Las elecciones para el Parlamento Europeo, de las que salieron gananciosas la derecha y los ultraconservadores, son calificadas por los analistas como una suerte de “tsunami” (maremoto) político. Como derivaciones inmediatas se consideran la renuncia del primer ministro de Bélgica y la disolución de la Asamblea Nacional en Francia que abrió la convocatoria para su reconstitución, que conlleva una reformulación de espacios político-partidarios.
La decisión del presidente francés, Emmanuel Macron, se explica como derivación de los comicios de la UE que en el país tuvieron como resultado el éxito para sectores de derecha no macronista que ponen en entredicho al gobierno actual.
Además, me resulta inevitable unir, a pesar del brexit, las expresiones parlamentarias, partidistas y del público -que se vienen acumulando sobre el régimen que desde hace 14 años gobierna las islas- el primer ministro Rishi Sunak -tras observar el avance derechista en Europa continental- las adelantó del 12 de diciembre de 2024 al próximo 4 de julio. Sunak se había negado de forma sistemática a aceptar la demanda de la oposición y de sus propios aliados de dimitir y, repentinamente, movió la renovación del Parlamento tras conocer los resultados de la elección en la UE.
Ante eso, reitero: los resultados continentales terminaron por hacer recapacitar al premier, según mi particular manera de ver el caso. Nada de lo apuntado como presiones locales pierde valor, sino que se completa con la decisión.
De acuerdo, con los resultados expuestos en la UE y mi especulación acerca de la extensión electoral al Reino Unido, la compulsa cobró -en ciertos casos- el valor de un anticipo, de un plebiscito.
Si observamos lo sucedido con visión más amplia que la comicial y partidista -donde la conclusión numérica es de que la UE seguirá existiendo por ahora- llegaremos a la idea de que amplios sectores de sus economías seguirán siendo afectados por la guerra entre la OTAN y Rusia: me refiero al impacto negativo sobre dos de sus motores principales (Alemania y Francia) que a mi vez estimo que afectan no sólo el comercio intercomunitario sino a la periferia (gran parte de lo que se está designando como “el Sur Global”, entre la que está la mayoría del planeta.) Es así que surgen, se sugieren y se imponen ciertas recetas.
Las recetas que se escuchan para la UE no son muy diferentes a aquellas impuestas a países tercermundistas, a los que señalamos como periferia dependiente del capitalismo. En varios puntos coincido con el economista italiano Emiliano Brancaccio_ como él apunta, se anunció por el gobierno de la bota “una nueva era de restricciones presupuestarias”. Las ideas de las que parten los economistas de Washington y recomiendan que haga aplicar el FMI son lo sabido: la “deuda pública es demasiado elevada y debe reducirse recortando el presupuesto del Estado. La propuesta para reducir la deuda es que en el plazo de dos años el Estado cree un exceso de ingresos fiscales sobre el gasto”.
El propio FMI -afirma Brancaccio- admite que, por término medio, los programas basados en austeridad «no conducen a un efecto estadísticamente significativo sobre la relación deuda/PIB”. Rubrica afirmando que “la verdadera vergüenza del gobierno de derechas es que desplaza el gasto público en favor de empresarios decadentes, apañadores financieros y monopolistas varios, mientras afloja el cerco sobre contaminadores y evasores. La batalla de la izquierda digna debe versar sobre la composición del presupuesto público, no sobre su equilibrio total”.
Si volvemos un momento la vista hacia la guerra OTAN-Rusia, donde los choques armados principales se dan en Ucrania, comenzaremos a comprender qué grupos se ven favorecidos con el conflicto y cómo repercute el hecho en el interior de la alianza atlántica que preside EEUU.
Es incuestionable que una gran parte del apoyo exterior a este conflicto proviene de EEUU y que sus empresas armamentísticas resultan las más favorecidas con los apoyos estadunidenses a confrontaciones que se dan en otro continente.. Sin embargo, existe un espacio económico subsidiario que contempla empresas de naciones europeas que resultan favorecidas.
Al recurrir a la investigadora francesa Claude Serfati para que concurra en sostener lo afirmado por mi, nos encontramos con una primera aseveración: “La invasión rusa de Ucrania y la guerra de Israel contra Palestina han dado un impulso a la militarización de la UE”, lo que es similar a decir que parte de la vertebración de hoy de la comunidad se debe a la producción militar de sus empresas y esa cuestión involucra al conjunto.
En dos datos se funda la investigadora: A) hasta febrero de 2024, la financiación de Europa (incluido el Reino Unido) fue de 41.5 mil millones de euros (Alemania cooperó con 24% de ella); B) los principales donantes recurrieron a sus reservas de material, procedente de EEUU, para abastecer los suministros. A vía de simple ejemplo cita los programas de producción de pólvora, donde participan Rheinmetall (Alemania), Nammo (Noruega) y los grupos franceses Nexter y Eurenco, entre otros.
En un momento, Claude Sefarti no se contiene y dice de su país que “Francia ha optado por tener un ‘ejército de muestra’ (armée échantillonnaire), según la expresión de un jefe de la Comisión de Defensa del Senado”. A eso suma que “Macron también agita (en un imaginario separatista) el espectro de la reelección de Donald Trump para estimular a los líderes europeos” a constituir un ejército de defensa regional de la UE, sin fuerzas ni mandos de EEUU. Reino Unido, sometido a los objetivos de EEUU, es un pilar de la OTAN con importantes enlaces políticos e industriales en los países del norte, este y centro de Europa, señala.
Para, finalizar la nota, coincido con Sefarti en que los primeros cambios que veremos en la UE serán que se tejerán alianzas entre variantes de extrema derecha- incluidas la de Giorgia Meloni en Italia y Eric Zemmour en Francia- con los partidos que han gobernado la UE durante décadas.
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