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¿PARA DÓNDE VA EL PAÍS?

¿PARA DÓNDE VA EL PAÍS?
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La semana pasada ACDE (Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa) organizó un conversatorio sobre las Claves para un mayor crecimiento sostenido a largo plazo en Uruguay. Participaron Ana Inés Balsa, Javier de Haedo, Ignacio Munyo, Gabriel Oddone y Ricardo Pascale, oficiando como moderador Emiliano Cotelo. Transcribimos íntegro su contenido.
Ana Inés Balsa:
Empezar hablando de la era que estamos viviendo, que es la era del conocimiento, de los cambios disruptivos en los procesos productivos, caracterizados por una alta automatización, por innovaciones permanentes en los productos. Ese es el lugar desde el cual nos tenemos que proyectar. El conocimiento es el eje de la cadena de valor. Conocimiento e innovación son las dos claves. Los procesos tecnológicos que están involucrados son la inteligencia artificial, el big data, la robótica, la computación cuántica, la genómica, la biotecnología. Esto implica una serie de oportunidades enormes, porque este ritmo acelerado en la innovación tiene la potencialidad de incrementar nuestra productividad como seres humanos y de darnos, mayor nivel de bienestar. Pero también traen consigo muchos desafíos que están asociados a los niveles de automatización y a los procesos de obsolescencia del capital humano. Hay tareas que van a ser reemplazadas en un 100%, y eso va a implicar que hay gente que va a quedar fuera del sistema. Hay gente que va a transformarse en irrelevante, y eso va a implicar tener que trabajar para volverlos a insertar en la sociedad productiva, y va a generar más desigualdades. Y tenemos las grandes empresas tecnológicas que están atentando contra nuestras libertades personales, manipulando nuestra información privada. Creo que los dos ejes claves son el insertarnos en este mundo de innovación y también de ver con libertad cómo nos insertamos en este mundo. ¿Dónde estamos situados en Uruguay en este momento? Diría que estamos en una emergencia nacional. Así como cuando vino la pandemia decíamos que estábamos en una emergencia sanitaria y toda la sociedad puso sus recursos a disposición para poder resolverla, lo mismo tenemos que hacer con el capital humano en Uruguay. En Uruguay hoy se gradúan de secundaria aproximadamente un 43% de los estudiantes, en comparación con niveles de más de 90% en los países desarrollados, y en países regionales, como Chile y Perú, o Brasil, que está llegando al 75%. Tenemos una tasa de graduación en la universidad que es del 14%, cuando países como Japón, Corea del Sur y Finlandia tienen tasas de 66%. Y en comparación con países regionales, tenemos a Chile, que tiene una tasa del 25%. Estamos con una brecha enorme. Chile partió hace veinte años del mismo lugar en donde estábamos nosotros, en egreso en secundaria, y hoy tiene un 50% de la población que se ha logrado graduar, mientras que nosotros apenas hemos logrado avanzar. Quiero partir de esa idea: estamos en una emergencia nacional y tenemos que hacer un shock muy fuerte para poder revertir esto y meternos en la sociedad del conocimiento.
Javier de Haedo:
La tasa de crecimiento de la economía, según el Ministerio de Economía, está en el 2.1%, y proyecciones para fines de este siglo la hacen bajar a 1.7%. Es un crecimiento económico a largo plazo muy bajo para un país en nuestro estadio de desarrollo, y más todavía para la demanda de políticas públicas que tiene nuestra sociedad. Si uno ve los números de los últimos cien años, se encuentra con que los veinte años terminados en el año 1955 tuvieron un crecimiento de 3.2% anual, y en los veinte años siguientes, hasta 1975, fue de 1.2%, mientras que en los veinte siguientes, hasta 1995, se duplicó al 2.4%, y en los veinte años siguientes subió al 3%. En los últimos veinte años, hasta llegar al 2022, estamos en 3.4%. Esa evolución de los números nos cuenta que hubo reformas negativas y positivas a lo largo del último siglo. No voy a detenerme en mencionar las negativas, alcanza con ver lo que pasa del otro lado del Río de la Plata. Después están las reformas positivas que tuvimos, y notoriamente ahí hay dos instancias. La reforma del gran ministro de Economía que fue Alejandro Végh Villegas, las reformas procrecimiento, proexportación y proinversión que implicaron la apertura comercial y financiera y el fin del control de cambios, la modernización del sistema monetario en el sentido más amplio de la palabra: DGI, Aduanas, sistema de seguridad social. Y las reformas de los noventa. Fue el final de la inflación crónica, y pasamos a un dígito. Se hizo la primera reforma de la seguridad social. Se avanzó en desmonopolizaciones. No se permitió que hubiera más financiamiento monetario del déficit fiscal. Y hubo una impecable salida de la crisis del 2002 y una también impecable transición desde los gobiernos de los partidos fundacionales al Frente Amplio. La pregunta es qué pasa si seguimos creciendo a este pobre ritmo del 2.1%, que va a bajar a lo largo del tiempo. Uruguay es una sociedad que exige políticas públicas con presencia del Estado. Es una sociedad que muchas veces he definido como social-estatista-batllista. Y una red de protección social muy extendida desde tiempo inmemorial, que notoriamente funcionó en la pandemia. Un país y una sociedad que tiene sentido de la solidaridad. Y todo esto requiere que los impuestos crezcan a mucho más del 2% anual. Con un 2% anual no hacemos absolutamente nada, y entonces pueden pasar dos o tres cosas: o sigue habiendo una permanente demanda de necesidades insatisfechas, o permanentemente hay que aumentar los impuestos para financiar un aumento del gasto, que también es permanente, o termina habiendo más déficit, lo que termina en más deudas públicas y en reestructuras de la deuda, lo que también ocasionalmente terminamos haciendo. Las reformas estructurales son el camino del crecimiento a largo plazo.
Ignacio Munyo:
Creo que la agenda del futuro del Uruguay tiene que tener como eje el futuro del trabajo, que implica una transformación central en las personas, y ahí viene una serie amplia de políticas públicas. El futuro del trabajo es un tema central en todos los foros globales. En los cien años de la OIT se trató este tema. Vino la pandemia, y ahora el tema vuelve a resucitar con el empuje de la inteligencia artificial y la popularización del ChatGPT. Estos días salió un informe muy interesante del World Economic Forum, que demuestra que el 75% de las empresas del mundo, en una encuesta entre ochocientas empresas, con once millones de empleados, está incorporando inteligencia artificial a tasas elevadas para los próximos cinco años. Un dato muy importante que presenta este informe es que siete de cada diez empleados, a nivel global, van a tener que reinventarse profesionalmente. Dada esta realidad, que es imposible de evitar, ¿qué hay que hacer en política pública para mejorar la tasa de crecimiento y poder tener una sociedad en la cual podamos vivir de forma integrada en Uruguay? Creo que es una agenda dual de reformas la que el país necesita. Me gusta hablar de una agenda procrecimiento y de una agenda proinclusión social, que son absolutamente indisolubles. La agenda procrecimiento tiene como madre la apertura comercial. No hay crecimiento sin apertura comercial, que implica competencia. Para poder competir hay que incorporar esta tecnología y generar muchas reformas en los ámbitos regulatorio, laboral y productivo, así como la transformación educativa que está en marcha. Al mismo tiempo, tiene que haber una transformación de las políticas sociales que tenemos.Tenemos que adaptar las políticas sociales, que estuvieron bien en otra época pero que hay que mejorarlas. El Uruguay invierte mucho en políticas sociales. Hay que sostener esa inversión con crecimiento, pero hay que invertir diferente. Hay que pensar en nuevos instrumentos para la inserción y la reconversión laboral de las personas que van a necesitar una intensa ayuda del Estado, que son muchas. El Estado ayuda, pero no sustituye la voluntad individual de las personas. Ese es el foco. Esta agenda dual es el futuro que veo por delante para que el Uruguay pueda tener un desarrollo sostenible y sustentable.
Gabriel Oddone:
Creo que la clave de Uruguay es acelerar el crecimiento. ¿Por qué? Básicamente por dos razones. Una, para acortar la brecha con los países a los cuales queremos parecernos. Otra, porque nuestro modelo de convivencia depende crucialmente de poder generar más riqueza. Depende de una acción decidida del Estado, de políticas púbicas generosas. El punto es que nuestra productividad es baja en términos comparados. Hoy en día estamos detrás de varios países de la región, como Chile, Argentina y Costa Rica, según datos de 2019. En la medida en que no tenemos volumen demográfico, la única forma de acelerar el crecimiento es que hagamos un esfuerzo decidido por mejorar la productividad de los factores. Todos tenemos un acuerdo sobre que la inserción externa está obsoleta, pero no hemos encontrado la forma de caminar hacia otra dirección. En este país una cantidad de empleos depende del Mercosur. No podemos irnos de manera unilateral pero tampoco podemos quedarnos prisioneros de un acuerdo comercial que no tiene perspectivas para Uruguay. Tengo la impresión de que lo hemos intentando hacer en los últimos años, pero sin éxitos concretos. Tenemos que hacer una reforma educativa, factible y sostenible en el tiempo. Tenemos un diagnóstico de los problemas que tenemos, un problema de años con nuestro capital humano, que es insuficiente. Tenemos más o menos claros los cambios que hay que hacer, pero creo que todavía no tenemos la manera de hacer que esta reforma, u otras, sean sostenibles e irreversibles. Tenemos que modernizar nuestro sector no transable, que es el mismo de hace cincuenta años. El sector transable de la economía ha mejorado notoriamente en los últimos cuarenta años, pero el no transable, llámese salud, Estado, transporte o distribución de combustible, presenta un conjunto de ineficiencias. Tenemos que mejorar el foco de las políticas públicas para proteger a la población vulnerable. En Uruguay hay trescientos mil pobres, hay un 10% de la población que está excluida del sistema. El contrato social que tiene este país tiene que ser redefinido, porque ese 10% de la pobreza está concentrado en niños y adolescentes, lo cual es una bomba de tiempo a largo plazo. El problema es que hay un equilibrio, en el cual todos nos movemos, y reformar y mover fichas es muy difícil. El 80% de la gente en este país trabaja en el sector no transable. ¿Dónde va a ir a trabajar la gente del sector no transable que tiene que ser reducido? ¿Es el sector transable el que lo va a absorber? ¿Dónde están las habilidades educativas de ese sector no transable que queremos mover hacia el sector transable? Hemos hecho las cosas mejor en los últimos treinta años con respecto a cómo lo veníamos haciendo antes, con tasas de crecimiento más altas, pero no son sostenibles en el tiempo, y hemos vuelto a un crecimiento mediocre. Si no introducimos reformas de nueva generación tenemos un problema. Hay que pensar más en el 2 de marzo. Se piensa poco en eso, se llega al gobierno con gente que viene a aprender qué es lo que va a hacer. Hay que trabajar mucho más en los temas previos. Este tipo de instancias son claves. Como verán, aquí hay técnicos de distintas visiones, y más o menos no decimos cosas muy distintas.
Ricardo Pascale:
En mi intervención voy a tener dos puntos centrales. Uno es de contexto. Estamos en una nueva era que tiene algunas características especiales. El siglo XXI va a ser multipolar. Ya lo es. Y además tiene una tendencia asiática. Según Angus Madison, un británico que hizo los registros de la economía mundial de los últimos dos mil años, Occidente solamente fue hegemónico doscientos años. Son los doscientos años en donde nacimos nosotros. Después hemos comprendido que hay civilizaciones que tienen cinco mil años, que te miran sabiendo todo lo que vas a decir. Ese mundo de cinco mil años, que tiene una alta sabiduría, aprendió en los últimos cincuenta la gran sabiduría de Occidente. Ahora tenemos la gran sabiduría de Occidente incrustada en la gran y antigua sabiduría de Oriente. Es muy difícil hacer partido. Tenemos un gran cambio en el orden mundial y es una cosa que tenemos que tener clarita, porque, si no, seguimos tomando a China, a Japón a Indonesia, a Asia, casi como una anécdota lejana. Van a marcar el rumbo y el ritmo. El último libro de Henry Kissinger dice que el desafío más grande de todos nosotros, incluso para hacer las políticas domésticas, es que es Asia la que vuelve a ser hegemónica después de doscientos años. El segundo punto es que tenemos una nueva globalización. Los paradigmas de crecimiento en el mundo cambiaron. Hoy la globalización ya no se mide tanto en bienes, sino que va a ser en personas. Lo es en ideas, en conocimientos, en know-how. Vamos a una nueva globalización. Termina la globalización que conocimos como un paradigma de crecimiento. Vamos a tecnologías transversales aplicadas a otras áreas de conocimiento, en donde aparentemente destaca la inteligencia artificial. Ni hablar de algunos problemas que tenemos con el enlentecimiento general de la economía global. Lo importante es que estamos en una nueva era, y no es una nueva era en la que Francia le deja el lugar a Inglaterra, sino que se trata de distintas civilizaciones. En Uruguay tenemos un lento crecimiento, como muy bien decía Javier. Y lo que más me preocupa es la divergencia que estamos teniendo con países de los que éramos referentes. Sin embargo, dentro de ese panorama un poco dramático, tenemos un país estable donde la cultura económica, y en particular la macroeconómica, creció enormemente en las últimas décadas. Tenemos una democracia plena. Tenemos una distribución del ingreso que es de las mejores de América Latina. Y tenemos algunos grandes desafíos, que fueron mencionados acá. Uno es el capital humano y la educación. Es central. Se ha hecho un esfuerzo muy grande. Y tenemos un problema de inserción internacional, con un país pequeño que la única forma que tiene para crecer es esa.
Javier de Haedo:
He escuchado hablar de la desglobalización. Lo que Ricardo menciona es mucho más lógico. No es el fin de la globalización, sino que estamos ante una nueva globalización. Y lo otro es la alusión de Gabriel al núcleo duro de 10% de pobreza. Sé que CERES hizo un trabajo muy bueno durante el quinquenio del gobierno anterior, sobre carencias entre los que estaban inmediatamente por encima y por debajo de la línea de pobreza. Se llegaba a una definición de pobreza más amplia que daba cinco puntos más para esos cinco años. Entiendo que el INE está trabajando en algo de eso. Mientras tanto, si CERES pudiera actualizar esas cifras, sería de gran ayuda. La pobreza es mucha más que ese 10%. Diría que debe estar cerca del 15%. El otro tema es la exclusión. No sé qué indicadores hay. La exclusión es más seria que la pobreza, porque puede haber excluidos que no son pobres, pero que no están integrados y no se van a integrar. Incluso hasta se podría decir que tienen un dialecto distinto al idioma que nosotros hablamos.
Ignacio Munyo:
Podría suscribir lo que dijeron todos mis colegas acá presentes. La gran pregunta es cómo implementar esto. Creo que sólo se puede implementar con buenas instituciones que trasciendan los gobiernos de turno. Todo pasa muy por encima de un período de gobierno. Hay que mirar experiencias que hay funcionado. El año pasado me tocó conocer muy de cerca la experiencia de Australia, que tiene una comisión de productividad. Nosotros tenemos una muy buena experiencia con el GACH de salud. Esto que funciona en Australia es un GACH de desarrollo económico y social, donde las políticas que van a afectar el desarrollo del país se tienen que pasar por el filtro del buen conocimiento de los expertos, y que, si se quiere hacer algo en contrario, hay que argumentarlo. La agenda gradual de reformas, tanto en el procrecimiento como en la proinclusión, trasciende gobiernos y tiene que estar filtrada por una institucionalidad que sea técnica y que permanezca con la independencia y autoridad necesarias como para frenar malas políticas.
Ana Inés Balsa:
Para algunos puntos tenemos que concordar y generar políticas de Estado que trasciendan gobiernos. Me parece que eso es fundamental. Estaba leyendo un poco de la historia económica de la revolución industrial. Inglaterra en la década de 1860 se dio cuenta que no tenía la capacidad humana para poder responder a los ritmos de avance tecnológico, y generó una comisión parlamentaria donde encomendó a una serie de expertos decir qué cosas precisaba el capital humano en Inglaterra para poder aprovechar los cambios tecnológicos de esa revolución. A partir de eso recomiendan al gobierno inglés grandes cambios a nivel educativo. La alfabetización pasó del 10% a prácticamente un 70 u 80% entre mediados y fines del siglo XIX. Me parece que es algo clave en lo que todos estamos de acuerdo, y que es una prioridad a nivel nacional. Precisamos acuerdos sobre políticas de Estado.
Gabriel Oddone:
Tiendo a estar de acuerdo con que estamos ante un cambio en la globalización, pero tengo la sensación de que en la transición de una globalización a la otra vamos a tener retrocesos. En Occidente hay un alto descontento sobre algunos efectos de la globalización, en la medida en que son democracias representativas en las que el voto ciudadano manda. Tengo la impresión de que vamos a asistir a un período de repliegues sobre algunos temas en los que habíamos avanzado mucho. Esto me lleva a decir que las instituciones que nos han gobernado en la globalización durante los últimos cuarenta años, con los organismos internacionales, están en proceso de cambio, y donde la irrupción de China y de Oriente, que tiene una mirada diferente, donde la autocracia claramente es la forma de gobierno, va a suponer cambios muy importantes en las reglas del juego de cómo se relacionan los países entre sí. Moverse desde el punto de vista de las relaciones internacionales es algo complejo y creo que nuestra política exterior está muy desafiada en este momento, porque el mundo es muy incierto y porque precisamos de una inserción externa diferente, en un mundo que tiene estos procesos de cambios vertiginosos. ¿Cuál sería la razón por la que China haría un TLC con Uruguay? ¿Qué es lo que piensa Estados Unidos sobre eso? Es una decisión bien compleja de tomar. El otro tema es las políticas de Estado; que, efectivamente, es un tema crucial. Uruguay en eso no es un país que sale mal parado. Los procesos de retroceso son relativamente escasos. Es verdad que el proceso es medianamente lento. Pero hay una cosa que me interesa rescatar y en la discusión sobre la reforma de la seguridad social quedó de manifiesto. No creo en las unanimidades en la democracia, y celebro que haya actores que no se sumen a una reforma que creo necesaria, porque creo que en líneas generales es una reforma buena. Pero celebro que tanto en la interna de la coalición como fuera de ella haya visiones diferentes que se manifiesten y que incluso amenacen con inducir cambios. Porque eso acota el margen de acción de los oportunistas. No hay nada peor para un país como lo que ocurrió en Chile hace poco, donde el sistema político tenía un gran consenso, y esa sociedad surfeaba una ola de prosperidad. Basta que aumente el precio del boleto y se genere un descontento mal diagnosticado por esa clase política que está a cargo de todo, para que, cuando se quieran acordar, el país que tenían enfrente ya no tenga nada que ver con el país que ellos imaginaban tener. Creo en el check and balance, y considero importante que haya una oposición que manifieste sus diferencias. Es algo altamente positivo. Creo en las políticas de Estado. Creo que es muy positivo que haya acuerdos generales sobre temas a largo plazo. Pero creo que una cosa son los acuerdos y otra son las unanimidades. En la democracia hay que tener mucho cuidado con las unanimidades, porque son la mejor forma de crear monstruos que aparecen por la ventana con soluciones mágicas que nunca prosperan. Argentina y Chile, por razones diferentes, son la demostración clara de que el principal lío es la emergencia de jugadores oportunistas, que no son representativos de la opinión pública sino de un descontento y una circunstancia transitoria que, al final del día, debilitan al sistema. Nuestro país tiene un buen sistema de partidos políticos, que funciona. Se pelean, pero encuentran puntos de acuerdo, y eso es un valor muy importante que no podemos perder de vista. Basta que viajen por el exterior para que eso sea rápidamente reconocido, afuera y también por quienes visitan Uruguay.
Ignacio Munyo:
Voy a poner el ejemplo concreto de la reforma de la seguridad social. Hay una gran parte del país que está en contra de esa reforma, y el argumento fundamental es que el financiamiento de las nuevas jubilaciones no debería ser por mayor trabajo sino por mayores impuestos a las empresas, o a los mayores ingresos. En blanco y negro, ese es el argumento de la discusión. Creo que una institución como la que existe, por ejemplo, en Australia, tiene dos pilares para tener éxito: tiene técnicos independientes de alta respetabilidad en la sociedad, y a los que el sistema político tiene que escuchar. Después el sistema político hace lo que quiere, pero tiene que dar explicaciones de por qué va a hacer lo contrario. Si hoy existiera un grupo de expertos, diría que hoy Uruguay no tolera más impuestos a las empresas y a los sectores de mayores ingresos, porque ya están en niveles elevados. La discusión se guía por la factibilidad técnica y no por un voluntarismo, que está bien que exista en una democracia, pero que debe ordenarse en algún sentido.
Ricardo Pascale:
Es difícil contestar la pregunta de para dónde va el país. Cuando un país no puede contestar para dónde va, es complicado. Toda la vida me tocó viajar y responder esa pregunta. “Son gente macanuda, prudente, tolerante”. “No somos agresivos, no tenemos petulancia, comemos asado”. Pero te quedan mirando como preguntándote para dónde vas, que cuál es tu paradigma. Y no tenemos paradigma. Esto, en buena medida, se debe a que el país tiene una pésima relación con el futuro. No piensa en el futuro. El futuro acá es muy cortito. Y al no pensar en el futuro es más difícil llegar a consensos sobre temas que son fundamentales. Los países de los que hablamos acá salieron adelante porque hubo consenso básico en algunas cosas. Respeto todos los matices y diferencias que tienen la diversidad, pero el futuro no está en la agenda. Lo que está es el corto plazo.
Emiliano Cotelo:
Para entender mejor lo del paradigma, ¿qué tipo de rumbo le falta definir al Uruguay?
Ricardo Pascale:
Para dónde va. Si seguimos en esta tecnología de media y baja calidad. Si seguimos con productos de tipo commodites. ¿Qué papel juega la ciencia, la tecnología y la innovación? ¿Qué es lo que han hecho los que han salido adelante? Ese es un punto central. En cuanto a la seguridad social, es de largo plazo, pero lo es para un punto muy concreto, que es, entre otras cosas, la solvencia fiscal de largo plazo. Es como bañarse todos los días, no tendría que llamarnos la atención. Acá es toda una revolución. Cuando hablo del largo plazo me refiero hacia dónde vamos. Todos los que han salido adelante fueron para algún lado, con sus matices. Hablo de China. Otro que no ha seguido ese camino es Estados Unidos, que está perdiendo la hegemonía por no haber seguido el camino que lo hizo ser el primer país del mundo.
Javier de Haedo:
No puedo estar más de acuerdo con eso. Los países, como las personas, tienen una agenda que es representativa de su evolución. Si no podemos hacer la lista de todas las asignaturas pendientes, la agenda es prácticamente la misma que hace veinte años. Los temas nuevos vinieron de afuera, como el tema ambiental.Cuando entré en el gobierno en el año 1990, la carta de intención con el Fondo Monetario hablaba de reformar la Caja Militar y Policial. Yo era director de Planeamiento, y el entonces presidente de OSE me dijo que sólo podía facturar el 50% del agua que producía. Lo vi de nuevo el otro día en el diario. No nos caracteriza precisamente el sentido de la urgencia. Gabriel hablaba de que el sector no transable es el mismo que hace cincuenta años. Lo de OSE y la Caja Militar, lo mismo. Este año se va a volver a plantear, y lo vi en los diarios, una reforma del Servicio Civil. Les aseguro que no va a salir. Estamos en problemas.
Ignacio Munyo:
Tengo algún matiz. No soy tan pesimista. Creo que el Uruguay, en su conjunto, es una suma de sectores que sí son dinámicos y que tienen una agenda clara, por ejemplo, en los sectores de ciencia y tecnología de la información, un sector que ha venido creciendo exponencialmente, que ha abierto mercados en países desarrollados, y que la única carta que tiene para seguir creciendo la tiene en la capacidad de contratar más personas, a los costos que hoy impone el Uruguay. También hay sectores que están en la frontera del medio ambiente y la economía circular, como la producción forestal en Uruguay, un sector que está no sólo en la celulosa y la madera que se vende en tablones a los principales mercados del mundo en procesos en los que se aprovecha hasta el último subproducto, para generar energía y hasta casas en barrios carenciados del interior. Hay sectores que sí están avanzando y que tienen rumbos. Hay otros que, lamentablemente, no.
Gabriel Oddone:
Si uno mira al Uruguay, viendo cuáles son las cuatro cosas en las que se ha tenido consenso y que han tenido todos los partidos políticos que han gobernado desde el 85: una apertura de la economía, reglas del juego claras, que Uruguay sea un refugio en una región con incertidumbres diversas; eso forma parte de las señas de identidad, las reformas que se iniciaron en los setenta, y no importa quién haya gobernado, más allá de los cambios que se hayan producido, forman parte de la identidad del Uruguay. Efectivamente, hay una visión de futuro de los años setenta que fue revalidada en todos estos años, con distintos enfoques, con respecto a cuál debería ser el rol del Uruguay. Es un rol totalmente distinto al que Uruguay tenía en los años sesenta o en los cincuenta. El cambio de paradigma que tuvo Uruguay es que el país recorrió con relativo éxito un camino. Como decía Ignacio, hoy hay una matriz exportadora que no tiene nada que ver con la de hace cuarenta años, en su composición, en su valor agregado, en su organización de la cadena productiva. El punto es que esa agenda está agotada desde hace aproximadamente quince años. Con ser predecibles, estables y respetuosos con las reglas del juego, y con ser un poco más ordenados desde el punto de vista funcional, no es suficiente para ser atractivos. Tenemos que hacer cosas distintas. Creo que el punto de Ricardo es cuáles son las cosas nuevas que vamos a agregar. Tenemos varias cosas. Una es que el sector no transable no sea reformado. El ejemplo que acaba de poner Javier sobre el sector público es clarísimo. Por ser provocativo, podría decir que el gobierno corporativo de nuestro sistema de salud, del cual todos nos vanagloriamos en cuanto a que no tiene fines de lucro, es una trampa. El fin de lucro no está en la cabeza de la institución, sino en la cabeza de los jugadores que están ahí dentro, que son directivos, asalariados, proveedores. No habría ningún problema si el sistema cerrara, pero no cierra. Eso exporta costos al sector transable. Y sobre eso hablamos poco en Uruguay. Voy al sector privado: cuando uno toma cualquier análisis comparativo de la capacidad de innovación, y estoy hablando del promedio de la economía y no de un sector en particular, Uruguay sale espantosamente mal parado. El sector privado es escasamente innovador, poco propenso a incorporar tecnología, y a su vez tenemos un sistema financiero que ha pasado por el mayor período de crecimiento e inversión en su historia, y le pasó por el costado. El financiamiento no provino del sistema financiero uruguayo. Tenemos varios problemas en el sector privado, en el sector no transable, que requiere reformas. Reformas de regulación, de visión. Lo cual supone un sistema político atento a prestar atención y técnicos capaces de poner estos temas arriba de la mesa. Creo que el problema que tenemos con el futuro es que nuestra generación está obligada a generar un nuevo futuro. Un último comentario: la razón por la cual el futuro es corto en Uruguay es que venimos de una economía inestable, y eso supone que no sabemos calcular cuánto valen las cosas en veinte años, porque cuando la inflación es alta, entonces la volatilidad de los precios relativos es alta, y entonces, ¿cuánto vale el dólar a fin de año? Es lo que ustedes quieren saber: cuánto van a ganar en una moneda dura y constante, y para eso buscan en los mecanismos de cobertura, que son todos mecanismos indexatorios, que propagan el fenómeno inflacionario. Son agentes con horizontes cortos, porque no saben calcular a largo plazo, tienen una tasa de descuento de futuro muy alta y, por lo tanto, los horizontes de negocios son cortos. Esto no es para todas las actividades y los sectores, porque hay excepciones, pero en promedio, en el sector no transable, los agentes tienen horizontes cortos de planificación. ¿Por qué? Porque venimos de una economía inestable. Pero ya somos una economía bastante más estable de lo que éramos. Tenemos algunos capítulos para resolver. Con Ignacio y otros colegas discutíamos sobre este tema de un incipiente riesgo macro que tenemos y que podría generar cambios de precios relativos que provocan incertidumbre. Sobre eso hay que seguir trabajando, pero no solamente con eso. Hay que trabajar en ciencia y tecnología, en cómo cooperan los sectores públicos y privados en materia de innovación, en cómo se incorpora más tecnología, en cómo reformamos los sistemas financiero y de salud, en cómo hacemos que el Estado sea más eficiente con una reforma del Servicio Civil que funcione. Todas esas cosas están dando vuelta desde hace décadas. Solamente les metemos diente cuando un evento muy agudo nos lleva a hacerlo, como ocurrió en 2002, como ocurrió con el Banco Central, que hasta la crisis del 2002 supervisaba al Banco República. El Banco Central no tenía capacidad de enforcement sobre el Banco República, hasta que la crisis de 2002, efectivamente, generó una situación tan dramática que el Banco Central pudo imponerse en algo sobre lo que tenía el mandato desde el año 1967.
Emiliano Cotelo:
De Gabriel me quedó repicando la frase de que nuestra generación tiene que imaginar un nuevo futuro. ¿Qué generación? ¿No tienen que participar en este debate otras generaciones más nuevas? ¿Se les está dejando el lugar para que hablen de su futuro?
Gabriel Oddone:
Creo que nunca se deja el lugar, el lugar se conquista. En mi generación, que es la del 83, donde estamos con Jorge Gandini y Javier, nunca peleamos por nuestro espacio. Jorge es una de las excepciones. La prueba está en que hasta hace cuatro años teníamos presidentes que venían del período previo a la dictadura. Eso fue por obra y gracia de personas competentes, que efectivamente tenían una visión del mundo, porque nosotros nunca hicimos lo que teníamos que hacer. Mi generación, en algún sentido, está obligada a soñar algo distinto, porque hemos surfeado en cosas que fueron hechas por las generaciones siguientes. ¿Que las personas de 30 y 40 años deberían hacerse cargo? Sí. Lamentablemente, tengo la impresión que, en el tema de la cosa pública, no en el tema de lo privado, están mucho más lejos porque el mundo hoy les ofrece tantas opciones y tantas oportunidades que es un espacio irrelevante para ellos. Está bien, conformará un nuevo equilibrio. Pero nosotros, como miembros de la generación del 83, creo que dejamos muy poco al país como generación, si esto terminara acá.
Ana Inés Balsa:
Quería poner una analogía basada en la teoría del apego en la primera infancia. A un niño hay que darle la seguridad para que pueda salir a explorar. Si a un niño no se le da un ambiente seguro, donde se sienta protegido, cuidado, con rutinas… En Uruguay estamos en ese plano. Hay cierta seguridad, pero ahora tenemos que entrar a soltar y que el niño pueda salir a explorar. Pero no vamos a abrir la puerta de la calle para que el niño salga. En esa exploración hay que dar ciertos lineamientos y creo que es lo que los países están haciendo, generando los bienes públicos hacia determinados sectores con una visión a futuro. Finlandia, por ejemplo, está por aplicar una ley por la cual van a dedicar el 4.8% de su PBI a investigación y desarrollo, porque tiene clarísimo que tiene que dedicar más recursos para poder innovar y estar más al hilo en lo que es esta nueva era. Me parece que esta visión de futuro la tiene que generar la clase política. El Estado va a tener que generar estas plataformas para que como sociedad podamos salir a explorar y desarrollarnos más y financiar sectores para empezar a generar infraestructura de innovación, para generar intercambios, para generar más capital. No quiero volver a la sustitución de importaciones, ni mucho menos, ni volver a los sesenta, pero sí generar una plataforma para poder arrancar. Creo que de eso estamos muy lejos. Y esa es la visión de país de futuro que nos está faltando, a dónde queremos ir y qué queremos apoyar.
Emiliano Cotelo:
¿Qué tasa de crecimiento tenemos que alcanzar?
Gabriel Oddone:
Si la tasa de crecimiento potencial, que hoy se ubica en 2, en 2.1%, la aceleráramos a una tasa de 3% no digo que tendríamos todo resuelto, pero tendríamos un acorte de distancia y un financiamiento. No es algo imposible.
Ignacio Munyo:
El número es discutible, pero todos estamos de acuerdo en que hay que acelerar la tasa. Pongamos un poco en perspectiva. Desde el año 2015 hasta la pandemia, la tasa de crecimiento fue de cero, con un estancamiento total y absoluto de la economía uruguaya. Vino la pandemia, vino el rebote, y ya este año empezamos de nuevo con un proceso de estancamiento. Acá lo que hay que entender es que lo que hace mover la tasa de crecimiento es la inversión. El país necesita más inversión, y para que haya más inversión se tienen que dar condiciones múltiples. La primera es ser conscientes de que la inversión en Uruguay viene por financiamiento del exterior. La tasa de ahorro local es muy chica para financiar la inversión necesaria para esa tasa de crecimiento que el país necesita. Para que haya inversión externa el país tiene que dar algunas condiciones. Primero, que haya interés en el país, y lo hay, como hace muchísimo tiempo no lo vemos. Como decía Gabriel, cada vez que salimos del país nos encontramos con un interés gigantesco por el Uruguay. Hoy la marca país está muy en lo alto, pero eso no alcanza. Para seguir se necesita que haya una venta mucho mejor del país en el exterior. El interés se tiene que traducir en la inversión concreta, y en la ejecución de esa inversión. Hay un gran defecto en la institucionalidad de cómo se atrae al inversor que está interesado en el país. Y después está el tema del costo país. Mucha gente que está interesada en invertir conoce los números y no le dan, por las enormes ineficiencias que hoy tenemos en el sector público. Esa es la clave. No hay que pensar, en nombre del sector privado, hacia dónde tiene que ir, sino facilitarle al privado adónde quiera ir, porque sabe más acerca de cuál es el rumbo del Uruguay, más que una planificación centralizada. Hoy el Uruguay no es competitivo y no es sólo por el valor del dólar sino porque no están dadas las condiciones de eficiencia del Estado, para que un inversor privado hoy encuentre un lugar rentable y una plataforma para exportar al resto de los países del mundo.
Javier de Haedo:
Estaba haciendo la cuenta en el aire, y en la segunda presidencia de Vázquez y en la de Lacalle Pou vamos a tener un crecimiento anual del 1.1%. La mitad de la tasa de largo plazo. Y si le restamos el crecimiento poblacional, que con este censo nos vamos a enterar de cuánto es, luego del último que fue de 0.3, estamos hablando de un 0.8 anual, lo que no es nada. ¿Por qué la distribución del ingreso de 2024 va a ser distinta a la de 2014? Se estancó el Índice de Gini, cuando se terminó el viento de cola. La pobreza no va a ser distinta entre 2024 y 2014. Esta es la prueba más clara de que no hacemos patria creciendo poco. Y por eso hay que crecer mucho más. El tema es que, como decía Ricardo, estamos peleados con el futuro.
Gabriel Oddone:
El objetivo final es el crecimiento, pero la clave es la tasa de inversión. Entre 1973 y 2003 Uruguay tiene una tasa de inversión de 14.6 del PBI. Sin embargo, desde el 2003 a la fecha, si se pasa promedio, se fue hasta el 17.8%. En la última etapa que vivimos, esa tasa volvió a niveles bajos. Ahí tenemos un problema. Si no tenemos tasas de inversión que se parezcan al 18% del PIB, e idealmente del 20%, y por períodos prolongados, como lo tuvimos entre 205 y 2012, en un conjunto de circunstancias muy particulares que el mundo vivió, es muy difícil que Uruguay crezca a esas tasas. La clave es cómo generar un clima de negocios para que las inversiones tengan lugar. Tenemos dos problemas. En primer lugar, tenemos un tamaño de mercado muy reducido como para hacer atractiva la inversión. Somos un país caro, y lo somos por muchas circunstancias, algunas arreglables y otra no. Somos caros y eso no lo vamos a resolver, porque tenemos dos países que son artificialmente baratos, por el desorden que tienen, sobre todo uno de ellos. Hay un conjunto de desafíos en los que hay que coordinar el corto y el largo plazo, y eso hay que tenerlo claro a la hora de hacer política. Lo que es claro es que un país como Uruguay necesita abrirse más. Uruguay tiene hoy en arroz, en carnes y en lácteos menos del 15% de sus exportaciones ingresan contratados de acuerdo preferencial. Australia y Nueva Zelanda tienen entre el 40 y el 50% de sus exportaciones. ¿Qué es lo que tiene Uruguay? Una tecnología y una inserción externa obsoletas, porque el Mercosur no nos ha permitido integrarnos al mundo. Hay que atacar ese problema. Hay que atacar el capítulo de la innovación y el desarrollo, y favorecer los incentivos para que los recursos se canalicen mejores hacia la producción de tecnología. Hay que reformar algunas áreas del sector no transable. No podemos agarrar a todos juntos, porque si queremos reformar la salud, la educación, el Estado, el transporte y la distribución de combustible, lo único que vamos a tener es un gran lío desde el punto de vista político, imposible de manejar. Y hay que entender que tener razón y legitimidad son condiciones necesarias para reformar, pero no son suficientes. Hay que trabajar en la gestión del cambio, y eso lo digo por la reforma educativa en curso. Puedo esencialmente compartir lo que están haciendo, pero tengo la impresión de que la gestión del cambio estuvo mal atendida. Uno puede quemar buenas ideas y que se genere una resistencia y un conjunto de buenas ideas queden vetadas por un período largo. Creo que en Uruguay se cuida muy poco la gestión del cambio. Se piensa en qué hay que hacer y en: “ya veremos cómo se acomodan los zapallos”. Pasa mucho en Uruguay, se minimiza el cómo hacer las cosas.
Javier de Haedo:
Gabriel aludía bien a la tasa de inversión baja que tenemos. Pero esa tasa de inversión sólo cuenta una parte de la historia, inversión en activos fijos. Pero la producción de un país combina los factores productivos y también el capital humano. No tenemos estimaciones de capital humano, ni la inversión sobre el PIB en capital humano. Podríamos tener una aproximación en gasto en educación, quizás, también en algunas políticas sociales. El primer dato que daba Ana, sobre la tasa de egreso de Secundaria, daría una impresión de que estamos flojos en esa tasa de inversión. Entonces estamos complicados por los dos lados. Hay poca inversión en activos fijos y poca inversión en capital humano, y por lo tanto ambos stocks están desafiados.
Ricardo Pascale:
La inversión, bienvenida. Pero hoy el día el tema está más jugado a las tecnologías que incorpora la inversión. Acá estamos contentos cuando viene inversión, pero es una inversión que no deja nada en términos de tecnología, para los uruguayos. El número de la inversión, en el mundo, como capital, quizás no sea el que implique mejor resultado. Gran parte del problema se explica por qué tecnología estamos usando, qué rol está jugando la ciencia, sobre todo las ciencias básicas, que son las que pesan más en la innovación. Las ciencias aplicadas pesan más en el mercado. No hay ningún país del mundo que no haya transitado ese camino. No están valuadas las ideas del capital humano, el conocimiento. Hoy Fleming, si le hiciera un balance un contador, no tendría nada más que dos microscopios, y sin embargo descubrió la penicilina. El país sale si tenemos mucha fuerza en ciencia, tecnología e innovación. Que venga innovación e inversión del exterior, pero si eso no me transmite tecnología y no me lleva al paradigma al cual tenemos que ir, que es el paradigma del conocimiento, entonces va a ser importante pero no tan importante como podemos esperar que sea. En general en el mundo frecuentemente es inversión del Estado. Uruguay no llega al 1% en investigación y desarrollo. Israel está en el 4% y pico. O Finlandia. Eran países que hace medio siglo eran pobres. ¿Iban a seguir haciendo árboles? No, que los árboles los planten otros, ellos usan su tecnología y la ciencia para sacar de eso un valor agregado. Por eso es que me importa mucho la inversión física, pero me importa mucho más la inversión en términos de qué potencial nos deja, o qué realidad nos deja en materia de ciencia, tecnología e innovación. Ese es un punto central. Se necesitan instituciones fuertes, sólidas, que consoliden eso.
Emiliano Cotelo:
¿Cuál es el papel del sector privado, en la definición del futuro del Uruguay? ¿Qué pasa con el emprendedurismo?
Ricardo Pascale:
Quiero quebrar una lanza por el agro, que ha sido de los sectores más innovadores que ha tenido el país, por lejos. Con todo respeto, la industria no ha estado a la altura. En los países que han salido con innovación, el Estado ha jugado un papel muy importante. Lo más importante es la transmisión del conocimiento. Por ejemplo, las universidades tienen tres funciones: enseñar, investigar y extensión. La tercera misión de la universidad es la transmisión del conocimiento. Cómo ese conocimiento que se está generando termina siendo un bien que mejore el bienestar nacional. Esa tercera misión es la que está en juego. Acá hay una disociación muy grande entre los sectores público y privado en materia de generación de conocimiento. Los que generan el conocimiento están lejos de los que lo aplican. Están muy bien los que quieren tener eso, y que quieren tener su parte de investigación, pero además la universidad tiene que ir hacia eso. Tenemos un camino grande. Depende de dónde tiremos el chico.
Ana Inés Balsa:
Volviendo al tema de los tiempos, creo que es clave el tema de las masas críticas. Todos hemos escuchado sobre inversores del exterior que están pensando en venir a Uruguay, pero dicen que no tienen mano de obra calificada, suficiente gente que sepa de tecnología, por más que la hay y que Uruguay ha avanzado en las TIC y en la industria audiovisual, y en otros servicios que incorporan valor agregado. No tenemos capacidad, no tenemos manos de obra. El 14% de los uruguayos de entre 25 y 34 años termina la educación terciaria. No tengo el cálculo hecho para los tres millones de habitantes, pero no es nada. No tenemos masa crítica. Precisamos acelerar los cambios en la educación. Creo que la reforma hoy en día plantea un rumbo que es sumamente adecuado, y que los lineamientos están absolutamente acordes a lo que el mundo nos está pidiendo en términos de las competencias que se están trabajando, en términos de los acompañamientos de trayectoria de los estudiantes, en términos de la capacitación docente. Pero precisamos acelerarlo. Por eso, de vuelta: consenso a nivel país. A los ritmos uruguayos, los tiempos se nos van a alargar enormemente. Precisamos acelerarlo de alguna manera. Una de esas formas es atraer inmigración de mano de obra calificada. Démosles espacio a los venezolanos capacitados, tratemos de que sus títulos se validen rápidamente. Tratemos de traer mano de obra calificada mientras estamos acelerando los procesos de reforma educativa.
Ricardo Pascale:
Hablamos varias veces de la industria de la informática y demás. Es muy interesante la génesis de eso. El ingeniero Maggiolo era rector de la Universidad, y en Argentina estaba Onganía, que los echaba a todos. Nos está pasando ahora en el Pasteur, donde estamos recibiendo gente de Argentina que tiene mucha ciencia. El único país de América Latina que tiene tres premios Nobel en ciencia es Argentina. Ni Brasil ni México los tienen. Maggiolo los trajo, y fundó una carrera. Compró el primer computador. Y ahí se desarrolló todo eso. Tan es así que tenemos que estar muy atentos a eso. Hoy la carrera informática existe gracias a aquel rector que tuvo la visión de traer esa carrera, que se llamaba Computador universitario y luego se llamó Ingeniero de sistemas. Hoy en día es esto que estamos viendo.
Ignacio Munyo:
Quiero contar una anécdota que me parece muy ilustrativa del problema que tenemos sobre la mano de obra calificada y la migración. Creo que debería ser una política central de país, con una política en serio para atraer gente a vivir al Uruguay. Hace poco estuve en la UTEC de Rivera. Es una joyita. Hay robots que funcionan, es impresionante. Hablé con varios profesores. El primero me habló en portuñol, el segundo en portugués. El tercero también. ¿Todos los profesores eran brasileños? Uno había estudiado un doctorado en robótica en Brasil y ahora estaba trabajando en la UTEC de Rivera, muy contento. Pero todos viven en Livramento. Cobran el sueldo en la UTEC y pagan la mitad de alquiler y de comida con respecto a lo que se paga en Uruguay. Esa es la única razón por la cual existen profesores brasileños en la UTEC. Es un ejemplo puntual que resume el problema que tenemos. Hoy, para un extranjero con capacidad, el Uruguay es un país poco atractivo. Sí funciona en esas microexperiencias puntuales de vivir en un país cuyo costo de vida es la mitad de otro en el que se trabaja. Está pasando lo mismo en ciencias de la computación. Todas las empresas de software están contratando argentinos que se han ingeniado para poder cobrar los dólares en el mercado blue. Es un sueldazo para ellos, es muy bajo para acá, y cierra perfectamente. Pero no hay nada organizado, fue la espontaneidad del hambre y las ganas de comer.
Emiliano Cotelo:
Paso a pedirles que, aparte de lo que han dicho anteriormente y de lo que hemos venido discutiendo, nos digan qué les queda por decir y cómo redondean. Creo que todos deben tener ese agregado que sirva para darle forma a este conversatorio.
Ricardo Pascale:
Creo que los puntos centrales en los cuales pondría énfasis en este momento serían el progreso tecnológico, la ciencia y la tecnología, las ciencias básicas y también las aplicadas. Va a permitir generar la innovación y la explotación exitosa de nuevas ideas, lo que va a llevar a una mayor productividad. Creo que hay variados factores que explican el desarrollo tecnológico y la innovación. En este ecosistema, la ciencia básica no es inconsecuente. Y por último diría: ¿por qué un país crece más que otro? Porque contextuados en sólidas y contemporáneas instituciones, y algunas causas fundamentales del conocimiento, hacen un uso intensivo de la ciencia, la tecnología y la información para aumentar la productividad total de los factores.
Gabriel Oddone:
Creo que tenemos que acelerar el conocimiento, porque es clave para generar prosperidad y fortalecer nuestros medios de convivencia. Hay que repensar nuestra estrategia de futuro, porque la que tenemos está agotada. Eso requiere reformar la educación de manera exitosa para aumentar el stock de capital humano disponible para poder fortalecer nuestro crecimiento, y redefinir nuestra estrategia de inserción externa, lo cual supone, sin irnos del Mercosur ahora, tratar de tener otras opciones. Adherirnos a acuerdos comerciales como el del Pacífico es un camino que hay que explorar. Es un camino delicado, pero más razonable que un TLC bilateral con China. Tenemos que reformar el sector no transable. Tenemos que decidir cuáles son los tres o cuatro sectores –si son combustible, salud, transporte– donde tenemos que introducir modificaciones. Ahí hay un conjunto de subsidios implícitos que encarecen el proceso productivo y que, además, generan un efecto redistributivo del ingreso de dudosa calidad, entre otras cosas porque tenemos que liberar recursos para transferir a otras actividades. Tenemos que promover una mejor imbricación entre los sectores privado y público, para promover la innovación y la incorporación del progreso técnico. En Uruguay lo peor que nos puede pasar es tener una academia que circula, publica y está conectada con el mundo y un sector privado que no obtiene nada de esa academia ni de los problemas que se cuestionan y las discusiones que se tienen, que no son relevantes para el sector productivo uruguayo. Y al revés: el sector productivo uruguayo no le demanda nada a la academia para poder innovar a insertarse de mejor manera. Esa desvinculación que hoy existe es necesario recomponerla. Y para todo eso el Estado es clave en un país como Uruguay. El árbitro y el ordenador de toda esta discusión es el Estado, con políticas públicas modernas, con una visión de largo plazo. No está en condiciones de hacer un plan quinquenal, y no creo en esas cosas, pero sí es el que en Uruguay, por la forma en que está organizada la sociedad, es el que tiene los recursos y la capacidad de movilizar y generar consensos. Para terminar, hay dos temas que sobrevuelan la preocupación de todos nosotros. Uno lo hemos mencionado al pasar y otro no lo hemos mencionado. Tiene que ver con nuestro modelo de convivencia. Uno tiene que ver con cómo redefinimos los esquemas de protección y transferencias, porque hay un grupo de gente en este país, que estoy de acuerdo con Javier que es más del 10% de lo que mide la pobreza a nivel de ingresos, que está excluido de toda matriz de protección social. Y hoy hay un grupo de gente que recibe transferencias que no requiere tenerlas. El ejemplo más flagrante es el supergás. Nosotros, viviendo en la costa, pagamos un supergás subsidiado, y el subsidio tiene que estar dirigido a las personas que no tienen otra fuente de ingresos para poder cocinar y calentarse. No me tienen que subsidiar a mí. Y en Uruguay se subsidia el producto y no la persona. Ese es un error conceptual que genera transferencias absolutamente injustificadas, y que tiene que ser revisado. Y este es un solo ejemplo, pero está lleno. Podemos mencionar al sector de los combustibles y otros miles de ejemplos de mecanismos de subsidios que están imbricados en el funcionamiento y que hay que revisar. Hay que pensar en todo el esquema de transferencias en el Uruguay, porque hay un conjunto de población, sobre todo de niños y adolescentes, al que tenemos que proteger y ayudar de una manera distinta. Y el último comentario, que no hemos mencionado aquí, y que me preocupa, es el tema del crimen organizado. Ninguno de los que estamos aquí somos conscientes de la magnitud del problema a nivel regional y de lo expuesto que está Uruguay a este tema, con implicancias en términos de la convivencia y de los riesgos que eso tiene para el sistema de convivencia que tenemos para adelante, porque tenemos una economía que subyace al funcionamiento de la economía normal, que está creciendo a tasas vertiginosas e incorporando a una cantidad de gente, porque paga más. El hecho de que creamos que somos un país de tránsito es un grave problema de subestimación que creo que el sistema político hasta hace bien poco lo tenía generado. Cada vez que hay tránsito, lo que hay es una economía que se organiza alrededor de eso, porque hay que custodiar, trasladar y mover recursos. Y eso es lo que ha estado ocurriendo en Uruguay en los últimos veinte años, de manera vertiginosa, a una velocidad de la que nadie de ustedes es consciente. Uruguay tiene una tasa de homicidios mucho más alta que Santiago y Buenos Aires, y no tiene ninguna justificación con el nivel de ingreso. Es un problema que está allí, e insisto, tengo la impresión de que el sistema político hasta hace bien poco lo tenía como un fenómeno de segundo o tercer orden. Si no somos conscientes de eso, de nada sirven todos los modelos de convivencia que podamos plantear, y de nada importará cuánto crezcamos o cuál es la tasa de inversión. Ahí se va lo más preciado que tiene Uruguay, que es que cada vez que hablamos con un extranjero le decimos que vale la pena vivir en este país porque las condiciones de vida son distintas. Y esto está pasando hoy. Las cifras son alarmantes. Y la consecuencia no se da solamente en la convivencia sino también en el propio funcionamiento político. Se mete adentro, lo carcome. Hablemos del financiamiento de los partidos políticos. Cada vez que no tenemos un mecanismo seguro y certero sobre cómo financiar la política, eso hace que el empresario legal se aleje de eso. ¿En manos de quién creen que queda el financiamiento? Los partidos políticos necesitan financiamiento para hacer campaña, y normalmente está bien que así sea. Miren lo que pasa en Chile. Ni siquiera les hablo de Paraguay. En Chile este fue un tema de la ruptura institucional que tuvieron en 2019, que tuvo que ver con temas de narcotráfico y financiamiento de partidos políticos por parte de bandas armadas. Pongamos ese tema en la agenda.
Ignacio Munyo:
Comparto la preocupación por el tema del crimen organizado que tiene Gabriel y que tenemos todos acá. En Ceres armamos un equipo especializado al respecto, con gente que está muy contactada en inteligencia con el resto de América Latina. Desde marzo pasado tenemos un informe mensual de un monitor en seguridad que va a estar disponible para toda la sociedad. Hablando sobre el crecimiento a largo plazo, pero se construye con el corto plazo, y hoy tenemos un problema con el crecimiento en el corto plazo, porque el país está caro, y el país está caro no porque esté el dólar en los valores actuales sino por la ausencia de esta agenda de reformas, que está pendiente hace muchísimo tiempo y que es la única solución para que el país pueda ser competitivo. Es un comentario de las nuevas generaciones, que se habló ahora. Tengo 43 años y estoy viendo acá al presidente de la Unión de Exportadores, que es de mi generación, y que también está comprometido con la cosa pública desde un lugar empresarial, mientras que nosotros lo estamos desde la opinión pública, desde la sociedad civil. Tenemos una característica y es que nos gusta escuchar. Escuchamos más y nos gusta genuinamente dialogar. Por algo nos encontramos con el presidente de la Unión de Exportadores en el acto del PIT-CNT en la plaza el 1º de Mayo, ambos escuchando. Quiero cerrar con un mensaje de humildad. En todo lo que hablamos acá hay enorme consenso, pero también hay que escuchar visiones contrarias a esta, y las hay. Si no las hubiera, esto estaría funcionando ya hace mucho tiempo. Y cierro con una frase de Borges que me gusta mucho: “Quizás no haya enemigos de mis opiniones, pero yo mismo, si espero un rato, también puedo ser enemigo de mis opiniones”.
Javier de Haedo:
Tres o cuatro comentarios rápidos y breves. Decía Ignacio que no estamos caros porque el dólar esté bajo. No, además de que el dólar está bajo, tenemos un dólar que sería el correcto si hubiéramos hecho un montón de las reformas que se mencionaron, sin haberlas hecho. No es que el exportador pide más tipo de cambio porque está en la cómoda. En segundo lugar, Gabriel hablaba de la gestión del cambio. Creo que la gestión del cambio empieza mucho antes de que la ley es aprobada. Empieza con un líder. Y creo que el ejemplo de la reforma de la seguridad social está bueno para esto. Piensen lo que voy a decir en términos de la reforma. Tiene que haber un líder, tiene que haber un equipo, tiene que haber mucho coraje en ese líder, tiene que haber mucha capacidad política de zurcir para conseguir las mayorías, aun aguando la leche, como dijo el presidente. Y después viene todo lo otro: hay que pensar si esto no me lo van a bombardear después y generar los salvoconductos para que eso no ocurra. En el ejemplo de seguridad social, uno no se quedó conforme y más después que el presidente dijo que le echaron agua a la leche. Pero es mucho mejor esto que lo que había. La duda que me queda es si son reformas que son “one shot gun”. Es decir, si el hecho de haber hecho esta reforma ahora inhibe volver a reformar por un plazo largo, cuando la reforma en definitiva fue a medias. En segundo lugar, la falsa dicotomía entre Estado y mercado. Aquí quedó claro que se requieren las dos partes. No es un tema de ideología. En Uruguay hay casos notorios en donde sobra Estado y otros en donde falta. En Casavalle falta Estado, claramente, y en las empresas públicas sobra. Comparto lo que dice Ignacio. Se juntó este panel, pero puede haber otro que no piense esto mismo, y sería bueno escucharlo también. Y después, sí, habría que hacer un panel con políticos o con gente allegada a los partidos políticos, con líderes de los que hoy, lamentablemente, sólo hubo uno en sala. En todo caso, si van a hacer ese panel, mándenle el video de hoy.
Ana Inés Balsa:
Me gustaría cerrar como empecé. Creo que la reforma educativa es la madre de las reformas. Sin capital humano no vamos a lograr crecer. No sólo eso. No solamente el capital humano como un medio sino como un fin en sí mismo para poder tener vidas dignas, para poder resistir los cambios que esta nueva era nos está poniendo sobre la mesa, con gran incertidumbre. Los temas de protección social que mencionaba Gabriel o de crimen organizado los vamos a resolver si tenemos un capital humano de alto nivel. Creo que entonces la clave es cómo aceleramos la formación de capital humano en nuestro país. No nos podemos permitir que sean reformas que duren veinte y pico de años. Estamos veinte y pico de años rezagados con respecto a países como Chile, y ni que hablar con respecto a países del primer mundo. No podemos demorar veinticinco años en llegar a donde Chile está hoy. Tenemos que profundizar, y para eso es clave una política de Estado. Si no, no lo vamos a lograr hacer. También sirve generar una institucionalidad de cambio, como se mencionaba, y entender las posiciones de los diferentes actores involucrados en el cambio. Eso también forma parte de la articulación para que esto avance. Diversificar el capital humano es clave. Y el tema de la polinización intelectual de ideas, el poder intercambiar, el traer inmigración, el generar más trabajo femenino en el mercado de trabajo, que le aporta una nueva cara a lo que es el mercado de trabajo. El cruzarnos con la diáspora, el intercambiar con gente que tenemos afuera. Polinizar más es también una clave para mejorar el capital humano. ¿Cómo acelerar la formación en Uruguay? Creo que cuando las cosas empiezan a tener una visualización positiva empezamos a transitar círculos más virtuosos. Creo que en la educación venimos transitando un círculo vicioso. La gente se cansa. Los docentes se cansan, porque ven que no pueden con lo que tienen adelante. Tenemos que empezar a generar esos casos positivos de éxito, empezar a mostrarlos, empezar a mandar docentes afuera para que vuelvan con innovación y formar una masa crítica de docentes formados afuera y que eso empiece a polinizar y generar círculos virtuosos. Creo que por ahí va la aceleración en el cambio educativo. Y por último pensar entre todos una visión de país de futuro.
Ricardo Pascale:
Uno de los temas que hablamos acá, en el que a veces estamos atrasados… Ayer hablaba con un amigo del tratado de protección de patentes. Lo llamé para averiguar cuántos países eran y me dijo que eran ciento cincuenta y siete, que se acababa de adherir una pequeña islita llamada Mauricio. Eso da una imagen muy mala del Uruguay en el exterior, la imagen de un país de otro paradigma, de otro momento histórico. Si alguien quiere innovar acá, se vuelve loco. Y para terminar, una frase de Franklin Delano Roosevelt: “Hay una sola cosa peor que el fracaso y es no haberlo intentado”.

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