¿Llegó la hora de la paridad?
En el mes de mujer se reflotó la discusión sobre la ley de paridad que presentó la senadora Gloria Rodríguez del partido Nacional. ¿Es justo tomar esa medida? ¿No alcanza con los méritos? ¿Se privilegiará a incapaces con esta ley? ¿Se hallarán las formas para volver a burlar su espíritu como con el anterior intento? ¿Es discriminatoria con los hombres? ¿Es imprescindible para lograr más mujeres en posiciones de poder político? ¿Logrará la senadora blanca el apoyo de su partido? ¿Habrá alguna vez equidad de género en la representación política sin necesidad de forzarla mediante leyes?
Para nuevas Penélopes, la paridad es el camino. Por Celsa Puente
En uno de los pasajes de “La Odisea” de Homero y en ocasión de ciertas presencias en la puerta del palacio, Telémaco, el hijo de Penélope y Ulises se dirige a aquella diciéndole, “Madre mia, vete dentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y la rueca”. Es probablemente este el primer caso documentado en que un hombre, en este caso, además, hijo de la mujer de referencia, infantiliza a su madre, silenciándola y señalándole cuáles son las actividades propias y esperables de las mujeres: la vida interna del hogar, sin presencia pública. Tres mil años después, es cierto que ha habido muchos cambios, -gracias a una lucha sostenida que venimos dando las mujeres de todos los tiempos-, sin embargo, es insólito pensar que seguimos insistiendo en el presente en el reconocimiento de nuestros derechos, el lugar en la vida pública y el ascenso a los cargos; la lucha no ha caducado.
Si bien es cierto que las mujeres ganamos terreno en el campo educativo y laboral, tenemos escaso acceso a los cargos de mayor jerarquía. La metáfora del techo de cristal en Uruguay se cumple de manera eficiente. El discurso se puebla fácilmente de igualdad pero a la hora de asignar los cargos, los hombres siguen siendo los jefes en su gran mayoría
En el caso puntual que hoy nos convoca, ocurre la paradoja de que habiendo sido Uruguay el país de la región que reconoció los derechos políticos de las mujeres más tempranamente, no pudo o no supo acompañar ese ritmo de desarrollo y hoy se encuentra absolutamente rezagado en cuanto a la asignación de cargos, un ejemplo de ello es la representación de mujeres en el Parlamento que lleva a Uruguay a ocupar el puesto número 96 en el ranking global de la Unión Interparlamentaria, de acuerdo al informe de ONU, muy por detrás de otros países de la región como por ejemplo Chile que ocupa el puesto 46 o Costa Rica que está ubicado en el lugar número 8, o México que ocupa el lugar 4. No soy muy amiga de los números despojados de apreciaciones cualitativas pero convengamos que estos números son por demás elocuentes y erradican algunas fantasías que los uruguayos y uruguayas solemos acunar acerca de nosotras/os mismas/os. Es la realidad: la designación de Ministras mujeres es absolutamente marginal ( de 14 integrantes del gabinete solo tres son mujeres), recién en este período de gobierno una mujer es vicepresidenta y casi no llega al 25 % de mujeres parlamentarias. Esto se replica en otros órdenes del gobierno, en los sindicatos y en las empresas. Sin embargo, las mujeres en el Uruguay somos el 52 % de la población y somos las que mayor grado de desarrollo educativo adquirimos. A pesar de todo esto, el mundo público y particularmente el político sigue siendo un mundo de hombres.
Dicen los informes que Uruguay es una democracia consolidada muy lejos de la paridad, entonces me pregunto si es correcto aplicar el adjetivo “consolidada” cuando se le niegan oportunidades de desempeño a las mujeres que somos más de la mitad de la población. Ojalá no tuviéramos que llegar a una ley de paridad, pero pregunto: ¿hay otro camino para promover la presencia de mujeres en las listas? Pues de acuerdo a las propias palabras del Presidente, los “arreglos” se hacen en asados de hombres, espacios a los que las mujeres no somos convocadas, ni tampoco probablemente podríamos concurrir en atención al horario en que los mismos se realizan y que coinciden con al mantenimiento del ritmo de los hogares y la atención de los hijos. ¿Quién tiene que cambiar, entonces? Porque es cierto que hay mujeres funcionales al patriarcado como muchas de las que ingresaron por la ley de cuotas y aceptaron las “trampas” de las suplencias dejando el lugar a los hombres pero también es cierto que somos más de la mitad de la población (es decir, para que se entienda somos mayoría) y en todos los partidos hay mujeres formadas, inteligentes, sensibles, interesadas, creativas y fuertes, muchas veces intencionalmente invisibilizadas por hombres no tan formados ni creativos ni sensibles ni preocupados, pero HOMBRES, condición suficiente para acceder a lugares de gobierno sin tener que demostrar nada. Las mujeres necesitamos ocupar espacios y si los hombres no colaboran y actúan para que esto suceda, entonces que sea la ley la que nos haga sitio para ocupar lo que nos corresponde y consolidar la democracia de la que tanto se habla.
Por una Democracia paritaria por Patricia Soria
Uruguay se ha destacado a lo largo de la historia por sus leyes de avanzada en materia de reconocimiento de derechos, en particular por ser el primer país de América Latina en consagrar el derecho al voto de las mujeres.
En la región y el mundo somos reconocidos por nuestra estabilidad Democrática, sin embargo, tenemos indicadores deficitarios sobre la representación de las mujeres en política.
En la Clasificación Mundial de Mujeres en los Parlamentos que elabora la Unión Interparlamentaria (UIP) Uruguay se encuentra en la posición 91 de 188 países. La tasa actual de representación de las mujeres en el Parlamento nos ubica por debajo del promedio mundial y de América Latina. Para que se entienda claramente: nuestra posición en el ranking es peor que la de varios países africanos, asiáticos y de la región del Pacífico y en América Latina estamos en el lugar 17 de 19 países.
Las mujeres somos el 52% de la población, pero en el Parlamento que se supone debe ser espejo de la sociedad, somos tan solo el 19% en la Cámara de Diputados y 27% en la Cámara de Senadores. Paradoja, dijera aquel viejo spot de campaña.
Los diagnósticos son claros y conocidos, por tanto, es momento de pasar al plano de la acción para que Uruguay mantenga su reputación internacional y para que tengamos una mejor calidad democrática.
La paridad no es un fin en sí mismo, como toda acción afirmativa, es una herramienta para corregir situaciones de injusticia y desigualdad que genera el propio sistema en el que vivimos: patriarcal, capitalista y heteronormativo.
Es preciso señalar que nuestro sistema electoral resulta bastante perverso a los intereses de la construcción de una Democracia plena en cuanto a la representación de nuestros habitantes y sus intereses. Las listas son bloqueadas y cerradas lo que impide a la ciudadanía elegir específicamente a sus representantes. Por tanto, es muy importante quienes ocupan los lugares “salibles” de las listas. Esto nos lleva a otra cuestión de carácter electoral que tiene que ver con las circunscripciones uninominales y la cantidad de bancas asignadas por cada territorio. Lo que implica que en esos lugares “salibles” deben estar ocupados por mujeres para que efectivamente lleguemos a los espacios de decisión.
El Frente Amplio a partir de definirse como una fuerza política anti patriarcal y anti racista, ha adoptado el mecanismo de la paridad de forma obligatoria para todas sus listas. Pero si queremos profundizar nuestra calidad democrática esta cuestión no debería quedar librada a voluntarismos partidarios, sino que debería considerarse como una política de Estado.
La ley de paridad significaría un gran avance en esta materia, de todas formas, debido a lo que comentamos anteriormente de las circunscripciones uninominales sucederá que en muchos casos si la lista no es encabezada por una mujer no lograremos el impacto deseado.
En este sentido, el Senador y candidato Seregnista, a la Presidencia de la República Mario Bergara ha propuesto que se incluya en la ley de financiamiento de los partidos políticos beneficios extra que sirvan de estímulo para incrementar las listas encabezadas por mujeres.
La ex Presidenta de Chile Michelle Bachelet dijo que “Si una mujer entra a la política, cambia la mujer, si muchas mujeres entran a la política, cambia la política”. Estoy convencida que la paridad traerá consigo una política mas participativa y representativa para la sociedad más justa, igualitaria y libre con la que soñamos.
Transformar la realidad por Juan Pablo Grandal
Cuando se discuten estas temáticas siempre hay que tener el debido cuidado de hacerlo en la medida justa y con los argumentos adecuados. Empiezo con esto debido a algunas de las preguntas que se hacen en el planteo del tema de hoy.
Creo que hablar de meritocracia en la sociedad actual es un chiste de mal gusto, pensar que personas de distintos orígenes sociales serán juzgadas con el mismo rasero en base al mérito o que tendrán las mismas oportunidades sociales es simplemente risible y poco merece la pena ser discutido. Un sistema meritocrático puede ser algo deseable, pero sin lugar a dudas no es algo actualmente existente.
Es cierto, que lo mismo se da con el género. Hay círculos sociales a los que a las mujeres se les ha negado o, más recientemente, dificultado históricamente el acceso. La política es solamente uno más de ellos. El reclamo de que se pueda cambiar esta situación y la representación política sea más igualitaria es razonable. Pero teniendo estas discusiones, tendemos a olvidarnos cual debe ser el rol de la clase política: servir los intereses de las mayorías.
El 8 de Marzo se conmemora no el “Día de la Mujer” a secas, sino el “Día de la Mujer Trabajadora”. Doblemente explotada, ya que debe aún en buena parte de las familias uruguayas tanto ocuparse de las tareas del hogar como realizar trabajo asalariado por fuera de este. Pensemos en una medida como la ley de cuotas hoy planteada. ¿Facilitaría el acceso de mujeres trabajadoras al Parlamento, que puedan dar voz a estos intereses? Sin duda. ¿Facilitaría el acceso a otras mujeres, que por su propia extracción social, intereses económicos o convicciones ideológicas, se opongan a causas que promuevan los intereses de la mujer trabajadora? También.
En mi opinión, el camino correcto sería apoyar aquellos candidatos o candidatas, que en sus consignas o propuestas electorales, respaldadas por una trayectoria de reivindicaciones y luchas previas, pretendan transformar positivamente la realidad de las mujeres trabajadoras. ¿Apoyan aumentar las licencias por maternidad y paternidad? ¿Apoyan promover el acceso universal a productos de vital importancia para las mujeres, como aquellos relacionados a la salud menstrual? ¿Apoyan promover por los medios que se tengan a disposición, la existencia de salas de lactancia en organismos públicos y empresas privadas? ¿Apoyan que las amas de casa y trabajadoras domésticas tengan el mismo derecho a una jubilación que cualquier trabajador? O acaso, en su época, a esto último, ¿se opusieron? ¿Apoyan las reivindicaciones de gremios y organizaciones sociales que representan a sectores fuertemente feminizados de la economía?
Creo personalmente, que si a lo largo de los años avanzamos en tomar medidas que faciliten la vida diaria de la mayoría de mujeres, se avanzaría muchísimo más en igualdad que si esta fuera decretada por ley. Y aumentaría significativamente el número de mujeres que accedan a todas las esferas del cuerpo social de la nación, incluída la política. Son discusiones mucho más ricas que una ley de cuotas. Que no va a afectar la vida diaria de las mayorías ni un poquito, ni para bien ni para mal, ni en el caso de las mujeres ni en el caso de los hombres.
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