Home Literatura “Sigo sin acostumbrarme a la crueldad de los seres humanos”  
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“Sigo sin acostumbrarme a la crueldad de los seres humanos”  

“Sigo sin acostumbrarme a la crueldad de los seres humanos”   
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El director de Amnistía Internacional España, Esteban Beltrán, presentó en Uruguay su libro “La jodida intensidad de vivir”. Beltrán contó a Voces cómo empezó a escribir y llevó adelante éste trabajo.

Esteban Beltrán Verdes (Madrid, 1961) escribe un libro de poemas cada treinta años. El primero, “Marian o la muerte que no admite olvido” fue publicado por Félix Grande en Cuadernos Hispanoamericanos en la década de los 80. El segundo, éste, ahora en Vaso Roto. Beltrán es profesor de Derechos Humanos en universidades de España y Argentina, en 2009 publicó con Debate el ensayo “Derechos torcidos: tópicos, medias verdades y mentiras sobre pobreza, política y derechos humanos”. Además, se dedica a identificar y tratar de someter a la justicia a verdugos y apoyar a sus víctimas a través de su trabajo como director de Amnistía Internacional España.

Poemario, diario y novela, “La jodida intensidad de vivir” es la obra que Beltrán compone después de treinta años, no sólo como desahogo sino, en sus propias palabras, “como táctica para hacer visible el caos dentro de mí y hacerme la ilusión de que lo manejaba”.

Este trabajo se ha presentado detallando que “se adentra, mediante un lenguaje descarnado repleto de exabruptos medidos, en la historia de un amor ciego y extraordinario. ¿Cómo se puede resistir el miedo cuando la muerte ha dejado de ser una abstracción?”. Beltrán dice: “Creo que me salvé porque no tuve más remedio que buscar la autenticidad en cada palabra. Esta era la única salida posible”.

¿En qué momento empieza su vínculo con la escritura?

Lo recuerdo en la adolescencia, pero el comienzo más en serio con la escritura fue hace treinta años. Ahí publiqué un primer libro, que para mí es importante. Y luego pasé treinta años sin escribir otro libro de poemas y ensayos. Y las circunstancias de la vida me hicieron regresar a la literatura los últimos tres o cuatro años. Este no es un segundo libro, es que las palabras volvieron a mí. Nunca quise que fuera un libro, no pensé que fuera un libro. Cuando uno escribe cada treinta años, nadie lo espera. Ni uno mismo (Risas). Fueron simplemente circunstancias de la vida que se dieron, junto a hechos importantes de la vida, que trajeron las palabras y las palabras dieron origen a un libro.

¿La escritura funciona como una catarsis respecto a ese mundo diario de su trabajo, de su dedicación diaria?

Estaba seguro de que no, pero ahora no estoy tan seguro. Éste libro creo que no tiene que ver con mi vida de defensor de los Derechos Humanos, tiene que ver con un intento de tratar con la muerte, con la locura, con el amor, con el olvido, con la esperanza, con las circunstancias personales. Pero es verdad que el libro tiene un poco que ver con el cordón umbilical, los vasos comunicantes con lo que hago, porque de repente me inquieta mucho la figura de los verdugos. Sigo sin acostumbrarme a la crueldad de los seres humanos.

En algún momento se comenta que el contenido del libro se conecta de alguna manera con Montevideo. ¿Cuál es su vínculo con nuestra ciudad?

El vínculo es muy estrecho porque el libro lo he escrito en parte en Montevideo, y tiene que ver también con uno de los personajes – Polonia – con quien tuve una relación amorosa. Y por un lado está el mar, los doce mil kilómetros de mar entre Madrid y Montevideo, que me daba una distancia de Montevideo. Pero por otro, tengo una gran cercanía que hace que cada año la visite. He visitado mucho la ciudad, he vivido con distinta gente, con amigos. Por eso uno de los escenarios es Montevideo. De alguna manera todo empezó, por ejemplo, en el Mercado del Puerto. He conocido Mario Levrero. Todo lo que había leído de Onetti. Todo eso ha hecho que Montevideo sea una ciudad muy importante como escenario. Vengo seguido desde 2010.

¿Y qué fue lo que lo trajo a Montevideo?

Hace ocho años vine aquí a una reunión de Amnistía y a presentar un libro. Agosto es un mes importante para mí, porque ocurren cosas extraordinarias generalmente en agosto. En ese mes ocurrió una relación que se desarrolló durante unos años y que fue inicio del libro. Hay obviamente partes del libro que no tienen que ver con Montevideo. Pero hay locura, amor, olvido y esperanza, que sí tienen que ver con la ciudad de Montevideo.

Dejemos la literatura y vayamos a su trabajo diario. ¿Cuál es la situación hoy, en América Latina, de los Derechos Humanos? Hace poco usted presentó un informe poco auspicioso respecto a Venezuela…

Por un lado, estamos en un momento más esperanzador, porque no hay dictaduras de los años setenta, ochenta, o quedan muy pocas. Pareciera que hubiera vencido la democracia. Sin embargo, la democracia que ha vencido es muy imperfecta, donde se radica una desigualdad extrema. En algunas partes de la región se mantiene la impunidad. Eso ha hecho principalmente que haya una influencia enorme de una política ciega a los Derechos Humanos. En México, por ejemplo, hay una crisis de Derechos Humanos brutal, y sin embargo no se reconoce como crisis de Derechos Humanos. Pareciera que en México hubiera una violencia etérea, no real. Luego está Venezuela, que vive una crisis de represión por motivos políticos. Y la crisis alimentaria y de medicamentos que hace que la población viva en situaciones de deterioro dramático. Y la violencia armada que hace que las autoridades y la policía responda a la violencia identificando a los hombres jóvenes menores de 19 años como delincuentes; o las (ejecuciones) extrajudiciales dentro del país. Entonces esos dos países son los que viven una crisis más dramática. La región vive una época de desigualdad. La democracia ha triunfado pero una democracia muy imperfecta y con violencia.

 

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