La innegable vigencia de Joaquín Torres García por Alejandra Waltes
La conmemoración de los 150 años del nacimiento del Maestro Joaquín Torres García ha sido el marco para que, a lo largo de este año que ya termina, se realizaran una serie de muestras en las que no sólo pudimos disfrutar de piezas rara vez expuestas, sino que son el resultado de diversas y profundas investigaciones sobre su obra teórica, práctica y cómo ha decantado hasta el día de hoy. Conocedora como pocas de “La Escuela del Sur”, la Lic. Ma. Eugenia Mendez, realizó una excelente y original curaduría de la muestra “Diálogos” que se puede visitar en el MAPI (Museo de Arte Precolombino e Indígena). A través de la exposición de piezas pertenecientes a la “Colección Augusto Torres y Elsa Andrada” junto a obras de los Artistas Plásticos contemporáneos Nino Fernández, Marcelo Larrosa, Federico Méndez y Gustavo Serra, Ma. Eugenia Mendez no sólo da a conocer unos de los aspectos menos conocidos de la teoría torregarciana, que es la relación de esta con las culturas precolombinas, sino que queda en evidencia la vigencia de dicha teoría y su aplicación práctica. Las obras de los artistas antes nombrados, de impronta estética diferente e identitaria, al ser expuestas junto a las piezas de la Colección forman una unidad. Es como si las piezas de un puzzle, antes dispersas, hubieran encontrado su lugar en la larga tradición torregarciana.
Durante el año 1938, Joaquín Torres García impartió diez lecciones en la Asociación de Arte Constructivo relacionadas a las bases y el desarrollo de la cultura Indoamericana. Estas lecciones conforman la “Metafísica de la Prehistoria Indoamericana”. Allí expresa: “… pudimos darnos cuenta de que si cualquier cultura prehistórica, fuese de hoy o de los tiempos más retrospectivos, se adapta siempre, por su natural simplicidad y especial conformación, a lo que constituía la base de nuestra “Regla de Unidad” – base del constructivismo, y por esto, única razón de ser de nuestro Instituto – mayormente la Indoamericana, precisamente aquella que tuvo por foco inicial lo que hoy sería la meseta boliviana, Perú, Ecuador y Chile, o sea todo aquello que pudimos conocer y conjeturar del periodo pre-incaico, porque tal estructura prehistórica, por ser en sí universal y completa, viniendo a confirmar nuestra doctrina, nos daba un firme apoyo en la realidad.” En el catálogo, Marcos A. Torres-Andrada cuenta: “Recuerdo que cuando estábamos con mi familia en New York —yo tenía unos cuatro años— mi padre buscaba y compraba los objetos que coleccionaba a unas personas que, además de piezas originales, vendían los elementos necesarios para copiarlos fielmente, ya que la industria cinematográfica requería facsímiles para sus películas. Asimismo, mis padres compraron varios manuales con las instrucciones para bordar con cuentas, a lo que ambos dedicaron bastante tiempo, logrando hermosas piezas. Augusto también tenía gran interés en la espiritualidad de estos pueblos, así como en los mitos y ritos que se materializaban en los artefactos coleccionables, y por esto leía todo lo que encontraba al respecto, y frecuentemente me lo explicaba y comentaba con gran detalle. A lo largo de su vida mi padre mantuvo su interés en las Culturas del Caballo y de otros pueblos originales, lo cual fue proactivamente compartido con mi madre. Su interés en estas piezas se manifestó en su hogar, ya que su colección era parte de la realidad doméstica, teniendo su propio espacio, en vitrinas y otros lugares acondicionados. Elsa tenía un modo muy particular de situar los artefactos de la colección en el espacio doméstico, y cierta vez le pregunté cuál era su criterio para ello, a lo que me respondió que los situaba según sus afinidades estéticas, como si estuviese componiendo un cuadro; pues así se conformó la colección. Mi madre, que tenía gran pasión por los textiles, con paciencia y entusiasmo me dedicó muchas explicaciones sobre el tema, fundamentales para estudiar los textos del Maestro Torres García, que además fueron el referente en torno al cual se construyó la colección; que, en perspectiva, abarcó una amplia gama de culturas, incluyendo al África Subsahariana, el Pacífico Sur y las Américas. El coleccionismo ejercido por mis padres, inspirado por mi abuelo, tiene una especial relevancia desde la visión constructivista, ya que este tipo de piezas de arte expresan el sentido y esencia de las culturas.” En el año 2012, el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI) recibió en comodato la “Colección Augusto Torres – Elsa Andrada”, integrada por cerca de 2.000 piezas arqueológicas y etnográficas de la Región Andina, América del Norte y África. Cómo resultado de un convenio con la fundación del Museo, Marcos Torres, hijo del matrimonio de artistas, entregó dichas piezas con el propósito de que la colección sea custodiada y exhibida en el MAPI. Cómo destaca la Lic. Mendez en el catálogo “América —toda— cuenta con una larga tradición de arte geométrico que va más allá de las corrientes abstractas de la modernidad, pues su origen se remonta a aquellos pobladores iniciales de nuestro continente, que en muchos de los casos contaban con una cosmovisión más integral y sana de coexistencia con el medio, y que a su vez se manifestaba en sus producciones estéticas. El arte de una cultura es una expresión sintética que contiene en sí la propia concepción del mundo, lo cual es de gran interés para un estudio correlacionado entre artistas de tiempos y culturas disímiles.” El que JTG y sus alumnos entendieran que “Originalmente el arte era parte de la vida cotidiana, como elemento simbólico que contenía desde una visión de trascendencia hasta simplemente ser parte de una decoración de un objeto utilitario.” se expresa en la importancia que dieron a las artes aplicadas. Más adelante la curadora expresa: “En su largo desarrollo, en la didáctica de la Escuela del Sur se fomentó la apreciación de piezas de diversas culturas, lo que dio origen a que varios discípulos comenzaran sus propias entre otros, siguiendo un objetivo estético: la apreciación de la belleza de formas y su construcción, y a su vez su nexo con lo metafísico: lo que trasciende al propio objeto. Esta apreciación ya había sido dada por Torres García, quien había coleccionado algunas pocas piezas de su interés, ya que en su entendimiento “el primitivo siempre es constructivo”. Por otra parte, Horacio Torres (1924-1976), Gonzalo Fonseca (1922-1997) y Francisco Matto (1911-1995) —también discípulos— compartieron el mismo interés; siendo la colección más relevante la de este último, quien además fundó un Museo de Arte Precolombino en 1962, en Montevideo, que estuvo abierto al público hasta 1978. En dicho predio tuvo su taller Gustavo Serra (1966), entre 1990 y 2007. En esos años lo frecuentaron Marcelo Larrosa (1971) y Federico Méndez (1978) quienes pintaron allí conectados por los mismos intereses, y que a su vez habían integrado el grupo La Piedra en 1996. Las obras de Nino Fernández (1970), Marcelo Larrosa, Federico Méndez y Gustavo Serra no fueron realizadas tomando como referencia las piezas de la Colección Torres-Andrada en particular, sino que los elementos que las relacionan surgen de tener una misma visión de las piezas con las que han trabajado y convivido durante sus estudios y viajes.
De izq. a der.: Nino Fernandez, Marcelo Larrosa, Federico Méndez, María Eugenia Méndez (Curadora) y Gustavo Serra
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