De esto, sí se habla por Cristina Morán
Lo del título viene por aquello que comenzamos a escuchar en nuestra niñez, hace muchos años atrás, y que contra todo lo que se pudiera pensar no desapareció, sino que continúa vigente y a cartas vistas o a la “chita callando” se aplica y de qué manera. El famoso y más que odioso “de eso no se habla” está siempre presente, pero en algunos casos le sale al cruce el “de esto, sí, se habla” y lo deja, al menos por un tiempo, fuera de combate. Entonces vamos al tema. El hecho ocurrió el sábado último en el arroyo Carrasco al cual se atrevieron a desafiar treinta voluntarios “comandados” por COENDU (Conservación de especies nativas del Uruguay). La consigna era limpiar ese arroyo que lleva el nombre de un barrio ubicado a 15 kilómetros de Montevideo pero que fue pensado y creado como un balneario por Alfredo Arocena quien adquirió los terrenos en 1907 y en 1912 creó una sociedad anónima llamada Balneario Carrasco que se convirtió en un barrio jardín diseñado por el francés Charles Thays. Por la década de 1960, Carrasco pasó, de balneario, a ser un barrio más de Montevideo. Hermoso, elegante, con construcciones que aún perduran señalando una época dorada de la ciudad y del país. El barrio que se extendió a una zona muy exclusiva, Miramar, donde se levantó un hotel que llevó ese nombre, fue luego escuela de nurses y hoy es Escuela Naval. En sus tiempos de hotel supo tener brillantes veladas animadas por aquellos famosos Lecuona Cuban Boys dignos representantes de la música tropical, de la música de la entonces lejana isla de Cuba, Xavier Cugat con su pequeño perro chihuahua en un brazo y con el otro, sosteniendo en su mano, la batuta de director musical. Todo eso quedó atrás pero el barrio de Carrasco siguió creciendo y así también Paso Carrasco y Carrasco Norte, Bañados de Carrasco, Parque Miramar, Carrasco y Barra de Carrasco, entre otros. El arroyo Carrasco forma parte del límite entre los departamentos de Canelones y Montevideo siguiendo su recorrido de dieciséis kilómetros hasta llegar al Río de la Plata. Estamos ya ubicados en el nombrado arroyo que fue tomado por “asalto” en un día pleno de sol de esta engañosa primavera que nos lleva de los 18 o 20 grados a volver el abrigo más a mano que podamos tener, o sea, aquel que aún no fue a “su” lugar de espera hasta el próximo invierno. Los treinta valientes orientales se lanzaron a la aventura de limpiar el arroyo que lleva el mismo nombre de aquel que lo dio al balneario, luego barrio, el ciudadano Salvador Sebastián Carrasco, uno de los primeros pobladores de Montevideo, quien fue tío abuelo de nuestro prócer, José Gervasio Artigas. Mujeres, varones, jóvenes, algunos cuantos no tan jóvenes, se entregaron a la tarea de limpieza, usando kayaks, bolsas (muchas), calderines y caños con ganchos. La “pesca” que se prolongó hasta horas de la tarde fue, digamos, que, sorprendente. A saber, extrajeron del arroyo Carrasco, tres (3) heladeras, un (1) sillón de dos (2) plazas, una (1) bomba de piscina, una (1) tabla de surf, un (1) neumático, un (1) triciclo, una (1) muñeca y desde luego, mucho plástico, botellas, tuppers, y trozos de todo aquello que imagines o pienses pueda hacerse trizas, digo, trozos. Maravilla, ¿verdad? la forma de desprenderse de aquello que ya no precisás, que se rompió, que pasó de moda, que te aburrió, que ya no querés tenerlo, entonces vas y lo arrojás al arroyo Carrasco en lugar de llamar a la IMM para que lo retiren, o a una institución de ayuda quienes están necesitados de algo que tú desechás contaminando el medio ambiente. Con seguridad sos de los que arrojan los residuos fuera del contenedor un día y otro día y después salís a protestar por lo “sucia que está la ciudad”, y acusás a unos y otros y jamás tenés la honestidad de hacer tu “mea culpa” y seguís acumulando mugre fuera del contenedor y/o arrojándola al arroyo Carrasco o al que te quede más cómodo. ¿Se nota que estoy enojada? Discúlpenme, pero entiéndame. Es todo por hoy. Hasta la próxima. Que seas feliz. Y no dejes entrar al viejo.
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