Acorde con la importancia que significa como país, me ocuparé en las siguientes entregas sobre los comicios a realizarse en EEUU el próximo
5 de noviembre y los efectos que, en parte de la situación actual, pueden
incidir en los mismos. Los candidatos -por ahora- de los dos máximos partidos en competencia son veteranos políticos de la plutocracia gobernante que, de acceder a la primera magistratura, lo harían en un caso con 82 años y en el otro con 78. Estos gerontes representarían a los demócratas -en el caso de ser reelecto el presidente 46, Joseph Biden-, y entre los republicanos, Donald Trump, mandatario número 45, que busca la oportunidad de un segundo régimen.
Sin embargo, la ancianidad de estos candidatos no parece que conduzca a los militantes de sus respectivas organizaciones a que sus candidaturas les sean disputadas.
Desde un punto de vista interno, la candidatura de Biden tiene una amplia
aceptación entre los demócratas y en términos muy generales se entiende
como relativamente buena en el plano económico, Se apunta como algo
negativo el excesivo apoyo a Ucrania como parte de una propuesta de
desgaste del enemigo ruso. Sin embargo, ese sentimiento no considera que existe la estimación de que un 90% de la ayuda no llega a Kiev, sino que se queda en EEUU por el mecanismo de compras en dicha plaza, donde las más favorecidas son las compañías que venden petróleo y gas, el complejo industrial-militar y las empresas de alimentos.
Entre la consideración pública negativa predomina la de quienes consideran que se trata de un conflicto donde Ucrania lleva las de perder, tras dos años de choques militares con Rusia, con el fracaso de las promesas de conseguir el triunfo tras un año de enfrentamientos bélicos y la catarata de sanciones impuestas al invasor. Hay que agregar a lo anterior la oposición-chantaje de los republicanos que afirman que votarían (con recortes) un nuevo paquete que incluya al régimen de Kiev siempre y cuando se acepten sus disposiciones acerca de la migración por la frontera sur de la nación. En tanto Zelenski, con arcas exangües, ruega que llegue dinero de alguna parte para pagar a empleados públicos y soldados.
Zelenski se dispuso a hacer una visita a Viktor Orbán en Budapest a efecto de que ordene cambiar el voto de bloqueo húngaro y alcanzar la unanimidad de integrantes para que la UE cumpla con las promesas hechas sobre ayuda, ratificadas por Úrsula von der Leyen.
En paralelo, políticos y público europeos creen que la guerra de Ucrania durará tanto como lo deseen la Casa Blanca y obedezcan el Pentágono y la OTAN. Mientras, desde Moscú ven “acercarse” a sus dominios la tercera ciudad en importancia de Ucrania y el mejor puerto sobre el mar Negro: Odessa.
Por otro lado, la ciudadanía europea cree que los próximos comicios que renovarán parcialmente el euroParlamento le darán la posibilidad a la bancada conservadora de lograr poder de veto sobre las resoluciones; el crecimiento de los grupos de ultraderecha contrarios a la UE guarda relación con el crecimiento de la extrema derecha en Europa occidental.
Asimismo, el electorado -y en general la comunidad- elaboran sus opiniones suponiendo que en EEUU el expresidente Trump triunfará tras los comicios de noviembre; es sabido por todos que una administración republicana con ese presidente adversará permanentemente a su competidor occidental de la UE y procurará que futuros brexits
trasciendan las fronteras del Reino Unido.
Pese a su conformidad o inacción ante lo anterior, disgustan a algunos sectores de la OTAN las declaraciones (con exigencias expresas) de Trump que considera correcto el articulado que dio vida a la alianza y cuyo numeral 5 refiere que cada miembro está obligado a velar por la seguridad de otro Estado. A ello Trump agrega que EEUU y un eventual gobierno por él presidido, lo suscribe, siempre y cuando el agredido haya contribuido con el mínimo de 2% de su PIB al presupuesto del organismo. Al referirse
a los que cumplan con esa cuenta, el postulante, simplemente, les dice “arréglense con los rusos”.
En cuanto a la guerra en Ucrania, Trump dice que conseguiría un armisticio y un convenio de paz entre las partes en pocos días: esto hace suponer que para lograrlo detendrá las ayudas y obligará a Zelenski (o a quien lo sustituya) a sentarse a dialogar; descuentan que
al tomarle la palabra a los rusos y a su “amigo Putin” de que están dispuestos a negociar, le será fácil detener el conflicto.
Biden, por su parte, sigue propagandeando que la guerra significa una sangría para Rusia (no toma en cuenta el crecimiento del PIB ruso, el ensamble económico-tecnológico con China, su expansión entre los BRICS, la paulatina sustitución del dólar como moneda de intercambio)
y desecha los análisis que le señalan el fracaso militar de Ucrania y la imposibilidad que triunfe en la contienda.
El actual presidente estadunidense sabe que Ucrania (conflicto que se inició con él como presidente) es una especie de bicicleta electoral que si deja de pedalear se cae. Todo parece indicar que cualquiera sea la decisión de noviembre, el conflicto durará (con o sin Zelenski) por lo menos un año más.
En cuanto a esa extensión capitalista-occidental que es Israel, sus vengativas acciones y la conducción del delincuente-genocida Netanyahu, hace rato que está fuera de todo control y sólo exige que EEUU le
aporte armas, municiones y dineros.
Acerca de cuáles son los efectos en las elecciones próximas de EEUU, dada la situación latinoamericana y del Caribe, en la siguiente entrega escribiré sobre ella. Por el momento y sólo como una cuestión panorámica, diremos que la diplomacia ocupa el lugar de las “cañoneras” y las invasiones (salvo en Haití); que todo parece indicar que la cuestión esequiba entró en terrenos de segundo orden pero que con referencia a Venezuela se renovaron los dicterios contra el régimen (fruto combinado de la interna de ese país y las acciones internacionales) y lo demás poco y nada ha cambiado de lo predecible de diciembre
del año pasado a estos días.
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