Dilma Rousseff advierte que la crisis de Venezuela puede terminar en una carnicería. Más o menos con esas palabras se han expresado la mayoría de quienes apoyan expresa o inocentemente al régimen de Maduro.
Venezuela ya es una carnicería. Según el Observatorio Venezolano de Violencia, en 2016 se produjeron 28.479 asesinatos. Esa cifra equivale a 91,8 homicidios cada 100 mil habitantes. En América Latina, Venezuela es sólo superada por El Salvador. Estos dos países tienen el nefasto privilegio de ser los países más violentos de A.L., y están entre los más violentos países del mundo, incluyendo a los que mantienen prolongadas guerras.
La reciente demostración de fuerzas de la oposición venezolana con más de 120 días de permanecer en la calle, representaría unos 360 asesinatos anuales, por motivos políticos, una cifra mucho menor a la que se registra habitualmente por distintos actos delictivos sin connotación política. ¿Es posible que esa cifra aumente en caso que continúe el enfrentamiento entre el gobierno y la oposición desarmada? Dilma Rousseff da por descontado que de no cesar la crisis, moriría muchísima gente, porque la oposición sólo puede pedir ayuda a los Estados Unidos, que está listo para actuar. “Sería una carnicería”, dice ella. Bien, señora, entonces cuanto antes Venezuela se quite a este gobierno de encima la posibilidad de que ocurra esa carnicería será bastante menor. ¿De qué forma podría la oposición al gobierno de Maduro infringirle tanta cantidad de bajas como para que se le considere una carnicería? La carnicería sólo podría llegar por parte de Maduro, que es quien tiene las armas, y las ha hecho pesar en las calles venezolanas.
Con su silencio usted otorgó mucho espacio a este grandulón insensible que por más que se disfrace con bandas presidenciales y medallas rimbombantes no puede convencer que sus invocaciones a la paz y al diálogo sean sinceras. Al diálogo no se puede ir a cada rato como amaga Maduro. Le ha tomado el pelo hasta al Papa, que ya no quiere saber nada con Maduro.
La violencia está presente en Venezuela desde hace muchos años sin que al chavismo parezca importarle demasiado. Amparados en coches blindados y con grupos de guardaespaldas profesionales, ni el gobierno ni la farándula de gente que se ha enriquecido con la dictadura chavista parecen nerviosos. Dilma conoce Brasil, allí también funciona así. La represión es pesada y cuenta con un margen de autonomía inadmisible para los uruguayos, que parecemos flotar en la candidez ante el crimen cada vez más organizado. Cuando la violencia llega a las proximidades de la zona de confort de la militancia política se encienden las alarmas, Dilma sabe, desde hace años, que la violencia es insoportable en Venezuela, salvo para unos pocos, entre los que debe incluirse a los líderes opositores. Los diarios venezolanos hablan todos los días que mataron a un sargento en Petare o a un profesor jubilado en cualquier barrio de Caracas. Fuera del confort la vida vale poco, también los sicarios trabajan por poco, si Juan no toma el trabajo lo toma Pedro, siempre hay alguien que pueda estar disponible. ¿De qué carnicería habla Dilma Rousseff? Los sicarios trabajan a destajo en Venezuela.
Lo que la expresidenta está sugiriendo es que Estados Unidos ya está preparando sus fuerzas para desembarcar apenas la MUD le haga una señal. Bueno, las palabras de Ramos Allup, el pasado domingo 3, han sido claras al rechazar, en nombre de la MUD, las sanciones impuestas a Venezuela. Lo que Dilma sugiere es que aquí hay una intervención militar en marcha. La única intervención real es la del Estado cubano, que desde 2006-2007 ha conseguido ubicar a los militares formados en su Escuela de Estado Mayor entre las mayores jerarquías del ejército de Venezuela. Padrino López, actual Ministro de la Defensa pertenece a la primera generación de militares de alta graduación formada en Cuba. Eso Dilma lo sabe, sólo que no le duele. Los gastos de estos militares que viven en la atmósfera soberbia de fuerte Tiuna la paga con el hambre el pueblo de Venezuela. Es casi un espejo de la “ayuda” militar soviética en Cuba. Los asesores soviéticos que vivían en barrios y edificios exclusivos de La Habana, de muy superior confort al que tenían en la Unión Soviética era conocido y despreciado por la población de la isla. Tenían supermercados (mejores a los que tenían en la URSS), tenían urbanizaciones con gimnasios y piscinas. Los cubanos se reían de las rusas porque se dejaban crecer los pelos de las piernas y de las axilas. Fueron mal queridos como los yanquis, o más.
Estados Unidos ha intervenido en todo el mundo, eso ya lo sabemos. En algunos casos la intervención fue decisiva para a desalojar al nazismo de Europa y derrotarlo, pero son más las barbaridades que las democracias que ha contribuido a salvar.
América Latina está obsesionada con las guerras, y extraña esta tendencia de ver a nuestro propio continente cuando es una de las regiones más estables del mundo. A lo que se refiere Dilma no es al tipo de guerra que podemos estar pensando. Lo que Dilma parece sugerir es a las guerras de pillaje, a las que se va a robar y a colocar un títere en la presidencia. No, señora, en América Latina va languideciendo ese tiempo tan falto de garantías, que nosotros y usted contribuimos a debilitar. Usted y muchos de nosotros tomamos las armas porque creíamos que había una democracia burguesa y una democracia obrera, a la que se le daba el nombre transitorio de “Dictadura del proletariado”. El más sincero fue el Che, que puso esa transición en manos de los revolucionarios, porque la lucha sindical lleva, de una u otra forma a contaminarse con el enemigo de clase, a quien el Che sólo le deseaba la desaparición.
Ojalá no vivamos esa lucha que presagió el Che, doña Dilma. Le costó mucho a Latinoamérica. ¿Usted no ve que hasta las FARC, después de más de medio siglo de lucha armada tuvo el coraje, o la lucidez de meter los fierros en los contenedores de las Naciones Unidas para que acaben siendo un monumento a la concordia? Estados Unidos es el primero en saber que en nuestra región tiene prohibido armar los barullos que solía armar. Usted bien sabe, doña Dilma, que Estados Unidos estuvo muy comprometido en el proceso de paz para Colombia, y que trabajó sin salir en la foto. Por primera vez en la historia renunció a ser el protagonista y envió a un delegado con prestigio y experiencia, el ex dirigente sindical Bernie Aronson, que tejió la urdimbre junto a los delegados oficiales y se retiró en silencio. Por segunda vez EEUU tiene una política decente hacia la región, la primera fue cuando Carter prohibió la venta de armas a la dictadura argentina, y usted toma en serio las amenazas de un hombre que está siendo investigado en el Senado de su país por tener vínculos ocultos con uno de los mayores apoyos de Maduro. No suena lógico. En Venezuela sólo habrá una carnicería si no hay un cambio ordenado de gobierno, y eso, a la corta, o a la larga, será lo que tenga que aceptar Maduro. Las conversaciones están en marcha, por el momento la oposición no acepta los términos que se están pactando. La MUD exige un mediador de relevancia y que se garanticen ante una instancia internacional inobjetable la agenda electoral, previa liberación de todos los presos políticos. Mientras no se mueva la aguja la MUD no aceptará ningún acuerdo, pero el ir y venir de Rodríguez Zapatero tiene ese fin. Dilma parece querer apurar la decisión de la MUD, pero no va s suceder así. La MUD va a aceptar una negociación cuando haya garantías reales de que no se trate de una nueva artimaña del gobierno.
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