Como seguramente sabe el lector, la Ilíada relata la cólera de Aquiles. Homero lo escribió con hermosa claridad: “Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Orco a muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves —cumplíase la voluntad de Zeus— desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres y el divino Aquiles” Nunca negamos nuestra línea editorial, pero tenemos un dogma: la absoluta amplitud para publicar a todos los que piensan diferente. Mantuvimos la independencia de partidos o gobiernos y nunca respondimos a intereses corporativos de ningún tipo de ideología. Hablemos claro, como siempre: necesitamos ayuda para sobrevivir.
Más allá de los detalles de la traducción, así empieza la narración, haciéndonos saber del enojo del personaje principal que es el Rey de los Aqueos, Agamenón decidió quedarse con la esclava favorita de Aquiles, Brisaida como una venganza, Aquiles decide alejar sus ejércitos y el bando de aqueo se ve diezmado por los troyanos…La historia es por demás conocida.
La guerra de Rusia contra Ucrania, resultado de un largo entramado histórico y de nuevas estrategias de estos días, no tendrá un Homero que las escriba aunque esté su relato acomodado a las necesidades circunstanciales y estratégicas que se superponen en varios estadíos, reflejo de la complejidad de los intereses en disputa. Algunos son territoriales de larga data, otros son producto del desordenado (aun así, bastante contenido) fin de la era soviética, otros de los ajustes de posicionamiento global de los países centrales de la Unión Europa, de la NATO/OTAN, y fundamentalmente, de los Estados Unidos.
El debate de la sociedad de inteligencia estadounidense acerca de cómo acotar y restringir el campo de influencia rusa y sus ancestrales aspiraciones imperiales que no han desaparecido, emergieron a primer orden de la agenda cuando aún el fin de la URSS era un escenario probable pero aún no real. Hay, entonces, análisis muy cuidados acerca de las condiciones objetivas y subjetivas de la sociedad rusa, de su casta militar, de la implosión del PCUS, de los nuevos poderosos y de la mafia transformada en nuevos zares que operan no sólo en la Madre Rusia, sino que se han expandido empresarial y territorialmente. Por ello, un “teatro de operaciones” ha estado instalado en el terreno económico: sanciones a empresarios rusos con intereses en Europa (algunas versiones las cuantificaban en más de 75.500 millones de euros), la expulsión de bancos rusos del sistema interbancario, con congelación de activos al Banco Central de Rusia en Europa.
La guerra misma
La guerra que estalló en febrero llegó cargada de muchos antecedentes de tensiones recientes que se enmarcan en esa búsqueda de reposicionamientos. La reasimilación de la península de Crimea en 2014, con un referéndum con pretensiones de validación de la acción militar, fija un hito y un punto de inflexión. Se abrió a partir de ese momento una serie de sanciones económicas y otras tensiones. Recordemos que Crimea se separa de Ucrania y adhiere a Rusia, y desde ese momento comienzan enfrentamientos bélicos que se contienen cuando en febrero de 2015 se acuerda un alto el fuego resultado de unas negociaciones en las que hubo mediación, entre otros, de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania.
Con singular sensatez de los insensatos guerreros, se coincide en que la primera derrotada en todo conflicto armado es la verdad. Eso es lo primero que sucumbe. Ya van unos 230 días de
Guerra y no hay ni ganador ni perdedor, ni tregua duradera y menos todavía un acuerdo para un final de conflicto.
Pero el ataque estratégico al puente de Kerch, que une Crimea con Rusia, para inutilizar su uso, reactivó la furia rusa que parecía más abocada a movimientos tácticos de consolidación y preparatorios de próximas acciones. Pero la admisión por Rusia de la caracterización del acto de sabotaje ha dejado mal parada a Rusia. Mientras Ucrania guarda silencio. La teoría de que la explosión fue producida por un “camión bomba” deja abierta la puerta a dos “explicaciones”: que se trató de un “desesperado” y audaz acto de sabotaje ucraniano, imprevisible. Pero hay otra explicación que a las fuerzas rusas no les gusta tanto: que esa “explosión masiva” debajo del puente haya sido una operación más sofisticada, para la cual se emplearon dons marítimo clandestinos, de la inteligencia de Ucrania.
Una u otra explicación van asociadas a miradas diferentes del conflicto bélico. Pero aún así, desde ambas posiciones falta intuir el objeto del ataque: afectar el uso del puente, dejarlo fuera de operatividad y no destruirlo, preservando su uso futuro tras una reparación. O si se fracasó en el intento por dañarlo severamente, sin medir consecuencias ni costo.
Rusia, más allá de estas consideraciones, ha reaccionado de manera inaceptable, atacando centros urbanos y golpeando zonas de población civil, utilizando armamento de origen iraní. Hasta el mediodía del lunes, por lo menos 83 misiles y 17 drones de fabricación iraní fueron utilizados en estos ataques. Los drones son del tipo Shahed, de fabricados en Irán, y lanzados desde plataformas en Biolorrusia y Crimea.
Oportunamente, y quizás como una señal fuerte hacia el frente interno, la Justicia rusa anunció que se ha extendido hasta el 12 de diciembre la prisión preventiva del periodista Vladímir Kara-Murzá, quien fuera este mismo lunes galardonado este mismo lunes con el Premio Václav Havel de DDHH, en honor al último presidente de Checoslovaquia y primer presidente de la República Checa, que lo otorga la Asamblea Parlamentaria del POR MÁS PERIODISMO, APOYÁ VOCES
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