Como alguien habituado a pensar el futuro y respetuoso del trabajo ajeno, no me sorprendí con el resultado cualitativo del domingo por la noche. Esperaba sí algo más de paridad.
¿Qué espero del gobierno electo?
Partiendo de lo básico: que gobierne para todos, que sea estrictamente respetuoso de la constitución y las reglas democráticas y que no promueva grietas, ni entre clases sociales ni entre uruguayos urbanos y rurales.
Filosóficamente quisiera que fuera un gobierno lo más cercano posible al centro, tanto por razones filosóficas como prácticas. Es en el centro del espectro político donde y están las plenas garantías democráticas y la racionalidad en el accionar.
La izquierda ha enfatizado el orden económico, a partir del único ministro que ha sido nombrado al escribir esta nota. Alguien indiscutiblemente de izquierda, pero racional y pragmático, capaz de generar confianza. Espero se mantenga el esfuerzo por converger a un mayor equilibrio fiscal, que en definitiva es una política de solidaridad generacional, porque el déficit de hoy es la deuda y la inflación de mañana. Un gobierno de centro y ordenado en lo macroeconómico no debe ser un gobierno anodino que simplemente prolongue un status quo. Todo lo contrario. La estabilidad debe ser un trampolín para llevar adelante transformaciones profundas.
Un gobierno austero, desburocratizador, que de previsibilidad debería ser la antesala de una profunda renovación. Por ejemplo, sería un cambio radical y positivo que se concrete la asignación de 1% del Producto Bruto o más a la ciencia y la investigación. Este énfasis en la ciencia y tecnología, en la toma de decisiones políticas basadas en evidencia que tiene como antecedentes el legado de Ricardo Pascale y la experiencia del Instituto Pasteur, un ámbito plural de trabajo que como tantos otros simboliza el Uruguay de este siglo.
Espero que se le asegure al INIA el presupuesto que le corresponde y que se lleven adelante las reformas necesarias para potenciarlo.
Espero un gobierno que mantenga un diálogo fluido con el agro y que lo vea como un socio para la mejora de empleo, salarios y de las condiciones de vida en el ámbito rural. La tarea de hacer una producción de alimentos de excelencia tiene directa relación con un país ambientalmente ejemplar que potencia la matriz energética limpia, la trazabilidad, el campo natural, la ausencia de deforestación y la mejora de la calidad de vida de la población rural, estructuralmente vulnerable.
Espero que se mantenga y profundice la emisión financiera asociada a desempeño climático, que trabaje activamente desde la Cancillería para captar mercados, bajar barreras comerciales y valorizar la exportación y por esa vía el trabajo de los uruguayos.
Esa cultura de la exportación no solo se vincula al agro. Por el contrario, debe tener una lógica permanente de diversificación en biotecnologías, servicios, puertos, logística, cine, hotelería, turismo, congresos. En un mundo polarizado y cada vez más violento, Uruguay puede mostrar una alternativa de tolerancia, libertad y regeneración de la naturaleza. Y de ser así captará a profesionales y emprendedores del mundo que seguirán encontrando aquí un país “friendly” en muchos sentidos.
Mi deseo personal es un gobierno que capte que la lucha contra el colapso climático será un factor central de este siglo y que Uruguay tiene ventajas inigualables para mostrarle las soluciones al mundo. Eso trae un crecimiento genuino que permita las políticas sociales que incorporen a una proporción importante de la población que hoy puede considerarse ajena a la integración social.
Hidrógeno y energía solar, ganadería y agricultura regenerativas, trazabilidad, planes de uso y maneo de suelos y las mencionadas finanzas climáticas son algunas de las fortalezas cuya promoción deben conseguir mayorías parlamentarias con facilidad, aún en diputados.
Espero también una política racional y multidimensional que ponga freno a la epidemia de pasta base y desarrolle el cannabis medicinal, que nuevamente apunte a la problemática de las drogas con una base científica y humanista y no con discursos tribuneros y unidimensionalmente represores.
De un gobierno nuevo siempre se espera que se logre finalmente aprobar una ley de eutanasia que aleje el fundamentalismo de la política pública y de garantías a los ciudadanos que no quieren irse de la vida padeciendo por dogmas de otros.
Espero también una política de acuerdos amplios que no tenga ambigüedad en la condena a la invasión de Rusia a Ucrania y en la defensa de una solución de dos Estados para ayudar a cambiar el rumbo desastroso que lleva Medio Oriente. Este país que tiene una comunidad hebrea y otra palestina que conviven en paz. Puede mostrar una pequeña luz también desde ese ángulo a un mundo cada vez más oscurecido.
Espero sirva además de escudo a las batallas culturales que quieren instalar extremismos de moda, que gritan libertad mientras prohíben hablar del clima y se escandalizan por un arco iris. Que la única batalla cultural sea sobre como erradicar la pobreza infantil, el narcotráfico y el estancamiento económico y cultural, y sustituirlo por una cultura del amor a la naturaleza, el diálogo constructivo y el tratar de dejarle una comarca mejor a las generaciones que nos siguen.
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