La noche de hace 47 años por Cristina Morán
Hay algo que siempre tuve claro: no mirar hacia atrás. Lo que fue, fue. Lo que estuvo mal no tiene arreglo. Lo que estuvo bien, se disfrutó. Pero como no hay regla sin excepción y aunque me puedan acusar de tener “ojos en la nuca” lo vivido hace cuarenta y siete años está en mi y no tengo necesidad de salir a buscarlo. Hoy les pregunto si me permiten compartir con ustedes el “atrás del telón” de la última noche en democracia dentro del Palacio Legislativo. Todas las noches de esa semana previa al golpe canal 10 transmitía los momentos que se vivían durante la interpelación al senador Enrique Erro y con Omar Defeo allí estábamos instalados. Nuestra presencia en el ambulatorio y en la sala de sesiones se había vuelto familiar. Hay imágenes que en lugar de diluirse con el paso del tiempo se hacen más nítidas y por eso mismo vemos y escuchamos a Zelmar Michelini en aquellas participaciones con su discurso encendido, los ojos claros enrojecidos por la fuerza de sus palabras que se niegan a desaparecer de nuestros oídos, de nuestro recuerdo. Días antes habíamos hecho una entrevista al senador Erro a quien encontramos en un despacho lejos de los que ocupaba el resto de los parlamentarios, con una temperatura muy baja y rodeado de libros. Fueron apenas ocho minutos que sirvieron para mostrarlo y escucharlo porque todas las noches cuando finalizaban las sesiones y se marchaba a su residencia en la ciudad de Las Piedras, la policía lo seguía y lo seguía Zelmar y lo seguíamos los representantes de los distintos medios. Lo entendíamos como una forma de cuidarlo. Qué ingenuos. Como si hubiéramos podido hacer algo. Pero era una forma de estar. Una forma de decir presente junto al interpelado más allá de si merecía o no el desafuero. Dentro de ese clima llegamos a la noche del 26 de junio con la ausencia de Zelmar y Erro que se encontraban en Buenos Aires y otras ausencias algunas con aviso y otras no. En Internet podrán enterarse de los presentes y los ausentes, si es que les interesa, claro. Lo cierto es que esa última noche en democracia, fue distinta a las del resto de la semana. La sala de sesiones con pocos asistentes, el ambulatorio desierto, las horas que pasaban y la sesión anunciada para las 22.30 que recién pudo iniciarse ya pasadas las doce de la noche. Varios senadores (Amilcar Vasconcellos, Rodríguez Camuso entre otros) hicieron uso de la palabra pero para alguno de los que estábamos presentes esa fue “la noche de Wilson” con aquel discurso encendido que podemos encontrar y rememorar en You Tube. Todos los presentes en el palacio de las leyes ya sabíamos que en las primeras horas del día el mismo sería tomado por las Fuerzas Armadas. Junto al senador Vasconcellos (al tiempo de preguntarnos si podríamos salir) por una de las tantas ventanas los pudimos ver con tanques y la tropa preparada para el asalto que terminaría con el país democrático en el cual una nació y se quedarían por doce años largos, dolorosos, infames. Las últimas horas de la noche previa al asalto de las instituciones nos protegieron para poder regresar a nuestros hogares, a nuestras familias. Lo que siguió lo vivimos todos. Lo sabemos todos. Imposible olvidarlo. No hay vuelta de página que logre borrar aquella noche y los años que le siguieron. Es todo por hoy. Que seas feliz. Ahora y siempre.
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