¿Qué pasará en Argentina?
El domingo se realizan elecciones en Argentina y existe una gran expectativa por lo que va a pasar en el país vecino. ¿Qué conclusiones saca del resultado electoral? ¿Sorprendió como votaron los argentinos? ¿En caso de que haya balotaje, a quien vaticina como ganador? ¿Qué candidato es mejor para la Argentina? ¿Y para el Uruguay? ¿Qué análisis hace de la política del otro lado del río?
Frenar lo atroz y que muera la grieta por Celsa Puente
La actriz y guionista argentina Malena Pichot se expresó en las redes la semana pasada exhibiendo un cartel que decía “Hoy lo URGENTE es FRENAR LO ATROZ de la mano de LO POSIBLE” Me pareció una síntesis necesaria para tener en cuenta de cara al domingo de elecciones en el vecino país, aún para mí que estoy del otro lado del Rio de la Plata. Porque desde hace un tiempo, lo atroz se convirtió en lo cotidiano, tanto, que cada día aparecían declaraciones y ofensas más duras que las del día anterior, como si un campeonato de desalmados se hubiera disparado y la irracionalidad hubiera ganado un reinado nunca esperable aún en un país como Argentina, de reacciones muchas veces inauditas a los ojos de cualquier uruguayo convencional.
Es que a nivel mundial viene prosperando el conservadurismo identificado por el vaciamiento de los debates, -tan necesarios para el desarrollo de la democracia-, por la existencia de consignas, premisas y propuestas en las que se forja la imagen del otro no como un rival con el que disentir y contra el que argumentar, sino como un enemigo al que hay que exterminar. Estas figuras que aparecen como en el caso de Milei de súbito en el escenario político, se consideran además “dueñas de la verdad” por lo que se sienten con autoridad para calificar con adjetivos descalificantes a todo aquel que no lo acompañe. Por lo tanto, el mundo de golpe se convierte en el reino de la violencia, los insultos florecen y las propuestas de una extravagancia inusual dotadas de una irracionalidad sublime se suceden generando en algunos, adhesiones y en otros, sencillamente el estupor. Así presenciamos declaraciones en las que se propone barrer el Estado y el retiro de todos los subsidios, la desaparición de la salud pública y de la educación pública con la libertad (¡qué palabra tan tergiversada!) como bandera, al punto de plantear un proyecto de ley en el que los varones en uso de la mentada libertad podrían renunciar a su paternidad, o asistir a la posible venta y/o donación de los hijos porque los padres son considerados como sus propietarios y la capacidad del libre porte de armas y de su uso siempre que sea necesario ( no se sabe cuándo sería necesario o quizás sea un eufemismo para decir que siempre podrán usarse). Podría seguir enumerando propuestas a mi juicio, descabelladas, inhumanas y en buena parte inaplicables, escandalosas e irracionales por parte de un candidato que emergió con inesperable fuerza y que mira a todos los argentinos que no lo acompañan con desdén, ironizando sobre ellos. Es inevitable la pregunta: ¿Cuán profundo es el descreimiento en el sistema político que hay personajes que como salidos de una pesadilla logran acaparar la opinión pública y juntar votos como para hacer carrera hacia la presidencia de un país? Es un problema grave sobre el que hay que reflexionar y actuar por los efectos posibles y el riesgo que configura para todos nosotros.
Pero al fin, el domingo, y al son de muchos corazones que galopaban con temor, se abrió un nuevo escenario. Confiemos, a pesar del comprensible enojo y de la desesperación de muchos argentinos que no llegan a fin de mes, confiemos… La sensatez y la defensa de cuestiones identitarias vitales ya aparecieron en las elecciones de este domingo. Se abre un mes de esperanzas renovadas para un candidato como Massa que a priori parecía no conmover a nadie pero que, sin embargo, surgió con calma de la mano de un discurso tranquilo y conciliador, enumerando propuestas aparentemente posibles y expresando un conjunto de deseos, con la templanza de quien sabe que el panorama está difícil pero que hay un camino de unidad nacional, de diálogo, de esfuerzos compartidos que podrán dar sus frutos desde el 10 de diciembre. Ojalá por el bien de todos, que se haya muerto para siempre la grieta, como declaró ayer el aspirante a Presidente Sergio Massa. Nos hace falta a todos los rioplatenses.
Argentina, entre la articulación y el perro muerto por Sebastián Hagobián
El contexto en el que la ciudadanía argentina se dio a elegir a su futura fórmula presidencial lo podemos calificar como extraordinario en sí mismo. No solo por la extremadamente grave situación económica y social, la desacreditación del sistema político y sus actores, sino porque ya se visualizaba una elección de tercios donde los tres principales bloques tenían posibilidades de acceder al gobierno. Esto implotó la lógica de dos candidaturas o bloques, que predominaron en todos los actos eleccionarios desde el retorno a la democracia hasta ahora.
Este complejo panorama social, económico y político, fue el claro caldo de cultivo para que sea fértil el discurso que vienen pregonando las nuevas derechas a nivel mundial, que es un coctel entre la declamación anti sistema, neoliberal y el mesianismo. Este fue encarnado en Argentina por Javier Milei, quien nos sorprendió al ser el más votado en las PASO, pero que no sorprende que no ganara en primera vuelta como muchos pretendieron hacer creer que pasaría.
A diferencia de la interna competitiva de Bullrich y Larreta por quien sería el candidato de Juntos por el Cambio, y el enigma acerca de cuál sería la votación de Milei, porque esta representaría su piso electoral de cara a octubre, el Peronismo no se jugaba nada en las elecciones PASO. Porque ya tenía la fórmula acordada por su máxima dirigencia y la candidatura díscola de Juan Grabois nunca representó peligro alguno.
Es por esto, que en esta primera vuelta realmente los tres aparatos electorales y su militancia se midieron a pleno siendo el del peronismo quien logró imponerse. Este dato de aparato y militancia no es menor, porque refleja que ante un eventual ajuste que la economía inexorablemente va a tener que realizar gane quien gane, – para poder estabilizar el panorama y evitar la profundización de la crisis-, Massa tiene más espalda política y social que Milei.
Si bien en esta última etapa Sergio Massa se desempeñó como Ministro de Economía, la economía nunca fue su rol histórico en la política y la crisis económica del país no es producto de su gestión. Con gran habilidad política de articulación, reconocida a nivel nacional e internacional, parece ser más fácil que pueda reclutar electorado y apoyos tanto de Juan Schiaretti como de la histórica UCR quien por su historia institucional y republicana no apoyarían a el proyecto de Milei.
Entonces, si nos preguntarnos: ¿Quién es el que mejor le sirve al Uruguay? Al Uruguay, le sirve quien le sirva también a la Argentina. Entre un perfil de diálogo y articulación o el “mesiánico” que le pide consejos a su perro muerto, la respuesta parece evidente.
Cómo ganar una elección en Argentina por Santiago Gutiérrez
El resonante triunfo de Massa el domingo pasado dejó al desnudo lo liviano de cualquiera de las alternativas electorales que pretendían representar al cambio como concepto.
En un país donde no hace falta hacer el enésimo análisis socio-económico que describa lo dramático de su situación, el oficialismo levantó la cabeza, una vez más. Los motivos son varios.
El peronismo como enorme fuerza (polifacética e inmortal) y estructura política-cultural inserta en lo más profundo de la argentinidad, la excelente campaña desde las PASO de Sergio Massa como candidato y su equipo de comunicación, junto a las enormes falencias de los candidatos y equipos de La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio, parecen ser desde este lado del Plata los pilares del triunfo oficialista.
El ministro-candidato Massa logró por discursiva y narrativa de campaña, mostrar garantías de proyecto y seriedad (que su gobierno está lejos de dar). Logró meterse en el imaginario de la gente como presidente con capacidad de gobernar y, sobre todo, liderazgo. Al mismo tiempo, la campaña oficialista escondió y despegó de cada rincón de su estrategia a cualquier personaje o reflejo kirchnerista, esterilizando así la principal contraposición de ambas campañas opositoras. Un candidato que se mostró serio, mesurado, de buena discursiva, corrido totalmente a la centro-derecha, que se mostró familiar y religioso, escondió la cara más oscura de la corrupción oficialista y con eso (y un gran ayudín de dineros estatales) superó cualquiera de las propuestas de cambio, y a la propia situación argentina. Conservó y se impulsó de la mística del movimiento. Conquistó al peronismo más tradicional, y el peronismo más progre apretó los dientes y votó, quizás más por selección negativa, que por convicción. Masterclass de política electoral argentina.
Sumado a todo esto, Massa tiene en sus manos una oportunidad única. Representar él mismo el cambio sin dejar de ser el oficialismo. Al despegarse (cerca del límite de lo verosímil) de su propio gobierno y del kirchnerismo, una victoria y firmes decisiones lo posicionarían como líder de una nueva época peronista al frente de la Argentina.
Da la sensación que todo sigue igual. Argentina y su gente muy mal. El peronismo reconvirtiéndose una vez más, siendo la única fuerza que entiende cabalmente a la Argentina como nación y cómo se conforma el tejido del poder. Siendo oficialismo y oposición.
De mientras, los impulsos de cambio, aislados, poco serios, tímidos y sin liderazgos creíbles. Porque parece ser que todavía ninguno entendió de verdad a su propio país. A su propia gente. Parafraseando una vieja y simpática campaña de Menem: Massa lo hizo.
Argentina elige malo conocido ante peores por descubrir por
Oscar Mañán
Argentina llegó a la contienda electoral sumida en una recesión (-2%), crisis inflacionaria de gran magnitud (~200%), una inestabilidad cambiaria alarmante, gran endeudamiento y con un aumento obsceno de la pobreza (40.1%). El mapa electoral se presentaba dividido en tercios según las encuestas que, en la media daban ganador a Milei, y con incertidumbre sobre quién sería el contrincante de la segunda vuelta, si Massa o Bullrich.
No obstante, como alguna vez dijo Lucía Topolansky: “el susto despertó al mamado”. Lo que se esperaba dado una proyección que se hacía con base en las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) no se objetivó en la primera vuelta.
Los resultados electorales plantean un escenario de balotaje, pero con un primer lugar del actual ministro de economía Sergio Massa (36,68%) con casi 7 puntos por encima del candidato de “La Libertad Avanza” Milei (29,98%) y muy por encima de Bullrich (23,83%). El escenario actual pone a la ciudadanía en una disyuntiva. Por un lado, un candidato y ministro de economía que carga con los fracasos del gobierno y que promete un mejoramiento de las condiciones de vida, programas de ayuda social y trabajar por la unidad nacional. Por otro, su contrincante, un pretendido outsider de la política, diputado y adalid de las libertades sin importar las diferencias sociales, propone la dolarización de la economía, terminar con el banco central y sostiene que si hay una necesidad el mercado la provee, si no lo hace ésta no existía. Se declara “anarcocapitalismo” término por demás esquivo.
Si bien se espera una dura campaña hacia el balotaje, con ataques furibundos a la corrupción gubernamental, a la situación de la economía, entre otras cosas, los argentinos preferirían al candidato oficialista eso a la incertidumbre total.
Las armas de Massa serían separarse de un gobierno que no fue bueno, afirmar que la economía cargaba con un conjunto de restricciones que se fueron gestando con malas decisiones gubernamentales comenzando con el endeudamiento macrista. Sin duda, es un acto de fe grande, pero la religiosidad del pueblo vecino lo estaría permitiendo y el aparato del justicialismo y del movimiento peronista son un apoyo insoslayable.
En cambio, a Milei le toca argumentar las bondades de la dolarización (si es que no se retracta) y otros cambios institucionales que promete. La medida de choque que más asusta a los argentinos, impactaría positivamente en la inflación como en la tasa de interés interna, y en tendencia la dinámica de precios convergería con la de EEUU, pero no es automático. A Ecuador le llevó 4 años la estabilidad monetaria y su crecimiento económico fue menor que el período anterior. Tendrá a su vez, efectos menos alentadores, aumentará los dolores para la mayoría desprotegida de la población, necesitaría mayor endeudamiento para sustituir su masa monetaria, no tendrá política monetaria que permita promover algunos sectores (especialmente caerá su competitividad externa) y los recortes deberán ser leoninos ante la presión de los acreedores (multilaterales o tenedores de bonos).
El dilema será: ¿Por qué regalar soberanía que a la vez hará más vulnerable al país a los vaivenes de la economía global, bajará salarios en dólares de manera drástica y traerá mayores recortes?
Los electores no son tontos y, como gustaba resaltar Tomás Eloy Martinez, una característica de Argentina es que el ciudadano común tiene un coeficiente intelectual mayor que la media de sus gobernantes.
Argentina sigue a los tumbos por por Danilo Arbilla
En agosto, después de las Paso, titulé mi artículo en Voces: “Argentina a los tumbos, por ahora”; creo que sigue en eso, visto el resultado de las elecciones. Pienso que después vendrán los porrazos y me temo que salpicarán.
Dije entonces que tanto los kirchneristas como Milei eran populistas. Quedó probado, creo, y ello es lo que explica, primero la sorpresa Massa y segundo que él junto a Milei sean quienes van a la segunda vuelta.
Sobre las Paso recordé en ese artículo que eran “una aviesa invención” de Kirchner, “para jugar con cartas vistas” y en los meses siguientes “actuar en consecuencia”. Añadí: “Es lo que hoy trata de hacer Sergio Massa”. Y así fue: lo hizo. Nunca pensé que iba a arriesgarse a tanto, empero. Tampoco pensé que fuera a ganar.
Pero dejemos de lado las autorreferencias, que no quedan bien, y vayamos al núcleo de la cosa: cuánto importan las elecciones en Argentina.
Primer dato, a más de la cuarta parte de los argentinos les importan un carajo. Más de 9 millones 200 mil no fueron a votar. Se quedaron en su casa y ni se molestaron. Y si contamos los votos en blanco y anulados fueron 10 millones.
Otro detalle algo anecdótico, Massa, que solo obtuvo un tercio, perdió con los antikirchneristas- Milei, Bullrich y Schiaretti-, que sumaron casi dos tercios. Pero más lejos aún perdió Milei que no llegó ni a un tercio mientras “la casta”, según su propia categorización, supero cómodamente los dos tercios.
El peronismo fue favorecido por la división de las fuerzas opositoras. Una constante. Como con Chávez y el chavismo, en su momento con Ortega y con tantos otros de sus correligionarios; me puedo remontar hasta a Allende en mi memoria-. Y ese es un handicap. Si lo sabrá Lula: sus asesores de campaña fueron los mismos que ahora asesoraron a Massa.
Además, en el caso argentino con una oposición a su vez muy dividida, muy heterogénea, muy enfrentada entre sí y peor aun, en casos pateando no se sabe para qué lado. Me refiero por ejemplo a los radicales, tantas veces funcionales al peronismo. Creo que, en el balotaje, en su mayoría, también lo serán y significarían mucho para un eventual triunfo de Massa. Y serían socios importantes si éste llega a la presidencia, estimo. Cuando se habla de los males de los ultimo 90 años de la Argentina se los cargan al peronismo, pero mucha responsabilidad cabe a los radicales, en alguna forma compañeros de ruta. Si uno se pone a escarbar un poco, es así.
Hay muchos elementos que explican el sin sentido del resultado del pasado domingo.
Más allá de los nombres propios, el populismo fue el gran ganador. Y los populistas se valen de ciertas debilidades de la gente, que para empezar le tiene miedo a la libertad. La libertad implica riesgos y esfuerzos. Son más los que prefieren que le den pescado a que los enseñen a pescar. La gente necesita tutores y eso peligrosamente en casos la lleva a sacrificar la democracia y las libertades. Creen más en lo que le prometen y le dicen. Para empezar, le sacan un peso de encima: les aseguran que ellos no son los responsables de los males, penurias o depresiones que los aquejan. La culpa la tiene el otro o los otros. Digamos el imperialismo yanqui, el FMI, el capital financiero, los empresarios, el patrón, o la Iglesia y por supuesto los políticos. Simultáneamente les prometen salidas milagrosas, rápidas y sin mucho esfuerzo.
Milei manejó muchos de esos elementos. De entrada, los convenció de que los males del pueblo tenían como único y gran responsable a la “casta política”, “los políticos que le roban su dinero”, la burocracia, todos “ñoquis” que no laburan y cobran a fin de mes: el Estado explotador y vividor. Mas la varita mágica: la dolarización y el fin del Banco Central y cierre de unos cuantos ministerios. De una pincelada se acababa con la inflación, el déficit fiscal y además todos iban a cobrar en dólares. Al principio la gran mayoría pensó que le canjeaban pesos por dólares. Y mucha libertad, incluso para llevar revolver al cinto.
Milei subió como leche hervida.
Ese fue su problema; y demasiado temprano, además. Debió explicar el cómo. Entonces comenzó a tartamudear, habló de recortar subsidios, de que había que trabajar para poder cobrar lo que sea, que iba a llevar su tiempo. Prometió que en 35 años Argentina sería como EEUU.
¡Para!¡Para! En esa época más de la cuarta parte de los votantes, estarán muertos.
A Milei, tampoco le ayudo una indisimulada tendencia autoritaria y la soberbia. La soberbia es mala compañera.
Massa, no es menos autoritario que Milei- quizás más- ni menos soberbio, aunque ahora juegue de humilde, pero es más ducho y también mucho más irresponsable y mentiroso y sin ningún escrúpulo. Gastó mil millones de dólares e hizo trampas. Pero a la vez les dio “platita” contante y sonante. Adelantos, bonos y aumentos a funcionarios y jubilados – 18 millones dependen del Estado-, bajó impuestos, repartió bicicletas, tablets, lavarropas y heladeras. Y emitió y emitió. Pan para hoy y hambre para mañana. Pero la gente no tenía tiempo para analizarlo: tenía que ir a la cola para invertir “la platita”, ya en el bolsillo, para comprar electrodomésticos. Massa, también les dijo que cuando sea presidente, – hoy es el ministro de hacienda responsable principal de la crisis-, iba a hacer desaparecer la inflación. Increíble.
Pero el golpe fuerte fue el precio del boleto. Como es sabido éste es un tema que forma opinión: de dos a cuatro y más veces por día el ciudadano se alegra o putea según lo que deba de sacar. Y Massa, en cada tren y en cada colectivo les aseguro que él mantendrá el precio subsidiado de 53 pesos y que con Milei o Bullrich, -ambos dijeron que iban a sacar el subsidio-, pasaría a costar 1100 pesos. Fuerte. Y mientras, Bullrich prometiendo seriamente sangre sudor y lágrimas. Salió Tercera: ¡un campañón!, sin duda. ¿Y el después?: muy negro.
¿Nada que explicar? Por Gonzalo Pérez del Castillo
Tal vez una respuesta breve y sencilla a VOCES sería que a nuestros hermanos argentinos no los entiende nadie. Y dejarlo ahí. A primera vista es insólito que haya triunfado en las elecciones del domingo 22/10/2023 el Ministro de Economía de uno de los gobiernos con la performance más nefasta de la historia. Un país rico en todo tipo de recursos, incluso humanos, pero destrozado por una pésima gestión que arroja 40% de su población bajo la línea de pobreza, 140% de inflación, déficit fiscal creciente, deuda externa insostenible, y devaluación imparable de la moneda. El candidato Sergio Massa representaba, además, la continuación del Kirchnerismo con su triste y larga historia de corrupción. Y lo representaba como Primera Espada visto que el tristísimo Presidente Fernández había desaparecido y la Vicepresidente andaba ocupada en sus interminables litigios con la justicia. Todo esto cuando siguen quemando en la memoria del electorado los casos no resueltos de la AMIA, Nissman, Baez, los bolsos de dinero en el convento y un largo etc. Por si faltara algo llegaron como refresco los grotescos episodios de Insaurralde y “Chocolate” pocos días antes de las elecciones. ¿De veras los argentinos quieren más de lo mismo?
Evidentemente no puede ser así. La única explicación que queda es que Massa no ganó, sino que la claudicante oposición perdió un partido imposible. Las urnas dejaron en evidencia que ellos contaban con una amplia y clara mayoría de más del 60% de quienes emitieron su voto.
Juntos por el Cambio, el partido patrocinado por el ex Presidente Macri, se deshizo en luchas intestinas y terminó proponiendo una candidata, Patricia Bullrich, que, a todas luces, no dio la talla. Se dejó robar el tan mentado “cambio” por un outsider, Javier Milei, tan preparado en enunciar teorías económicas del desarrollo como imprudente en materia de competencia electoral en un sistema democrático muy complejo. Milei exteriorizó sin restricciones su hastío profundo contra los políticos y las instituciones del Estado. La mera mención de los mismos lo hacía montar en cólera. Interpretó correctamente la justificada furia de sus conciudadanos. En las PASO, el pueblo argentino dejó claro que quería un cambio radical y eso lo ofrecía Milei.
Pero en las elecciones generales del domingo 22/10 la historia fue distinta. Si las PASO reflejaron la bronca de los argentinos, estas otras reflejaron su miedo. Sólo quienes ya habían apostado a Milei no se bajaron del caballo ganador. No se le sumó prácticamente más nadie. Los votos de la oposición se dispersaron mientras Massa ponía en marcha, desde el gobierno, el viejo aparato peronista, los intendentes, los sindicatos, los funcionarios y probablemente una parte importante del empresariado acostumbrado a hacer negocios con el Estado. El Ministro incurrió sin pudor en adoptar medidas económicas de reparto de dinero y eliminación de impuestos al salario que tuvieron un decidido impacto en una población empobrecida. No olvidemos que más de 18 millones de argentinos dependen del Estado para sus ingresos. Los débiles prefieren un Estado protector y no uno que amenace lo poco que tienen. El resultado fue que Massa quedó vencedor (36%) y Milei segundo (30%). La oposición se dispersó una vez más y fatídicamente.
Mi impresión es que Massa va a ganar en el balotaje. Tiene y tendrá el apoyo del peronismo que pesa mucho en Argentina, pero él no proviene políticamente del peronismo, sino que comenzó en la UCeDé (Unión de Centro Democrático). Puede constituir una opción no solo para los votantes de Schiaretti (7% – ex peronista) y de la izquierda de Bergman (3%) sino también para muchos radicales que ven a Milei como un salto al vacío. Parecería, además, que al menos algunos votantes de Juntos por el Cambio ya se fueron con Massa. Éste ha demostrado que no le tiembla el pulso para hacer jugar al aparato del estado en favor de su campaña política y no está claro qué tropelías adicionales es capaz de inventar para asegurar su victoria. El discurso del Domingo de Massa fue sereno, se refirió al valor de 40 años de democracia, a constituir un gobierno de unidad nacional convocando a los mejores, a la Argentina industrial, al federalismo, al cuidado de los recursos naturales propios, a las Malvinas Argentinas, al Papa y a los valores de la familia.
No fueron temas elegidos al azar. Cada uno de ellos apunta a debilidades que asoman en el personaje que creó Milei y que, a la hora del miedo, le jugarán en contra. Ni su original concepto de la familia, ni sus apreciaciones sobre el Papa argentino, ni su admiración por Margaret Thatcher, ni sus apreciaciones sobre los años oscuros de la dictadura van a jugar a favor suyo entre los indecisos. También genera incertezas sus declarados propósitos de cerrar el Banco Central, varios ministerios, dolarizar la economía y distanciarse de China comunista y Brasil, sus dos principales mercados. El pensamiento económico de Milei es liberal, pero él se define como anarco-capitalista, una ideología que muy pocos entienden. Todos saben por el contrario que Vox en España o Bolsonaro en Brasil son partidos ultranacionalistas de derecha y sendos representantes estaban presentes en su bunker para acompañarlo en la celebración de la victoria que no sucedió.
Todos los temas mencionados resultan relevantes en la medida en que la mayoría de los votos que hay que conquistar con vistas al balotaje se ubican en el centro del espectro político. Para llegar a ellos Javier Milei tiene un recorrido mucho más largo y dificultoso que el que debe realizar Sergio Massa.
Lo más triste y terrible de esta historia es que el planteo fundamental de Milei es certero. La Argentina ha sido saqueada por sus gobernantes desde hace décadas. La corrupción se ha naturalizado, se ha convertido en el modus operandi de los gobiernos a nivel nacional y provincial, ha permeado en el ámbito de los empresarios, los funcionarios públicos, los sindicatos y a las organizaciones de la sociedad civil. Los recursos de los contribuyentes se roban o despilfarran de manera escandalosa. El uso abusivo del poder en todos los niveles ha terminado por derrotar al país, a su cultura de trabajo y a su gente. La forma en que Massa se comportó en este último mes parece indicar que, si él gana, este afligido y lamentable panorama no va a cambiar mucho.
Massa anunció que se había cerrado la grieta. Milei responde que la grieta no es social sino moral. Todo indica que ni las muy conocidas recomendaciones de Andrew Lloyd Weber y Tim Price, ni la melódica voz de Madonna, lograrán evitar que muchos sigan llorando por la Argentina.
Viva la libertad, carajo! Por Leo Pintos
Sospecho que somos muchos los que intentamos encontrarle una explicación a los resultados de la elección del pasado 22 de octubre en Argentina. Y creo también que es una tarea imposible. Partamos de la base de que existe un «sesgo retrospectivo “que nos hace analizar las campañas electorales en función del resultado, como si las relaciones causa-efecto estuvieran bien definidas. Sin embargo, la elección argentina vino a mostrarnos que la voluntad popular es insondable. Y que las encuestas, que antes fueron insumos más o menos válidos, hoy son apenas un placebo. Existen procesos históricos que moldean el perfil de una sociedad, y que vistos en retrospectiva sirven para entender su actualidad. Pues bien, olvidémoslo todo. Porque se trata de la Argentina. Porque cada elección pasa a ser una anécdota más en el interminable periplo errático de la Argentina hacia ninguna parte. Por eso lo mejor tal vez sea analizar lo ocurrido sin acercarse demasiado al corazón del asunto, quedarnos con cuestiones accesorias, que, si bien no son cien por ciento aplicables a todos los países, pueden darnos una idea de por dónde vienen los tiros en las democracias del siglo XXI.
Por eso es pertinente detenerse en el rol que juegan los medios de comunicación, las encuestadoras y las redes sociales. Información, estadística y algoritmos. Un cóctel cabezón para momentos que requieren lucidez. En estricto orden de aparición, estos tres actores han ido adquiriendo protagonismo en los procesos electorales con rotundo fracaso de público y crítica. Para el caso que nos ocupa, pudimos ver que los grandes grupos mediáticos apostaron todos sus boletos a yegua ganadora y terminaron masticando bronca. Indicador de que ya no influyen tanto como quisieran. Las encuestadoras fallaron otra vez, y ya no le erran al clavo, es que ya no le dan ni a la herradura. Algo que viene sucediendo en todos los procesos electorales del mundo y que parece no tener solución de continuidad, y que debiera hacer que se replantearan la metodología de trabajo. Y, por último, debiéramos rever el valor que le asignamos a las redes sociales en general y particularmente en las campañas electorales. Está claro que algo influyen, pero son un concentrado de la histeria colectiva dominante en todas las sociedades, pero aún no deciden elecciones. De lo contrario Javier Milei debió haber ganado.
Todo lo anterior no le quita mérito a lo logrado por Javier Milei. En un ambiente de caos y desesperanza, él tuvo la habilidad –por llamarle de alguna manera- de parasitar ciertas emociones colectivas. Pero visto lo visto, parece que encontró su techo de forma algo abrupta, y el chichón es grande. Porque todo tiene un límite. Al menos, por el momento.
La debilidad de argumento, la pereza intelectual y la pobreza de imágenes y discurso han calado fuerte en occidente, y son la principal amenaza a la democracia liberal. Esta incapacidad nuestra para aprender de errores pasados no augura buenos tiempos para quienes creemos que no todo vale en política. Ni la utilización del clientelismo y la asistencia estatal para comprar votos, ni el discurso incendiario e irresponsable de quienes se autodenominan libertarios, pero que no son otra cosa que una manga de psicópatas del primero al último.
La gran tragedia argentina parece estar siempre empezando y de este lado del río nos obliga a abrir bien grandes los ojos, porque tarde o temprano algo nos llega. Y por lo que estamos viendo en varios ámbitos de la vida nacional, da para preocuparse. Recuerden, el río no nos separa, nos protege.
Malhaya triste destino por Esteban Pérez
Pese al rugir del león y a la sorpresa del mes de agosto, se dio un resultado esperable en las elecciones argentinas. Más que porque “el susto despertó al mamao”, el gatito mimoso de la ultraderecha perdió votos con declaraciones destempladas: atacó al Papa, fuerte referente y orgullo para muchísimos argentinos, desparramó votos femeninos con la propuesta de que los hombres rechacen legalmente a sus hijos y sobretodo se echó en contra a la burguesía de los agronegocios e industriales, al anunciar ruptura diplomática con China y Brasil, las dos principales tetas de las que maman unos y otros.
No tengo dudas de que en noviembre gana Massa, pero tampoco las tengo que gane quien gane el gran perdedor será el querido pueblo argentino. Continuará la masa trabajadora manipulada a través del peronismo, en función de la oligarquía porteña.
Este fenómeno nacido en los orígenes de la 2da. Guerra Mundial, en el auge de militares provenientes del “campo popular” que generó a Hitler y Mussolini, acariciando con la izquierda al pueblo, pero abrazado fuertemente con la derecha a un ultranacionalismo capitalista, aplicando la política de “me quedo con tres y desparramo dos entre el pueblo”, pero no me toquen el capitalismo.
Genios con piel de camaleón deglutieron “ideologías” y sentires populares neutralizando la posibilidad del crecimiento de izquierda transformadora en el seno del pueblo.
Recordemos aquel entusiasmo al regreso de Perón: “Perón, Evita, la patria socialista”; cuántos de aquellos jóvenes que coreaban la consigna fueron masacrados y desaparecidos por la Triple A del verdadero mando peronista. Cuántos jóvenes aún corean “¡Perón, ¡Perón, aquí está la juventud para la revolución!” entregando sus energías rebeldes para que la burguesía argentina continúe con anestesia explotando a su pueblo, marginando a los originarios y despilfarrando la inmensa riqueza de su territorio.
Parafraseando al gran Atahualpa Yupanqui: “Malhaya triste destino el del querido pueblo argentino” … hasta que logre romper el cerco, encontrar los caminos de unidad de trabajadores, campesinos y pueblos originarios en un contundente movimiento popular capaz de crear la herramienta libertadora y transformadora con una verdadera revolución social como la que soñó y por la que luchó junto a las provincias unidas nuestra raíz común: José Artigas.
América Latina toda necesita al gran pueblo argentino de pie, dueño de su destino.
Soy un convencido de que nuestros hermanos argentinos tienen vocación de parteros de la Historia, de catalizadores para el nacimiento de la Patria Grande.
Mi abrazo y mi corazón para los cabecitas negras, para los originarios que sobreviven como pueden y para los hermanos de las villas miseria. Les tocará más de lo mismo pero un día despertarán y serán revolución, no es casual que de las entrañas argentinas surgió el Che de América. ¡Vivan los que no bajan nunca los brazos!
La Libertad no Avanza por Rodrigo da Oliveira
Complejo panorama muestra Argentina, de cara al ballotage del próximo noviembre.
Sencillamente, han quedado sin opciones electorales que den libertad al votante.
Entre un kirchnerismo devenido massista, una especie de revisión maquillada y pasible de ser presentada como posibilidad elegible y un mileísmo rampante, que se da de frente a todo y a todos, quedó rehén la ciudadanía.
Del historial de Massa huelga hablar, aliado primero, fuerte crítico después, presidente de la Cámara y hoy, candidato de una fuerza a la que no nombra, de un gobierno del que se despega para no quedar manchado y ministro plenipotenciario del mismo con números de asombro, pero para mal.
Un detalle que llama la atención: hace apenas unos días, el FMI otorgó un préstamo de más de siete mil millones de dólares, que fueron inmediatamente volcados a planes sociales, vale decir a la compra de votos mediante la «ayuda social».
Enorme incentivo que dio aire a las flojas cifras electorales que preveían para el oficialismo. ¿Cuál fue la razón para que el Fondo apoyara directamente a un gobierno en campaña y a su candidato, cuando ni una sola de los compromisos asumidos fueron cumplidos por dicho gobierno?
Conjeturas muchas, certezas pocas, pero los hechos son los narrados. Nadie ha salido a dar la cara por tal maniobra y será raro que alguien lo haga.
Del otro lado un novel candidato, Milei, con pasado de panelista televisivo, algunas credenciales académicas, un discurso encendido que apuntaba a todo lo que se movía y con características de agitador social por encima de la media.
Se le cuestionan las formas y para algunos también el fondo de sus propuestas.
Hoy aparece algo más conciliador, llamado a intentar captar la mayor cantidad de votantes, esos mismos a los que ayer insultaba desmelenándose.
Para nuestro país no hay casi opción posible que resulte favorable: con Massa seguirá todo como hasta ahora, aferrados a un Mercosur inoperante, enfocado a China compitiendo con nosotros, proteccionista de sus productos y con una política macro que está haciendo pedazos la industria turística uruguaya y parte de lo que se manufacturaba con aquel destino también.
Agreguemos el dólar planchado que presenta Uruguay y la situación es mucho más que compleja.
Por el lado mileísta es una gran incertidumbre: no deja claro los qué, los cómo ni los plazos, sólo tirando titulares que no muestran cómo sería el camino a seguir.
A largo plazo, presenta cuestiones compartibles en ahorro, visión de las posturas económicas hacia el exterior y apertura de acuerdos de libre mercado. Todo ello aún sin explicitado a cabalidad.
Lo que nos deja frente a la segunda vuelta de noviembre es un electorado cautivo frente a dos opciones que difícilmente serían electas de tener situaciones aceptables, en un país muy rico pero devastado por las sucesivas administraciones. La polarización actual es una de las consecuencias de tal despojo y por ella la actual coyuntura para sus electores.
Quedaron frente a frente el peor y el menos malo, sin que logremos determinar cuál es cuál.
Que el futuro te sea leve, tierra hermana.
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