Los cárteles del narcotráfico emplean la comunicación y la publicidad como herramientas para sumar simpatizantes entre la ciudadanía, al mismo tiempo en que ejercen sobre ella crueles actos de violencia.
El culto al dinero y a la violencia es como define Javier Darío Restrepo a la narcocultura, esa influencia que cada vez genera más arraigo entre algunas personas a las que busca sumar como adeptos para que legitimen la violencia de la cual incluso son víctimas.
Conscientes o no, los grupos delictivos son entes de comunicación, su estructura organizacional no solo rinde dividendos como una empresa, sino que también sus mensajes son poderosos, principalmente por la violencia que ejercen y el gran impacto que generan en la vida diaria de las personas, al grado de que se instalan, casi de manera orgánica, en la conversación pública.
En su tarea de informar, los medios de comunicación diariamente dan cuenta sobre la actividad criminal, narran homicidios, ataques, desapariciones y secuestros, sin embargo, poco a poco han ido ganando espacio las historias en donde se dibuja a los cárteles como este gran “benefactor” que está dispuesto a compartir su riqueza con quien más lo necesita, con aquellos a los que el Estado ha olvidado y mantiene en la marginación, producto de la desigualdad social.
Joseph Goebbels es un referente cuando de propaganda se trata y los once principios bajo los cuales logró convencer a los alemanes para legitimar el nazismo, se mantienen vigentes para explicar el tipo de propaganda que realizan los cárteles de la droga.
Simplificación, método de contagio y trasposición
Para Goebbels, las historias debían ser simples y mantener solo a un enemigo, con la idea de que este se convirtiera en un símbolo, por lo que individualizar al adversario era fundamental. En el caso de los cárteles mexicanos, la narrativa ha ido evolucionando para mantenerse vigente, específicamente en el caso del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) este irrumpe en la escena pública como el “vengador” de Los Zetas y una vez que logra el “exterminio”, comienza a individualizar a cada uno de sus otros oponentes, para reunirlos en una sola categoría: los “enemigos”. A través del poder de fuego y los inmensos recursos económicos de los que dispone, el CJNG se presenta como un grupo supremacista, incluso por encima del Estado, buscando obtener la simpatía de la ciudadanía mediante dádivas.
Focalizar en el adversario los propios errores o defectos, con el objetivo de crear una idea de respuesta necesaria al ataque es una constante en la comunicación de los cárteles, pues atribuyen al Estado sus propias acciones criminales. En México, las noticias del ámbito de seguridad suelen estar relacionadas a homicidios, desapariciones y extorsiones, entre otros ilícitos y según la narrativa que posicionan estas organizaciones son culpa de los otros, simplemente por el desafío de su poder.
Cualquier anécdota es popular
Como si se tratara de una gesta histórica, los narcocorridos, muchos de ellos pagados, relatan las hazañas de estos personajes, a los que exaltan con cualquier anécdota por más pequeña que sea, convirtiéndola y posicionándola en el imaginario colectivo como una amenaza grave para el Estado. Narran enfrentamientos, atentados, escapes de las autoridades, ajustes de cuentas y homicidios de una manera exagerada, incluso hasta mística. Según Goebbels, toda propaganda debe ser popular y cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño tendría que ser el esfuerzo mental, es por ello que los grupos criminales recurren a actividades que forman parte del folclore, como la música regional, para insertar la idea de la exaltación y desfiguración.
La misma idea una y otra y otra y otra vez, pero renovada
El principio de orquestación destaca que la propaganda debe limitarse a un pequeño número de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre llegando al mismo concepto, de aquí surge la frase “si una mentira se repite suficientemente, acaba por hacerse realidad”. Los cárteles, en sus mensajes, posicionan una y otra vez la idea de que quebrantar la ley y generar violencia es el camino a seguir en una guerra en donde se asumen como perseguidos simplemente por “disfrutar” del dinero que obtienen, creando ilusiones de vida en las que el materialismo es la base.
Si bien la tarea es presentar la misma idea, es importante que esta se renueve, es por ello que los mensajes se realizan en diferentes formatos, desde la colocación de mantas con amenazas, hasta la elaboración de videos intimidantes y la producción de fake news en donde posicionan la narrativa dominante.
En busca de la legitimización
La construcción de argumentos para legitimar su causa proviene desde diferentes fuentes, algunas que son manejadas de manera anónima, principalmente en redes sociales, en tiempos en los que para dar por cierto algo simplemente se esboza un “lo vi en TikTok”, pero también incluyen a voceros o supuestos activistas que proporcionan y difunden información falsa, asegurando que hay “intereses ocultos”, que no permiten la transparencia. Y como la violencia es la marca, silenciar a todos aquellos que se considera contrarios, creando contrapropaganda es parte de la estrategia.
Por regla general, la propaganda opera a partir de un preexistente mitológico o complejos que conducen hacia la unanimidad, de ahí que los líderes de las organizaciones criminales sean presentados como seres mitológicos o personajes de caballería a los que se les conceden atributos mágicos, pues se busca generar un arraigo y apropiación de parte del consumidor del mensaje. Se presenta como el “subversivo” que enfrenta a la estructura, pero por una causa personal y no colectiva.
Agrupación delictiva dedicada a la extorsión, secuestro, homicidio, tráfico de personas y diversos tipos de robo.
*Publicada en Relato
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