Vivimos épocas de euforia con pérdida de valores, tales como el compañerismo, la solidaridad, el respeto por el rival, el juego como entorno recreativo, la ayuda conjunta, entre otras.
Tal es el caso que preocupa y mucho el fuerte nivel de violencia que se vive no solo en el fútbol y Uruguay, sino también en otras disciplinas, de carácter global; tema que no ha tenido solución por parte de autoridades, por más que hayan presentado diversas opciones de solución.
Alerta también la vinculación del narcotráfico con el fútbol y el negocio oscuro que sumerge a los clubes en la mafia de las barras. Pareciera que ser hincha de un equipo es sinónimo de “muerte asegurada” y odio por parte de adversarios, cuando en verdad, el deporte se hizo simplemente como un juego para competir, compartir y ganar, NADA MÁS. Absolutamente nadie tiene por qué recibir insultos y agresiones (del carácter que sea) por un simple gusto o tendencia, ni los propios periodistas y relatores merecen ataques porque simplemente hagan su trabajo (por más que pueda no gustarle).
Pero no todo es negativo en el mundo de las competencias: también se pueden generar factores positivos a través de lo deportivo, ayudar precisamente a personas a salir de la pobreza, la violencia, la marginalidad. El juego es también diversión, y como tal, cumple el objetivo de distraer, generar alegría, esperanzas, ilusiones.
Además de aportar múltiples beneficios físicos y psicológicos, el deporte es una potente herramienta de transformación social y una actividad formadora: desempeña un papel importante como promotor de la integración social y el desarrollo económico en diferentes contextos geográficos, culturales y políticos. Es una herramienta poderosa para fortalecer lazos y relaciones sociales, y para promover ideales de paz, fraternidad, solidaridad, tolerancia y justicia.
Sin embargo, estas capacidades han ido perdiendo fuerza debido a la actual obsesión de los clubes y algunos deportistas de únicamente lograr resultados positivos. Incluso cuando ello los motiva a cometer infracciones y engaños; se tiene, por ejemplo, el caso del dopaje. Esto ha llevado a la desvalorización del desarrollo de la práctica deportiva.
Ante esta situación, las organizaciones en el sector y la industria deportiva deben trabajar por la meta de recuperar el valor social del deporte. Para ello, deben establecer medidas que hagan énfasis en los efectos que puede ocasionar esta actividad en las formas de vida humana, así como en su impacto cultural y en su papel como instrumento de educación.
Por ejemplo, desde un punto de vista social, el deporte facilita las relaciones sociales, canaliza la necesidad de confrontación y la agresividad, y estimula la sensibilidad y creatividad. Además, ofrece una contribución al mejoramiento del clima social y fomenta la participación social, rompiendo con las barreras de clase. Por otro lado, el deporte también funciona como herramienta de integración social. Por ejemplo, permite que personas con discapacidad física y sensorial puedan participar en competencias de alto nivel, como los Juegos Paralímpicos.
Otro aspecto que debería contar con mayor apoyo por parte de la industria deportiva es el carácter formativo del deporte. El aprendizaje de la derrota, la búsqueda del perfeccionamiento, la disciplina del equipo, la perseverancia o el rigor de los entrenamientos son factores estrictamente educativos que se hallan en el deporte y que pueden ser transferidos a la sociedad.
Además de ser un fenómeno popular a nivel mundial, el deporte es una actividad que influye en los procesos de socialización y expresa distintos valores. Tiene el poder de unir a las personas cualquiera sea su edad, etnicidad, origen social y clase económica. Por este motivo, la industria deportiva debería reflexionar acerca del uso que le da a esta actividad y aprovechar sus ventajas para el desarrollo y bienestar de la sociedad.
El deporte se ve en muchos lugares, y se presenta de diversas formas, pues se trata de una disciplina muy rica y variada. Es por esto por lo que una educación correcta dentro de este ámbito es fundamental para que, se practique donde se practique, y se manifieste como se manifieste, el juego sirva al individuo para darle placer y educarle.
Si desde la infancia nos educan “deportivamente”, podemos estar seguros de que nuestra relación posterior con el deporte, no solo no va a causar graves conflictos, sino también de que nos va a enriquecer como seres humanos.
Hay que tener en cuenta que el deporte afecta a todos, más o menos directamente, pero a nadie le pasa por alto: unos lo practican, otros van a verlo como espectáculo, aparece en la prensa, la gente habla de él, etc. Como institución social, influye en la interacción de la persona con la sociedad y con el resto de personas (Consejo de Europa, 1996, Pág. 124). Esta es la razón por la cual en la educación básica de las escuelas debe cuidarse este aspecto. No obstante, no basta con educar en la escuela, sino que es necesario que los adultos se formen, y se les siga educando en las actividades físicas posteriores: hay que educar siempre, y hay que saber que siempre nos estamos educando.
Por eso desde el principio de nuestras vidas, cuando somos más vulnerables, debemos concienciarnos de que el deporte es algo más que un gusto, una afición, una herramienta…, es una forma de vida. Solo así la gente se dará cuenta de lo necesario que es hacer deporte. Disfrute las competencias, siempre sin violencia.
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