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Una forma de vivir

Una forma de vivir
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La semana pasada publicamos en estas páginas una entrevista a Victoria Vera en la que repasamos parte de su trayectoria como dramaturga. Señalado el tópico vinculado a la condición de mujer joven y actriz en que se centraba su primer espectáculo (Las actices, estrenado en 2010 bajo dirección de Diego Minetti) la escritora afirmaba: “Me parece que escribir es como un acto de fe gigante, que parte de la ilusión de pensar que si a mí algo me emociona a alguien más también le puede emocionar. Para mí era importante ver algo mío en un escenario, verme representada. Y si estas dudas e inquietudes me pasaban a mí capaz que le podían pasar a alguien más (…) Pero no fue un planteo que partió de algo que se estaba hablando, simplemente me preguntaba ¿Por qué las mujeres nos tenemos que cuestionar tanto? Me lo planteaba antes de los treinta. Pero es como con la obra de ahora, me ilusiona la idea de que alguien más comparta algunas cosas que siento sobre la maternidad”.
Vera entiende al teatro como un fenómeno de comunicación en el que lo que sucede en el escenario está permeado por lo que sucede afuera y, entendiéndose ella misma como parte del colectivo social, busca compartir algunas de sus emociones esperando que vibren con el público que comparte su trabajo. Es importante señalarlo porque allá por el 2010 no era tan frecuente que las dramaturgias montevideanas hablaran de cómo vivían las montevideanas y los montevideanos jóvenes de su tiempo. Y Las actices fue un mojón que devolvía a la platea una imagen poco complaciente, que la cuestionaba. Con mucho humor, la obra ponía foco en la inseguridad de los personajes y en la distancia entre la ilusión de ser artistas y la precariedad material a la que se enfrentaban mientras tanto.
Cómo llorar en una casa llena de niños, estrenada en el marco del ciclo Ellas en la Delmira el pasado jueves 7 de marzo, aborda la temática de la maternidad, como indica Vera más arriba. Pero no solo la entrega física y psicológica que implica, sino también las sombras que merodean a las mujeres que ejercen esa maternidad, si es que es posible disociar a una de la otra.
El espectáculo se estructura en bloques/escenas que a su vez pueden “narrar” desde diversos lenguajes artísticos. El primer momento, luego de un prólogo en que se desdibujan los límites entre el personaje y la actriz que lo interpreta, pone en primer plano al deseo. En un “diálogo” ingeniosamente articulado, la actriz lleva al escenario a la mujer que siente, desea y fantasea más allá de cualquier otra determinación o “mandato”. Un deseo que tiene límites para ella que parecen no ser los mismos para quienes no piensan en tener hijos. Este primer momento es continuado en la escena siguiente que se estructura en un contrapunto entre una voz grabada y el cuerpo de la actriz bailando una coreografía. Esta segunda escena “narra” el resquebrajamiento de una pareja en la que el deseo ya no existe. En un tercer momento, ya consumada una separación en que la crianza de los hijos continúa vinculando a la ex-pareja, llegaremos al corazón del espectáculo, que gira alrededor de una crisis que vive la protagonista. Crisis que, matizada por el humor, derivará en consecuencias judiciales que no conviene adelantar aquí pero que se extenderán a las últimas escenas del espectáculo. Crisis que tiene que ver, como se lee en el programa del ciclo, con “la incompatibilidad entre maternar, criar y conciliar en un país que cada vez quiere tener menos hijos”.
Las escenas se van desarrollando junto a registros audiovisuales de los ensayos y de momentos en que esos ensayos no se pudieron concretar debido a tareas domésticas y de cuidados que actriz y directora debían afrontar. Más allá del humor que se aporta desde ese ángulo, y de la coherencia que se establece entre las historias “reales” de las artistas y la del personaje, hay una continuidad que desestabiliza la forma en que el espectador “distancia” la ficción de la realidad. Así iremos descubriendo al equipo creativo reflexionando y nutriendo al personaje de ideas que se dispararon en el propio proceso de crearlo. En esa continuidad orgánica del proceso parece descubrirse que aunque la vida no se reduzca a ser madre, ser madre pasa a ser una forma de vivir.
Llegados a este punto la reflexión se invierte y descubriremos a la madre protagonista como hija. En ese descubrimiento la distancia entre el personaje que está frente a la platea y la artista que lo encarna parece esfumarse. Es un momento también, aunque no sea lo central, en que no dejan de aparecer las diferencias de clase. Diferencias que se expresan en que la capacidad de realizar tareas domésticas se convierte en la “mercancía” que algunas mujeres ofrecen a cambio de un salario y así quizá librar a otras mujeres de realizar esas tareas. En esos pasajes en que una hija recuerda los “sacrificios” de su madre nos iremos acercando a uno de los momentos más emotivos del espectáculo. Y aquella intuición de Vera, que suponía que la platea podía compartir algunas de sus emociones (las del equipo en este caso), se convierte en certeza. Pocas veces hemos visto que la emoción de una actriz y su personaje hagan vibrar a una platea tan al unísono. Pero lo cierto es que en la función del pasado domingo 10 de marzo la misma emoción pareció recorrer y hermanar a mujeres diversas, de edades y características diferentes, como si todas compartieran la misma historia.
El espectáculo está sostenido por una actuación que como mencionábamos antes borronea los límites entre actriz y personaje, y eso facilita la comunicación. Pero más allá de esa habilidad narrativa del equipo para tejer su historia, Carolina Piñeyro “lo deja todo en el escenario” para utilizar palabras de Victoria Vera, y ofrece una de esas actuaciones que, como nos gusta decir, valen ir al teatro por sí mismas.

Cómo llorar en una casa llena de niños. Dramaturgia y dirección: Victoria Vera. Actriz, bailarina, coreógrafa: Carolina Piñeyro. Creación Audiovisual: María Victoria Parada.

Próximas funciones: sábado 16 de marzo a las 20:00 en el Teatro Macció de San José. Sábado 20 de abril a las 20:00 en el Complejo Politeama de Canelones (esta función es en el marco del ciclo Nosotras)

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.