Milanesas, engrampadoras, uniformado «buen corazón» y …vamo arriba! por Cristina Morán
La pandemia no da tregua y avanza dejando a su paso más infectados con el virus al que conocemos como Covid19 y también, duele decirlo, más fallecidos. La vacunación continúa y sobre este tema diariamente escuchamos a médicos, biólogos, infectólogos referirse a ella y a lo que debe llegar a convertirse en una inmunización de rebaño en el menor plazo posible. La vida no se detiene: continuamos en ella dribleando al destino y tratando de no morir en el intento de lograr y/o mantener fuentes de trabajo, de ver crecer sanos y bien alimentados a los hijos nuestros, a los hijos de todos, de sonreír debajo del tapaboca, aunque no sea visible y que se encarguen los ojos de esa sonrisa, así como se encargan del dolor, de la preocupación, del enojo; tratando de pensar en un futuro mejor que este presente sin ollas populares porque ya no serán necesarias. Pero, así como la vida no se detiene el accionar de las personas tampoco lo hace y suceden cosas que sorprenden y que gracias a esta libertad de la que gozamos quedan al alcance de todos y llevan a cada uno a sacar sus conclusiones y que si le damos un toquecito de humor se podrán digerir algo mejor. “Invitar” (por no decir “contratar”) al chef top de un restaurante “paquetísimo” para que haga ¡milanesas con puré! “in situ” (en este caso la Cancillería) es un tanto fuera de tono. Pero debemos tener en cuenta que no eran las milanesas de mi tía Anita o de mi mamá (y menos aún las mías) ¡eran las del chef “top” con mozzarella, confites acompañadas con puré de papas rústicas (que es lo “máximo” en materia de papas ,es decir la rusticidad) postres, y bebidas sin alcohol. Costo, (según los distintos medios, $38 mil pesos). Quiero pensar que esto incluye los impuestos correspondientes y, ¿por qué no? los servicios (que no es otra cosa que aquella vieja y querida “propina”). Al parecer hubo un error y se tomó como “gasto de protocolo” cuando era, según el Canciller, “un almuerzo de trabajo” y se encargará el mismo del pago. De lo que no tenemos noticia es de quien se hará cargo de los U$S 4.000 que costaron 10 engrapadoras, sí, esas que en las oficinas ves como son aporreadas y resisten por largo tiempo. El muy democrático espacio con el que esta columnista cuenta no le permite extenderse demasiado así que voy por el final. Desde hace mucho tiempo pregonamos, por convencimiento, y los hechos lo demuestran, que con el celular se terminó la privacidad y nada, sea público o no, permanece oculto mientras alguien esté atento y pueda registrar (como en el caso que nos ocupa) 8 minutos 40 segundos de la violencia de un uniformado contra un jovencito al cual se le exigía borrar imágenes que, al parecer, había captado con su celular. Lo que ninguno de los que participaban del hecho (indagados y policías) imaginaba siquiera que otro celular, ubicado sobre ellos, estaba registrando lo que quebraba el silencio y la hermosura de la noche de marzo. Un perro fue testigo presencial que nunca ladró, pero se paseaba inquieto por el lugar Las imágenes y lo que pudo rescatarse del audio están en Montevideo Portal y uno de esos audios pertenece al mismo uniformado golpeador:” Me agarraron con un poquito de corazón. Tienen 5 segundos para desaparecer”. Y mientras en voz alta hacía la cuenta regresiva los “infractores” de la Plaza Varela cumplían con la orden: desaparecían tal vez con unas ganas locas de entrar a sus casas, trancar puertas y ventanas e intentar pensar que lo vivido fue solo una pesadilla. Es todo por hoy. Hasta la próxima. Que seas feliz. Ahora y siempre.
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