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“Los osos no existen” por Martin Imer

“Los osos no existen” por Martin Imer
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Khers Nist, Irán, 2022. Guion y dirección: Jafar Panahi. Fotografía: Amin Jafari. CALIFICACIÓN: EXCELENTE.
Por: Martín Imer
El arranque de Los osos no existen, la nueva película rodada en secreto del iraní Jafar Panahi, refuerza las ideas que han surgido de su cine desde el forzado cambio radical que significó Esto no es un film, ahondando en diferentes dimensiones de meta-ficción que pueden confundir al espectador que no esté familiarizado con su historia. La cinta comienza mostrando el devenir de una pareja que intenta escapar de Irán comprando pasaportes falsos, y el drama arranca cuando la mujer descubre que el hombre solo pudo conseguir un pasaje para ella, siendo un quiebre en la relación. Sin embargo, luego de la confrontación entre ambos, alguien detrás de cámaras dice ¡Corten!… y descubrimos que la pareja forma parte de un rodaje, dirigido por el propio Panahi, quien está a la distancia dando instrucciones a los actores y equipo técnico desde una computadora. El realizador se fue de Teherán y ahora se encuentra en un pequeño pueblo, cerca de la frontera entre Irán y Turquía, a pesar de que todos a su alrededor le dicen que es mejor que se vaya de ahí y trate de empezar una nueva vida lejos del país. Pero la ficción continúa: mientras Panahi intenta conseguir señal de Internet para dirigir la película, a su vez una meta-ficción sobre una pareja real que intenta conseguir pasajes falsos y escapar a Europa, comienza a sacar fotos de forma inocente, y se ve envuelto en un escándalo vecinal ya que, en un momento, pudo haber sacado una foto que demostrase el vínculo clandestino entre una chica y un hombre que no es su prometido.
Para quien no conoce la historia de este director, se puede decir que estamos ante uno de los autores más importantes de la actualidad basándonos únicamente en su decisión de convertir al cine, su cine, en un acto constante de denuncia y activismo político, pero la realidad es que también está avalado por el talento y la creatividad: en 2010, luego de varios enfrentamientos con las autoridades por el contenido de sus películas, como El círculo y Offside, Panahi fue arrestado y acusado de hacer propaganda en contra del gobierno iraní, condenado a seis años de prisión y a una restricción de veinte años de hacer películas, ya sea como director o miembro del equipo. Finalmente Panahi terminó en prisión domiciliaria, lo que con el paso del tiempo se fue haciendo más permisivo (aunque sigue sin poder abandonar Irán), pero con la restricción firme, lo que no impidió que siguiera haciendo películas: luego de Esto no es un film, documental que retrataba su encierro, el director siguió adelante con cintas que comenzaban a escapar de los límites de la ficción tradicional, poniéndose a sí mismo delante de la cámara y jugando constantemente con su persona y su peso político para hacer fuertes críticas a las autoridades mientras que se expone, de forma documental, los problemas que ocurren en la Irán contemporánea. Películas como Tres rostros o Taxi Teherán confirman, además, el talento de su responsable para poder crear, dentro de su particular situación, un cuerpo creativo que vaya más allá de la simple denuncia, y como cine también puedan sostenerse en sus propios méritos.
Los osos no existen reafirma esa percepción, además de ofrecer una imagen contundente de una sociedad que continúa con los mismos problemas de siempre, ya sea en la ciudad o en un pueblo. Panahi construye, a partir de su propia “realidad”, dos líneas narrativas que resultan muy interesantes por la forma en la que ambas dialogan y se complementan: por un lado, los entretelones del pueblo, con el machismo a la orden del día y las tradiciones retrógradas como mandato sagrado, ofrecen un panorama desolador de un lugar en donde la modernidad parece no haber llegado nunca, y por el otro, la historia del documental que el realizador filma es desgarradora porque refleja un lugar en donde, supuestamente, la modernidad sí existe, y aun así es imposible ser verdaderamente libre — una falta de libertad que afecta lo más básico del ser humano: elegir donde vivir.
El director parece responder aquí una pregunta que cualquier persona se puede hacer, y de hecho se la hacen a él mismo durante la cinta: ¿Por qué seguir en ese lugar, si perfectamente puede escapar? Y la respuesta no se dice con palabras, pero el accionar de Panahi, como personaje y como realizador, está muy clara, y es un manifiesto llevado hasta las últimas consecuencias. Sencillamente, Panahi y sus personajes están ahí porque nacieron en Irán, quieren vivir en Irán y quieren pelear por un futuro en donde la represión no les impida algo tan sencillo como expresarse, o amar, o tener ideales o ideas contrarias. La contundencia del final puede dar la idea de un trágico abandono de esa lucha, o al menos un convencimiento de que es absurdo seguir adelante, pero la reflexión no está en el cierre de esas ficciones sino en el objetivo mismo de la película, que es, en un nuevo acto de resistencia, la condena a una sociedad restrictiva y reaccionaria. De hecho, Panahi sigue combatiendo: en 2022, luego del anuncio de esta película en Venecia, y averiguando el destino de otro cineasta con problemas con la ley, el cineasta volvió a ser detenido hasta febrero de este año, y salió de la cárcel únicamente por haber comenzado allí una huelga de hambre. El cargo volvió a ser propaganda contra el gobierno. Y la película que llega de esa batalla es fascinante, profunda, intensa e importante.

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