Nueva derecha y nueva izquierda globales Por Hoenir Sarthou

Un fantasma recorre el mundo. Es la reacción conservadora, esa que ya llevó al gobierno a gentes como Giorgia Meloni, Javier Milei y Donald Trump. La que amenaza, entre otras cosas, con borrar del mapa político de Francia y de Alemania a gobernantes como Macron y Sholz.
Como era previsible, la alarma cunde en el progresismo políticamente correcto y en la izquierda cosmética.
¿Cómo?, se preguntan sus militantes, ¿no era que había que ser sexualmente “diverso”, y en lo posible ser o sentirse mujer, hablar con la “e” y sumar nuevas letras a la LGTB…, acatar a la ciencia vacunatoria, temer al cambio climático, amar a las mascotas y odiar al “macho”, a “la derecha”, al petróleo y a la ganadería? ¿Acaso eso no era “el futuro”?
Achanchados en ONGs financiadas, en contratos con organismos internacionales y en cargos públicos obtenidos por cuota partidaria o de género, desacostumbrados a debatir, porque era más cómodo cancelar a cualquier discrepante con acusaciones como “misógino”, “fascista”, “discriminador” o “ignorante”, muchos funcionarios y militantes progresistas profesionales ven con espanto que peligran sus empleos, sus cargos y la financiación de las ONGs de las que vivieron durante décadas.
Su problema es bastante real. Trump decidió cerrar la USAID, una agencia de “cooperación” internacional que transfería decenas de miles de millones de dólares por año para financiar a toda clase de organizaciones, investigaciones y proyectos que promovieran la agenda políticamente correcta, es decir enemiga del CO2, angustiada por el medio ambiente y el cambio climático, proclive a las tecnologías “verdes”, afin a los protocolos de la OMS y a la vacunación universal, feminista, LGTB, vegana, hostil a la ganadería y muy silenciosa respecto a cualquier accionar del capital financiero.
Para colmo, en la estela de Trump, además de Elon Musk y de la Fundación Atlas, parecen haberse alineado muchos otros financiadores “filantrópicos”, como Black Rock, la Fundación Ford, Coca Cola y Mark Zuckerberg, entre otros, que se apresuraron a renunciar a su pasado políticamente correcto y recordaron que son partidarios de la libertad de expresión (incluida la políticamente incorrecta) y de la libre empresa. Seguramente ese mismo rumbo tomarán muchas otras empresas, gobiernos y fundaciones filantrópicas. Así que vienen tiempos difíciles para el progresismo “correcto” y las izquierdas cosméticas.
Cabe preguntarse qué es lo que realmente está pasando detrás de esa aparente “revolución conservadora” y el surgimiento de lo que algunos califican como “internacional de la derecha”.
Para empezar, intentemos ver qué está pasando en este segundo gobierno de Trump, que es un poco el paradigma y la gran carta de triunfo mundial de la reacción conservadora.
Todos sabemos que Trump anunció el retiro de los EEUU de la OMS y del Acuerdo Climático de París, que puso al frente de las políticas de salud a Robert Kennedy, enemigo jurado de la industria farmacéutica y alimentaria (además de tener cuentas personales pendientes con el “Estado profundo” por atribuirle el asesinato de su padre y de su tío), que cerró la USAID, que derogó una serie de restricciones sobre temas ambientales y climáticos, que es muy crítico con la ONU y con sus socios de la OTAN y que dictó medidas de restricción de la inmigración. También sabemos que anunció que pondría fin a la guerra de Ucrania y que dio apoyo explícito a Israel en su política de arrasamiento de Gaza.
Menos comentado es que puso las políticas financieras y monetarias en manos de la élite del capital financiero. Jerome Powell, designado presidente de la Reserva Federal en su anterior gobierno, y Scott Bessent, designado hace pocos días como Secretario del Tesoro, son banqueros, provienen del sector de la banca de inversión. Bessent, en particular, trabajó durante décadas en el grupo Soros, lo que lo hace de confianza también del clan Rockefeller. En otras palabras, la revolución conservadora de Trump ha dado garantía de que se detendrá ante las puertas de los bancos y de las firmas administradoras de fondos de inversión, como Vanguard Group, Black Rock y State Street.
Quizá eso explique que la campaña electoral anti Trump haya tenido ribetes de sainete, como el de bajar de la candidatura al presidente en ejercicio por real o supuesta senilidad y sustituirlo en el medio del río por la vicepresidente, que no tenía el peso político ni el tiempo necesarios para ser una rival de peligro.
La hipótesis más plausible es que esta segunda presidencia de Trump es resultado de una transacción previa, por la cual se le garantizó a la cúpula del capital financiero el manejo de la política financiera y monetaria a cambio de implementar una reacción cultural conservadora que el pueblo norteamericano reclamaba después de otros cuatro años de progresismo orientado hacia el predominio de las corporaciones del “Estado profundo”, el privilegio demagógico de minorías sexuales y raciales, y el olvido sistemático de la mayoría de la población.
Si algo parece claro es que la reacción conservadora no afectará el papel del gran capital financiero. Al contrario. Basado en el discurso de la libertad económica, le es facilísimo argumentar que el Estado no debe intervenir en la gestión que los particulares hacen de su dinero. Y, en el caso de los EEUU, si esos particulares tienen en sus bolsillos al jefe de la Reserva Federal y al Secretario del Tesoro, los comentarios sobran.
Otra cosa que la reacción conservadora no parece obstaculizar es el acceso de las grandes corporaciones, que dependen del capital financiero, a los recursos naturales estratégicos en todo el mundo. Allí tenemos a Milei, negociando con Elon Musk la venta del litio, mientras negocia en paralelo nuevos préstamos del FMI.
Mi hipótesis de fondo es que la cúspide del sistema económico global se ha visto obligada a un cambio de estrategia.
Quizá la apuesta a la vía rápida al poder, enancada en las alarmas pandémicas y climáticas, endulzada con el discurso sensiblero de la inclusión y la diversidad, que la hacía “soft”, esa vía simbolizada por el Foro de Davos de Klaus Schwab y “filántropos” como George Soros y Bill Gates, que promovían el gobierno mundial, el ambientalismo suicida para las economías, una vacunación homicida como deber moral, las guerras como causas nobles siempre contra enemigos de la humanidad (Husein, Kadafy, Putin, etc.) y el conflicto entre los sexos y las razas como camino a la justicia social, quizá haya pasado, al menos temporalmente.
La gran apuesta de esa corriente globalista para reorganizar el mundo fue la pandemia, y fracasó. No sólo fracasó, sino que quedó en evidencia. Al punto que probablemente sea necesario sacrificar a Pfizer y a algunos empleados de confianza, como Fauci y Tedros Adanom, para que todo siga como está.
Todo indica que la nueva apuesta es a volver a los métodos de tradicionales. El poder del dinero, y la presión militar sin eufemismos cuando sea necesaria. El objetivo es el mismo: conservar el poder económico y aumentar el control de los recursos estratégicos en cualquier lugar del mundo. Los métodos son lo de menos.
Para grupos como los Rockefeller y sus socios y rivales en América y Europa, estos cambios no son novedad. Fueron el capitalismo pionero, puro y duro, el del petróleo y la libre empresa. Fueron eugenistas en Africa y América. Promovieron y financiaron, junto a socios europeos, las guerras mundiales que terminaron haciendo de los EEUU el centro económico del mundo. Organizaron por medio de Kissinger los golpes de Estado militares´de los 70´ en América Latina. Invirtieron en China. Financiaron la formación de la primera generación de economistas neoliberales en Chicago. Después respaldaron las aperturas democráticas de corte neoliberal. Dejaron el petróleo en manos de fondos de inversión e invirtieron en tecnologías verdes. Financiaron el ambientalismo y el feminismo. Apoyaron a Davos e invirtieron en pandemia y vacunas. Ahora apuestan a Trump con Kennedy incluido.
En suma, eso no cambia. Nos libraremos un poco de la prepotencia de género, de los niños mutilados para cambiar de sexo, de la apología homosexual, del discurso bonachón ambiental, de la censura del arte “políticamente incorrecto”. Pero el curso de un mundo que no necesita ya de miles de millones de trabajadores asalariados, y en el que el control de recursos naturales estratégicos es la clave del poder y de la riqueza, no cambiará por eso.
Presumo que lo que ocurrirá es la división de los discursos políticos entre una internacional de izquierda y una internacional de derecha. Unos serán “fascistas”, aunque sean liberales. Los otros serán “zurdos”, aunque aspiren a volver a cobrar donaciones de fundaciones como la Rockefeller. En suma, Peñarol y Nacional, solteros contra casados.
Los verdaderos negocios pasan por otro lado. Y seguirán pasando gobierne quien gobierne.
Para saber la verdad hay que observar una sola cosa: hacia quién van los recursos naturales valiosos que están encima y debajo del suelo que pisamos.
El resto es politiquería y publicidad.
POR MÁS PERIODISMO, APOYÁ VOCES
Nunca negamos nuestra línea editorial, pero tenemos un dogma: la absoluta amplitud para publicar a todos los que piensan diferente. Mantuvimos la independencia de partidos o gobiernos y nunca respondimos a intereses corporativos de ningún tipo de ideología. Hablemos claro, como siempre: necesitamos ayuda para sobrevivir.
Todas las semanas imprimimos 2500 ejemplares y vamos colgando en nuestra web todas las notas que son de libre acceso sin límite. Decenas de miles, nos leen en forma digital cada semana. No vamos a hacer suscripciones ni restringir nuestros contenidos.
Pensamos que el periodismo igual que la libertad, debe ser libre. Y es por eso que lanzamos una campaña de apoyo financiero y esperamos tu aporte solidario.
Si alguna vez te hicimos pensar con una nota, apoyá a VOCES.
Si muchas veces te enojaste con una opinión, apoyá a VOCES.
Si en alguna ocasión te encantó una entrevista, apoyá a VOCES.
Si encontraste algo novedoso en nuestras páginas, apoyá a VOCES
Si creés que la información confiable y el debate de ideas son fundamentales para tener una democracia plena, contá con VOCES.
Sin ti, no es posible el periodismo independiente; contamos contigo.
Conozca aquí las opciones de apoyo.
