Apuntes para una historia triste
En el transcurso de una sudestada, una sirena queda varada y malherida en las restingas de la Isla de Flores. Al volver la calma, el farero la descubre. Ella le ruega que le preste ayuda. Él la desencalla y la cuida hasta que se restablece. Durante ese lapso, se enamoran. Viven un apasionado romance, producto del cual nacen mellizas. Aunque no les resulta fácil, el humano y la mujer-pez crían su prole. En el proceso, el padre y sus alevines forjan una entrañable relación. Hasta que, un día, como era previsible, unos pescadores avistan a las integrantes de la fabulosa familia marina del farero. Tras una angustiante persecución, estas logran escapar por puro milagro. Sin embargo, entre los pescadores de la costa del Plata se corre la voz de su presencia. En breve, los alrededores de la isla están infestados de embarcaciones cuyos tripulantes pretenden capturarlas con redes, arpones, anzuelos y todo tipo de artes de pesca. La situación se torna insostenible. Los progenitores deciden que la única solución consiste en que las criaturas de las aguas se exilien en la inmensidad del océano. Hay una despedida desgarradora. Poco después, el vigilante del faro es enviado de vuelta a tierra firme por sus superiores de la Marina. Allí languidece hasta que la pena de la ausencia lo mata. Por su parte, las dos sirenitas huérfanas crecen cultivando el recuerdo de su amantísimo padre, que les fuera arrebatado por la fiera crueldad de la incomprensión humana.
Años más tarde, un ignoto escultor conoce la historia, se inspira en ella y crea una obra que la recuerda.
(Ubicación: Ituzaingó 1295)
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