Home Reflexion Semanal ¿Venta de humo o Pompitas de jabón?

¿Venta de humo o Pompitas de jabón?

¿Venta de humo o Pompitas de jabón?
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Los cruces entre el gobierno y la oposición suceden a diario. Los partidos tradicionales acusan al gobierno de inmovilismo, falta de agenda y de ser rehén de la interna frentista o del movimiento sindical. A su vez el oficialismo afirma que a la derecha no se le cae una idea y que no están preparados para ser gobierno. ¿Es realmente así? ¿No tiene el Frente Amplio puntos  a cumplir de su programa? ¿No hay ningún buque insignia para el gobierno? ¿Se juega todo los boletos a la nueva planta de UPM? ¿Qué propuestas concretas tiene el Partido Nacional? ¿No actúa simplemente de manera reactiva? ¿Lo único que hace la oposición es criticar?  ¿Hay agenda en serio del gobierno? ¿Y de la oposición?

 

Primos hermanos por Esteban  Pérez

En el mes en que recordamos a los compañeros caídos en Pando, traigo a la memoria la frase de uno de los referentes revolucionarios de América Latina, de Raúl “Bebe” “Rufo” Sendic: “Este gobierno dio un paso que ni los militares se habían atrevido para la extranjerización del país: la aprobación de la Ley de Zonas francas: Zonas Francas significa ceder un pedazo del territorio para que las grandes empresas extranjeras puedan establecerse allí libres de acatar buena parte de las leyes nacionales.” Se refería al gobierno blanquicolorado.

Con parecidas palabras la dirigencia del Frente Amplio, desde el Poder Legislativo y las tribunas, fustigaba a los “rosados”.

Los legisladores frenteamplistas de aquel entonces afirmaban en ambas cámaras:”Es un proyecto que atenta contra la soberanía creando mini países dentro de la Nación.”

Los programas del Frente Amplio de aquella época cuando miles de militantes a lo largo y ancho del país gastaban su calzado y su tiempo para lograr el triunfo de un gobierno popular, no mencionaban ni por asomo la entrega de bienes naturales a grandes capitales extranjeros.

Sin embargo, hoy por hoy podemos afirmar, según los datos oficiales, que bajo los dos primeros gobiernos del Frente Amplio se aceleró la entrega del patrimonio nacional. La extranjerización de la tierra bajo el gobierno de José Mujica alcanzó aproximadamente el 40% de la superficie del país y las Zonas Francas se multiplicaron.

Los enclaves exportadores de bienes naturales se están comportando como succionadores de extracción y transferencias hacia el exterior de nuestros recursos.

Podemos entonces suponer que estamos ante un neocolonialismo y afirmar que el capital extranjero en realidad no aporta recursos al país, sino que más bien afecta la soberanía nacional. Apoyarse en las grandes inversiones queriéndonos convencer que es beneficioso para nuestro desarrollo, es estar haciéndole los mandados a los grandes grupos económicos.

Una vez más la práctica es la madre de la verdad. Una cosa es el discurso y otra, muy otra, la realidad de lo gestionado por los gobiernos del Frente Amplio.

No me distraen las piedras que la oposición tira sobre el gobierno actual ni los cacareos oficialistas. No son contradicciones antagónicas, apenas escarceos entre primos hermanos con un tronco común: nos guste o no, son operados desde lejos por los hilos del poder económico, imperialismo o como gustemos llamarlos (no entremos en discusiones de términos).

Como todos los primos, tienen parecidos y diferencias; unos son neoliberales al mango casi sin contemplación social y otros (los gobiernos frenteamplistas) con la misma plataforma de “desarrollo” pero con contemplación social mientras  le den los números, por ejemplo una serie de leyes laborales (que con un soplido se pueden volar) y la “anestesia” social del MIDES.

No es el mismo perro con distinto collar, son distintos perros con un mismo collar: la obediencia al mandato del FMI.

La patria compañeros la hemos de encontrar, la herramienta compañeros habrá que construirla…


A  golpe de balde por Gonzalo Maciel

 A simple vista el gobierno y la oposición se ven enfrentados en casos como el de Sendic, Bascou, o las irregularidades en ASSE, los cuales tienen una espectacularidad que distrae de otras discusiones quizás más importantes, como por ejemplo el debate sobre la transparencia de la financiación del sistema político.

Pero enseguida que se deja de lado la discusión sobre esos casos espectaculares, tanto gobierno como oposición comienzan a acusarse mutuamente de no tener agenda.

Pero el gobierno tiene agenda, jugada y focalizada en UPM, claro, shock de inversión, shock de trabajo en la deprimida ocupación de la construcción, y shock de fondos para la deprimida infraestructura que durante los casi 3 períodos del Frente Amplio no ha tenido un desarrollo significativo. De la agenda del Frente Amplio salió la reforma de la educación y la reforma del Estado, aquella que iba a hacer temblar la raíces de los árboles, y los TLC, sobre todo el que está esperando ser votado en el Legislativo. Lo que se fue de la agenda ha salido por no poder ponerse de acuerdo en la interna del Partido de gobierno y por presiones sindicales,las que también se ejercen desde la interna del Frente Amplio. A su vez, lo que sigue en la agenda pública es la problemática de seguridad, en ella el gobierno viene trabajando en silencio, con resultados -puestos en duda- pero resultados al fin, al punto que la oposición ha dejado de hablar del tema.

La oposición tiene agenda, sí la tiene: mejorar la educación -tanto Bordaberry, Larrañaga como Lacalle Pou han hecho propuestas-, en el área de seguridad pública también las han hecho. En el tema ASSE el diputado Lema ha hecho propuestas para que no vuelvan a ocurrir hechos irregulares como los que tristemente hemos conocido. Lacalle Pou todos los 2 de marzo entrega al Presidente de la República una serie de medidas, donde además de las ideas se propone como llevarlas a cabo. Larrañaga ha hecho lo mismo, lo último que tomó estado público fue una propuesta de reforma de la Caja Militar, también se propusieron medidas para bajar costos de los combustibles y de la energía eléctrica.

La oposición ha hecho propuestas, el tema es que al Frente Amplio no le gustan ni las propuestas ni la forma de llevarlas a cabo. Entonces, es mucho más fácil decir que no hay propuestas en vez de sentarse a debatir y ver si realmente son pompitas de jabón, seguramente algunas valgan la pena, nunca lo sabremos. En conclusión, el gobierno miente.

Por otra parte debemos preguntarnos, ¿es realmente la función de la oposición proponer medidas de gobierno? Si razonamos linealmente no debería serlo, ya que la mayoría de los uruguayos eligió a Vázquez y al Frente Amplio para que gobiernen, inclusive les dieron mayoría parlamentaria. Ahora, la oposición podría ampararse en ese razonamiento y solo dedicarse a criticar y controlar. Pero no; ha elegido controlar, criticar y proponer, porque la oposición debe mostrar qué Uruguay quiere. Pero sólo eso no alcanza, la oposición no ha logrado exponer con claridad a qué modelo de país aspiran y cómo alcanzarlo. Al final, terminan exponiendo su agenda a golpe de balde o en respuesta a errores del gobierno, cuando debería ir más allá, no sólo respondiendo a situaciones coyunturales, sino también exponiendo -de forma clara y sencilla- cuál es el país que quieren construir.


La carrera por el poder de la agenda por Ian Ruiz

Las distintas colectividades, dan la sensación que lo único que pretenden es acceder al poder o a lugares del poder, para beneficio de sus militantes más importantes o para ciertas figuras de esos partidos. En esa carrera por el poder entra en juego un “vale todo”. Es como si lo demás importara poco, una de esas cosas que poco concierne es precisamente, tener una agenda política.

Que la oposición no tenga esa agenda política completa no es nuevo y no debe preocupar, lo que debe inquietar es que el poder de turno no la tenga y la confunda con el programa de gobierno. Eso haría que nos sintiéramos constantemente en una época de elecciones.

Éste 2017, es un año bisagra para las estrategias y dar a conocer ciertos candidatos rumbo al año 2019. Por lo tanto los cruces entre el gobierno y los partidos de la oposición sucederán cada vez más.

A la agenda política que posee el Frente Amplio, escapan temas que deberían ser prioritarios para el gobierno, una agenda que impacta con una estrategia que tiene que ver más desde lo reaccionario, desde el lado opuesto.

Ambas circunstancias son alarmantes porque es un síntoma que demuestra cierto desgaste del sistema político, que disminuye año tras año sus índices de credibilidad sin que se tomen medidas para replantearse un nuevo modelo de funcionamiento.

Durante lo que resta del presente año, la agenda política de los partidos parece estar marcada por los debates coyunturales que han ocupado recientemente lugares predominantes en los medios de comunicación. El mensaje que puede transmitir es que parecería que se está escuchando a la sociedad en algunos temas que preocupan a la “opinión pública” y pueden alcanzar un lugar en las propuestas de los partidos. Si es así, el mensaje de los intercambios en los medios de comunicación, es positivo.

El posible lado negativo de esta tendencia es que, por dar demasiado énfasis a temas como el de la inversión de UPM, no se atiendan políticas de Estado sobre problemas estructurales. Un partido debe proponerle a la sociedad cambios amplios, y es lo que está faltando tanto en el partido que gobierna, como los otros que pretenden hacerlo después de 2019. Son los políticos quienes recorren el país, y deberían tener una visión más profunda de las dinámicas del Estado, son ellos quienes deberían tener un horizonte que vaya más allá de la coyuntura específica.

Las ideologías y propuestas importan, los partidos no poseen sus programas como un referente retórico, éstos sirven para diferenciarse entre ellos.

Las propuestas no son un montón de promesas echadas en saco roto, que nunca habrán de realizarse, en definitiva, no debe dar lo mismo si existen o no. Es cierto que los programas y las propuestas no deben ser determinantes de la dinámica política, pero sí podemos hasta cierto punto exigir que haga parte de ella, que sirva para hacer más transparente el debate político y para que ésta dinámica no dependa únicamente de lo que se arregla mediante el lobby tras bastidores.

La ciudadanía, espera que los partidos políticos reflexionen sobre su futuro y los gobernantes e intelectuales sobre aquella prioridad del estado que nos prometió el ex-presidente José Mujica en forma del slogan “educación, educación, educación” y que a la hora de desarrollarlo se extravió. Al fin y al cabo, este debería ser el barco insignia de los partidos políticos y debe ocupar varios renglones en cada agenda política. Se lo deben al país.


Manteniendo la soberbia por Max Sapolinski

Cada tanto tiempo, el Presidente de la República abandona su tradicional postura distante para emitir declaraciones sobre alguna temática de actualidad. En general, dejando de lado su estilo parco y moderado carga contra la oposición.

De hecho, el anuncio de que se compartirá información sobre la futura inversión de UPM con la oposición recién luego de haberse firmado el acuerdo entre el gobierno y dicha empresa, no es más que una nueva demostración de cómo desde el gobierno se subestima al resto del espectro político manteniendo la soberbia que se constituyó en el rasgo distintivo desde que el Frente Amplio cuenta con mayoría en el Parlamento.

Lejos quedaron en Uruguay los tiempos en que los presidentes convocaban a los líderes de la oposición para compartir con ellos diversos aspectos de la realidad nacional.

En los últimos tiempos sólo se gestaron algunas reuniones con las autoridades partidarias sobre seguridad que no redundaron en ningún logro destacable y una invitación de Vázquez a los expresidentes de la República que no tuvo más resultado palpable que la manifestación de orgullo por la posibilidad de realizar este tipo de reunión que en otros países es imposible de desarrollar.

Con este marco de relacionamiento, va quedando claro que el Gobierno ha entrado definitivamente en la etapa de agotamiento de su agenda. Sobrevive abrazado al proyecto de inversión de UPM, que ha pasado a constituirse en el mascarón de proa de una gestión que no presenta proyectos ni ideas a desarrollar, mientras mantiene el estancamiento en las diversas áreas de su administración, aparte de convivir con el constante clamor que reina sobre ineficiencias, despilfarros y sospechas de corrupción en diversos ámbitos.

Parece que como consecuencia directa de la impotencia para cambiar la realidad, desde la cumbre del Poder Ejecutivo se insiste en tratar de menoscabar la capacidad de la oposición como generadora de ideas. Por supuesto que el estilo de Vázquez es muy distinto al chabacano y agraviante que solía utilizar Mujica. Pero ambos atacan al resto de los partidos como estrategia para intentar esconder sus propias ineficiencias.

Cuando se insiste en el concepto de que a la oposición no se le cae ninguna idea, que lo único que se hace es criticar, que son todas “pompitas de jabón” (este parece ser un agravio con nombre y apellido), se busca esconder las decenas de proyectos de ley que la oposición no logró que las mayorías regimentadas de las comisiones parlamentarias sacaran de los cajones a donde las han sentenciado a dormir el sueño de los justos, como así también los programas de gobierno que los partidos presentaron a consideración de la ciudadanía en las últimas elecciones nacionales. Alguno de éstos, como el caso del elaborado por el Partido Colorado, que merecieran reconocimientos de todas las tiendas por la seriedad de su elaboración y propuestas, más allá de divergencias que se pudieran suscitar.

Mientras tanto, dos generaciones enteras de uruguayos ya han sido víctimas del deterioro del nivel de nuestra educación. Y mientras que la sociedad civil muestra como se puede trabajar en conjunto con profesionales capacitados de todos los partidos como sucede en emprendimientos como Eduy21, desde el gobierno se mantiene con cabeza agachada la sumisión a intereses corporativos y se da la espalda a la realidad que todos los días abofetea nuestra cara.

Mientras como manotón de ahogado, se negocia con UPM, en un marco de incertidumbre generalizada, que le ha costado a la Administración el aporte de valiosos técnicos, seguimos dando la espalda a la inserción internacional que permita penetrar en mejores condiciones a los mercados.

Parece que a esta altura del período de gobierno, será muy difícil que se cambie el estilo, el relacionamiento y la visión que priman para pasar a un intercambio positivo y productivo que alcance consensos en el discurso y la acción.

Tal vez en próximos períodos, cuando ya no existan mayorías parlamentarias que se constituyan en obstáculos de apertura de mentes y visión de desarrollo, se puedan obtener mejores resultados. Esperemos que no sea tarde.


Jugar al empate por Benjamín Nahoum

 Salvo que los contendientes se pongan de acuerdo en dejar todo como está, como en el reciente caso del partido Perú-Colombia, es sabido que quien juega al empate pierde sobre la hora con un gol de montonera. Es lo que le puede pasar al Frente Amplio si para las próximas elecciones no consigue presentar una propuesta que vaya más allá de seguir creciendo -poquito, pero creciendo- pero sin una distribución realmente progresiva de la torta, que apunte a cerrar las enormes brechas que sigue teniendo nuestra sociedad, entre unos pocos que acumulan mucho y unos muchos que no acumulan casi nada.

El Frente sigue adormecido en la confortabilidad de posiciones centristas que no lastiman a nadie (y menos que nadie a los inversores extranjeros) y que lo afirman como la opción menos mala, pero lo alejan cada vez más de los postuladores renovadores para los que nació. Danilo Astori señalaba, en su discurso del acto frentista en que se proclamó la fórmula presidencial que integraba con Líber Seregni, en 1989, que los cambios que el Frente Amplio proponía se seguían llamando Revolución. Aplausos atronadores. Hoy nadie habla de Revolución, ni siquiera de revolución, y pretendemos curar los males del capitalismo con aspirinas. Silencio atronador.

No se trata de tener o no tener ideas, y esto vale para el Frente y para la oposición conservadora. Ésta tiene montones de ideas pero le vale más no expresarlas, porque se resumen en retrogradar lo que se avanzó y más allá. Y no olvida que cuando en 2004 a Luis Alberto Lacalle (padre) se le ocurrió exponerlas en voz alta, con su famosa imagen de la motosierra, el resultado fue devastador.

Por lo tanto, jugar callado. Hablar de las tarjetas corporativas (en sentido real y figurado, pero no de las propias, sino de las de los otros), del déficit de ANCAP, de la falta de transparencia del gobierno, de la seguridad (sobre todo de la seguridad), pero lo menos posible de qué hacer si al frente estuvieran ellos. Al fin y al cabo, a los intereses que representan no les va nada mal con las actuales políticas.

El Frente también tiene montones de ideas, que aparecen cada cinco años en sus propuestas de gobierno, cuando no se las censura previamente por los calculistas políticos. Pero también se las guarda, sobre todo aquellas que se siguen llamando Revolución o al menos algo parecido. En su lugar mira el reloj y piensa en lo poco que falta, qué buen resultado sería el empate y qué poca enjundia tiene la ofensiva del adversario. Al fin y al cabo, ya estamos acostumbrados a las definiciones por penales y hay que convivir con el hecho que en el millón de votos con que se gana cada cinco años hay muchos prestados, desde el centro y hasta desde la derecha. Porque para la derecha no hay mejor situación que lograr sutilmente que las cosas que quieren y buscan las haga el oponente, y que el oponente no esté allí enfrente para protestar y movilizar a la gente.

Con este escenario, lo más seguro es el empate. Salvo una frangollada de última hora, a las que somos tan propicios, que termine en un gol de montonera.


La agenda, el ser y la nada por Fernando Pioli

Las acusaciones cruzadas acerca de la carencia de agenda entre gobierno y oposición no hace más que demostrar que efectivamente no la tienen unos ni otros. Es decir, si tuviesen agenda se dedicarían a tratar de cumplir con ella mucho antes que pretender ocuparse de la carencia de sus adversarios.

Observar el vacío, obsesionarse con lo que no está, con aquello que no es, es una actitud que nos arroja hacia nuestra impotencia. Ante la posibilidad de enunciar aquello que positivamente se posee (y se es) se escoge, por el contrario señalar la falta, la ausencia (lo que no se es). Por supuesto que esta ausencia hay que atribuírsela al otro, nunca a uno mismo.  ¿Existe una confesión más sincera de pérdida del propio sentido que esta? Estoy convencido de que no.

Es decir, ante una realidad tan apabullante, habiendo tantas cuestiones sobre las que pronunciarse, tantos frentes que atacar, tantas afirmaciones que realizar sobre cuestiones a veces urgentes y a veces graves, sin embargo se prefiere una especie de exhibicionismo de la nada en virtud del cual el centro de la fiesta es la ausencia de propuestas de los demás.

Si nos internamos en la historia de la filosofía nos encontraremos con un señor llamado Parménides de Elea que decía algo más o menos así: “lo que es no puede dejar de ser y lo que no es no puede llegar a ser”. Quizá podemos verlo con un ejemplo: dos más dos no puede dejar se ser igual a cuatro y dos más dos no puede llegar a ser igual a cinco. El punto de Parménides es que la nada (lo que no es) no puede ser considerada porque justamente no es nada. La nada no puede ser afirmada ni asumida como algo existente, porque, reiteramos, la nada no es.

Sin embargo, nuestra psicología logra operar de modo a veces milagroso. cuando se afirma la nada en el otro puede asumirse como una forma de de afirmar el sentido de uno mismo. La obsesión de gobierno y oposición por tratar de demostrar y señalar las carencias del otro no es más que un intento por afirmar la propia identidad. Cada vez que se hace referencia un vacío identificado con el otro se está queriendo a través de esa vía dar la sensación de que el contenido auténtico lo tiene uno. Pero esto no es más que una ilusión, decir que en el otro no hay nada no me hace tener algo.

Nos encontramos entonces ante la desoladora realidad de que ni gobierno ni oposición poseen una agenda real, una dirección. Más bien están ocupados en señalar las carencias de sus oponentes, y con esto exhiben las propias. Sabremos que efectivamente tienen una agenda cuando dejen de acusar al otro de no tenerla. Pero a la luz de los acontecimientos, para esto todavía falta.

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