El 26 de mayo se celebra el Día Nacional del Libro a propósito de la fundación de la primera biblioteca de la Banda Oriental y la Nación que se insinuaba, que no era, precisamente, el país que resultó, pero para cualquier resultado se volvía imprescindible la independencia.
El sacerdote Larrañaga tomó la iniciativa. Artigas la apoyó sin dudas y el Cabildo emitió la resolución gubernamental de entonces, 1816. Qué acierto, sobre todo cuando se complementó la propuesta con la consigna “Sean los orientales tan ilustrados como valientes”.
Hoy, 205 años después, la vigencia es plena. La lectura nos hará más libres y para eso se necesitan más libros.
Siempre decimos que los libros nos abren puertas, ventanas y que nos llevan a viajar por diferentes tiempos y espacios interminables. Y está bien. Pero también debemos admitir que cada página es un espejo y que nos ayudan a conocernos mejor, a ubicarnos mejor, que seamos capaces de poner en el mundo el pensamiento crítico y autocrítico y avancemos, construyamos, mejoremos, superemos los obstáculos individuales y colectivos.
Por eso es imprescindible que las autoridades del gobierno incorporen propuestas concretas de adquisición y distribución de libros de autores nacionales, que se abaraten al máximo las impresiones y el papel, que lleguemos a los más lejanos rincones de nuestro país. Y los niños y niñas como prioridad absoluta. Un niño lector será un adulto lector. Un niño rodeado de todas las artes será un adulto amante del teatro y de las artes plásticas y de la danza y del cine, y será capaz de crear y recrear su libertad.
Para eso se necesitan políticas concretas desde el Ministerio de Educación y Cultura, desde las comisiones o departamentos de cultura de las intendencias, desde la sociedad civil organizada que incorpore la creación y difusión del libro como una de sus tareas prioritarias en las cooperativas, en los sindicatos, en las asociaciones de todo tipo.
Escritores, ilustradores, editores, libreros, distribuidores, bibliotecas, archivos, en fin, todos los que de una u otra manera estamos dedicados enteramente a los libros, debemos unirnos más, alentarnos más, apoyar decididamente las ferias que se realizan, tanto en iniciativas públicas como privadas. Podríamos decir: “¡Proletrados del mundo, uníos!”.
En esta misma concepción debemos acercar los libros del mundo a nuestra plaza y los que producimos nosotros, abrirle las puertas al mundo. Un aspecto esencial es ampliar los derechos de autor. Asistimos a un tiempo en que se hace énfasis en exoneraciones, limitaciones y excepciones en el derecho de autor. Pues yo digo que ya es hora de plantearnos ampliaciones y beneficios para los escritores y todos los que brindan su vida para el libro. Esto quiere decir resolver de una vez las leyes que están en el Parlamento. Esto quiere decir modernizar la ley N° 9739 y sus modificaciones, que data del año 1937. Esto quiere decir, también, crear el Instituto de los Derechos de Autor y los Derechos Conexos que supere el Actual Consejo de Derechos de Autor del MEC, que debe ser profundamente modificado para hacerlo más eficiente y con mejores herramientas para defender los Derechos de autor agredidos por los consorcios internacionales del lucro, por los que quieren vivir a costa de los creadores y por los que quieren recortarlos sistemáticamente con más limitaciones y más excepciones.
Para que los orientales seamos tan ilustrados como valientes, el libro, como parte de la ilustración más íntegra, debe ser objeto de la mayor dedicación.