Home Cine La nueva cinta de Scorsese permite recordar una joya sepultada por: Martín Imer
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La nueva cinta de Scorsese permite recordar una joya sepultada por: Martín Imer

La nueva cinta de Scorsese permite recordar una joya sepultada por: Martín Imer
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Este jueves llega a las salas de cine de todo el mundo la nueva joya del director Martin Scorsese, Los asesinos de la luna, película que resulta toda una rareza en el panorama actual de estrenos comerciales: se trata de un producto de más de tres horas de duración, con un presupuesto estimado mayor a los 200 millones de dólares, y que no pertenece a ninguna franquicia previamente conocida. La trama, basada en hechos reales, nos lleva a la Oklahoma de la década de 1920, abarcando una épica familiar que involucra a la Nación Osage, una comunidad indoamericana que se hizo rica con el petróleo que abundaba en sus tierras. Una violenta ola de crímenes llega al lugar, eliminando a los herederos de esa fortuna, cometida dentro de un pacto de corrupción entre los miembros (blancos) con poder en el pueblo y las autoridades locales, siendo tan impune y alevosa que terminó llamando la atención de un primitivo FBI.
Sin embargo, esta inusitada rareza que significa este estreno no es la única en la historia del cine, y definitivamente vale la pena revisar un poderoso antecedente previo que también fue insólito. Los lectores seguramente recuerden una previa recomendación mía sobre el libro Meditaciones de cine, de Quentin Tarantino, en donde se rendía homenaje al cine estadounidense de los años 70. Para el director (y para quien escribe) esa fue la época más gloriosa del cine de ese país, ya que se trató de un momento único en el que los directores comenzaron a tener más independencia en sus proyectos y el apoyo del público, lo que terminaba generando también el apoyo de las distribuidoras. De ahí salieron obras maestras de grandes directores (Scorsese incluido) y, sobre todo, una nueva sensibilidad hacia temas que el cine no había abordado hasta entonces, por las censuras impuestas por agentes externos o el conservadurismo de la propia industria. De ahí también surgió el western retrospectivo, que resultaba muy cuestionador no solo ante su propia historia sino ante el pasado de su país. Uno de ellos, Las puertas del cielo, tiene mucho en común con la nueva obra del octogenario realizador de Taxi driver.
Escrita y dirigida por Michael Cimino, quien previamente hizo la oscarizada El francotirador, Las puertas del cielo nos lleva al Wyoming de 1890 y sigue a Jim Averill, un oficial de la ley que interfiere en las trifulcas entre los terratenientes del lugar y los inmigrantes pobres, quienes son acusados de robo de ganado. El protagonista se entera que los terratenientes armaron una lista de 125 personas para matar: son los inmigrantes, que ahora también son acusados de subversivos, anarquistas, comunistas, socialistas y agitadores. El acaudalado grupo contrata a una legión de mercenarios para que lleguen al sitio y hagan el trabajo, y al ver cómo las autoridades se ponen del lado de los terratenientes, es Jim quien debe unificarlos a todos y preparar una defensa para el inminente ataque de los mercenarios.
Sin ser un western, Los asesinos de la luna busca en el pasado las razones por las que Estados Unidos es un país tan dividido, y Las puertas del cielo hace lo mismo. La respuesta es similar en ambas: el capitalismo salvaje, la avaricia desmedida, la falsa idea del sueño americano (y la inescrupulosa vía para lograrlo) como señal de éxito personal y la profunda brecha entre clases sociales, en donde abunda la discriminación social y racial. Son puntos que no solo no se han solucionado, sino que se han hecho más intensos en los últimos años, lo que confiere a ambas películas un halo de enorme actualidad además de permitirles ser una dura crítica a lo que hoy, en definitiva, ya se ha convertido en una forma de ser profundamente establecida en las raíces históricas del país. Y ambas son películas fascinantes, aunque hay que admitir que la de Scorsese, con su magisterio en todos los aspectos, es mucho más consistente en calidad.
Y es que Las puertas del cielo también es reconocida por ser una de las películas más problemáticas de la historia del cine, siendo una producción tan fallida en su momento que logró llevar a la bancarrota a su productora, United Artists. Lo que era un presupuesto de 11 millones de dólares terminó convertido en 44 gracias a una serie de retrasos y excentricidades en el rodaje que generaron una sonada mala prensa hacia la cinta. Cimino, quien conoció la gloria con su anterior película, llevó su perfeccionismo al máximo en esta oportunidad, pidiendo que se construyeran sets y luego se derribaran por fallar un par de centímetros, o filmar tomas más de 70 veces para que quedaran a la perfección, lo que llevó a la famosa leyenda de que “para el día seis de rodaje, ya llevaban cinco de retraso”. La película fue un fracaso, recaudando solo 3.5 millones, y el director se volvió la burla de Hollywood, aunque el revisionado moderno descubre una película irregular, pero de gran interés: si bien la narración fracasa y en varios momentos se estanca, la fotografía captura a la perfección la magnificencia de los escenarios, los actores están muy bien, la música evoca la sensación de nostalgia que sugiere su largo primer acto, y la apuesta por el perfeccionismo da sus frutos ya que le inyecta un enorme realismo al conjunto, lo que se transforma en una experiencia inmersiva y muy atrapante. Muchos años después, Scorsese, con una carrera que lo avala, puede permitirse un objetivo temático similar y triunfar de lleno, logrando además traer al recuerdo una joya hoy olvidada.

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