De pronto, en un corto período de tiempo, sin que hubiese una voluntad única guiando el proceso, acaba de producirse un recambio generacional sin vuelta atrás. Los últimos en retirarse del escenario político fueron los senadores Sanguinetti y Mujica, cada uno ha cumplido un rol determinante en sus propias colectividades partidarias. En las últimas jornadas parlamentarias se los vio conversando mano a mano, como dos viejos amigos confianzudos. Hay que ser justos frente al ejemplo que estos dos veteranos, que no pudieron estar más enfrentados en el pasado, hoy se retiran dejando tras de sí un país en paz y en buenas manos. Dos viejos zorros políticos de los que quienes se han comprometido a tomar el timón de la república tendrán varias enseñanzas para aprovechar.
Mujica había amenazado con retirarse a su chacra, dedicarse a lo que más le gusta, y recibir amigos con quienes seguir el día a día del mundo y del largo plazo. Seguramente el visitante se llevará un muy buen atado de acelgas a su casa, plantadas y cosechadas por un expresidente, que rechazó el boato, y eso le ha ganado la admiración de todo el mundo.
Sanguinetti volverá con más bríos a su biblioteca, a reconectarse con corresponsales de todo el mundo, que escuchan con atención su visión del complejo mundo, bueno, tan complejo como siempre fue.
El Partido Nacional había procesado su transición de forma anticipada. La muerte de Wilson produjo un vacío que todavía no se ha podido llenar, pero dejó una estela de jóvenes entusiastas, comprometidos, y la vitalidad de sus estructuras departamentales a lo largo y ancho del país, ayudaron a que surgieran nuevos liderazgos, hijas e hijos de este tiempo, con un campo en marcha y experiencias modernas que pueden impulsar lo que el país sabe hacer muy bien.
Esta última campaña de voto para la renovación de autoridades departamentales y municipales ha culminado con un resultado previsible, pero poniendo de cara al futuro nuevos liderazgos, otra vez, y mujeres que valen por sí mismas, no por la imposición de una norma. Pero, lo más interesante: apenas se cerró el escrutinio, se produjo un espontáneo intercambio de felicitaciones y buenos deseos, por el bien del país. Muchas veces hemos evocado el espíritu del Obelisco para ilustrar algo que vivimos juntos, los uruguayos, y el rumbo que tomaron los partidos políticos en un constante forcejeo, que tantas veces se valió de las carencias de la población para ocupar territorio político e ideológico. Bienvenidas las manos tendidas, a nadie se le van a caer los anillos por trabajar juntos sin perder la identidad, porque al final la ciudadanía juzgará, y todo tendrá un valor diferente, porque todos escuchamos el mismo discurso y llegamos a conclusiones distintas. Salvo la ética y la responsabilidad, imprescindibles en la actividad política, lo demás son opciones, que pueden fracasar, porque no dependen, solamente, ni de la voluntad ni de la capacidad humana para llevarlos hasta el fin.
Pero Uruguay está sumamente condicionado por la pandemia. El gobierno ha conseguido buenos resultados, y si fue así es porque la ciudadanía colaboró, y porque el gobierno apeló a la libertad responsable de quienes vivimos aquí. Ha tenido mucha repercusión en el resto del mundo, y todos los días llegan al Uruguay comentarios positivos de esa combinación. Seguramente nos va favorecer en el corto y largo plazo, a todos los uruguayos. En el mundo oscuro de la pandemia, de lo peligroso y desconocido, no puede haber dos actitudes. Hay un equipo de científicos que cuentan con el apoyo de todo el sistema político, y sin embargo sus recomendaciones no son seguidas con igual claridad por todos los partidos políticos. Desde esa oscuridad estallan relámpagos que pueden desbaratar todo lo bueno que se hizo hasta hoy. ¿Hablaría bien o mal del Frente si toma entre sus prioridades aconsejar a toda la militancia frenteamplista, un día sí y otro también, que la indisciplina social, al no discernir en la oportunidad de las protestas, puede llevarnos muchos casilleros atrás? Es posible que algunas actividades sociales requieran llamar la atención con la gente en la calle. Es posible que se deba mantener la llama encendida en torno a los desaparecidos, y cada 20 de mayo sigamos juntándonos en la calle, bajo cualquier circunstancia, pero hay otras que no, al menos han demostrado una falta de originalidad rayana con la prepotencia, que empalidece el esfuerzo y hasta el temor de la mayoría de los ciudadanos. La Marcha de la Diversidad dejó a muchos preocupados. ¿Era la única alternativa para llamar la atención sobre la discriminación que sufren quienes viven al margen de la heterosexualidad? Les faltó ideas novedosas, que no hubieran violentado su relación con la sociedad. ¿Hacía falta festejar este año el Día del Patrimonio? ¿Era imprescindible? Es necesario que todo el sistema político ayude a frenar los brotes de irresponsabilidad que estallan como relámpagos en la oscuridad del panorama sanitario del mundo.
Cuando Vázquez y Lacalle Pou fueron juntos al acto de asunción de Alberto Fernández el Uruguay ganó, ganó Vázquez y ganó Lacalle Pou. Muy pocos países pueden dar una demostración tan nítida de madurez democrática. Pero juntos, también, podemos detectar cuáles son las líneas rojas frente a las cuales debemos actuar de ese modo, sin hacer cálculos posteriores, que bien pueden no salir como pensamos. Es un punto de inflexión en las perspectivas futuras del Uruguay. No dejemos pasar la oportunidad. Lo que tenemos por delante es un desafío inmenso, y más para un pequeño país. El Uruguay, visto desde afuera, es una gran fuerza moral, aprovechémoslo también adentro.
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