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La muerte como ficción

La muerte como ficción
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Uno de los momentos más intensos de La metamorfosis, el relato de Franz Kafka publicado en 1915, sucede cuando Gregorio, el protagonista devenido insecto, cruza el umbral de la puerta de su cuarto y es descubierto por su madre. Al grito de “¡Socorro, por el amor de Dios, socorro!”, la madre de Gregorio Samsa retrocede derribando una mesa y con ella una cafetera de la que “el café caía a chorros sobre la alfombra”. No es difícil imaginar al aroma del café invadiendo el aire que Gregorio comparte con su familia, un aroma a café que también es protagonista de Este personaje se va a matar, espectáculo inspirado en el relato más conocido de Kafka.
No sabemos de donde proviene el protagonismo del café en el espectáculo escrito por Effe Vignolo y dirigido por Tania Pintos, pero desde que ingresamos al hall de La Madriguera el aroma de esa infusión nos acompaña, incluso como granos sin moler que forman parte del “programa”. Ya cuando ingresamos al espacio donde transcurre la historia nos encontraremos con una enorme cafetera que domina el “escenario” desde uno de sus ángulos. Y luego veremos al protagonista de Este personaje se va a matar, también llamado Gregorio, pidiendo un café de manera sistemática. No es anecdótica esta recurrencia, y uno de los roles que parece jugar el café es establecer un puente entre el universo ficcional en el que vive Gregorio y la “realidad” exterior a ese universo desde donde proviene el público. Y es a través de esta continuidad que las situaciones que viven los personajes se trasladan a un plano que los trasciende para interpelar a la platea.
Este juego nunca deja de tener como uno de los ejes la reflexión sobre la ficción en sí, sobre la “virtualidad” de los personajes de ficción que se “actualiza” cada vez que algún espectador o alguna lectora los convoca. Como indica el propio protagonista: “Cada vez que agarrás un libro, obligás a ese personaje a sufrir todo de nuevo, y somos unos morbosos de mierda porque cuando se muere, lo volvemos a leer para matarlos de nuevo.”
Pero si el personaje incomoda a la platea con sus intenciones de que esta “empatice” con él, su principal polémica desde el comienzo es con el autor. “Es un poco fetichista de los autores -dice nuestro Gregorio- hacer que sus personajes se maten, ¿no? Obligarlos a sufrir todo el dolor, el pánico paralizante. ¿Alguna vez te mataron? ¿No? A mi tampoco. Si yo fuera un personaje, si yo fuera la creación de alguien más, entonces nunca tuve opción de no sentir o no hacer lo que hice, ¿no? No fue mi culpa, es obvio… no fue mi culpa, no es mi culpa.”
Los primeros momentos de Este personaje se va a matar nos recordaron al monólogo La puerta, de José Sanchís Sinisterra, por el vínculo entre personaje, autor, público y actor. Pero la dinámica del espectáculo más bien nos hizo pensar en algunas palabras que hace poco nos compartía Sandra Massera, de quién también se estrenó este año un texto basado en Kafka (Camino a Kafka, con dirección de Iván Solarich). “Si un escritor pudiera hablar con su criatura y ésta con él ¿qué se dirían? -nos planteaba Massera- Joseph K. bien le podría reprochar a Kafka que lo puso en una situación de acusado sin sentido. El sin sentido de la guerra, la burocracia, la discriminación”.
Quizá, para terminar de situarnos en la dinámica que nos proponen autor y directora, debemos señalar que los personajes también se nutren de ficciones, el propio Kafka es mencionado por el Gregorio de Effe Vignolo, pero también Allen Ginsberg o Hermann Hesse. La circularidad en esta continuidad de planos nos hace naturalmente pensarnos en un ámbito en que las ficciones son parte constituyente de nuestra realidad. Si un autor cualquier vuelca su experiencia en sus personajes, también el lector o el espectador se nutren de las reflexiones y las “experiencias” de los personajes de ficción. Lo que sucede al Gregorio de Kafka, por ejemplo, incide en cómo el Gregorio de Vignolo interpreta su “realidad”. Y quizá la situación de este último aporte elementos para que nosotros pensemos la nuestra.
Dicho lo anterior, y sin nunca dejar de ponerse en primer plano ese juego de ficcionalidades, la obra se instala en un hogar en el que Gregorio comparte su vida cotidiana con un hermano menor y con su madre. La dinámica familiar parece asfixiar al personaje central, quizá de forma análoga a lo que sucedía al Gregorio de Kafka, pero anclado en nuestro presente. Un presente en que el exterior amenaza hostil a través de las noticias y en el que el padre está ausente. La configuración familiar es diferente a la de la obra de Kafka, los roles de género parecen modificarse, y hacia el final aparece una hermana que desplaza al protagonista para ocupar su mismo rol desde el comienzo ¿Y qué pasa si la protagonista ahora es Gregoria?
Otro de los aspectos estimulantes de Este personaje se va a matar es que propone dos lecturas del relato, una en que el personaje central es masculino y otra en que Gregorio deviene Gregoria. Y allí surgen otras preguntas ¿Cómo será el vínculo de Gregoria con su padre y con su madre? ¿Y con su hermano? ¿El público percibe lo mismo en un caso que en otro? Pensemos en el relato de Kafka, en donde Gregorio era sostén económico de su familia, mientras que su hermana era vista como alguien a “casar bien” ¿Cuánto han cambiado esos roles en la actualidad?
En nuestro caso solo vimos la versión con Gregorio, y la reflexión sobre la muerte o la particular configuración del vínculo con la madre y el hermano está condicionada por esa perspectiva. Para comprender en su globalidad la propuesta de Este personaje se va a matar tendremos que esperar a diciembre, cuando habrá nuevas funciones. Estén atentos y traten de ver las dos versiones de uno de los espectáculos más inteligentes y estimulantes del año. Serán pocas funciones.

Este personaje se va a matar. Dramaturgia: Effe Vignolo Moreno. Dirección: Tania Pintos Correa. Elenco: Vera Rodríguez Batista y Effe Vignolo Moreno. Iluminación (diseño y funciones): Valentina Sande González. Diseño de vestuario y caracterización: Agustín Rabellino Seirotti. Realización de escenografía: Eugenia Ciomei Pólvora y Agustín Rabellino Seirotti. Diseño, composición y ambientación sonora: Alejandro Schmidt Stössl. Producción: Altamira. Diseño gráfico: Marisa Riera Ricciardelli. Fotografía: Joaquín Méndez Carrera.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.