Medicamentos, algo más de lo mismo
Hace dos semanas abordamos este tema porque está incluido en esa frase tan antipática que conocimos en nuestra niñez y que sigue tan vigente como si el tiempo no hubiera transcurrido: de eso no se habla.
Y eso de precios de determinados fármacos son algo así como los principales actores dentro de lo que no se habla.
Días atrás el vice ministro de Salud Pública, Dr. Quian arremetió contra los laboratorios acusándolos de operar para vender fármacos de alto costo y que hay abogados que trabajan para la farmacéutica.
Esto tuvo importante difusión y lo mencionamos solo porque está ligado a lo que nosotros estamos planteando.
En “Voces” de la semana pasada pudimos leer una carta firmada por Diabéticos 1 de Uruguay y familiares haciendo una solicitud al Ministerio de Salud Pública.
Toda historia, todo hecho, toda carta (como en este caso) tiene un por qué y el por qué de los firmantes es en primer término su condición de enfermos y estar en conocimiento que en el año 2014 apareció en el mercado un monitor continuo a demanda de glucosa (FREESTYLE LIBRE)de laboratorios Abott.
En la carta solicitan al Ministerio de Salud Pública que sean realizadas las tratativas con el laboratorio Abott y el MEF permitiendo el acceso de Freestyle Libre en Uruguay liberado de los impuestos de importación e IVA por tratarse de un insumo que garantiza el cumplimiento del derecho primordial: la lucha por la sobrevivencia y que puede mitigar el sufrimiento de treinta mil uruguayos.
Está todo dicho. No hay comentarios. Al menos de mi parte.
En la misma publicación, aparece una compatriota de 46 años haciendo referencia a una bomba de insulina inteligente. Su costo particular es de 8 mil dólares y el mantenimiento ronda los 600 dólares mensuales, “pero Uruguay (dice Alicia Faggiani) es uno de los pocos que no la brinda el Fondo Nacional de Recursos”.
De los dos casos expuestos solo en el segundo se habla de precios.
Creo que ha llegado el momento de hacerlo dado que es necesario que los usuarios tengamos pleno conocimiento de lo que estamos pagando por cada medicamento que nos son recetados.
Ninguna novedad es decir que la nuestra es una sociedad envejecida y que, por consiguiente, son los veteranos los que más requieren cuidados, controles médicos y como consecuencia son (o somos) los mayores consumidores de medicamentos.
Pensá un momento que tu mutualista carece de un fármaco que te resulta imprescindible para tu salud. Por ejemplo un anticoagulante.
Con seguridad el facultativo que te atiende te controla con el interés que todo paciente merece y te recetará lo que entiende es lo que necesitás. Vas a la farmacia y preguntás el precio del fármaco ¿De 14 o 28 comprimidos? Deme el precio de cada uno: “El de 14 comprimidos $987 y el de 28, $1.933”.
Como puedas mantendrás la calma y harás cálculos: “Si compro de 28, tendrán que ser TRES cajas por porque con DOS no completo el mes. Y si son de 14, lo mismo. Entonces la voz de la vendedora te vuelve a la realidad: “Con receta tiene el 25% de descuento”. La misma vendedora te informará que de 14 comprimidos te quedará en $740.25 y por el de 28 pagarás (siempre con receta, claro) $1.450.25.
Tranquila (si es que se puede estar tranquila): tu mutualista lo tiene. De catorce comprimidos. Posiblemente lo pagues algo así como $715. Algo es algo, peor es nada. Eso dicen, ¿verdad? Ah, otro día te doy el nombre.
Hasta la próxima. Que seas feliz.
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