Pedro Figari: la pintura como síntesis de un ideal por Alejandra Waltes
Hasta el sábado 7 de setiembre, en el Museo Figari, puede visitarse la muestra “La pintura de Figari. Etapas de su desarrollo creativo.”. El objetivo de la misma es mostrar cómo evolucionó en el tiempo la obra del artista, cuáles fueron sus destrezas técnicas y sus ideas acerca de la pintura. Todos los miércoles de agosto a las 15 horas y los sábados 17 y 24 de agosto a las 12 horas, el director Pablo Thiago Rocca junto con la conservadora del museo Alicia Barreto, realizarán recorridos comentados por la muestra en los que se analizan qué soportes y formatos prefirió, cuáles fueron sus temas predilectos, las principales influencias que recibió de otros pintores y qué lugar ocupa la pintura de su hijo y colaborador Juan Carlos.
“Se ha extendido una idea errónea acerca de la formación pictórica de Pedro Figari. Con frecuencia se dice que comenzó a pintar a una edad madura, que no sabe dibujar o que es un pintor ingenuo, y que pintó casi exclusivamente candombes. Figari expuso por primera vez, junto con su hijo Juan Carlos, en la galería Müller de Buenos Aires en junio de 1921, cuando estaba por cumplir 60 años de edad. Pero desde muy joven había incursionado en la pintura. Con 24 años asistió a las clases del profesor italiano Goffredo Sommavilla, y en su primer viaje a Europa, recién casado con María de Castro, frecuentó el taller milanés del pintor Virgilio Ripari. Pasados los años, a inicios del siglo XX, aprovechando sus días de descanso solía ir a pintar al aire libre con sus amigos Pedro Blanes Viale y Milo Beretta. Visitó museos y colecciones privadas de América y de Europa. Durante la dirección de la Escuela Nacional de Artes y Oficios (1915-17), y con la ayuda de su hijo mayor, dedicó muchas horas a dibujar y a elaborar proyectos de muebles, herrajes, luminarias y cerámicas.” “Con la exposición “La pintura de Figari. Etapas de su desarrollo creativo.” se pretenden derribar algunos mitos en torno a su formación artística. Algunos de estos mitos son contradictorios entre sí, pero han sido repetidos desde sus días hasta la actualidad. A saber: 1. Que la genialidad del pintor surge de manera solitaria y espontánea. 2. Que pinta con manchas porque no domina bien el dibujo. 3. Que no se distinguen etapas en su obra porque pintó siempre en un mismo “estilo”. 4. Que sólo pinta candombes y bailes criollos. 5. Que su hijo artista y colaborador Juan Carlos fue un mero imitador del padre. Con la exhibición de pinturas, acuarelas, dibujos, bocetos, fotografías y documentos de distintas épocas los visitantes podrán descubrir cómo Pedro Figari fue construyendo paso a paso una obra de excepcional rigor y variada temática. Estudiaremos las técnicas y procedimientos de ambos artistas –padre e hijo– y su ubicación en el contexto de las corrientes pictóricas de su tiempo.” El texto curatorial que encontramos en la página web del Museo habla de lo exhaustivo de la investigación y ordenamiento del material llevados adelante por el personal del mismo y despierta el deseo de conocer mejor el pensamiento de este abogado, político, educador, pensador, filósofo, escritor y pintor uruguayo. En una conferencia del pintor y profesor Guillermo C. Rodríguez en agosto de 1938, éste ya distinguía tres etapas en la obra figariana. “La primera de las etapas que llamaremos clásica, tiene además de su interés plástico, inapreciable valor documentario y corresponde a fechas anteriores a 1890. La producción no fue copiosa.” “Es por aquel entonces, que recibe los consejos y sugestiones del pintor italiano Sommavilla, ilustre anciano de mente lúcida, que alcanza actualmente la edad de 90 años.” De esta etapa destaca el auto-retrato, que representa a Pedro Figari, de pie, junto a su esposa, ambos frente al caballete. “El cuadro en que aparece el mercado viejo, ejecutado a la acuarela y fechado en 1890, pertenece a la iniciación de la segunda época y cotejado con el anterior, el cambio es brusco. El pintor de caballete sale a observar los efectos de la luz, como lo haría cualquier pintor impresionista. La forma de las cosas ha sido muy respetada, y graduada la atmósfera en sus distintos planos. La ejecución tan suelta y transparente de materia, como lo hubiera podido lograr un experto profesional.” “Este nocturno constituye un acierto como pintura evocadora, y ratificada en forma elocuente la poderosa memoria visual y sensibilidad de su autor. En el mismo testero, otras dos notas de regulares dimensiones, una de ellas tiene por tema, el juego de olas que rodean unas negras piedras, de nuestra costa en el Este. El otro, un nocturno, efecto de luz que tantas veces pintó durante toda su vida, sorprendido en el hermoso jardín señorial del Dr. Carlos de Castro. La visión realista que campea en estas dos obras, con sus gamas dominantes en tonos bajos: grises, azules plateados, verdes malvas y negros, es lo que da expresión inconfundible a toda la pintura ejecutada en aquella época.” Poca o nula es la información que el propio Figari dio sobre quienes influyeron en su trabajo. Al igual que otros artistas nacionales contemporáneos, estaba muy atento a las corrientes artísticas que surgían a nivel internacional y encontró un lenguaje propio y una estética identitaria en la fusión de elementos de varias corrientes. «Puedo afirmar que me he formado una manera adecuada a los temas que trato. Para pintar, yo no tomo la paleta y me planto frente al lienzo con la resolución de embadurnarlo, haciendo parodia de la realidad. No soy como los pintores; trabajo mucho en idear y sentir con reposo. ¿Cómo podría pintar con fidelidad aquella trilla?, me pregunto. Y el cuadro de la trilla, como todos los míos, es obra de un proceso de evolución, de intuición y de estudio. Evoco y sugiero.» (Pedro Figari entrevistado en revista Atlántida, Año VI. N° 271, pág. 5, “El hombre del día. Pedro Figari, el pintor tradicionalista” Buenos Aires 14/6/1923.). Fue recién a partir de 1918 que decide dedicarse exclusivamente a la pintura. Tenía casi 60 años. En 1921 partió con cinco de sus hijos a Buenos Aires en dónde encontró el ambiente propicio y el estímulo para desarrollar los temas que le interesaban. Se vinculó al círculo de intelectuales que trabajaban en la revista porteña Martín Fierro, que le brindaron un apoyo incondicional. Ese mismo año realizó su primera exposición en la Galería Müller junto con su hijo Juan Carlos Figari Castro. En 1925 se trasladaron a París, expuso en la Galería Druet y pronto comenzó el reconocimiento que lo consagrara como uno de los más importantes pintores del Río de la Plata. En esta etapa, por la que es popularmente más conocido, el propio artista se definirá en su correspondencia y en expresiones públicas como un evocador, y no solamente en lo personal, sino también en lo que atañe a la memoria colectiva: “Mi pintura no es una ‘manera de hacer pintura’ sino una manera de ver” (carta del 7 de mayo de 1933, fechada en París, a Salterain Herrera). “Mi propia visión se halla en el mismo caso. Este concepto filosófico explica mi arte, que se ha dicho, es indefinible. Juntamente es esto: yo no trato de definir ni de dar una noción precisa de la realidad objetiva, ritual, sino de ofrecer por sugestión briznas de realismo más o menos poetizado según mi manera personal de reaccionar, de ese realismo que he podido anotar en mi observación y en mi recuerdo. De ahí que no se apele a la descripción y a la definición, como es tan corriente, la que para la mayoría de los artistas fue la meta a alcanzar, llevando esto a confiar en el dominio técnico, como instrumento triunfal, total. […] Esto obliga a establecer que mi pintura es fruto de un nuevo concepto filosófico acerca del arte y de la emoción, o sea, del esteticismo” (París, enero de 1933).
Conocida como “Autorretrato con su esposa” (Pedro Figari-¿1890?)
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