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¿Quiénes fueron los Illuminati? por Miguel Pastorino

¿Quiénes fueron los Illuminati?   por  Miguel Pastorino
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Los Illuminati sobre los que nacen todas las leyendas y que hoy aparecen en películas y novelas, fueron un grupo esotérico que nació en Baviera en 1776 y no continuaron existiendo más allá del siglo XVIII. Los grupos del siglo XX que utilizan el mismo nombre son una invención reciente y no tienen ninguna conexión con el grupo original. Ahora vuelve a hablarse de ellos como los creadores del Covid19 en algunas teorías conspirativas, como el grupo en las sombras detrás del nuevo orden mundial. Pero dejamos a un lado las fantasías y nos detenemos a esclarecer brevemente lo que surge de la investigación histórica sobre este misterioso grupo.

Antes de contar su historia, aclaramos que existe una confusión de términos. La palabra francesa Iluminisme tenía un sentido peyorativo para referirse a formas de misticismo católico o protestante y en el siglo XVIII se extiende a las corrientes esotéricas, ligadas en su mayoría a obediencias masónicas, siempre referido a cuestiones mágico-ocultistas o místicas. Lo que a veces se ha traducido mal al español como Iluminismo es «Les Lumières» (Las Luces), que se refiere a las filosofías racionalistas y empiristas del siglo XVIII. Y lo cierto es que en el siglo XVIII convivían en las mismas organizaciones y en las mismas mentes, el «illuminisme» y el «Les Lumières», el misticismo mágico-esotérico y el racionalismo. Los «Illuminati» de Baviera son un ejemplo de esta convivencia entre racionalismo anticatólico y mística esotérica.

Los orígenes: Weishaupt.

La historia de los Illuminati comienza con un joven y brillante jurista, Adam Weishaupt (1748-1830), quien, en su acelerada y brillante carrera intelectual, atribuye todas las persecuciones y críticas que recibía a un complot de los jesuitas. No le entusiasma la masonería que le recomendaban para obtener influencia y protección, por lo que animado por un alumno suyo que lo entusiasmó con las sociedades secretas, reunió en su despacho, el 1 de mayo de 1776, a unos tres estudiantes para fundar una Orden: «Illuminati». Con tan solo cinco miembros ya se dividía en grados. Uno de ellos Anton von Massenhausen (1758-1815) se traslada a la Universidad de Munich y reclutará nuevos miembros. En 1777 eran ya veintisiete miembros, de los cuales la mayoría eran estudiantes adolescentes. A pesar de sus críticas a la Masonería, Weishaupt crea un sistema iniciático con ceremonias que recuerdan los grados de las logias masónicas.

Públicamente se proponen el perfeccionamiento moral de sus miembros y el fin secreto es la difusión de las ideas del «Iluminismo» junto al combate a la Iglesia Católica. Sus escritos oscilan desde el deísmo al ateísmo. El siglo XVIII europeo cuenta con un gran desarrollo de corrientes filosóficas racionalistas y empiristas, pero al mismo tiempo por una gran avidez por lo mágico, lo esotérico y la mística ocultista, en clara confrontación con el cristianismo.

Weishaupt asume una moda intelectual traída a Alemania por orientalistas: la religión zoroástrica. La estimaron como la más antigua del mundo, cosa que no es cierta y fecharon el origen de los Illuminati en el año 632 d.C. Más tarde, sin que sus compañeros supieran, Weishaupt abandonaba la causa en 1777 para ser recibido en una logia masónica de Munich («La Prudencia»). En 1779 induce a los Illuminati de Munich a obtener una patente de una logia de Berlín, con el fin de crear una nueva logia masónica en la capital bávara.

 

Knigge y la etapa masónica (1780-1784)

El barón Adolf Franz Friedrich Ludwig von Knigge (1752-1796) será la figura decisiva para el éxito de la Orden y quien le dará la forma masónica definitiva. Era un cortesano inquieto que en enero de 1780 cuando se encuentra con los Illuminati, que se jactaban de tener un origen antiquísimo y una red internacional, se convenció de haber encontrado a los verdaderos guardianes de todos los secretos. Hizo una gran construcción teórica de corte masónico con ceremonias y grados propios, aspectos «históricos» y doctrinales para su divulgación en grados inferiores, creándole a la Orden un aura de misterio y ocultismo que jamás habían soñado. Si la Masonería de Estricta Observancia reivindica como antepasados a los Templarios, Knigge y Weishaupt aseguran que los Illuminati se remontan al arca de Noé. Knigge afirmó que los cristianos eran illuminati «antes de la corrupción de los pontífices romanos». En su correspondencia privada, Weishaupt confesaba que «no podía menos que reír», cuando leía los fantasiosos orígenes de los Illuminati tal como eran presentados a los grados inferiores. En los primeros grados se alaba al cristianismo y sus bondades, pero en los grados de Sacerdote y de Regente, cae el velo y se postula el deísmo como religión dentro de los límites de la sola razón, que rechaza la inmortalidad del alma y reduce a Dios a un vago concepto abstracto.

El elemento político distinguió a los Illuminati de otros sistemas masónicos alemanes. Se oponían a la monarquía y eran proclives al régimen republicano y democrático, pero no imaginaban una revolución, sino la infiltración lenta en los engranajes del poder.

Llegan a su apogeo en 1784, con aproximadamente 2.500 miembros repartidos en Alemania, Suiza, Polonia, Países Bálticos y casi todo el Imperio austro-húngaro. Knigge recluta a muchos desencantados de la Estricta Observancia y entre sus nuevos y numerosos adeptos habían príncipes, ministros y dignatarios, lo cual complica su paso a los altos grados donde se enseña a conspirar  contra los mismos príncipes. Carlos Augusto de Sajonia-Weimar será quien persuada para su afiliación en 1783 a los dos miembros más famosos: J. W. Goethe y J. G. von Herder. Aunque se sabe que estas dos grandes figuras de la intelectualidad germana solo lo hicieron para complacer al duque, sin involucrarse demasiado.

La persecución (1784-1788)

Las ideas de revolución cultural contra el trono y el altar ya no eran tan secretas y llegará la persecución. Serán las mismas luchas intramasónicas las que lanzarán a los príncipes y a la policía contra los Illuminati. En julio de 1784, en Baviera se prohíben todas las asociaciones y sociedades secretas no autorizadas por el gobierno. En ese contexto comienzan a llover denuncias de ex miembros contra los Illuminati, entregando listas de miembros y dando informaciones exactas sobre sus acciones. Comienzan en 1785 los primeros arrestos.

Weishaupt huye a Ratisbona escapando de la policía bávara y Knigge se ha salido de la Orden recomenzando su vida en un principado protestante. Pero el momento más duro vino en 1786, cuando la policía encuentra una amplia documentación sobre los Illuminati, su origen, miembros e información nueva de la que no disponían anteriormente. Se requisan así cartas y colecciones de cuadernos e instrucciones de la Orden, entre los que había detalles para fabricar perfumes venenosos y sellos falsos. Así, en 1787 se publican en Munich cuatrocientas páginas de los escritos de los Illuminati, que producen una gran impresión en Alemania y en el extranjero.

El llamado «martirio» de los Illuminati no fue cruento como cuentan algunos. La justicia bávara no condena a muerte a nadie, salvo a la propia Orden de los Illuminati de Baviera, y publica los escritos originales, difundiendo todos los documentos y exponiéndolos ante todos los gobiernos europeos.

Así una tras otra las logias fuera de Baviera se vuelven «durmientes» y van desapareciendo. Weishaupt, el fundador, se traslada a Gotha y continuará escribiendo escritos filosóficos que ya nadie lee. Al final de su vida se reconcilia con la Iglesia Católica y se prodiga en la construcción de una iglesia para la minoría católica de Gotha. La Iglesia le levanta la excomunión y le absuelve de censuras anteriores, aunque se duda de su real «conversión» y muere olvidado en 1830.

Desaparecidos los Illuminati, vive su leyenda y casos como Alessandro di Cagliostro, arrestado en Roma en 1790, declara ante los jueves haber sido iniciado por los Illuminati y haber visto su tesoro, entre otras invenciones. Los periódicos de la época señalan a Cagliostro como jefe de los Illuminati, pero en los documentos alemanes nunca aparece este aventurero italiano. Se trata de una pura fantasía que le dará material a Alejandro Dumas para una novela de cinco tomos y películas actuales como «El misterio del collar» (2001) que presenta a Cagliostro como «Gran Maestro» de los Illuminati. Así, varios personajes de finales del siglo XVIII comenzaron a inventar historias de haber sido iniciados por los Illuminati, como el conde de Mirabeau, Danton, Desmoulins y Marat en Francia. En Estados Unidos hasta hoy se mantienen vivas en las leyendas antimasónicas el ingrediente de los Illuminati. Hay leyendas acerca de la infiltración de la Orden en las filas de oposición a Jefferson y que la Orden asesinó a George Washington.

Aunque están enterrados todos los Illuminati en 1793, han prolongado su existencia en la imaginación de incontables conspiraciones y leyendas.

El resurgir en el siglo XX.

Existió una organización esotérica operativa, que no tiene ninguna relación genealógica con el grupo original de los Illuminati. Este «despertar» ocultista es promovido por Leopond Engel (1858-1931) quien afirmaba recibir revelaciones interiores y Theodor Reuss (1855-1923), quien se vinculaba al ocultismo en todas sus formas y trabó relación con la Sociedad Teosófica y cuanta charlatanería mística floreciera por Europa en ese tiempo. Ambos comenzaron a usar la sigla «Orden de los Illuminati» en 1896 y crearon más historias míticas sobre la Orden, afirmando que nunca dejaron de existir. Engel crea una supuesta «Liga Mundial de los Illuminati» en 1926 en Zurich, hasta que pasan a estado «durmiente» cuando Hitler prevé la disolución de la masonería y de todas las sociedades para-masónicas.

Los grupos que actualmente se hacen llamar «Illuminati» tienen más relación con este último movimiento de carácter gnóstico-ocultista inventado en pleno siglo XX, que con los verdaderos Iluminati de Baviera.

Los Illuminati no fueron ninguna Orden memorable, sino tan solo uno de tantos grupos para-masónicos alemanes que florecieron en un contexto plagado de competidores. Hoy existen algunas logias de poca incidencia, que llevan su nombre, pero nada más.

El especialista italiano Massimo Introvigne afirma: «Los Illuminati no son, pues, ni una invención de los novelistas, ni una poderosa Orden que remonte sus orígenes hasta el Renacimiento y haya contado en sus filas con los mayores genios de la ciencia y del arte. Son expresión típica de la «corriente cálida», interesada en la magia y el ocultismo, del mundo relacionado con la masonería: una facción que, en el siglo XVIII, jugó un papel político en la Baviera de los años previos a la Revolución Francesa».

Hoy muchos siguen alimentando la leyenda y teorías del complot en libros, sitios en internet, películas y pseudo-documentales. Entre estas historias de una élite que controla el mundo y que nos persiguen secretamente, aparecen como enemigos poderosos los supuestos Illuminati, obviamente al lado de la CIA, del Vaticano, del Sionismo, de la Masonería, de la OMS y de los extraterrestres. Cuentos que venden mucho, pero que solo pueden verse como puras ficciones.

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