Salió a caminar sin rumbo fijo y, como suele sucederle, se topó con lo inesperado. De pronto, de la parte superior de una puerta, se asomó aquel ser que parecía venido de un fantástico universo paralelo. Se quedó parado en la vereda, contemplando su rostro barbado. Deseó poder preguntarle qué hacía allí, cómo era su mundo, si se trataba de un guardián o qué función cumplía… Mientras, el otro permaneció inmutable.
Retomó su camino. A poco andar, notó que sus pasos se habían vuelto más ligeros y, al mirar la ciudad, le pareció que un brillo especial la iluminaba. Buscó una explicación y creyó hallarla. “Es la magia de la arquitectura”, se dijo, sonriendo.
(Ubicación: Juan Paullier 1128)

