Te gané, Alfredo Por Hoenir Sarthou
Alfredo García me hizo un desafío.
-A qué no te animás a terminar el año con un artículo, al menos uno, en el que no menciones al capital transnacional – me dijo con sorna.
-Bueno –le contesté, medio amoscado- lo voy a intentar.
Me quedé pensando si lo de Alfredo sería por quedar bien con Victoria Rodríguez y sus amigotes de X (ex Twitter). Pero no importa. Lo importante es que, si tengo éxito, debería tener un premio. Por ejemplo, una semana de alojamiento gratis en el hotel y spa “La ciudad de lona”, el complejo turístico que Alfredo monta cada verano en Santa Teresa (me olvidé de decírtelo, Alfredo, pero andá preparando una de las 27 carpas para este servidor).
La cuestión es que aquí estoy, buscando tema.
Decidí escribir algo ¡Pum, pa arriba! Y lo primero que se me ocurrió fue celebrar el aumento de las exportaciones uruguayas. Según “Agrositio” y “Uruguay XXI”, aumentaron entre un 8 y un 14% interanual (comparado con noviembre del año pasado).
¡Albricias!, me dije. Por fin una buena. Pero seguí leyendo y resulta que el segundo rubro de exportación es la celulosa, detrás de la carne, que en realidad bajó un poquito , mientras que la celulosa va en aumento. Entonces recordé que la exportación de celulosa no paga impuestos. “Recórcholis, Batman”, me dije, “santa pulpa de celulosa” (disculpen, este es un chiste para viejos), y que detrás de esas exoneraciones están UPM y Montes del Plata, y detrás de ellas BlackRock, lo que nos conduce inevitablemente… a ningún lado, ¿o quieren que me pierda la semana en Rocha?
Se me ocurrió entonces que están por terminar las clases y nuestros niños comenzarán las vacaciones. ¡Bravo!, gran alegría para los padres que trabajan y no saben qué hacer con sus retoños. Pero no importa, la niñez y la educación siempre son temas esperanzadores. Me puse a buscar datos y ¡zacate!, ¿qué hacen el Banco Mundial, el BID, CAF y otras sopas de letras metiendo plata y asesoramiento en la enseñanza? Bueno, no importa, dejemos este asunto. Mi semanita en el spa de Alfred (opa, el mismo nombre que el mayordomo de Batman) bien vale un silencio.
En eso estaba cuando Walter Ferrero me envía un video en el que aparece la dulce y tierna Lucía, más conocida como la Tronca o la Pepa. Sonriente, la dulce anciana le explicaba al público, al parecer infantil, que “esos arbolitos (¿se referiría a los eucaliptus?) son los que nos permiten capturar las emisiones de las vacas. Porque las vacas, como cualquier ser humano (sic) … se tiran pedos, y eso poluciona la atmósfera, aunque ustedes no lo crean”.
Con eso me bastó. Ni entré a considerar el tema ambiental. Hay demasiada plata y poder invertidos para demonizar a las vacas y glorificar a las tecnologías “verdes”, como para que el asunto sea trigo, o hidrógeno, o eucaliptus, limpio. Por algo la dulce Lucía recita con tanta devoción el catecismo. Mejor pienso en otra cosa.
De política internacional ni hablemos. Guerra e intereses por todos lados. Ucrania, Rusia, OTAN, EEUU, Israel, Gaza, Líbano, Irán, tal vez las Coreas. Nada, no puedo ni mirar para allí, o adiós Santa Teresa.
Me puse a buscar otro rubro comentable. Ya sé, pensé, el fútbol. El fútbol siempre rinde. Además es un deporte, sano, limpio. ¡Epa!, si será limpio que en la FIFA se habla de lavado, de acomodo en la elección de las sedes, y en la AUF de levantamiento de secretos bancarios. Todo muy limpio, sano y transparente, pero mejor miremos para otro lado porque asoma la cola plata que no tiene cédula uruguaya.
Desesperado, busqué huir de la asquerosa política, del comercio, de la guerra y del fútbol. “A ver, algo ajeno a la plata”, pensé. Y, ta, “la poesía dramática”, me dije. Gran tema. Casi sin problemas. Ninguna corporación invierte en poesía dramática. Bueno, no sé. Están las editoriales, y tal vez Netflix o Disney, pero no hay nada notorio. Es por ahí, pensé. Como dije, es un tema casi sin problemas. Casi. En realidad hay uno. Chiquito. Es que no sé un pepino de poesía dramática. ¡Maldición!, justo cuando tenía el problema resuelto. ¡Qué injusta es la vida!
Ya casi sin esperanzas, fui al último recurso. ¿De qué habla la gente cuando no sabe de qué hablar? Sí, obviamente. Del tiempo. Mejor dicho, del estado del tiempo. Comentan del calor, de la lluvia, de la humedad. Es el más antiguo y clásico “mata silencios”. Bueno, lo era. Porque ya no se puede decir “Qué tal, vecina, qué calor, ¿no?”. Eso era antes. Ahora es posible que la vecina conteste: “¿Y qué querés? Con los chemtrails, los radares y Haarp, nos van a cocinar o a ahogar a todos. No, terreno minado. Mejor no hablar de ciertas cosas. Ni siquiera del calor.
Estoy a punto de rendirme. Pero, esperen un minuto que voy a releer…
No está tan mal, llevo una carilla y media y no dije nada sobre los capitales transnacionales. Una carilla y media es casi un artículo. Si le pongo un cierre medio navideño que tengo en mente, todavía puedo ganar la apuesta. Listo, es esa.
Muchachos, muchachas, muchaches, y muchach (para los no binaries o lo que sea): feliz navidad. Traten de reunirse y pasarlo con sus afectos (esto quizá sea la única cosa que digo en serio en esta nota) que el mundo está difícil e incierto. Y recuerden: compren el pan dulce y los turrones en comercios chicos, porque en las cadenas grandes van a toparse con aquello de lo que no puedo hablar.
Ya está. Te gané, Alfredo. Andá preparando la carpa más lujosa. Y no huyas a México, cobarde.
Salud, paz y afecto para todos. Que el 2025 nos sorprenda para bien.
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