Encuentro en el Salvo

Lo motivó un único propósito: tomar un atajo desde la calle Andes a la Plaza Independencia. Lo que menos esperaba era tropezar con lo insólito. Sin dudas, algo tuvieron que ver la arquitectura, la perspectiva y la iluminación. También, sus ideas previas con respecto al edificio: siempre ha tenido para sí que de él emana ese hálito misterioso que exhalan las catedrales. Además de, por supuesto, su aspiración permanente a localizar en la geografía de la ciudad los portales que llevan de “lo real a lo más real”. Sin embargo, tampoco hay que exagerar. No se trató de que quedase deslumbrado como el perseguidor de Tarso en el camino a Damasco (“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”). Y mucho menos de que tuviera una visión al estilo de los santos que pintaba Francisco de Zurbarán. Empero, está convencido de haber vivido una experiencia cercana a lo místico. Una parte de la razón lo asiste. No todos los días se topa uno con el Cristo mientras camina por Montevideo.