La descomunal ola de homicidios que azota al país, transformando algunos barrios en escenarios de tragedia extrapolables a Irak, Afganistán o Ucrania, pone en tela de juicio la eficacia del gobierno en el combate al delito.
Esta terrible escalada de violencia confirma plenamente que la caída de algunos ilícitos registrada en el primer tramo de la actual administración –como sucedió en todo el planeta- fue atribuible a la inamovilidad provocada por la pandemia, que generó el confinamiento de las familias y el masivo cierre de comercios.
En ese contexto, la primera vez que el gobierno multicolor admitió un indicador negativo fue este año, cuando se difundió que precisamente los asesinatos habían aumentando un 33% en el primer trimestre.
La información, que como en todos los casos debe ser pasada por el tamiz de la duda por las contumaces mentiras del oficialismo, corroboró la tendencia observada en los últimos tres meses de 2021, cuando, insólitamente, el Ministro Luis Alberto Heber atribuyó el incremento de los asesinatos al advenimiento de la primavera, lo cual resulta a todas luces insólito y caricaturesco.
Esta fue una de las burdas explicaciones del ministro de las excusas, quien luego de conocerse la ocurrencia de 16 muertes en apenas 11 días, volvió a la carga con los disparates. En este caso, y admitiendo el indudable peso de los ajustes de cuentas entre delincuentes, afirmó que el fenómeno es atribuible a la eficacia de la acción policial. En efecto, precisó que como la Policía había cerrado numerosas bocas de venta de pasta base, la disputa territorial entre narcotraficantes estaba incidiendo en forma determinante.
Tamaño dislate, propio de alguien que no está preparado para la alta investidura que ocupa, denota la propia ineficiencia policial en el combate a la inseguridad. En efecto, si los narcotraficantes actúan con la más absoluta impunidad es porque la tarea de prevención y represión no es la adecuada, más allá de las herramientas que otorga la ratificada LUC.
En sus últimas declaraciones, luego de abandonar la Torre Ejecutiva tras reunirse con el presidente de la República, el Ministro del Interior acudió a otro pretexto para justificar lo injustificable, señalando que los narcos se están disputando la droga porque está escaseando.
Realmente, si no fuera tan patético, daría para pensar que Luis Alberto Heber es asesorado por un libretista o por un novelista, quien le elabora material para cada encuentro con la prensa.
Obviamente, si esta dramática tendencia se mantiene, este gobierno pasará a la historia como el de los descuartizamientos, luego de los macabros hallazgos registrados este mes.
Realmente, la Policía y los peritos forenses deben tener un arduo e inesperado trabajo, que consiste en reunir las dispersas partes de los cuerpos mutilados que fueron encontrados, en reiterados episodios dignos de una película de terror de clase B.
La violencia y la saña criminal –que es absolutamente inédita por los menos en las últimas décadas- dan cuenta de un estado general de crispación, de odio y degradación de las condiciones de convivencia social, que distan de ser las ideales.
En ese contexto, un caso realmente paradigmático es lo que está sucediendo en el barrio capitalino Peñarol- que jamás fue identificado como zona roja- que vivió en los últimos días una auténtica pesadilla. En efecto, sólo en los cuatro primeros meses de este año, se registró allí el mismo número de asesinatos que en todo el transcurso de 2021.
Al respecto, los testimonios de los vecinos- que resultan harto elocuentes- dan cuenta de un grave deterioro de la seguridad en todas sus modalidades: homicidios, hurtos y rapiñas. Obviamente, no es la única zona de la capital azotada por la delincuencia, que no parece tener freno.
Naturalmente, no todo lo que está sucediendo es responsabilidad del actual Ministro del Interior, sino de causas bastante más profundas que la derecha jamás admitió. No en vano, durante el último gobierno del Frente Amplio, se criticaba al hoy extinto ministro Eduardo Bonomi, cuando este atribuía la mayoría de los crímenes de sangre a una guerra entre narcos.
Como afirmaba el propio Lacalle Pou cuando era senador durante la campaña electoral, no hay muertos categoría A, B o C. Todos son homicidios estadísticamente cuantificables, que denuncian un escenario realmente complejo y angustiante.
Ahora, el propio mandatario, quien accedió a la presidencia prometiendo mejorar sustantivamente la seguridad, debería admitir que no se trata de una tarea sencilla, si no se ataca la génesis misma del auge del delito.
No en vano, según el último informe de la Fiscalía, la inmensa mayoría de las personas privadas de libertad por la comisión de diversos ilícitos son hombres, jóvenes y analfabetos, lo cual reafirma la tan desmentida tesis que el verdadero caldo de cultivo de la delincuencia es la marginación, la exclusión y la desigualdad social, donde el hampa recluta mano de obra barata para el narcotráfico y el sicariato.
Más allá de eventuales consideraciones, lo cierto es que la gestión del Ministro Luis Alberto Heber es un escandaloso fracaso.
Al respecto, es pertinente citar los resultados de una encuesta realizada por la Usina de Percepción Ciudadana, la cual establece que el trabajo del Secretario de Estado tiene un saldo negativo de -19, originado en un 45% que afirma que la inseguridad empeoró, un 38% que está igual y apenas un 14% que descendió. La contundencia de las cifras exime de mayores comentarios.
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