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“Me gustaría una mayor presencia de la literatura en los medios y menos amiguismos en ámbitos de la cultura”

“Me gustaría una mayor presencia de la literatura en los medios y menos amiguismos en ámbitos de la cultura”
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El periodista Jaime Clara acaba de publicar “Medias verdades” (Editorial Planeta). Se trata de una recopilación de relatos donde se cruzan historias y personajes muy diversos “que mueven sentimientos de un modo sutil, provocan expectativa y nos hacen imaginar un desenlace que luego se resolverá de un modo impensable”. El autor contó a Voces cómo dio vida a este libro y se refirió a la situación de la cultura hoy en Uruguay.

Jaime Clara tiene un largo camino recorrido en los medios. Comenzó haciendo radio en su ciudad natal y luego se graduó en la de Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Católica. Conduce “Sábado Sarandí”, un programa mediante el cual se enfoca en el periodismo cultural. Además, participa en la conducción del programa televisivo «Por amor al arte», integra el equipo periodístico de conductores de El Observador TV y es columnista del programa «Desayunos informales» de Teledoce. Es columnista de Primera Hora de San José y del blog «Retazo de los cielos» de El Observador. Ha publicado varios libros y por su trayectoria ha recibido varias distinciones. Tiene el hábito de dibujar caricaturas. Expuso en muestras individuales en Uruguay y en Buenos Aires.

Tu universo literario es muy amplio, pero ¿a quiénes pondrías en el podio como referentes a la hora de escribir?

Sucede que uno, por la actividad privilegiada que tiene, el periodismo -además del amor por la lectura que me inculcaron desde niño- lee mucho. Por mi trabajo como periodista cultural debo consumir muchos libros, por lo que se hace difícil encontrar referencias literarias concretas, porque uno se transforma en una suerte de «esponja» que absorbe mucha información, muchos recursos, a veces consciente, y la mayoría de las veces, inconsciente. Por lo tanto, más que responder por el podio, diré quiénes son los escritores que quizás lea con más placer y cuyo estilo y forma me hacen sentir muy cómodo como lector y, eventualmente, miro como un aficionado a la escritura, que es lo que soy. Seguramente, de una larga lista en la que quedarán muchos afuera, debo mencionar a Horacio Quiroga, a Julio Cortázar, Paul Auster, McEwan, a Mankell, John Cheever y Borges, Juan José Saer y Abelardo Castillo. Insisto que son demasiados los que quedan afuera, y es muy injusto. Hay una generación de escritores que por razones de mi despertar a la lectura regular de novedades y la época en la que ellos escriben, que me siguen marcando y son los actuales Milton Fornraro, Luis Fernando Iglesias, Claudia Amengual, Hugo Fontana, Hugo Burel, Juan Carlos Mondragón, Leo Maslíah, Pedro Peña, Mercedes Estramil, Mario Delgado Aparaín o Tomás de Mattos.

Hablas de “medias verdades”, ¿cuánto de ficción y cuánto de realidad vivida hay en cada relato?

¿Importa? ¿Es relevante el dato? No lo digo por la pregunta, que es totalmente pertinente, pero a la hora del lector, no tengo claro cuánto influye el dato. Es como saber el truco del mago, antes de que lo haga. El libro sobre consejos para escribir de Abelardo Castillo, se llama «El oficio de mentir». Podemos hablar de la verdad de la ficción, o la ficción de la realidad. Sobre este libro en concreto, los relatos tienen datos, o una base o alguna referencia con algo real, para que lo sostenga, pero las licencias son muchas. Por lo pronto, hay una ayuda al lector, o una pista muy evidente, que es la separación en dos capítulos, uno que menciona directamente a la memoria y otro que deja más abierto este asunto de las medias verdades, que, en definitiva, no son mentira, son eso, medias verdades. Lo que sí puedo decir es que el relato que abre el libro, sobre Paco Espínola, es cien por ciento real. Igual que el cuento que abría el libro anterior, era rigurosamente autobiográfico. El resto, tiene licencias, desde cambios de nombres de los protagonistas, hasta otras más evidentes.

En la contratapa se hace referencia a “un estilo Jaime Clara”, ¿cuál es ese estilo?

El estilo es una búsqueda. Lo tengo mucho más claro con las caricaturas y el dibujo. Yo siento que me falta encontrar un estilo personal, que me identifique. Que veas un dibujo de lejos y digas es de fulano. Siento que no lo tengo, después de años de dibujar, de buscar. Hay gente que con esa mirada externa, ajena, y algo indulgente, dicen que hay un estilo en mis caricaturas, aunque yo relativice esa afirmación. La editora, que sospecho fue quien redactó esa contratapa, me conoce y me ha leído y tiene la experiencia y el ojo experto. Quizás ella ve lo que yo no veo. Yo siento que estoy en una búsqueda y que me falta mucho. Pero en definitiva, como con la radio, el juicio final es del público, del lector o del oyente.

Cristina Peri Rossi habla de la “uruguayez” de tus personajes y establece algún paralelismo con Onetti, ¿cómo construís esos personajes en cada caso?

Me conmovió el texto de Cristina. Jamás lo hubiera soñado. Su opinión para mí  fue como sacarme el cinco de oro. En realidad, debo ser sincero, no tengo un método. Parto de una idea que es la voz narrativa o el personaje central. A partir de allí, se construye, como si fuera una suerte de telaraña, tratando de armar una estructura firme, creíble y, sobre todo, que tenga razón de ser, en cuanto al relato. Siento que como los personajes no son ganadores de nada, tampoco perdedores en todo, sino que intentan ser personajes de media tabla para abajo, puede parecer que es una fauna de perdedores. Pero no hay una intención manifiesta. Lo que sí trato es de atender situaciones que a esos personajes los marca, son realmente importantes, aunque carezcan de trascendencia para la humanidad. No hay épica en mis relatos, sino todo lo contrario.

Ella también menciona que sugerís el drama sin tocarlo, ¿cómo vivís y afrontar el proceso de escribir?

Es lo que sale. Mentiría si describo un método o un proceso en particular. Ante todo, lo que tengo que tener es claridad mental para escribir. No puedo robarle minutos al día para hacerlo, como si lo hago con los dibujos, donde en cualquier lugar o momento, intento dibujar, aprovechar un rato en una sala de espera o mientras espero al delivery. Escribir me cuesta mucho, por lo tanto tengo que sentirme muy libre, sin condicionamientos de ninguna clase, ni de tiempo, ni de premura. Así salieron las historias. Lo del drama, pasa por lo que siento que tengo que escribir. No hay relatos que sean cómicos, divertidos, sino que se meten en el cerno de lo dramático. Es lo que salió. Quizás mañana, con el próximo cuento, puede haber otro tono. Hoy salen así. Aunque confieso que no creo que mi vida sea como la de mis personajes, pero es lo que está más a mano.

¿Tenés un “ritual” o mecanismo a la hora de sentarte a escribir (por ejemplo escribir siempre a la misma hora) o hay una especie de libre albedrío creativo?

Los cuentos del primer libro fueron escritos a lo largo de veinte años sin saber si algún día se iban a publicar. Se tocaron, se retocaron, se releyeron mil veces. En cambio, en este, ya hubo un encare diferente. Había un tiempo, que suponíamos cercano a los dos años, para pensar un nuevo manojo de relatos. Tiempo no tengo, así que aproveché mis últimas dos vacaciones, donde mensualmente estaba liberado y con ganas de escribir, para armar este libro. Así salió, escrito en un libro electrónico, luego sí corregido en forma tradicional. Pero a la pregunta concreta, respuesta concreta: imposible tener ritual cuando no tenéis tiempo.

Yendo a algo más general, ¿cómo ves el panorama literario nacional de hoy?

Lo veo muy fermental, con mucha edición de libros de los géneros más diversos. Si uno mira la salud de la industria editorial, supongo que está bien. De ahí a que eso se refleje en cantidad y calidad de lectores, es otra cosa. Se edita mucho y se informa poco sobre lo que se edita. Me gustaría una mayor presencia de la literatura en los medios, menos chavas y amiguismos en ámbitos de la cultura, que sea una calle mucho más ancha y menos egoísta.

¿Y de la cultura en general?

Hay temas en los que uno se enerva, como por ejemplo lo ineficaz que ha sido el Parlamento en votar un proyecto de ley consensuado de protección a los derechos de autor, lo que se conoció como «ley de fotocopias» Parece mentira que estemos como al comienzo. Con un MEC que balconeó el tema mirando para el otro lado. Después se quejan los parlamentarios y dirigentes políticos, incluido los del staff de gobierno, de por qué tienen la imagen que tienen. No les importa la cultura. Lo digo de todos los partidos sin excepción. También sabemos poco de lo que será la futura Secretaría de Cultura, pero da la sensación que parece que bajará algunos escalones en la consideración oficial (presupuesto, importancia, etc.) Ojalá me equivoque, pero hasta ahora mucho no se ha dicho. Por suerte, si algo se mueve es a impulsos individuales y de organizaciones que encaran. En un país como Uruguay, como ya sabemos que sucedió en los peores momentos, la cultura es salvadora.

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