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“Me importa transmitir lo que siento”

“Me importa transmitir lo que siento”
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El periodista Jaime Clara acaba de publicar el libro de caricaturas «No está todo dicho», donde recoge una serie de dibujos de su autoría sobre personalidades de las artes, el deporte y la política.

Jaime Clara es periodista y nació en San José de Mayo en 1965. Comenzó haciendo radio en CW 41 Broadcasting San José, en su ciudad natal. Se graduó en la de Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Católica. Trabaja en Radio Sarandí donde conduce “Sábado Sarandí”, programa mediante el cual se enfoca en temas de periodismo cultural. Participa en la conducción de distintos programas televisivos. Por su trayectoria recibió dos premios “Tabaré”, en 2005 y 2006 al mejor programa cultural en radio y el premio “Morosoli” en 2006. En 2013 recibió múltiples reconocimientos: fue premiado como “Hombre del Año” en radio, Premio “José Enrique Rodó” a la libertad de prensa otorgado por el Círculo de la Prensa del Uruguay y Premio “Manuel Oribe a la Cultura”, entregado por el Partido Nacional. Tiene el hábito de dibujar caricaturas. Expuso en muestras individuales en Uruguay y en Buenos Aires. Entre sus libros publicados hasta el momento se destacan los libros de poesía “Sin pecado un adorno” y “Es inmensa la noche” y el ensayo “En campaña. Una mirada sobre propaganda y marketing político”. A esto se agregan los libros de relatos “Medias verdades”, “La terrible presión de la nada” y “Otra forma de silencio”. Lleva adelante además el sitio cultural delicatessen.uy.

Ubicas los primeros trazos en tu San José natal, dibujando a Atilio García, ¿le dedicabas largas horas a dibujar?

No. En realidad, no. Lo que recuerdo es esa obsesión con aquella caricatura de De Rosa, en la revista “Todo fútbol”, que como era de un pariente muy querido y admirado, como Antonio Pippo, le prestaba más atención. Me veo queriendo copiarla. No sé si por el dibujo o por la figura inmensa de Atilio García de quien mi padre era gran admirador, y me transmitió su amor por esa camiseta y por la figura de García. Mi tiempo era ocupado por la radio de San José. Lo de los dibujos, era muy muy secundario en aquella época hasta algunos años después.  Pero mentiría si dijera que pasaba horas dibujando.

¿Cuándo ubicas el momento en el que, como afirmás en el libro, empezaste a “saber mirar” con el dibujo?

A partir de aquella atención -o descubrimiento si querés- de la caricatura, siempre le presté atención. Miraba con mucha atención las caricaturas en los diarios y semanarios. Las quería copiar. Me acuerdo que lo que más me seducía de “La Semana” de El Día, que salía los sábados, era una publicación que no tenía fotos, sino caricaturas, que hacía Horacio Guerriero, Hogue. Estaba Arotxa en El País y en Correo de los viernes. Aparecieron los semanarios, y Jaque tenía un plantel de ilustradores increíble, Brecha con Ombú. Las revista de humor, El dedo, Guambia, El Carlanco, La Gaceta del Morbo, la revista Opción, luego Aquí, que tenía a Hugo Barreto y a Hugo Burel, el semanario Opinar con Satut, Serrano en Alterativa, Enzo en La Democracia. Después conocí a Álvaro Amengual, a Inés Olmedo, en Zeta. Es decir, que la caricatura «me fue cercando», apareció por todos lados. Descubrir a Hermenegildo Sábat y obsesionarme con sus libros y me acuerdo de comprar Clarín sólo para recortar las caricaturas y coleccionarlas. Es decir, que como dice Arotxa, cuya amistad ha sido fundamental en todo este proceso, he sido y soy un gran consumidor de caricaturas, por lo que el género se fue instalando en mí. Primero como un espectador atento, y luego al darme cuenta de que es un género periodístico más. Que forma parte de la comunicación, que fue la carrera académica que hice, a nivel de facultad.

¿Cómo vas eligiendo a los personajes a retratar? ¿Sus características físicas? ¿Por ser un personaje interesante? ¿Por ambas cosas?

Hay de todo. Como me autoimpuse compartir en las redes sociales una caricatura por día, desde hace varios años, y como no tengo tanto tiempo, acorté el camino con alguna fecha significativa. Nacimiento o muerte de un personaje o recuerdo de algún acontecimiento concreto. O también encontrar a alguien, que quizás no sea tan conocido, pero su rostro o su actividad, lo hacen especialmente caricaturizable. En fin, no hay una estrategia rígida. Lo que vaya saliendo. Además, si un día no sale la caricatura, no pasa nada. Obviamente no es tan importante. Esta práctica ha generado algo muy lindo, y eso sí me llena de orgullo, que me ha permitido poner sobre la mesa nombres que están olvidados o no tienen la presencia de que merecen. Recordar a Enrique Guarnero, actor de la Comedia Nacional, o Walter Vidarte, que vivió la mitad de su vida en España, o el rostro de un premio Nobel desconocido. Si gracias a una caricatura, recordamos a un olvidado o se logra que alguien se entere que fulano fue importante por tal o cual motivo, el objetivo se logró. No es poco…

¿Cuáles son las caricaturas que más disfrutaste hacer? ¿Y las que te plantearon mayores desafíos?

 No lo había pensado. Si me pongo a pensar, creo que la de gente que he conocido personalmente y que he querido. Recuerdo que la caricatura de Abel Soria, o Hugo Nantes, don admirados amigos desde mi niñez en San José, me importa transmitir lo que siento. Creo que le agrego una impronta subjetiva, favorable, entrañable, de cercanía, que no le pongo a una caricatura de Donald Trump.

¿Por qué crees que la caricatura se sigue viendo como un “arte menor”?

No lo tengo tan claro que se vea como arte menor. Creo que no lo ayudaba su gran ventana que era la prensa, los diarios. Entonces un gran dibujo, una gran caricatura, tenía una vida útil de 24 horas, porque era sustituido por el ejemplar del día siguiente. Y nadie recortaba las caricaturas para guardarlas, salvo alguna muy excepcional como un Gardel, o una figura importante de la música, la cultura. Entonces, era casi que un arte efímero. Pero también pasaba con las fotografías de prensa. Creo que, junto a los reporteros gráficos, los caricaturistas e ilustradores, han ido creciendo en la consideración de los lectores y de la sociedad, y del mundillo artístico. Y hoy podemos ver en los grandes museos, muestras de caricaturistas. De hecho, aquí el Museo de Artes Visuales tuvo, en la gestión de Enrique Aguerre, muestras de caricaturas de Pancho, de Ombú, en el viejo Museo de Arte Contemporáneo estuvo Arotxa, en el Subte Hogue, y por supuesto me olvido de muchas otras. Entonces no lo llamaría arte menor. Solo que tuvo que pelearla un poquito más que otras disciplinas.

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