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Los secretos mejor guardados por Luis Nieto

Los secretos mejor guardados por Luis Nieto
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Una de las grandes hazañas del Hombre ha sido, sin dudas, la domesticación de los animales. La literatura se ha nutrido de historias de profunda amistad entre humanos y casi cualquier otra especie animal. Pensemos en los caballos de guerra, en medio de ruidos espantosos, peligro evidente, y avanzando entre el estampido de los cañones. Si no hubiese un vínculo tan fuerte como para superar el instinto ante el peligro, el caballo de guerra apenas sería útil en la carnicería de los batallones.

Valiéndose de una triquiñuela, Alejandro, el hijo del rey de Macedonia, Filippo II, consiguió montar un caballo al que nunca, nadie, había podido montar: Bucéfalo. La historia posterior de aquel muchacho de 15 años, hizo de Bucéfalo el caballo más conocido de la Antigüedad. Batalla tras  batalla, Alejandro Magno llegó a orillas del río Indo. Su tropa, por cierto, no tan numerosa, se negó a seguir avanzando, y Alejandro volvió sobre sus pasos, cuando ya Bucéfalo había muerto en la batalla de Hidaspes.

Otro de los caballos que la historia ató a la leyenda de sus jinetes fue Babieca, el de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. El nombre del Cid y el de Babieca quedaron de tal manera anudados, que la leyenda cuenta que el Cid ya había muerto, y para hacer creer lo contrario a sus enemigos, su mujer ordenó que fuese atado sobre su caballo. Babieca lo sobrevivió algunos años, muriendo a la edad inusual de 40 años. Se cree que fue sepultado en el monasterio de San Pedro de Cardeña, como a 10 kms. de Burgos.

Las plazas y avenidas del mundo están llenas de monumentos en que los héroes  montan un caballo, más majestuoso, seguramente, del que fue en la realidad. Con respeto a otras especies, hay vestigios de perros, descendiente de los lobos, que ya convivían con el hombre unos 15 mil años atrás. Franklin Delano Roosevelt recibió como regalo de la Navidad de 1940, un terrier escocés, llamado Fala. En la Explanada de los Monumentos, en la ciudad de Washington D.C. hay un conjunto de obras dedicadas a Roosevelt, a resaltar distintos momentos de su vida, y en uno de ellos, el personaje principal es Fala, un perro de pequeño tamaño, que acaparó la atención de los norteamericanos, en vida de Roosevelt. En los difíciles momentos de la II Guerra Mundial, estuvo Fala junto a Roosevelt, hasta su muerte.

Unos días atrás trascendió que el expresidente Mujica había renunciado a la banca del Senado como consecuencia de la muerte de su perra Manuela. Puede parecer banal, incluso una broma de mal gusto, porque parece imposible que un personaje de la impronta de Mujica pudiese dar tanta importancia a la pequeña perrita. Mujica es un hombre duro, parece rodearse de una coraza para convivir con los hechos cotidianos. Pero no es así, seguramente Manuela había ganado su corazón, como Fala el de Roosevelt, o Bucéfalo el de Alejandro Magno. Esas cosas pasan en el alma de los humanos.

A diario mueren ejemplares de especies que van desapareciendo de la faz de la Tierra como consecuencia de la actividad humana. Es un rodillo implacable, que funciona casi de forma desapercibida, al mismo tiempo que el hombre encuentra el modo de producir más para su propio bienestar. La industria detectó que hay un espacio libre para esa tendencia de buscar compañía en alguna mascota, y seguramente es una industria próspera, porque no hay quién no tenga algún tipo de mascota.

Mujica es un tipo muy particular, con un corazón escondido, y, a quien no lo conozca, la historia de que renunció al Senado ante la crisis que le pudo haber producido la muerte de Manuela le sonará a cuento. Pero no, Mujica es auténtico. Otra cosa es la vida partidaria y si fue buena, regular o mala su presidencia. En algún lado Mujica tiene que depositar el peso que debe llevar en el alma: muertes, frustraciones, una auténtica vida de perros durante su última detención. No debe ser fácil de sobrellevar. Es un hombre extremo, intenso, y a esas personas que apenas entreabren su alma les resulta imprescindible mantener un diálogo afectivo con alguien que no pertenezca a la especie humana.

La compleja vida del exguerrillero no debe ser fácil de sobrellevar. Demasiados secretos, algunos inconfesables. En algún momento relató que estando preso, llegó a dialogar con las arañas. ¿Es posible? De hecho para Mujica lo fue, y esos diálogos le ayudaron a sobrellevar la cárcel. Luego de haberse escapado de Punta Carretas, volvió a caer preso, y allí se reencontró con Arión Salazar, que compartía celda con dos muchachos muy jóvenes, Ariel Arcos y Enrique Pagardoy. La situación era complicada para estos dos muchachos. Arión pasaba la mayor parte del día fuera de la realidad, comunicándose con gente del más allá, cerraba la ventana herméticamente, hasta en pleno verano, así que tanto Arcos como Pagardoy estaban doblemente presos. Las autoridades de la cárcel lo habían dispuesto así, y poco se podía hacer, a menos que alguien se quisiera sacrificar compartiendo la celda de Arión Salazar. Mujica pidió el traslado para que aquellos dos muchachos, que luego serían asesinados en Chile, tuviesen un respiro. Mujica conocía la sicología de Salazar. Éste insistía en que no quería comer, y durante el día su plato permanecía vacío, pero de noche, antes de dormir, Mujica no se olvidaba de llenárselo. Al día siguiente el plato aparecía vacío y limpio.

Seguramente Manuela se llevó a la tumba muchas de las anécdotas de Mujica, de sus diálogos con las arañas o con Arión Salazar. También Alejandro Magno, parado frente a las tropas enemigas, mantendría complicados diálogos con Bucéfalo antes de que empezara la batalla. Al menos los animales saben guardar los secretos de los humanos.

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