Un año de gobierno: ¿Estaban preparados?
El próximo primero de marzo se cumple un año de la asunción del nuevo gobierno encabezado por Lacalle Pou. Más allá de la pandemia que complicó la situación económica y social el gobierno impulsó una serie de medidas de su programa. Las encuestas empiezan a mostrar un declive de la popularidad del presidente luego de haber alcanzado cifras récord de aprobación. ¿Cómo evalúa la gestión de este primer año? ¿Se visualiza firmeza en la coalición o los planteos de incrementar el gasto social por parte de los partidos menores que la integran dejan entrever diferencias de percepción de la realidad? ¿Cómo está actuando la oposición? ¿Qué faltó realizar? ¿Se cumplieron las promesas electorales? ¿Está muy centrado todo en el presidente? ¿Qué se debería impulsar de aquí en más por el gobierno?
Sabemos y sabremos cumplir por Fernanda Sfeir
Firmeza en la conducción, seriedad a la hora de enfrentar los problemas y un profundo sentido de responsabilidad en la toma de decisiones, son notoriamente las palabras que destacan cuando se evalúa rápidamente la conducción de Luis Lacalle Pou al frente del gobierno durante el año transcurrido.
El análisis político de este período implica valorar lo logrado por el gobierno, pero también su contexto, al sistema político y a la sociedad civil organizada.
No es novedad que el gobierno tuvo que enfrentarse al panorama más complejo que nos ha tocado vivir en las últimas décadas.
Notoriamente el foco del país se centró en la pandemia. Uruguay fue de los pocos Estados que pese a la situacion mundial logro prácticamente no detenerse gracias a la gestión de la misma, la cual presenta muchas novedades. Por un lado, el apostar al compromiso ciudadano bajo la “libertad responsable”, no es otra cosa que empoderar a los individuos, confiar en ellos, no subestimarlos y sobre todo hacerlos parte de la solución. Interesante mensaje para aquellos que creen que la política es únicamente gestión, dejando de lado las ideas, nada más Blanco que el camino trazado por nuestro Presidente.
Otra novedad, los científicos como aliados estratégicos en el apoyo y asesoramiento se convirtieron en un pilar fundamental, marcando un antes y un después en el rol que le asignamos como sociedad a la ciencia.
En lo referido a las vacunas, mientras algunos prefieren enfocarse en si las mismas llegan diez días antes o después, el Presidente anuncia no solo la llegada de las mismas, sino un plan de vacunación que nos convertirá en uno de los primeros países en alcanzar la totalidad de la población vacunada en menos tiempo.
Por otro lado, enfrentamos el desafío del equilibrio entre la situacion económica y la social, lo cual reclama atención inmediata y el encare serio y estricto para generar una mejora sustentable en el mediano y largo plazo, superando respuestas cortoplacistas.
En lo que respecta a la materia legislativa, se cumplió exitosamente con las metas propuestas bajo la articulación de la Vicepresidenta, logrando una ley de presupuesto basada en acuerdos y aprobando Ley de Urgente Consideración apoyada en su mayoría unánimemente, demostrando un amplio consenso también con la oposición, más allá de que ahora entiendan que políticamente deben unirse a una campaña por la derogación de 135 artículos de la misma.
Esto deja de manifiesto la cuestionada y buena salud de la coalición de gobierno. Dadas las diversas interpretaciones, debemos recordar que la misma no es un partido político. Está claro que tenemos diferentes posturas y visiones, por algo no nos convoca una misma colectividad. Proponer ideas, nunca es señal de debilitamiento, por el contrario, el rol de los partidos es proponer.
Lo que sí es deshonesto, es el utilizar ciertas situaciones para resaltar perfilismos, proponiendo proyectos a espaldas de la coalición de gobierno, acordando con la oposición antes de haber intercambiado con el resto de los partidos políticos, esos no son códigos que los nacionalistas compartamos.
En cuanto a la oposición, quiero pensar que existen dos Frente Amplio, más allá de que el poco serio y el que no está a la altura de sea el que más ruido haga. Notoriamente el rol de oposición les incomoda, actuando muchas veces de manera torpe y reactiva. Creo que ello responde a que muchas veces no se logra entender que la ciudadanía no los eligió, respondiendo con soberbia y falta de empatía, lo cual no hace otra cosa que seguir profundizando la brecha que desde otro lugar ciertos actores propician también.
En los momentos más difíciles, es cuando los uruguayos nos sentimos orgullosos de nuestra sociedad y reflejo de ello es nuestro sistema político. Hoy, no todos dan con la talla, pero en lo que respecta a la mayoría de mi Partido, tengo la convicción de que cada minuto de militancia valió la pena.
Un año después por Danilo Arbilla
Ya lo he contado, pero vale. En una ocasión comenté al doctor Jorge Batlle sobre la mala suerte que tuvo durante su presidencia (aftosa, crisis financiera). Su respuesta fue inesperada, muy de Batlle, y el fundamento muy sólido, también muy propio de él.
“Se equivoca- me dijo- tuve mucha suerte. Vea, si todo hubiera sido más o menos normal, entre el Frente, Lacalle y Sanguinetti me hubieran hecho la vida imposible, sin embargo la crisis los comprometió y no tuvieron más remedio que apoyarme y dejarme hacer. Y me fue bien”.
La misma percepción de “mala liga” cabría para Luis Lacalle Pou al que a las dos semanas de iniciar su gobierno se le vino la peste encima. Y no es chica cosa (Trump sin pandemia hubiera ganado sin castigar en EEUU). A Lacalle le salió bien y eso porque hasta ahora lo ha manejado bien.
Sin pandemia se le presentaba un partido difícil: una oposición que perdió por muy poco, malherida y con las uñas afiladas y una coalición de gobierno cuya solidez estaba recién por probarse en la cancha.
La pandemia le acomodo de diferente manera los zapallos en el carro. Y a favor. Su política de salud ha sido la acertada, como lo demuestran los resultados, en términos país y comparados. Falta la vacunación, prometida para marzo, y es de confiar que lo harán con eficiencia y prolijidad (los desastres que se hacen por otros lados ayudan).
Y, a tener muy en cuenta, mientras Lacalle ha hecho las cosas bastante bien en este primer año que vino con pandemia, el Frente ha actuado con improvisación y ha sido contradictorio. No ha sabido ni sacar partido de lo que ha significado para todo esto el sistema de salud, mérito los gobiernos frentistas.
La pandemia también ha incidido positivamente en la coalición multicolor. Ayudó a que fuera menos dramática la ida de Ernesto Talvi y el fin de su forzado y artificial liderazgo del Partido Colorado. Éste con la impronta Sanguinetti es los que más le conviene a Lacalle. Por un año además le ha sujetado las riendas al noble bruto de Cabildo Abierto, los que se salen de las vainas. Y esto no solo vale para el partido del Gral. Manini, los blancos también se salen de las vainas: hay actividades demasiado partidarias y poco coalicionistas a nivel de bases y de muchas jerarquías. En la interna, las diferentes “listas” tratan de asegurar su posicionamiento y ya se “perfilan” por lo menos cinco candidaturas (después se las digo, aunque están cantadas; Arbeleche aclaró que ella no). Esta es la “perilla”, como le gusta decir a Lacalle, que se le ha ido un poco: ha sido sí presidente de los uruguayos, pero no tanto de la coalición (a la que debe el triunfo) y cada vez se lo nota o se lo hace notar como más blanco. Y este – la coalición y la interna blanca – más una más efectiva acción del FA, en la oposición ya manejando instrumentos más tradicionales que conoce mejor y con lo que puedan arrimar Orsi en Canelones y Cosse en Montevideo, son los problemas a futuro de Lacalle.
Hay que anotarle, en tanto, un mejor desempeño en el tema seguridad interna para lo que ha ayudado mucho el respaldo a la policía, la impronta del ministro Larrañaga y las nuevas normativas. El parto de la LUC hubiera sido muy difícil en épocas normales; ahora, me da la sensación que la oposición tendría que tragarlo y archivarlo: el plebiscito puede ser la tumba de los cracks. Sin duda la “sensación térmica” es otra.
El gobierno ha logrado asimismo mejorar y afianzar la imagen de las FFAA, cuya integración al quehacer nacional ha sido favorecida y requerida a causa de la pandemia.
En la Educación, tema difícil y vidrioso si los hay, ha sido ponderado y cuidadoso y además bastante ayudado por una cierta inconsistencia en el actuar de los gremios docentes. Por último, la mano firme y la sensación de seguridad que da la dupla Alfie-Arbeleche en el manejo económico se suma a los méritos del gobierno. También en este plano la emergencia obliga a todos a ser “moderados” y cuidar el tono de la discusión. (En este año los apuros y las “soluciones al vuelo” han sido el lado flojo de la oposición).
Diría entonces que ha sido un buen año para el presidente Lacalle Pou. La pandemia le ha ayudado mucho. Y mañana será otro día, dirá, supongo.
Gobernabilidad por Isabel Viana
La expansión de la pandemia del COVID 19 a menos de 15 días de asumido el gobierno estableció la necesidad simultánea de una urgente toma de decisiones y acciones al respecto y el comienzo imprescindible de la nueva gestión del Estado (nombramientos para los cargos públicos de dirección, elaboración del presupuesto, propuestas legislativas, resolución de temas en marcha, atención cotidiana de temas).
La gestión de los efectos de la pandemia se llevó a cabo con originalidad y eficiencia notorias, lo que se pudo evaluar por comparación con procesos similares en países cercanos y lejanos. Destaco muy especialmente la convocatoria a científicos y expertos nacionales del más alto nivel para asesorar al gobierno en el análisis y diagnóstico de la situación planteada. El gobierno ejerció su responsabilidad de toma de decisiones, acerca de las alternativas de acción, tanto en el plano de la salud de la población como en las consecuencias económicas y laborales emergentes.
En lo que refiere a la administración del aparato del estado, se tomaron medidas eficaces para asegurar su funcionamiento en el contexto exigente de la pandemia. Se ha dado cumplimiento a algunos compromisos de campaña referentes a puesta en marcha de la administración y al cumplimiento de premisas que se establecieran para la misma, de las que destaco la racionalización del funcionamiento de la administración pública y el control del gasto.
Se adoptó el procedimiento de la Ley de Urgente Consideración para crear la base legal necesaria para cimentar formas de gobierno diferentes de las que se practicaron en 15 años de administración del FA. Fue innovador y positivo que el texto borrador se hiciera público antes del ascenso al poder de los electos, que en el trámite parlamentario se dialogara con todos los que lo solicitaran y que se generaran textos por consenso con los legisladores de la oposición. El tratamiento de cada uno de esos temas separadamente hubiera insumido tiempos políticos incompatibles con los tiempos de gestión. Como dijera Zelmar Michelini en 1966 – Ensayos sobre la Constitución (Voces, feb. 2021) “Con las leyes de urgente consideración el sistema cuenta ahora con un instrumento que obliga al legislador a ordenarse con plazos prefijados para producir leyes que eleven la calidad legislativa y democrática del país.”
Pueden no gustarnos algunos de los cambios resultantes de su aplicación, pero responden todos a la explícita propuesta política de quienes ganaron las elecciones y, muchos, a consensos con la oposición, trabajosamente logrados.
Es válido hacer oposición. Pero hay que tener cuidado con que las gimnasias políticas no se transformen en palos en la rueda para el encare de temas de alta prioridad nacional. Es necesario tener claro que el fondo ideológico de la propuesta política del gobierno actual es diferente del que fundamentó el gobierno del Frente Amplio. Ante esa diferencia, resulta imprescindible volver al concepto de gobernabilidad que tan claramente plantearan en su momento, Wilson Ferreira y Seregni. El país debe ser gobernable por quienes fueron electos para hacerlo y la oposición política debe evitar paralizar la acción de gobierno, y menos cuando se explicita que es con el sólo objeto de mantener su militancia activa.
Es una actitud peligrosa, que a la larga sólo conduce a frenar al país y a fracasos políticos.
Un partido para la leyenda por Gonzalo Pérez del Castillo
El año 2020 tuvo como protagonistas al virus Sars-Cov-2 por un lado y al gobierno y la sociedad uruguaya por el otro. El enfrentamiento se comparó con un partido de futbol en la altura de La Paz. Los comentaristas nos venían dando un empate cuando el virus cambió de estrategia y nos vacunó varias veces. Está por comenzar el segundo tiempo y se anuncia que quienes vamos a vacunar ahora somos nosotros.
En este primer tiempo el protagonismo de nuestro equipo lo tuvo el Presidente y su entorno más cercano por la relación franca y directa que supieron mantener con toda la población. En segundo lugar, debe mencionarse al equipo técnicamente responsable de la salud, el Ministro Salinas, el GACH y ese ejército de profesionales que se pusieron el país al hombro. Honor para ellos. El tercer lugar corresponde al ministro Mieres que habilitó un amplio diálogo con las cámaras empresariales y el PIT-CNT a través del Consejo Superior Tripartito. La confianza recíproca y la paz social que se logró a través de estos actores le permitieron al equipo económico manejar los desequilibrios que la irrupción del virus produjo. El país productivo siguió funcionando.
En mi opinión, no veníamos empatando el partido cuando el virus cambió de estrategia. Veníamos ganando por goleada y estábamos entre los países menos afectados del mundo. Ante la nueva circunstancia, el equipo uruguayo no perdió la cabeza ni recurrió a medidas extremas y autoritarias. Siguió confiando en la responsabilidad de la gente. Ciertamente el partido se complicó y perdimos el estatus de privilegio que teníamos. Corresponde aclarar que ese éxito no fue porque somos pocos y el Uruguay es chico. Bélgica es 6 veces más chico, tiene 4 veces más población y 44 veces el número de muertes por COVID-19.
Tanto los partidos que forman la coalición de gobierno como los de la oposición tuvieron una actitud constructiva y responsable. El Uruguay ha demostrado que tiene la madurez política y el civismo para hacer frente a un enemigo común y eso no es poca cosa.
Ahora llegó la hora de vacunar y hubo incertidumbre con respecto a cómo se ha procedido para asegurar las vacunas que el país necesita. Había terminado este artículo expresando que los primeros días de marzo serían minutos decisivos para este partido. Cuando ya estaba por mandarlo, el lunes por la noche, una conferencia de prensa anunció: ¡GOL de Uruguay!
Un año que parecieron varios por Rodrigo da Oliveira
Un año entero ha transcurrido desde la asunción del gobierno multicolor, parece que fue hace tanto. Signado indeleblemente por la pandemia y sus duras repercusiones internas y externas, peores aún que las de dentro de fronteras. No voy a hablar de realidad; ¿cuál habría de ser la citada en ese caso? ¿La de los empleados públicos, la de algunas empresas vinculadas a las grandes superficies, el sector higiene-limpieza y farmacia o la de la gente que día a día se gana el peso por su cuenta, la dedicada a los servicios, a los espectáculos, la de muchos en situación de dependencia que quedaron algunos sin nada y otros en un seguro de desempleo que dura hasta hoy mismo, según los casos? Muchos protegidos por algunas seguridades laborales, otros tantos que se vieron a la intemperie laboral de un día para el otro. No hay una realidad, sino la individual; esto lo desnudó más claramente. También mostró que algunas bonanzas fueron solo para algunos y que el decorado implotó, cambiando el sesgo de la administración del Estado. Expectativas varias para el inicio del actual gobierno, comenzó con buenos números y los mejoró con el cariz que le dio al manejo del tema Covid. Cualquier observador de la actualidad sabía que necesitaba mover sus fichas porque el tiempo se le venía encima, desde fuera pero también desde dentro de los multicolores. Acá no hubo 100 días de gracia, era esperable, por parte de la coalición opositora. Algunos movimientos ruidosos en lo interno alzaron voces de temprana desintegración, el caso Talvi fue de lo más evidente. Pese a ello Lacalle Pou, que es más vivo que el hambre, sin hacer olas manejó sus tiempos y sus alianzas, sosteniendo las sacudidas de la alianza electoral que lo llevó a encabezar el período 2020/25. El segundo empujón fuerte fue el de la llegada de las vacunas, al parecer a punto de desembarcar, que tanto ruido hizo. No hubo una palabra desmedida en los anuncios al respecto; hasta acá uno de los puntos altos en el manejo de la cuestión desde la mirada de quien esto escribe. Mesura y firmeza, sabiendo que todas las miradas estaban puestas en el accionar y que se la iban a cobrar cara, si tropezaba. La popularidad del gobierno se había empezado a ver resentida en los últimos meses, del éxito de la campaña vacunatoria dependerá no solo que vuelva a los excelentes números del comienzo sino también de desarticular la última arma con que le apuntan desde fuera (y en voz baja desde dentro).
Lo económico, igual de importante, también comenzó a hacer mella, dada la extensión de la caída económica para algunos sectores que no tenían cómo defenderse. Alimentación a sectores vulnerados, ollas populares, canastas familiares, asignaciones por hijo, tarjeta Mides y un largo etc., forman un collar inabarcable e insostenible en el largo plazo, al cual se le suma el seguro de desempleo antes citado. Nunca será suficiente, se haga como se haga.
El déficit en salud presencial es una más de las apremiantes, al parecer a solucionarse en breve, de la mano de la vacunación del personal de salud y el comienzo inmediato de la asistencia dentro de los centros de salud. La cara oculta de la pandemia vino con formas de depresión, abuso de sustancias, menor control sanitario en algunos enfermos crónicos y cirugías postergadas, solo por citar algunas.
Sesenta días tiene el gobierno para refrendar lo sostenido en campaña y el año transcurrido. Pasado ese lapso, las exigencias arreciarán.
Lo sabe el gobierno y le urge a la oposición. Tanto lo sabe esta que de estos sesenta días dependerá el éxito o fracaso hasta de la recolección de firmas en pos de la derogación de algunos artículos de la LUC, tan desconocida ella, tan ignota como discutida.
Sesenta días que valdrán una gestión.
Lacalle a prueba: Un año de gobierno por Camilo Márquez
Para cualquier habitante del país el hecho de que estemos hablando de apenas doce meses de gobierno debe producir cierta extrañeza. La situación de agobio que se respira en el conjunto de la sociedad pandemia mediante, alteró hasta cierto punto la percepción del tiempo desde la elección de 2019 hasta hoy.
El primero de marzo se cerrará el primer año de Lacalle Pou como presidente. Obligado apenas quince días después a enfrentar el desembarco del virus en el país, el gobierno aparece tempranamente fatigado. Luego de navegar los primeros meses con una imagen favorable debido a un manejo relativamente bueno de la pandemia, el presidente tiene dos nudos que lo amenazan: el primero es la cuestión económica y el segundo su propio armado de gobierno.
Como apunto alguien llama la atención que en un momento de creciente desempleo, ollas populares y miseria creciente la ministra de economía festeje como una conquista el ahorro de 660 millones de dólares, y el cumplimiento de los objetivos fiscales.
Lacalle Pou llegó al gobierno en el último minuto de la “ola” de recambio continental después de todo un periodo de gobiernos nacionalistas y centroizquierdistas. Esta onda de corto alcance empezó en 2015 con la victoria de Macri, que duró un periodo y se fue sin pena ni gloria. En 2016 Dilma Rousseff se deja voltear por sus propios socios, quedando la presidencia en manos de su vice Temer, antes del ascenso del fascista Bolsonaro, quien se mantiene en el poder con alfileres. Podríamos seguir; Ecuador con el posible regreso del Correismo al poder, relevando a un Lenin Moreno que salió de sus propias entrañas y Bolivia, donde los golpistas debieron hacer las maletas de apuro y “normalizar” el ciclo electoral. Chile merece una mención especial, pues marca un nuevo punto de partida para toda la región.
Uruguay llega con cierto delay, justo cuando la “ola derechista” pasa a mejor vida. A contramano de esta esquematización el politólogo Adolfo Garcé se pregunta si no estamos asistiendo a una “era multicolor” que seguiría a la era progresista. Es un planteo atrevido, si bien el autor no se juega a vaticinarla, sostiene que es perfectamente posible y enumera: un liderazgo incuestionable, una agenda ambiciosa, niveles razonables de disciplina parlamentaria y la “confianza” del mundo empresarial, aunque apenas se traduzca en un apoyo “discreto” (sic). Garcé sin embargo no menciona un aspecto clave a saber, el contexto internacional. La omisión no es casual, la realidad de América Latina desmiente esta posibilidad. Despojado de este elemento la hipótesis es una colección de observaciones menores y buenos deseos. Incluso dando por descontado que el presidente logre subordinar a las bancadas de los distintos aliados es claro que Lacalle no se ha convertido en el eje de un reagrupamiento político consolidado de la política burguesa. El presidente lejos de disciplinar a sus socios ha visto multiplicar los litigios hacia dentro y hacia fuera de la coalición, con un marcado eje de discordia en la conducción económica y la respuesta al rápido deterioro económico de la población. Logró aprobar la LUC trabajosamente y luego de negociar y renegociar, pero esa mega ley no le resuelve nada a la burguesía, no implica ninguna salida de fondo. Incluso está en veremos que pueda avanzar en la reforma de la seguridad social, en medio de una creciente exasperación por abajo y hasta con reclamos de sectores aliados como Un Solo Uruguay.
Los números de contagios se han mantenido en una banda estable pero una mirada más de cerca revelan un crecimiento sostenido de los índices de positividad, nada menos que en vísperas del comienzo de cursos. Íntimamente vinculado a esto hay que apuntar el fracaso en la obtención de la vacuna, con anuncios desmentidos unos tras otros que le abrieron una crisis de naturaleza particular. Independientemente de si consigue una cantidad de dosis aún inciertas en las próximas horas, es sólo un conejo que saca de la galera a último momento, no el resultado de ningún plan serio.
La tendencia política general del Uruguay va en el sentido opuesto al que presenta Garcé. El gobierno es débil. La oposición, apuntamos brevemente, se ha dedicado a tender puentes y sabotear la movilización popular. Los casos extremos son los de Fernando Pereira y Orsi. Este último hasta desalentando la campaña de recolección de firmas contra la LUC, el único punto que podía diferenciarlo del gobierno. Otro tanto corre para la burocracia sindical, quien se jacta de no promover la movilización y ser “responsable” ante la pandemia, aunque ello signifique hasta mirar para el costado cuando se suspende el derecho a reunión. Se está configurando una situación excepcional. La centroizquierda renuncia a cualquier autonomía política.
Por último, no está en duda la perspectiva del derrumbe político y económico que ya empezó, sino quien dirigirá la lucha. La preocupación de los luchadores y activistas debe estar en preparar el terreno para una creciente lucha de clases y oponer la acción directa a las trenzas parlamentarias. No se trata solo de resistir, sino de derrotar la embestida del gobierno derechista.
Esta es la cuestión.
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