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Por la salud, el trabajo y justicia social por Hugo Acevedo

Por la salud, el trabajo y justicia social  por Hugo Acevedo
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En un contexto de demoledora crisis sanitaria, económica y social, los uruguayos celebrarán el sábado el Día Internacional de los Trabajadores, el inveterado homenaje de la clase obrera a los heroicos Mártires de Chicago que ofrendaron sus vidas por la causa de las ocho horas y fueron víctimas de la crónica ignominia de un sistema capitalista tan salvaje como despiadado.

Al igual que el año pasado, este 1º de Mayo el movimiento sindical se abstendrá naturalmente de convocar a un acto de masas como ha sido tradicional, apelando a otras modalidades de movilización que preserven la salud de la ciudadanía.

Más allá que cualquier concentración masiva podría originar represión por la vigencia de la inconstitucional prohibición del pleno ejercicio del derecho de reunión y de las herramientas punitivas contenida en la LUC, los trabajadores organizados son plenamente conscientes de las graves consecuencias de la actual emergencia sanitaria, en el marco del pico de contagios y de fallecimientos devenidos de la pandemia.

En este caso, la exhortación del PIT-CNT es a participar, cada uno desde su burbuja íntima, en una celebración “descentralizada, masiva y contundente”, que verbalice la potente y contestataria voz de la clase trabajadora desde los hogares.

Empero, esta será igualmente una jornada de movilización bajo la consigna “Primero la vida, primero el trabajo”, para que la escuchen “los sordos y los que no quieren oír”, tal cual lo proclamó el inolvidable actor de la Comedia Nacional Alberto Candeau, en el marco del multitudinario acto del Obelisco, el 27 de noviembre de 1983.

Si bien la coyuntura histórica es radicalmente diferente a la de los oscuros tiempos de dictadura, porque hoy los destinos del país son conducidos por un gobierno legitimado por las urnas, hay igualmente sorderas persistentes y tan contumaces como entonces.

En ese marco, la militancia se dedicará, entre otras insoslayables tareas, a recolectar firmas con el propósito de convocar a un referendo destinado a anular la regresiva y represiva LUC y a obtener alimentos para nutrir a las ollas populares, en las cuales comen todos los días más de 80.000 uruguayos que padecen la intemperie y la indignidad de la pobreza.

No en vano y aunque la inefable senadora Graciela Bianchi lo negué el 30% de los uruguayos padece “inseguridad alimentaria”, aunque lo niegue la inefable y cada vez más folclórica senadora blanca Graciela Bianchi.

Esa es la dramática realidad, por más que el gobierno insista en su engañoso juego de cifras, que está asistiendo adecuadamente la emergencia social. Al respecto, pese al aumento de recursos destinados al Fondo Coronavirus. En efecto,  es tan irrisorio el aumento de recursos en ese rubro que provoca vergüenza ajena.

La propia proclama en defensa de la salud y el trabajo marca el rumbo cardinal de una clase trabajadora castigada por las políticas impopulares de una coalición multicolor soberbia y contaminada de profunda insensibilidad.

En este caso, el concepto de salud es proclamado en toda su integralidad, incluyendo, además de la ausencia de enfermedad, la calidad de vida de los uruguayos, que hoy está fuertemente jaqueada por el modelo regresivo y excluyente del rampante neoliberalismo de la derecha.

Cotidianamente, la propia exhortación a permanecer en casa y mantener el distanciamiento físico para evitar contagios, está siendo desvirtuada por la dura realidad padecida por más de 100.000 uruguayos que cayeron bajo la línea de pobreza en menos de un año de gobierno multicolor y de los 60.000 personas que quedaron sin trabajo en apenas diez meses, lo cual demanda salir para procurar el sustento de las familias.

En tal sentido, según lo transcendido de fuentes oficiales, de cada diez trabajadores en seguro de paro cuatro son despedidos, lo cual seguramente incrementará la tasa de desempleo, que hoy afecta a más del 11% de la población económicamente activa, índice que  equivale a la friolera de 198.000 personas, que llenarían tres veces el emblemático estadio Centenario.

Esa obcecada sordera gubernamental a la que aludíamos, no atiende la necesidad de un diálogo que reúna en torno a una mesa a los representantes del oficialismo, la oposición y de las organizaciones de la sociedad civil, con el propósito de elaborar estrategias tendientes a superar la grave crisis que está postrando al Uruguay.

Esa deliberada sordera tampoco escucha a los calificados técnicos que integran el Grupo Asesor Científico Honorario, que han recomendado la adopción de nuevas medidas para aplanar la curva de contagios del letal virus. No en vano, Uruguay lidera bate récords a nivel mundial, tanto en el número de enfermos como de fallecidos por millón de habitantes.

Si bien Uruguay no tiene la espalda financiera de los países del mundo desarrollado, lo único que se le reclama al engendro multicolor es que invierta más en la atención de la emergencia social  con relación a su PBI, ya que se dispone de abundantes reservas y de un importante acceso a créditos contingentes, en condiciones harto favorables, gracias al prestigio y al sólido posicionamiento logrado durante el ciclo progresista.

La defensa de la salud y el trabajo como valores sustantivos que promueve la central obrera en una plataforma tan combativa como reivindicativa, no soslayará, por ejemplo, el rotundo rechazo a los abusos y a la violencia policial y al inmoral y antidemocrático cercenamiento y de otros derechos ciudadanos, contenido en la regresiva, represiva e inconstitucional LUC.

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