Ministros: ¿Idoneidad o repartija?
Todos los días salen a luz nuevos nombres para el gabinete del futuro gobierno. Durante años la oposición criticó la designación de gente sin idoneidad en los ministerios y empresas públicas por parte del Frente Amplio. ¿Cuál debería ser el criterio elegido por el presidente electo? ¿Debe meter a los líderes partidarios en el gabinete? ¿La integración en el gabinete es garantía de que perdure la coalición? ¿Se van a utilizar los cargos como premio consuelo para gente con pocos votos? ¿Políticos idóneos o políticos de carrera?
El adecuado mix entre técnica y política por Oscar Licandro
Un buen gobierno requiere la combinación de conocimiento técnico y experiencia política (conocimiento, habilidades y respaldo). Pero ello no siempre es posible encontrarlo en la misma persona. Por lo tanto, para algunos ministerios el presidente deberá optar por personas que sólo posean conocimiento técnico, y en otros deberá hacerlo por dirigentes políticos. En ambos casos los equipos ministeriales pueden completarse con integrantes que complementen a los ministros, aportando en la dimensión donde estos tienen menos fortalezas. Además, debe tenerse en cuenta que hay ministerios donde el saber técnico del ministro es imprescindible o muy importante (por ejemplo: Economía, Educación y Cultura, Desarrollo Social) y ministerios donde la experiencia, el peso y las habilidades políticas, así como la confianza personal del presidente, son lo más importante (por ejemplo: Interior, Defensa, Trabajo y Seguridad Social). En consecuencia, lo razonable es que el presidente combine ambos criterios para conformar su gabinete.
Lacalle Pou anunció hace ya bastante tiempo tres nombres para ocupar ministerios: Pablo Da Silveira (Educación y Cultura), Azucena Arbeleche (Economía) y Pablo Bártol (Desarrollo Social). En los tres casos se trata de técnicos y no de dirigentes políticos, todos ellos asignados a ministerios donde el saber técnico parece ser más importante que la experiencia política. Los tres son personas que combinan idoneidad técnica con atributos personales que van en sintonía con la idea que el futuro presidente tiene sobre la tarea de gobernar: comportamiento ético, compromiso y vocación de servicio. En función de la información que maneja la prensa, es probable que algún otro ministro responda a las mismas características.
Voces nos pregunta si Lacalle Pou debe incluir en su gabinete a los líderes de los restantes partidos de la coalición. Esta pregunta tiene a mi juicio una respuesta afirmativa. El nuevo presidente necesitará tejer los acuerdos necesarios que le aseguren los votos en el Parlamento para su agenda de leyes, comenzando por la tan mencionada ley de urgente consideración. Si bien el presidente cuenta con el apoyo de todos los sectores del Partido Nacional, y ha sido elegido con el apoyo de una coalición de cinco partidos que ya ha acordado una hoja de ruta, cada proyecto de ley requerirá un proceso de negociación y la realización de ajustes, tanto dentro del Partido Nacional como con los socios de la coalición. Cuanto más chica sea la mesa donde se zurzan esos acuerdos, mayor celeridad tendrá ese proceso. Si los líderes sectoriales del Partido Nacional y los líderes de la coalición (o dirigentes políticos que respondan directamente a ellos), ocupan cargos ministeriales, el gabinete será esa mesa chica y, seguramente, el proceso de negociación ganará en eficiencia. Por lo tanto, sería una sabia decisión del presidente incluir en su gabinete a los líderes de los partidos de la coalición o, en su defecto, a dirigentes políticos que respondan directamente a ellos. Los trascendidos de prensa sugieren que ésta es la intención de Lacalle Pou.
También nos pregunta Voces si estos cargos se van a utilizar como premio consuelo para gente que obtuvo pocos votos. Veo difícil que Lacalle Pou utilice este criterio, tanto se trate de dirigentes de su partido como de los demás miembros de la coalición, porque su idea es constituir el mejor equipo de gobierno posible. No obstante ello, es probable algún caso en que un ministerio sea ocupado por dirigentes políticos que no resultaron electos al Parlamento. Este podría ser el caso de Pablo Mieres si, tal como indican los trascendidos de prensa, es designado para el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Ahora bien, ¿alguien puede honestamente cuestionar que el actual senador del Partido Independiente posea las credenciales para ocupar un ministerio que requiere experiencia política, capacidad para dialogar, prudencia, honestidad con la palabra dada y un fuerte sentido de la justicia social? ¿Alguien seriamente puede afirmar que Lacalle Pou otorgará un ministerio como premio consuelo a un dirigente de un partido que solamente le aporta un voto en el Parlamento? Si Lacalle Pou lo designa para el MTSS es porque cree que Mieres tiene las condiciones requeridas para liderar uno de los ministerios que tendrán que enfrentar las mayores complejidades y asumir grandes desafíos.
Meterlos a todos en la bolsa por Danilo Arbilla
Pienso que a esta altura no podría hacer otra cosa que conformar un gabinete multicolor. Es lo posible. Meterlos a todos en la bolsa. Y aun así va a tener problemas. Sobre todo, si mide mal la representatividad de cada uno; casos como los de Talvi decididamente sobrevalorados, en cuanto a su liderazgo en su propia colectividad y a su fuerza y convocatoria a nivel popular.
De todas maneras, debe hacer algo así como lo que hizo Tabaré en su primer gobierno y la conformación de su gabinete con todos los líderes. Y tuvo sus problemas. Y eso que el FA y en aquel momento no es lo mismo que la multicolor.
Hay políticos chantas y los que son de clase y en el gabinete los va a haber de todos, aparte de los recién llegados, que vienen de cualquier lado.
Individuos idóneos para cada tarea por Alvaro Mallo
Durante los últimos quince años, los Partidos Tradicionales, criticaron abiertamente al Frente Amplio por designar a gente sin la formación suficiente como para formar parte de ciertos Ministerios o Empresas Públicas. Sin ir muy lejos, tal fue el caso de María Julia Muñoz en el Ministerio de Educación y Cultura en la segunda administración del Presidente Tabaré Vázquez.
El Presidente electo de la República, Luis Lacalle Pou, debería tomar como criterio de elección para su gabinete a aquellos integrantes de la coalición que mejor estén capacitados para llevar adelante las tareas que corresponden a cada Ministerio y Empresas Públicas.
Bajo ningún concepto deben hacerse uso de estos espacios para colocar a líderes partidarios o a miembros de la coalición bajo la falsa premisa de que esto es necesario pues sino la coalición se desintegraría, poniendo por delante de la más importante de todas las ocupaciones, que es la de sacar adelante al País.
En estos últimos días se han manejado nombres que, lamentablemente, parece que van en el camino de lo primero y no de lo segundo.
No, la selección del gabinete y de los responsables de las Empresas Públicas debe centrarse en encontrar a los individuos idóneos para cada tarea, sin importar si están dentro o fuera del Partido Nacional.
Para el que suscribe sería una gran decepción encontrarse con individuos como Pablo Mieres, cuyo Partido apenas consiguiera en las elecciones del 27 de octubre, veintitrés mil quinientos ochenta votos, al frente de una cartera.
La coalición, desde mi punto de vista, ya empieza a pisar mal. No sólo con este tema, que no viene al caso mencionar ahora.
- La sota de bastos por David Rabinovich
La lógica de gobernar en minoría
En octubre, el hoy Presidente electo de todos los uruguayos obtuvo 696.452 votos, menos del 30%. El perdedor consiguió 949.376. Antes, en las internas, el Partido Nacional alcanzó 448.132 adhesiones de las que ‘Luis’ obtuvo la mayoría con 240.943, menos del 54%. El proceso culmina con un presidente electo de forma legítima, en un todo de acuerdo con las reglas que establece la legislación uruguaya vigente, pero políticamente débil. Muy débil. El fraccionamiento político, propio de estos tiempos, asegura que cualquiera sea el ganador, los apoyos propios serán minoritarios. El que gana, cualquiera sea, está obligado a compartir el poder para ejercer el gobierno.
Es cierto que la oposición criticó la designación de gente sin idoneidad en los ministerios y empresas públicas por parte del Frente Amplio. Pero en realidad, como se criticó con y sin fundamento todo, hay que recurrir a los resultados que también están sujetos a interpretación y crítica. Eso es a lo que se llama ‘relato’ político. Eso es lo que sustituye, en los grandes medios, la información, el análisis y los contextos. Es lo que las redes amplifican y deforman hasta el hartazgo, nauseabundo. La pos verdad nos abraza y ahoga.
La integración del gabinete no es garantía de que perdure la coalición. La única garantía es satisfacer a todos los integrantes, cosa que no sé si es posible. Por lo pronto es imprescindible para mantenerla, tener contentos a los blancos que no lo votaron en las internas, a los colorados… Y a la derecha confesional, clasista y autoritaria del General Manini. No luce tarea fácil. Sin enumerar los grupos menores que están recordando la importancia de su rol.
Los cargos serán utilizados para intentar mantener los acuerdos; de ellos participan también quienes no obtuvieron satisfacción en las urnas para sus proyectos personales.
Como dice un viejo chiste. “Tengo una buena y una mala. La buena primero: ¡Vamos a comer mierda! ¿Esa es la buena? La mala es que no va a alcanzar para todos.” Con los cargos pasa igual.
Políticos idóneos son los que sirven para todo. Pero hay que saber que los políticos pasan y los ‘gerentes’ quedan. Los políticos de carrera, a veces, son técnicos con buena formación que por las más diferentes razones optan por dedicarse a la política. Hasta por vocación de servicio lo hacen.
El criterio elegido por el presidente electo para designar su ‘equipo’ de gobierno no me parece que cambie mucho según sea el partido al que pertenece o sus convicciones personales. Está condicionado por quienes sostienen su gobierno y éstos por los intereses que representan. Todo parece indicar que nos encaminamos hacia un gobierno orientado por las recetas del Fondo Monetario Internacional y los reclamos de las Cámaras Empresariales. Un gobierno, además, condicionado por el fundamentalismo religioso y el talante reaccionario.
Meter a los líderes partidarios en el gabinete es funcional a la necesidad de tener controladas las mayorías parlamentarias para aprobar la ley de urgencia y el nuevo presupuesto, instancias en donde veremos las patas de la sota. Después veremos las consecuencias si, como creo, la sota es de bastos.
La idoneidad es un cuento por José Luis Perera
Cuando un partido queda en minoría en primera vuelta, una de las opciones es formar una coalición, negociar con otras fuerzas la creación de un gabinete de gobierno que contenga miembros de todos los partidos del acuerdo. El presidente que resulta electo le ofrecerá obviamente los cargos a sus socios de la coalición, pero quien designe la persona para ese cargo será el partido que recibe la propuesta y no el presidente. Así las cosas, éste tendrá la posibilidad de nombrar a aquellos de su propio partido, y deberá conciliar las diferentes fuerzas de los distintos sectores que lo llevaron a la presidencia.
De manera que la idoneidad para el cargo, tanto en ministerios como en los diferentes entes, es un cuento chino que nadie se cree, más allá de que eventualmente en algún caso pueda haber una coincidencia entre idoneidad y cargo. Por otra parte, es indudable que son cargos políticos, y que el presidente de turno lo que intenta es rodearse de gente con respaldo político para poder gobernar. Luego, quien ocupa el cargo político se rodea de asesores que lo ayuden en la tarea específica cuando esta tiene un carácter técnico.
Por otra parte, ¿cómo se puede evaluar la idoneidad para determinados cargos? Uno diría que tal vez un buen ministro de salud pública sea un médico, pero no necesariamente es así. Ni el mejor ministro de educación y cultura tiene por qué ser un educador. El ministro de vivienda, ¿tiene que ser un arquitecto? ¿un albañil? ¿Cómo se mide la idoneidad para ser ministro de defensa? ¿un militar sería el más idóneo para ese cargo? ¿tal vez un policía para el ministerio del interior? No lo creo. Son cargos fundamentalmente políticos.
Y desde luego, todos los gobiernos no hacen otra cosa que repartir los cargos políticamente. Lo hacen cuando tienen mayorías (lo hicieron siempre los gobiernos del FA y todos los anteriores), y con más razón aún lo hacen cuando son gobiernos de coalición, en donde el juego de intereses y objetivos políticos es sumamente complejo y en permanente tensión.
Lacalle Pou incluso afirmó que «el gobierno que viene necesita fortalezas y estabilidad”, y agregó que para sostenerla habría para el FA una integración de los organismos de entes autónomos, servicios descentralizados, como forma de contralor, en las políticas macro de los organismos. Y después un diálogo con las organizaciones sociales, con los sindicatos, con las cámaras empresariales.
Sea como fuere, lo cierto es que el funcionamiento de los gobiernos de coalición descansa en la necesidad de llegar a acuerdos inter partidarios, de construir consensos y, a fin de cuentas, en la negociación entre los diferentes actores, lo que deja un margen muy pequeño para buscar el combo idoneidad/cargo.
la perfección es un bien escaso por Max Sapolinski
El integrar un gobierno, más aún cuando se trata de una coalición de partidos, abre todo tipo de apreciaciones muchas veces sesgadas por aspectos subjetivos, preconceptos y estereotipos.
Surgen las conjeturas sobre las bondades de designar políticos o técnicos, candidatos frustrados o individuos dedicados a la temática a encarar, premios consuelo o merecimientos comprobados.
No creo que nadie pueda concluir en una verdad absoluta sobre estas interrogantes.
Por supuesto que el ministro ideal sería aquel que tenga profundos conocimientos técnicos en su materia, la sensibilidad que otorga la actividad política y el relacionamiento con la gente y antecedentes exitosos en su vida personal y en la temática que le ocupará.
Pero… la perfección es un bien escaso e imposible de alcanzar.
Buceando en Google, el gurú del siglo XXI, encontré tres frases de políticos exitosos que es bueno recordar y que dan una muestra de la subjetividad imperante, tanto se compartan como no sus conclusiones.
Decía Charles de Gaulle: “He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”.
Por otra parte Dwight Eisenhower expresó: “La política debería ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano”.
Por último, sostenía John F. Kennedy: “Todas las madres quieren que sus hijos crezcan y se hagan presidentes, pero no quieren que mientras tanto se conviertan en políticos”.
Habiendo dejado en claro lo intrincado del tema me animo a volcar alguna reflexión.
Creo que la oposición entre ministros técnicos y ministros políticos es al decir de Vaz Ferreira, una falacia de falsa oposición.
Los ejemplos abundan en mostrarnos excelentes ministros que no poseían en su curriculum especialización alguna en las materias que tenían que atender.
Lo que sí considero imprescindible, es que el ministro de turno sea capaz de obtener y aplicar el asesoramiento técnico que se requiera, que tenga la sensibilidad de considerarse un servidor público que se deba a la ciudadanía y volcar sus mayores esfuerzos en procura de los objetivos trazados.
La integración de los líderes partidarios a un gabinete de ministros, otorga un respaldo adicional políticamente importante para la gestión de la administración y el clima de certeza que se debe brindar a la población en el marco de un sentimiento de optimismo que se ha instalado en Uruguay en los últimos días.
Las acusaciones sobre la falta de idoneidad en el manejo de políticas de Estado que se han venido generando en los últimos años, no fueron simples caprichos en el marco de una oposición cerril. Por el contrario, son la constatación de una serie de incidentes faltos de transparencia, negocios fallidos, procesamientos varios de jerarcas y ocultamiento de la información.
Por último, algún comentario sobre la antinomia instalada entre “políticos idóneos o políticos de carrera”. La misma no tiene sustento. En muchos casos, la complementación que brinda al político haber desarrollado en forma paralela otros tipos de tareas hace más completo el acervo del mismo para cumplir mejor sus obligaciones.
Al respecto, muchas veces recomendé a jóvenes militantes que no depositen “todos los huevos de su futuro en la canasta de la política”. En primer término, es bueno saber que la vida política tiene alzas y bajas e incertidumbres varias. En segundo lugar, al no depender de la misma, se es capaz de de no tener ninguna presión que pueda afectar la defensa de los principios y evita caer en tentaciones impropias.
Encarando los tiempos próximos, parecen avecinarse tiempos de ardua tarea pero de un optimismo notorio.
Cambio de gobierno afecta cadena de mando por Gonzalo Pérez del Castillo
El criterio fundamental es la idoneidad, pero no solo para los ministros. En los regímenes parlamentarios en el mundo anglo la idoneidad técnica está asegurada por la presencia en cada ministerio de un Permanent Secretary, posición a la cual se accede por mérito en la carrera funcional. Ello asegura la continuidad de las políticas de Estado y la viabilidad técnica y económica de las propuestas innovadoras que se hagan sobre las mismas. Los ministros vienen y van y proveen el apoyo político a la gestión del gobierno de turno.
En el Uruguay tal cargo funcional y permanente no existe y con cada cambio de gobierno la cadena de mando superior, incluso los cargos técnicos claves, se ve afectada. Si se hiciera de forma responsable esto no sería, de por sí, un problema. Los Partidos Políticos poseen entre sus militantes y simpatizantes cuadros técnicos suficientes para cubrir esas vacantes claves. El problema surge, y surgió en el Uruguay, cuando se toma la oportunidad para llenar esos cargos, a todos los niveles, con gente incompetente. Peor aún si es con el fin de devolver favores políticos. El funcionario gratificado considera que no debe ni trabajar porque está siendo recompensado por un trabajo ya hecho. El abuso en los nombramientos deriva a la postre en otras aberraciones. Para proteger al funcionario público de estos desmanes se toman medidas que afirman la estabilidad de su relación contractual con el Estado. La inamovilidad tiene esa ventaja y algunos menoscabos. Pero hecha la ley, hecha la trampa. Al funcionario inamovible se le mantiene formalmente en el cargo pero se le despoja de sus funciones. Estas son encargadas a un funcionario de confianza política y el inamovible queda en planilla y sin nada que hacer. Todo ello desacredita la carrera funcional en la institución. Envía el mensaje que para hacer carrera en el sector público es mejor acomodarse políticamente que hacer su trabajo a conciencia. Al diablo con la carrera funcional. La frustración en el empleo público lleva a una ulterior aberración. El funcionario toma un trabajo en el sector privado y usa su oficina, sus contactos y la información a la que accede desde su cargo público para hacerle competencia desleal a quien trabaja en su mismo ramo en el sector privado. Estas circunstancias desprestigian el trabajo en el sector público en el Uruguay. Y eso es otra barbaridad porque, de hecho, allí trabaja mucha gente de primera. Las recientes elecciones, ejemplares en cualquier lugar del mundo, nos lo demuestran claramente.
En resumen, hay mucho más para arreglar con respecto a la interferencia política en la función pública uruguaya que solo nombrar ministros idóneos.
¿Una cartera para el Ministro? Por Rodrigo da Oliveira
No falla. Cada nuevo gobierno cae en la misma situación, se lo critica por lo mismo y utiliza los mismos argumentos defensivos.
Que es necesario dar estabilidad, que mire si un político va a saber más que un técnico, que es preciso comprometer a los principales candidatos que dieron su apoyo.
Invariablemente caeremos en estas frases, no hay forma de evitarlo. Lo peor es que todo es cierto y todo es falso, como tantas veces.
Los gobernantes requieren tener en los puestos claves gente a la cual puedan llamar a responsabilidad. Los políticos aportan el caudal electoral para poder alcanzar la administración, los técnicos raramente tienen dicho caudal.
¿Los cabeza de lista dan mayor sostén o sensación de estabilidad formal? Puede ser. En cualquier caso, es más sencillo pedir el cargo a un técnico que a quién te llevó los votos, directa o indirectamente. Miren a Bonomi sino.
Nombres varios hay en danza respecto a la integración del gabinete a funcionar desde marzo. Arbeleche a Economía, da Silveira a Educación, Bartol al Mides, Talvi a Cancillería y algunos más casi definidos. ¿Talvi encuentra su mejor perfil ahí? Enrique Iglesias salió con una excelente imagen de RREE, también economista él. Javier García a Defensa, con largo vínculo con los militares. Heber a Transporte y Obras Públicas levantó polvareda, el Ministerio «caja» es un área sensible y deberá ser llevado con cuidado.
Otros nombres se manejaron y quedaron en el aire.
La gran pregunta es: ¿asegura esto mayor durabilidad a la novel coalición? No, obviamente.
Pero desde lo institucional aporta una gran dosis del imprescindible compromiso necesario para llevar adelante las reformas que se ha prometido llevar adelante. El hecho de que los principales actores de las pasadas elecciones estén en la primera línea de acción genera un tono de gran acuerdo consensuado y pasible de ser aplicado.
Se habla mucho acerca del momento en que los diferentes sectores comenzarán a marcar sus diferencias, con miras a perfilarse para el 2024. Esto es un arma de doble filo, pues antes deberán haber mostrado consecuencia y resultados en la gestión coaligada. Este proceso llegó para quedarse largo tiempo y si alguno se desmarca antes de fecha va a quedar frente a sus votantes como poco confiable, por faltar a la palabra empeñada y no alcanzar lo prometido.
En un sistema con un electorado móvil de alrededor del 30% dar un paso antes del momento correcto te puede dejar a la intemperie.
Hay mucho para aprender de la experiencia de esta coalición multicolor, en materia de funcionamiento ministerial habrá que hilar fino, tanto como a nivel legislativo.
Claro debemos tener todos que esto es política y que puede caerse dentro de algunas cosas previsibles, algunos desmarques y tal vez pequeñas chicanas entre los socios. Tarea para los dos grandes urdidores de la trama, Lacalle encabezando y Sanguinetti aportando su experiencia.
Puedo adivinar algunas recomendaciones que pueden haber llegado desde la calle Murillo a oídos del electo Presidente respecto a ese vínculo con el viejo lobo de Punta Carretas. Por el momento es conveniente dejar que las cosas devengan y los procesos se activen. Ya tendremos tiempo para esas otras consideraciones.
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