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¿Otra vez guerra fría? Por Luis Nieto

¿Otra vez guerra fría? Por Luis Nieto
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El uso de la energía atómica para fines bélicos aconsejó a que un puñado de países, con esa capacidad, decidieran deponer las diferencias que los volvían potenciales enemigos. Esa línea imaginaria se transformó en la nueva frontera, la línea roja que el sentido común aconsejaba no cruzar.
Apenas se cierra la conferencia de Potsdam, el 2 de agosto de 1945, donde los Estados Unidos, la Unión Soviética y el Reino Unido firman el acuerdo que sella la paz —en los hechos la guerra no había terminado, Japón no se había rendido—, Estados Unidos sorprende a sus aliados, dejando caer sobres las ciudades de Hiroshima y Nagasaki dos bombas que provocan un daño jamás visto. Ese día, 6 de agosto de 1945, comienza a delinearse el escenario de la nueva guerra, invisible, sin ejércitos de los países con capacidad nuclear que se enfrenten entre sí. Esta situación neo-bélica, predominó casi hasta estos días, salpicada por distintos enfrentamientos y guerras localizadas entre países aliados de potencias que han representado intereses antagónicos.
Cinco años después de la crisis de los misiles, donde pareció quebrarse el frágil equilibrio de la Guerra Fría, el 14 de febrero de 1967 Latinoamérica firmó el Tratado de Tlatelolco, que impide a los países firmantes:
a) El ensayo, uso, fabricación, producción o adquisición, por cualquier medio, de toda arma nuclear… y
b) El recibo, almacenamiento, instalación, emplazamiento o cualquier otra forma de posesión de toda arma nuclear, directa o indirectamente, por sí mismas, por mandato de terceros o de cualquier otro modo.
Esa declaración no se hizo únicamente para suavizar la situación de enfrentamiento entre las principales potencias sino, sobre todo, pensando en un mundo libre de armas nucleares. Es un activo muy importante de nuestra región.
En las actuales circunstancias, cuando un día sí y otro también, Lavrov y Medvédev, y no sólo ellos, agitan el fantasma de que la actual invasión de Ucrania por parte de Rusia puede terminar en el fin de la vida sobre la Tierra, ¿por qué tenemos que escuchar amedrentados el chantaje que implica este mensaje de muerte?
Ante esta situación nos debemos dos reclamaciones formales: una, ante las Naciones Unidas, que debería ejercer su autoridad ante Rusia, que ha ocupado por sí y para sí el sillón en el Consejo de Seguridad de la ONU en nombre de la desaparecida URSS, y dos, ante nuestras instituciones de integración regional. Si la URSS ya no existe, y Rusia actúa como si no ocupase un lugar en el Consejo de Seguridad, ¿quién garantiza lo que durante la Guerra Fría parecía garantizar? América Latina, signataria de un acuerdo de no proliferación del armamento nuclear tiene la fuerza moral suficiente como para exigir que cese el chantaje, y que se retire el país invasor, si esa invasión implica el riesgo de una conflagración atómica.,
Putin cometió un tremendo error al invadir Ucrania por segunda vez persiguiendo su sueño de refundar la Gran Rusia, en la que la URSS fue solo un capítulo, aunque buena parte de los actuales partidarios de Putin, dentro y fuera de Rusia, sean los nostálgicos de aquel proyecto fallido. Todo le debería indicar a Putin y a los nostálgicos de la URSS que va a perder la guerra. Ya no la ganó, y cada día que pasa la náusea que producen los asesinatos de civiles perfora el alma de cualquier ciudadano de raíz humanista. Sin embargo, huye hacia adelante, hacia donde solo hay ciudades destruidas, donde lo esperan los muertos de este conflicto que él desató.
Putin consiguió todo lo que pretendía evitar: Ucrania, de hecho, ya está dentro en la OTAN, Suecia y Finlandia, países neutrales, decidieron solicitar su entrada a la alianza atlántica. La Unión Europea se consolida en su apoyo al país invadido, y dobla sus presupuestos militares, porque esta guerra le está indicando que cualquier país de la UE puede ser el próximo. Tiene aviones de combate competitivos, pero a raíz de la guerra aceleró su alianza con japón para producir el avión caza del futuro. La información que trascendió fue que este año comenzarían a ensamblar la primera versión. Y aparte de eso, la Unión Europea no ha estado perdiendo el tiempo en estos años. Mientras Putin habla de sus cohetes hipersónicos, la UE se alió con la NASA para construir y ubicar el súpero telescopio James Web, que ya está enviando información sorprendente, fundamental para la humanidad en los próximos años. Rusia decidió bajarse del proyecto más ambicioso: la Estación Espacial Internacional. Que, además, es todo un símbolo de lo que se puede hacer en la paz entre regímenes tan distintos.
En su reciente presentación personal ante los líderes de la Unión Europea, Zelensky agradeció el apoyo de la UE, y a modo de expresar la voluntad de su gobierno, también dijo, para que Putin lo oyera: «Para Ucrania, Europa es el camino a casa. Estoy aquí para defender el camino a casa de todos los ucranianos, de todas las edades, estatus social y convicciones religiosas. Quiero decirles que Europa es nuestra manera de vivir. El modo de vida europeo ha intentado ser destruido con esta guerra. Quieren acabar con Ucrania, pero después irán a por todos los europeos. Y no lo vamos a permitir». Esto fue música para los oídos europeos, de un hombre que viene de la guerra que está librando a un precio que ningún europeo quisiera pagar. Es la voz del primer país post soviético que ha desafiado a quien se autoproclama heredero de la potencia que cayó sin disparar un tiro, y dilapidó la riqueza y el conocimiento que había acumulado el pueblo soviético.
Previamente a la visita al Consejo Europeo, Zelensky se reunió con el primer ministro de Gran Bretaña y con el presidente francés, que lo esperaba en compañía del canciller federal alemán, donde, seguramente trataron en privado el tema de las armas que Ucrania está necesitando para resistir el acoso ruso y quedar en condiciones de ganar la guerra.
Como una yapa, Zelensky recibió una visita que no se había publicitado previamente: Armin Papperger, presidente del grupo alemán Rheinmetall A.G. ¿Qué quería plantearle Papperger, seguramente al final de varias reuniones secretas con los tres principales líderes europeos?: Proveerlo del tanque Panzer KF-51 que, seguramente necesita un escenario como el de la actual guerra en Ucrania para mostrar sus virtudes. Está equipado con los mayores adelantos del presente, y del futuro cercano. En las próximas semanas no sólo le empezarán a llegar los tanques principales de Estados Unidos, Gran Bretaña, Polonia, Canadá y Alemania, que Zelensky ya consiguió, sino también el mejor tanque del mundo. Los cuatro tripulantes no irán mirando por la escotilla, arriesgando sus cabezas, sino en una sala, equipada con un conjunto de pantallas led, que les indicará el escenario en 360 grados, conectados a distintos radares y drones, capaces de detectar cualquier situación de riesgo, y protegidos por un blindaje muy superior al de cualquier otro tanque.
A la sombra de la Guerra Fría, Estados Unidos tenía algo escondido en la manga: un prototipo de bombardero, el B-21 Raider, que la semana pasada fue presentado a la prensa. Actualmente hay seis en la etapa final de ensamblado que quedarán listos en abril, de otros cien que serán la columna vertebral de sus nuevos bombarderos. Un súper avión completamente invisible a cualquier sistema de radar; solo puede ser detectado cuando abre las rampas para soltar los cohetes, apenas unos segundos, el tiempo suficiente para desaparecer con el mismo sigilo que se aproxima a cualquier blanco, en cualquier parte del mundo. Los hechos y las alianzas harán posible que estás máquinas tan macabras como silenciosas, se hagan cargo de limpiar todo lo que los tanques que reciba Ucrania, de ahora en adelante, no puedan limpiar. Ni Rusia ni China cuentan con semejante tecnología. Cada B-21 Raider tiene un costo de 692 millones de dólares. ¿Cuál de las actuales potencias está en condiciones de enfrentar semejante proeza tecnológica y financiera, y ensamblar estos nuevos aviones en el correr de los próximos dos años? Ni siquiera el excéntrico Kim Jong-un, de Corea del Norte,
En este escenario se escribirá el epílogo de una historia de los ucranianos, de los que aguantan los bombardeos rusos en los sótanos de sus casas humildes, o en los garajes de los edificios que las bombas echan por tierra, cada día. Para Putin el objetivo principal parece ser destruir toda población civil, su moral, sus domicilios, sus fuentes de energía para librarse de la oscuridad, el frío y la sed en medio del invierno. Cada día que pasa los muertos rusos vuelven a su país en una bolsa de plástico, y los militares se inquietan; los presos se enteran del destino que les esperaba a los que mordieron el anzuelo y ya no quieren alistarse en el ejército privado del magnate Yevgueni Prigozhin. Nada más gráfico para ilustrar la descomposición de un país
Si hasta el día de hoy, con la abrumadora cantidad de bombas que Rusia ha dejado caer sobre Ucrania, no la ha doblegado, la expulsión del ejército ruso marcará el final de una aventura macabra que Putin, su entorno, los responsables de crímenes de guerra, y la economía tendrán que pagar muy caro. Nadie acudirá en su ayuda en el correr de este año, y menos en 2024.
Lo mismo pasó con Hitler. Putin creyó en la infalibilidad de su poderío militar y, seguramente, estaría convencido que “Occidente”, por llamarlo de alguna manera, eran Maduro y Alberto Fernández. Lo que consiguió fue que el mundo democrático despertara de su modorra. Putin creyó que tenía a Europa maneada con el gas y el petróleo, pero en menos de un año ya Europa le dio la espalda, además de ponerle un cerrojo a los enormes capitales que los magnates rusos habían depositado en Occidente.
Las circunstancias se parecen a las del final de la Segunda Guerra Mundial. Entonces el manejo de la energía nuclear marcó la paridad. Lo más cerca que estuvo el mundo de un enfrentamiento con armas atómicas fue en Cuba, que se saldó con un acuerdo entre la URSS y los Estados Unidos. Otra pesadilla que Fidel Castro quiso vender como un bonito sueño, por el que valía la pena arriesgar la vida de los jóvenes,
La nueva paridad se presenta, sobre todo, entre China y Estados Unidos. El fin de la invasión de Ucrania marcará el inicio de otra Guerra Fría. China tendrá que remar sola, y seguir vendiendo su producción en Occidente. Tanto China como Estados Unidos tienen el potencial tecnológico como para avanzar con cada avance del otro. y esto va a obligar a los dirigentes políticos de los países más influyentes del mundo a sentarse a la mesa de negociaciones, porque esos B-21 Raider, tarde o temprano también los tendrá China y así sucesivamente.
No es de sorprender que se plantee una gobernanza distinta del mundo y la cooperación para combatir el cambio climático, que la invasión de Ucrania ha hecho retroceder, quién sabe cuántos casilleros. Tanto Estados Unidos como China ya están en esa carrera. Los dos saben que tienen algo para ganar y mucho para perder, y ya no por la guerra sino por lo que la guerra ha ocultado. De no actuar de forma urgente, el mundo puede colapsar de verdad, y actuar, después de esta guerra insensata, quiere decir volver a la mesa de conversaciones y de cooperación internacional.
Las temperaturas están subiendo más de lo pronosticado, el núcleo de la Tierra ha comenzado a girar en sentido contrario, sin que nadie dé una explicación del por qué, y cuáles pueden ser las consecuencias. 150 especies de animales desaparecen cada día del planeta. Los osos polares han sido expulsados de su hábitat y deambulan cada vez más al sur en busca de comida. Tras el COVID 19 ¿qué viene ahora? Esta civilización está sometida a un creciente estrés, y los planes para poblar marte son tan descabellados como edificar las ciudades en el desierto del Sahara. Todos los días hay mayor cantidad de avistamientos de ovnis, y las redes sociales se han vuelto las tertulias más esquizofrénicas que uno pueda imaginar. ¿Puede el ser humano poner cordura en este escenario más propio del que Brueghel el Viejo, barruntaba cuatro siglos atrás? La guerra y sus consecuencias, como la industria que depende de los resultados de la muerte para que el negocio valga la pena así parecen indicarlo.
Sin embargo, la construcción de la Europa comunitaria no se fue edificando a imagen y semejanza del “Triunfo de la muerte” de Brueghel sino de la “Oda de la Alegría”, de Beethoven. En 1985, la Unión Europea lo convirtió oficialmente en su himno, que no tiene letra, pero eso no impide que no tenga numerosas interpretaciones inspiradas en las palabras de Schiller, publicadas en 1785. Numerosas voces le dan vida a este himno que es la contracara del horror que tan magistralmente recreó Pieter Brueghel, el Viejo.
Si los nuevos equilibrios que se están fortaleciendo con esta guerra perversa son conscientes de la fragilidad de nuestra civilización entonces todo puede cambiar. Hay muy poco tiempo para hacerlo, pero hay algo de tiempo para tomar las decisiones que la invasión de Ucrania retardó.
Como opináramos la semana anterior: no se le puede pedir a un país, ni siquiera a un individuo que envíe armas al país agredido para que se defienda en lo que queda de la guerra, pero sí se le puede exigir al invasor que retire a sus ejércitos del país que invadió. No se discute si la Unión Soviética, en otro contexto histórico, utilizó la fuerza para imponer su visión ideológica, lo que se impone ahora es la sensibilidad humana, ponerse en la piel del que queda a la intemperie en medio de un invierno cruel, y pierde su apartamento porque un cohete fue dirigido a las ciudades y no al campo de batalla. Ponerse en la piel del hijo, o de la madre, o del bombero, o de la mujer violada múltiples veces por las tropas invasoras. Una cosa es oponerse a la guerra, como un dogma, otra cosa es hacerse el distraído, no reconocer la responsabilidad del invasor, y tampoco exigirle que deje a ese país en paz.

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