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Masticando lo siniestro cotidiano

Masticando lo siniestro cotidiano
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En un ensayo de 1919 Sigmund Freud habla de lo “siniestro” como una experiencia que se da en el ámbito doméstico, en donde un sentimiento o una experiencia familiar y conocida se torna extraña y la vemos con un contenido terrorífico que produce angustia. También puede suceder que en determinados momentos de “lucidez” descubramos que en nuestra vida cotidiana hemos naturalizado conductas “extrañas” y con contenido “terrorífico”. Es en esos relámpagos de lucidez que se delinea el contorno de los siniestro. Relámpagos de lucidez que parece tener la protagonista de Narcolepsia cuando afirma: “Tengo que irme, Ricardo. Hay olores que no soporto y otros que ya no logro distinguir (…) Nunca me gustó esta casa sin ventanas, los manteles manchados, la comida que me hacés, me angustia que no llegue el sol (…) me fastidian tus sacos con olor a naftalina, tu ropa interior agujereada, tu rechazo por el cuidado personal, estas paredes que se caen y el color de la humedad, la casa se está pudriendo como la comida en la heladera y me pudro yo también.”
La narcolepsia, según se puede leer en portales especializados, es un trastorno que provoca períodos de extrema somnolencia diurna que incluyen episodios breves y súbitos de sueño profundo. Las personas con narcolepsia habitualmente se sienten frescas después de una breve siesta o de una noche completa de sueño, pero vuelven a sentirse somnolientas nuevamente poco después. Pero Narcolepsia también es el nombre de un espectáculo escrito y dirigido por Ailín Curbelo en el que los límites entre sueño y vigilia quedan difusos. Y es en la continuidad conceptual de estas “narcolepsias” donde se cuela la sombra de lo siniestro que habita en el vínculo de la pareja protagonista.
La comunicación gráfica del espectáculo daba algunas pistas sobre las características del mismo, un tejido manchado que deja entrever solo en parte un bordado con las siluetas de una pareja vestida de gala. Ese ambiente de “manteles manchados” se traslada al vestuario de los personajes, que vemos realizar gestos casi neuróticos a ritmo mecánico al inicio del espectáculo. Luego se sucederán escenas en las que algunas situaciones domésticas de la vida en pareja son protagonistas. “La comida es el hogar” se escuchará hacia el final, pero desde el comienzo el momento de compartir el almuerzo o la cena se vuelve central en la dinámica de Narcolepsia. Y si las actuaciones de Valentina Borrás y de Agustín Luque dejan entrever matices que pueden señalar el cambio de vigilia a somnolencia, el desaseo y la dejadez no dejan de ofrecer un cariz siniestro a la convivencia.
Curbelo contó a Voces que el trabajo surge de improvisaciones que se proponían indagar en lo vincular y en las narrativas de lo afectivo. También que gran parte de los parlamentos se nutren de retazos de historias de amor que la rodeaban a ella y al elenco. Esto potencia desde dos lugares lo que indicábamos al comienzo. Por un lado, si uno se detiene sólo en los diálogos, no parece haber mayor extrañeza en esta pareja, más allá de algún arrebato violento. En la mayor parte de la obra no hay nada que no sea detectable en muchas relaciones “sanas”. Lo siniestro se dibuja merced a una ambientación que genera un clima ominoso y a unas actuaciones que imponen un carácter enfermizo a esos personajes que se comunican mediante diálogos repetitivos y vacíos. Pero por otro lado, no deja de subrayarse que ciertas formas vinculares, donde quizá habite lo “siniestro”, pasen por relaciones aparentemente “sanas”, en las que apenas es detectable ese hastío que naturaliza algunas conductas “enfermizas”.
El desarrollo de las escenas irá acentuando paulatinamente el ambiente opresivo para el personaje femenino, que permanecerá innominado hasta el final. La violencia irá ganando protagonismo, y Ella hilvanará en su memoria la violencia presente con algunas más profundas, quizá arquetípicas. “… la comida en el campo de papá era un ritual en silencio, había que estar callada, era un momento sagrado. La comida es el hogar, ahí es donde sabés cómo vive la gente. Yo seguí masticando ese plato de comida muchos años después”.
Algunas jaulas para pájaros deshabitadas parecen indicar que toda criatura viva huyó de ese lugar en que una mujer sin nombre se convierte en propiedad de Ricardo. Pero son escasos los elementos escenográficos con los que se construye esa otra jaula habitada por Ella. Una mesa, un par de sillas y una tina de lata que ya son carné de identidad de Ensayo Abierto alcanzan para configurar un comedor o una suerte de living trinchera desde donde mirar al exterior a través de un televisor. Un exterior que amenaza con informes policiales que ponen particularmente nervioso a Ricardo, quien quizá se empieza a intuir a sí mismo en algunas noticias.
Narcolepsia es un espectáculo que sorprende, que hace reír, quizá con un poco de culpa, y que inquieta. Pero es también una forma de poner foco en el clima de terror naturalizado que se puede vivir al interior de un “hogar”. Y lo hace desde un ángulo para nada obvio que quizá por eso mismo se vuelve estéticamente poderoso. La forma en que el público logra poner nombre al personaje femenino, al final de la historia, parece tener que ver con la forma en que ese personaje concreto apareció también al equipo creativo. Y es otro hallazgo dejar que cada espectador conecte como pueda ese nombre con la historia que acaba de experimentar. Este fin de semana son las últimas funciones de Narcolepsia, no se la pierdan.

Narcolepsia. Texto y dirección: Ailín Curbelo. Actúan: Valentina Borrás y Agustín Luque. Equipo: Luciana Tejera, Paula Betancor, Santiago Barreiro, Eugenia González, Iván González y Emilio Bugliari. Ftografía: Reinaldo Altamirano.

Funciones: viernes y sábados a las 21:00. Ensayo Abierto (Piedras 599)

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.