Después de las abejas por Cristina Morán
Quiero creer que estás de acuerdo con la propuesta de la semana pasada: dedicar esta columna a las inteligentes, añosas y muy sabias abejas en lugar de caer en el mismo lodo de acusaciones, dimes y diretes de todo tipo que por estos días pretenden hacernos perder el buen humor y por consiguiente esta inmensa alegría de vivir. Tomamos el camino dulce de las abejas y sobrevivimos a esa semana tan deprimente que llegó en forma de pelota de fútbol y para quedarse al menos por un tiempo, o sea el que necesita la justicia para decir lo suyo.
Con ganas de reir, sonreir y no pensar en cosas oscuras disfruté en el teatro de una comedia muy agradable y luego de una cena muy “riquísima” (otro día te cuento donde, hoy no. Sabeme disculpar)
Mucha gente ese sábado en el lugar, pero al ser nosotras clientas consecuentes y esperando un poquito (larga espera no me la banco) tuvimos nuestra mesa.
Y ahí estaba, cenando, pero no de frente, sino de costado a mí el Ministro de Economía. Verlo y comenzar a pensar en que decirle y preguntarle, fue una sola cosa. Mi amiga me llamó a la realidad (lo cual me disgustó bastante), pero igual le conté lo que se me había ocurrido para proponerle al ministro en esa muy fría noche de invierno. Ella es muy discreta. No habló, solo me miró y bebió largamente de la copa donde había servido una aburrida agua con gas.
Te cuento cual era mi intención. Habrás recibido, vía whatsApp el mensaje de una persona que diciéndonos su nombre y apellido, comenzó a contarnos sobre el débito, la bancarización de todo y todos, a que nos iba a conducir, etc. y cada vez más enojado. Hace ya unos cuantos días de esto y está fresquito en mi cabeza, tan fresquito como si algo de lo dicho por el verborrágico compatriota lo hubiera entendido.
Lo que yo quería era, en primer lugar, acercarme a la mesa del Ministro, saludarlo y no dudo que me hubiera invitado a sentarme junto a el (aunque siempre prefiero estar “face to face” y no de costadito) entonces ir directo a la propuesta: dado que yo y pienso que a la gran mayoría que lo escuchó le ocurrió lo que a mi (no entender) invitarlo a hacer una breve, agradable y simpática (¡¿por qué sigo siendo tan optimista?!) disertación que nos pusiera en claro todo lo escuchado en aquel mensaje pero qué ¡por favor! no nos pidiera firmar nada ,tal como lo hizo el informante, porque te digo que el tema de las firmas se viene y se viene. Firmar o no es un tema de cada uno, claro. Bueno, eso es lo que mi amiga con su actitud mas que con sus palabras y su aburrida agua mineral con gas, me impidió. ¿Te imaginás qué divertido hubiera sido escuchar al ministro de economía acompañando el postre y el café y solito el, sin power point? No me rindo. Otra vez será, porque si participa de desayunos y almuerzos ¿por qué no hacerlo en una cena de forma sorpresiva y con oyentes “de verdad”? Me encanta la idea. ¿Y a vos?
Hasta la próxima.
Que seas feliz.
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