¿Partidos exprés?
En los últimos años han surgido nuevos partidos y candidatos políticos con diferentes resultados en las urnas. Así llegaron el Partido de la Gente, el Peri, Cabildo Abierto o ahora Identidad Soberana. También hubo figuras emergentes como Sartori, Talvi o Laura Raffo. ¿Tienen vigencia estas agrupaciones en nuestro sistema de partidos? ¿Existe el llamado “efecto novedad”? ¿Qué ocasiona que aparezcan? ¿Hay espacio para partidos basados en la popularidad de una figura? ¿Son espacios que crecen a la sombra de un supuesto desgaste de los partidos tradicionales? ¿Son grupos descartables después de una elección? ¿Representan intereses que otros grupos no cubren?
Son estrellas fugaces
Eduardo Vaz
Es una pregunta que merece la opinión de politólogos expertos en la materia. Seguramente hay muchos estudios a nivel internacional de casos que se han venido dando desde el siglo XX y, probablemente, con más intensidad en el XXI producto de la aceleración de la historia que estamos viviendo.
Desde una mirada personal limitada a la política uruguaya, lo primero que me surge es que son una necesidad del sistema democrático pues expresan la voluntad de grupos reducidos que no encuentran cauce en los grandes partidos tradicionales, PC, PN, FA y otros pequeños pero instalados como el PI o UP. Son verdaderas válvulas de escape del sistema que permiten la expresión de sentimientos y emociones fuertes, especialmente indignación y frustración, o emergencias temáticas específicas que estos partidos representan en cada momento.
Como suele suceder, son estrellas fugaces que, luego de llegar al Parlamento tienden a desaparecer por inoperantes o a ser absorbidos por el statu quo. Quizás el PERI y Cabildo Abierto muestren la primera variante: luego de un quinquenio parlamentario, su actuación estuvo tan lejos de sus promesas que, junto al cambio de prioridades y urgencias sociales, ya no tuvieron nada que ofrecer ni a sus ex votantes. En estos dos casos, se agrega la intención de construir partidos temáticos: el ecologismo y el militarismo. Son variantes como fue hace más de 100 años la intentona del partido ruralista con Irureta Goyena a la cabeza o el surgido ahora de Un solo Uruguay, Partido Por los Cambios Necesarios, que confirmaron lo que Luis Alberto de Herrera y Pedro Manini Ríos entendieron entonces: estos intentos sectoriales no se transforman en grandes partidos capaces de ganar multitudes en toda la sociedad (catch all), imprescindibles para triunfar y gobernar.
Hay otros que terminan integrados a nuestro sólido sistema de partidos, buscando un lugar bajo el sol. Un ejemplo es el Partido de la Gente, que poco después de la llegada al gobierno de la coalición que lo cobijó, terminó dividido yendo hacia el PC una parte de sus integrantes y otros al PN, saliendo de la esfera política su líder fundador, el empresario Edgardo Novick.
Otro fenómeno con algunas similitudes, pero diferente es la irrupción de figuras de carisma que logran dentro de los partidos establecidos concitar una adhesión importante pero efímera. Sartori en las pasadas elecciones es, seguramente, el caso más representativo de una figura desconocida que en base a dinero propio logró una irrupción inesperada en el PN dejando en tercer lugar a un dirigente de trayectoria y peso como Jorge Larrañaga. Actualmente, Ojeda en el PC, que sin ninguna carrera política importante siendo apenas un abogado mediático, con un derroche de dinero ajeno que nadie termina de entender, ganó la interna colorada muy golpeada por la salida de Talvi, el ocaso de Sanguinetti y la no comparecencia presidencial de Bordaberry.
El blanco pasó fugazmente por el Senado en la legislatura que termina, perdió toda credibilidad y terminó fuera. El capricorniano perdió la mayoría de su partido en solo 4 meses con la presencia del veterano Pedro que votó muy por encima suyo.
Sin embargo, a diferencia de los partidos fugaces, estos dirigentes fugaces ayudan a darle bríos y votos a sus partidos en ciertos momentos. Ellos pasan, pero el partido queda.
Esto no quita que en situaciones como la actual, de empate entre los dos bloques, los partidos fugaces puedan desnivelar la balanza o que, en casos extraordinarios, terminen dando un salto cuantitativo que los transforme en grandes de una nueva constelación partidaria, casi siempre en el cuadro de una verdadera crisis del sistema (caso del FA y la crisis nacional de los 60 y 70).
Carbonada Criolla
Isabel Viana
Los uruguayos teníamos el ritual altamente valorado de compartir una ollada de guiso cuando cambiaban nuestras jefaturas. Una comida importante, netamente patriótica, para la que los partidos que van a las urnas aportan sus versiones. Se prueban todas y del paladeo surge la opción.
Hecho el desafío, aparecen actores para llevar a la práctica la propuesta, desde directores máximos a payadores, llegando hasta meros operarios.
Se estableció el orden jerárquico de mando y cada grupo armó sus propias listas de los elementos y personajes a aportar: lo primero una olla negra de hierro grande y usada (para asegurar que no aportara gusto a fierro), leña para un fuego lento que puede llegar a durar toda la noche, bebidas para remojar el esfuerzo de los revolvedores, que se ofrecieron gustosos, vista la oportunidad de “ir probando”. Finalmente se alistaron los peladores y picadores. Mozos, ni falta que hacían: cada comensal lleva su plato y le sirven con el gran cucharón.
Después los ingredientes: cebollas y papas (¿ambas, coloradas o blancas?), zanahorias sin tronco, boniatos (¿boniato-boniato o boniato-zanahoria?), zapallo (¿criollo o caa-butiá?), choclos (¿blancos transgénicos o amarillos?), las yerbas del lugar para perfumar, que aportarían yerberas. Sal, pimienta, ajíes, morrones, aceites (¿girasol, maíz, oliva?) e ingredientes secretos que nunca faltan. Carnes (¿pulpas o chorizos?), de cordero, oveja, novillo, vaca, cerdo, liebres, mulitas, etc.
Para rematar faltaban expertos en fruta de estación. ¿Por qué esta extravagancia? Porque se tomó la decisión de hacer inolvidable la reunión compitiendo en hacer una Carbonada Criolla (secreto acordado, en secreto total, por los caudillos), argumentando que si no es así no se puede comparar. A diferencia de la Carbonada común, incluye fruta. La fruta debe tener un punto muy especial: ni muy verde ni muy madura: deberá aguantar horas de lentísima cocción sin deshacerse. Aparecen las peritas verdes, los membrillos y para vergüenzas diversas, duraznos y abacaxi ¡en almíbar y en lata, contrabandeados!), porque algunos bocados de la Carbonada Criolla deben quedar fuertes y picantes, realzados por otros sabores dulces.
Hechas las listas, pronto se dio la formación de sociedades “secretas” en las que se tomaban las decisiones. De ellas sólo se conocían los nombres de los caudillos. Al final la propuesta más convincente era declarada triunfadora. Y los jefes locales negociando y poniéndose a la sombra de algún caudillo.
Se discutió mucho: había demasiados ingredientes repetidos. No había con que presentar novedades decisivas. La gente dejó de hablar de los ingredientes y habló de los caudillos y de sus paladares.
Se cocinó y se comió. No hubo forma de que acordaran el uso del idioma “uruguayo”, como señaló uno. ¿Cómo describir la capacidad de cada caudillo para organizar la elaboración de su Carbonada si todas las ollas tenían más o menos los mismos contenidos?
Todos quedaron insatisfechos. Todos querían ser los mejores. Era tan parejo el asunto que unos decían ¡somos los que la hicimos más picante! Y ponían su nombre personal al pie de la declaración. Los otros, también bajo firma, argumentaban: nosotros nos juntamos muchos, somos más y la nuestra ofrece el mejor equilibrio de sabores.
No hubo como solucionarlo. Menos mal que se introdujeron en la Constitución mecanismos de desempate, otra Carbonada Criolla que se servirá el Domingo 24 de Noviembre.
Esperame un poco que te cuento si lograron usar nuevos ingredientes para esa olla, como pensar en nuestra demografía, trabajo y salarios, jubilaciones, defensa del territorio emergido y marítimo, cambio climático y protección de flor y fauna, migraciones u otros novedosos como la inteligencia artificial, como para prevenir sus golpes.
De repente hay que innovar con las recetas viejas!
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