Todos sabemos quiénes son los finalistas de las internas que tienen
chance para competir por la presidencia en el balotaje en noviembre
Son dos bichos políticos con mucha experiencia y poco carisma.
Les pesan sus antecesores, que son líderes de mucho peso.
Si los comparamos con Luis o con Pepe, pierden por paliza lejos.
Ahora bien, no podemos subestimarlos a ninguno de los dos.
Álvaro tiene una larga trayectoria política que comenzó en la
dirección de trabajo del Ministerio, pasó por el parlamento y estuvo
durante cuatro años en el corazón del gobierno de Lacalle Pou.
Es obsesivo y estaba metido en todo, maneja mucha información y
un dirigente blanco lo describía como un excelente gerente general.
En otras palabras, si lo compras por innocuo, perdés guita seguro.
Yamandú por su parte, viene de varias décadas de militancia, fue
secretario general de la Intendencia de Canelones por diez años y
resultó electo dos veces como intendente, y deja el cargo con un
altísimo nivel de aprobación de su gestión por todos los canarios.
Sabe formar equipos, y escucha opiniones diversas, tiene gran
capacidad de diálogo y su “debilidad” es pensar todos los días.
Eso sí, si querés agarrarlo por “tibiorsi”, en fija te quemás las manos
Entonces, ¿a qué nos enfrentamos los ciudadanos en la próxima
elección presidencial con estos dos candidatos en la palestra?
Tenemos a dos tipos que quizás no despierten el entusiasmo de las
masas con fogosos discursos, la oratoria no es su punto fuerte, pero
les sobra capacidad para desarrollar argumentos y convencer gente
Por supuesto que su orden de prioridades es distinto, y tendrán
énfasis en diferentes medidas a llevar adelante si son triunfadores.
Pero hay cuestiones básicas que comparten y hay una posibilidad
cierta de lograr políticas de Estado entre gobierno y oposición.
Estoy seguro que van a meter la pata en alguna cosa, como cuando
Álvaro dijo: “el peor Frente Amplio” o Yamandú afirmó que “el país
se cae a pedazos”, pero esos son furcios típicos de campaña.
Lo que me animo a afirmar es que la discusión y el debate entre
ambos van a ser fuertes, pero la sangre nunca va a llegar al río.
Alfredo García

