Draco parietis
En algún lugar de lo más intrincado de la selva urbana, en la llamada City, acecha.
Los biólogos que han dedicado su vida al estudio de la fauna que habita la arquitectura montevideana lo han descripto como un “dragón con cabeza de felino y cuerpo y alas en forma de arabescos vegetales mediante los cuales se mimetiza con la decoración de paredes, puertas y ventanas”.
Más allá de esta coincidencia, los susodichos científicos tienen opiniones divididas con respecto a su naturaleza. Algunos sostienen que solo ataca a los más encumbrados ejecutivos de las finanzas; otros, que sus preferencias son mucho más democráticas y no duda en acometer contra cualquier humano que se ponga al alcance de su hálito virósico.
Empero, también concuerdan en cuál es su técnica de ataque: la emboscada. Con paciencia aguarda a que su presa pase frente a él y entonces, a través de sus fauces bien abiertas, le lanza una vaharada que la envuelve. Dado que su vafo es incoloro y huele a una sustancia apenas acre, la desdichada víctima, en todo caso, atribuye su tufo a la suciedad citadina.
Asimismo están de acuerdo en afirmar que con esa exhalación le inocula un raro virus. Y en que, una vez contaminado, el receptor del microorganismo no manifiesta síntomas de ningún tipo y sigue su vida con aparente normalidad. Excepto por un detalle: poco a poco sus pensamientos se van reduciendo a uno solo, hacer plata.
En todo caso, ahora que lo sabéis, vosotros que os arriesgáis cotidianamente –empleados de la banca, corredores de bolsa, simples oficinistas o inocentes viandantes–, andad alerta o peligráis terminar siendo esclavos de un dios insaciable llamado Mammón.
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