El gobierno uruguayo volvió a emitir una lamentable declaración, a raíz de las últimas elecciones en Venezuela. La declaración en sí mostró que el gobierno está dividido, lo demostraron las palabras posteriores de Astori y del ministro Rossi. Pero lo asombroso es que, una vez más, el presidente Vázquez y su canciller han sido permeables a la posición de una minoría, que consigue poner a Uruguay como uno de los pocos países que contribuyen a la perpetuación de un régimen que de izquierda no tiene nada más que el uso de algunos conceptos de corte y pegue, en una de las peores estafas ideológicas que se haya visto en América Latina.
Luis Fernando González Seijas, un ex guardia presidencial, que consiguió llegar a Colombia, denunció que a él y a otros cuatro compañeros, también guardias presidenciales, se les ordenó investigar las finanzas del diputado Tomás Guanipa. Al día siguiente de haber entregado a Vergaras Coro, auditor de la Dirección de Investigaciones Estratégicas del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBÍN), el informe negativo con respecto a irregularidades, se les ordenó eliminar al diputado Guanipa, dándoseles el plazo de un mes para hacerlo. Ninguno de los jóvenes guardias cumplió la orden. Transcurrido el mes para asesinar al diputado de Primero Justicia, mataron a uno de los compañeros del guardia denunciante. A los dos días mataron a otros dos guardias del grupo. González Seijas se escondió en San Cristóbal por unos días hasta poder cruzar la frontera con Colombia. El único sobreviviente del grupo pudo denunciar su caso al periodista italiano Giovanni Bocco.
Este no es un hecho aislado, es la naturaleza de un régimen que actúa con absoluta impunidad, valiéndose de los recursos que fue robando a los venezolanos, y que consta en infinidad de denuncias a las que no se les daba trascendencia. La corrupción ha sido tan monumental que el chavismo consiguió fundir la economía de la quinta petrolera más grande del mundo. Se supone que esos recursos, mientras los hubo, actuaron para desvirtuar a la oposición en los medios periodísticos extranjeros, pero al irse secando el pozo, el régimen de Maduro comenzó a tener dificultades para imponer su voluntad entre los amigos de otros tiempos. Los propios cambios políticos en América Latina ayudaron a que la oposición, que cuenta con mayoría absoluta en el asfixiado Parlamento venezolano, pudiese llevar su versión fuera de fronteras.
Los uruguayos sabemos que el gobierno al que Chávez buscó echar abajo mediante un golpe militar era el mismo que había roto relaciones con la dictadura uruguaya por haber secuestrado de los jardines de la embajada en Montevideo a la maestra Elena Quinteros, y el mismo que dio refugio a cientos de compatriotas que tuvieron que marchar al exilio. También se sabe que Fidel Castro pasó por alto el pasado derechista de Chávez, una vez que consiguió alinearlo con la política exterior cubana. Cosas que se pasan por alto cuando se buscan aliados a cualquier precio. El dinero que Hugo Chávez puso sobre la mesa fue muy tentados, y vital para el régimen de Castro. Una vez adentro, y con un socio que permitió llenar de cubanos al propio ejército de Venezuela, incluso a manejar servicios tan decisivos como los de Inteligencia, los registros catastrales o los de confección de documentos, era más importante la leyenda de Chávez que él mismo. Son las reglas del juego. Maduro había hecho la escuela de cuadros del Partido Comunista de Cuba, resultó un producto a medida, y hasta el día de hoy, con toda Venezuela hambreada, Maduro sigue cumpliendo con la Isla, triangulando compras de refinados de petróleo en otros países, para mantener en movimiento la ineficacia cubana. Este tipo de régimen, tan distinto al que hemos elegido para nosotros es al que el gobierno del presidente Vázquez nos obliga a proteger.
Pero por más que las elecciones del pasado domingo 20 le hayan dado a Maduro un periodo de 6 años más al frente del gobierno, hasta el 2025, no va a poder terminar el período. Ya es lo último que la comunidad internacional le ha permitido.
Una parte de la oposición venezolana había creído, en 2017, que Maduro no soportaría la presión en la calle. Por más de 100 días los venezolanos salieron a enfrentar al régimen. Fue una lucha desigual. Muchachos muy jóvenes dieron sus vidas en una épica que por momentos consiguió conmover al mundo. Murieron alrededor de 130 muchachos y muchachas en las calles de Venezuela, principalmente en Caracas. Envueltos en la bandera de su país, protegiéndose con escudos de madera, y así le presentaron batalla al régimen. Piedras contra balas. Llevada la lucha a ese terreno, y por más de tres meses, al final llegó el desaliento, y eso provocó una importante fractura en la Mesa de la Unidad Democrática. Sigue manteniendo el Parlamento, aunque sin recursos siquiera para pagar los sueldos, y absolutamente bloqueado por una Constituyente que, en los hechos, funciona como el Parlamento del régimen. En esta confusión y con los principales líderes democráticos presos o inhabilitados, Maduro celebró, con 7 meses de anticipación, las elecciones presidenciales que debían celebrarse en octubre de este año. Eso es lo que nuestro gobierno apoya, por más que haga malabarismos para darle algún tipo de justificación.
El gobierno del Frente Amplio argumenta que no es bueno que el pueblo venezolano quede internacionalmente aislado, en los hechos, es al pueblo venezolano a quien se aísla al no exigirle a Maduro el cumplimiento de elecciones libres, sin proscriptos, en las fechas que marca la Constitución y con observadores internacionales. Un gran error del Frente Amplio, y que puede costarle muy caro.
Ya Maduro no tendrá que andar lidiando con más contratiempos electorales. Podrá gobernar hasta el 2025 si las circunstancias se lo permiten. No tendrá que hacer más trampas con el captahuellas, ni con el sistema informático que la propia empresa contratada denunció como usado de manera fraudulenta, ni siquiera con más campañas electorales. Ahora tendrá que hacerse cargo del enorme desbarajuste de las cuentas del Estado, que maneja como propio. Este año tendrá que pagar 9000 millones de dólares en intereses y multas de su deuda externa. No podrá pagar, y comenzarán las ejecuciones. Venezuela todavía mantiene a su empresa CITGO, filial de PDVSA, operando en Estados Unidos. Es de lo poco que produce algunas divisas, pero podría perderla en la avalancha de juicios que se desencadenarán a partir de este año. El petróleo venezolano comienza a escasear en el mercado porque PDVSA no tiene recursos para reinvertir en mantenimiento, y tanto los rusos como los chinos ya no le prestan más al gobierno de Maduro. El gobierno les ha regalados a sus dos principales acreedores zonas para la explotación petrolera, y, principalmente, les ha entregado para su explotación exclusiva, casi todos los recursos mineros.
Venezuela está exhausta, no genera otra divisa que la proveniente de la renta petrolera. No produce lo que sus habitantes necesitan para sobrevivir. Los campos están cada vez más desolados, producto de la expropiación forzosa, la delincuencia y los grupos guerrilleros colombianos, que se han hecho con numerosas tierras. La fractura social, y el hundimiento económico es lo que tendrá Maduro como saldo del despilfarro oficial. El acatamiento del boicot a las elecciones fue un importante éxito para la oposición, es la primera señal de que las fuerzas opositoras comienzan a repensarse.
Luego de todo un largo aprendizaje a la oposición venezolana le llegó el momento de ser protagonista. Tanto Maduro como el gobierno uruguayo lo vivirán, sin dudas, con angustia.
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