«Nadie es perfecto en este mundo imperfecto»: Patrice Lumumba
Las empresas se aprestan en unos 18 años a cambiar motores de vehículos con carburantes por los de energía renovable. Apuntan a sustituir los derivados del petróleo por litio y cobalto, además de hurgar entre lo que en general se denominan tierras raras (ETR). Si pensamos en obtener energía a partir del aire, el sol o las mareas, habrá recursos renovables mucho tiempo, pero si en ese momento volteamos a otras opciones para motores, por ningún sitio encontraremos las mismas solo en litio y cobalto -citando a sustitutos de los que se habla. De acuerdo con lo anterior el recambio eventual, creo yo, será de disputas geográficas por los recursos para suplantar a los propulsores asociados al carbono.
Con la energía renovable se espera un porvenir liberado de la dependencia de combustibles no renovables. EE.UU. quiere alcanzarlo “desplegando recursos de producción de electricidad sin contaminación por carbono” para 2035. La captura de energía solar se hace -en general- por paneles instalados juntos, en gran número, mientras el viento lo hace en turbinas de vastos parques eólicos. Para utilizar su fuerza de movimiento en el transporte, se equiparía a automóviles y camiones con baterías capaces de mantener una carga a lo largo de grandes distancias. Cada equipo de esos usaría grandes cantidades de cobre (transmisor de electricidad) y otros minerales no renovables. Los molinos eólicos precisan manganeso, molibdeno, níquel, zinc y ETR para sus generadores, mientras que los vehículos eléctricos necesitan cobalto, grafito, litio, manganeso y tierras raras para motores y baterías. De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (AIE) para 2040, de reemplazarse para esa fecha a vehículos con hidrocarburos, la demanda de litio sería 50 veces mayor a la actual y la de cobalto y grafito 30 veces más que ahora. El mundo estaría en graves problemas.
Si seguimos a la AIE, un único país, la República Democrática de Congo (RDC), proveía en 2020 más del 80% del cobalto del mundo y otro -China- el 70% de las ETR. Asimismo, el litio se ubica concentrado en dos naciones, Argentina y Bolivia, en alto porcentaje, mientras Chile y Perú surten al mercado la mayor parte del cobre. Como se ve, la dispersión geográfica- además de la política- es amplia, prefigurando el escenario de una eventual catástrofe carnicera.
Con el petróleo como bien estratégico, se apareció un imperialismo cuando las potencias europeas disputaban sobre el control colonial del Golfo Pérsico, continuándose luego de la Segunda Guerra Mundial, al incorporarse EE UU. Esa visión tuvo George H. W. Bush [1991] en la primera guerra del Golfo y su hijo al ordenar invadir Irak en 2003. En la actualidad, estallaron y continuarán los contenciosos acerca de los lechos de mares de China Meridional y Oriental y se prevé que ocurra de igual forma -con el tiempo- en el Ártico.
Mientras tanto, General Motors anunció que -asociada a las promesas del Ejecutivo- dejará de producir automóviles y camiones con motores a gasolina en 2035, mientras nos llegó de Suecia (antes de pedir entrar a la Otan) que Volvo venderá desde 2030 solo carros eléctricos. Medidas de este tipo se esperan de más fabricantes, introduciendo profundos cambios en el mercado, aunque la AIE dice que “un vehículo eléctrico típico precisa seis veces más insumos minerales que uno clásico que funciona con petróleo”, al repasar las cantidades de níquel, cobre, grafito, litio y cobalto, sin contabilizar el ETR de los imanes necesarios en nuevos motores.
Entre los minerales citaba el cobalto, producido en Congo, que además de ser un país inestable, lo integra la tradicional provincia secesionista de Katanga (recordar a Patrice Lumumba, derrocado por Occidente con la complicidad de Moïse Tshombé).
Asimismo, las ETR las produce en 70% China (tenida cada vez más como enemiga de Washington) y dos desarrollados asociados otro 20% (12% Australia y 8% EE UU). Lo anterior me induce a pensar que, por ejemplo, EE.UU. solo podrá adquirir pocas cantidades de tierras raras (vendidas por su fiel Australia) y minerales escasos -no se los ofrecerá China-; de Congo pudiera salir el cobalto, aunque el país sea políticamente inseguro; con eso solo no podemos aguardar nada de la extraña cuan estrafalaria ensoñación de cambio en los motores con energías renovables proyectados hoy. Mucho menos concebir que un intento serio por ese lado sea pacífico.
Un sencillo razonamiento me hace pensar diferente: si alguien de la minería arriesga una inversión en Australia, la posibilidad que la pierda es muy pequeña al lado de si de alguna forma lo hace en China, Congo, Perú o Chile; descartemos a Rusia luego de su invasión a Ucrania, por supuesto. Las empresas mineras pueden estar dispuestas a invertir miles de millones de dólares en un país considerado “seguro”, donde el régimen jurídico las protegerá y pueden esperar salvarse de expropiaciones o guerras futuras, pero numerosas fuentes minerales prometedoras se hallan en países como la RDC, Perú y (el enemigo militar) Rusia, donde las condiciones son diferentes. Por ejemplo, los disturbios actuales -entre importantes industriales de algunos productos- han suscitado inquietud con respecto a una futura disponibilidad y provocado alzas de precios.
En el caso de EE UU si pasa de la “guerra fría II” (comercial, financiera y militar) a una confrontación abierta contra China, estaría ante la forma definitiva de cancelar los proyectos de energías verdes. Así no es difícil suponer que Latinoamérica nuevamente quedaría sumergida en una crisis energética y dependiendo del mercado petrolero, asomada a un horizonte amenazante del proceso civilizatorio y la sobrevivencia humana.
Con los datos disponibles al momento, es imposible formular una hipótesis seria, por lo que mi intención inicial solo aporta puntualizaciones a un escenario mundial segmentado y regional cambiante.
El autor revisó registros de la AIE y de Michael T, Klare.
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