texto, al final, señala los peligros de la consolidación de Mussolini y del ascenso de Hitler hace un siglo, el video del comienzo redirecciona la advertencia hacia el presente. Nuevamente será cada espectador el que extraerá sus conclusiones.
Las funciones de Camino a Kafka están previstas hasta el 6 de julio y las entradas se agotan. No devenga en personaje kafkiano y compre sus entradas con tiempo.
Camino a Kafka. Texto: Sandra Massera. Dirección: Iván Solarich. Elenco: Alejandro Sosa, Vital Menéndez, Analía Troche, Maia Cayrús, Florencia González Dávila, Claudio López Lemos, María Eugenia Margalef Dotti, Mariano Solarich, Joaquín Álvez, Maite Guerrero, Mateo Uriel, Tomás de Urquiza y Candelaria Acosta.
Funciones: jueves, viernes y sábados a las 20:30. Biblioteca Nacional (18 de Julio 1790). Entradas en venta en redtickets y redpagos.
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